30 de diciembre de 2010

Vietnam - Hanoi (4) Templo de la Literatura


Caminando entre la sabiduría y el conocimiento 

Nuestra guía se llama Huong, que pronunciado suena raro porque son muy guturales (ongggg), así que yo decido llamarla tal y como se escribe. 

Hasta hoy teníamos la duda de si estaríamos solos en el tour o tendríamos compañía, porque mes y medio antes de salir pregunté en la agencia cuantos éramos, y en esa fecha ya éramos ¡¡2!!. Lo bueno del tema es que el requisito mínimo para no cancelar el viaje es que hubiera dos viajeros. La semana antes de salir volví a realizar la pregunta y en esta ocasión éramos ¡¡2!!, vamos que la cosa estaba hecha, en una semana no creo que nadie se decidiera por hacer este tour, más cuando se necesita un visado para entrar en Vietnam.

Y la duda que me surgía al iniciarlo es ¿mantendrían el tour intacto? ¿nos mezclarían con cualquier otro?, porque cuando se elije un tour es por muchas razones, y una de las más importantes son los lugares a visitar, con lo que los cambios imprevistos pueden ser para bien o para mal. Pues la respuesta es que es de lo más normal hacer el tour en parejas  en el sudeste asiático, porque es un destino de luna de miel y así parece todo más romántico; y también el dong es el dong, así que a partir de dos todo es grupo y se puede hacer un tour, ya que sus costes deben ser bajos y el beneficio lo bastante importante. Esto lo apunto por si  podemos volver al país a conocer zonas interesantes a las que no nos ha dado tiempo llegar  y montar nuestro propio viaje.

Salimos del hotel y nos espera nuestro transporte, un Toyota plateado con aire acondicionado, ¡¡¡que gustito!!! y conocemos a nuestro conductor que no habla español pero que siempre sonríe y que cuando le doy las gracias en castellano siempre contesta gracias, menos cuando se las intento dar en vietnamita que creo que no me entiende y no me contesta.

Nuestra primera visita de la mano de Huong es al Templo de la Literatura, Van Mieu, la primera Universidad de Vietnam y el complejo arquitectónico más antiguo de Hanoi. Fue construido en honor a Confucio en 1070 para educar a los hijos de los mandarines y a la realeza, así como para honrar a los eruditos y hombres de letras.  En el siglo XV la Universidad conoció su época dorada y funcionó unos 700 años,  hasta su traslado por el emperador Gia Long a la nueva capital, Hué, en 1802. 

Todo el complejo está rodeado por un muro y tiene cinco patios separados por puertas  y muros.

La puerta exterior es el Gran Pórtico, custodiada en su interior a los lados por dos leones-perro (me parecen más dragones extraños) que dejan entrar lo bueno y dejan fuera lo malo (yo pasé con lo que soy buena).


La puerta conduce al primer patio, un extenso jardín con tres caminos, el central estaba reservado para el rey y los de los lados para mandarines administrativos y mandarines militares; a ambos lados de los caminos laterales unos estanques de lotos.

 
Nuestra guía toma el camino de la derecha para entrar al recinto, yo hubiera preferido entrar como una emperatriz pero de momento me dejo llevar y voy escuchando sus explicaciones al tiempo que ojeo la guía que he elaborado de refilón, mientras mi marido hace lo primero a intervalos y se dedica a las fotos.

La siguiente puerta es la Gran Puerta del Medio, flanqueada por las Puertas de la Virtud Lograda a la derecha (se ve en la foto superior) y la del Talento Alcanzado a la izquierda, ambas en continuación a los caminos de los mandarines. En el tejado de esta Gran Puerta destacan unas carpas que representan a los estudiantes que aspiran a ser laureados como las carpas desean convertirse en dragones.

 
Esta puerta conduce al Gran Patio del Medio, nuevamente con tres caminos y con dos estanques. El camino central conduce hasta la Puerta o Pabellón de la Constelación de la Literatura, que es uno de los símbolos de Hanoi, con cuatro círculos de madera en cada ventana que representan el sol y que se encuentra en los billetes de 100.000 dongs.

 
Tras la puerta se halla el estanque de la Claridad Celestial, que le corta el paso al mismísimo emperador a no ser que le llevaran en sampán. Los mandarines siguen por sus caminos. 


El estanque está rodeado por el Jardín de las Estelas, con cuatro pabellones en cada lado, en los que se encuentran 82 estelas, de las 112 originales que el emperador Le Thanh Tong ordenó erigir en 1484 para registrar los nombres, lugares de nacimiento y logros de los hombres doctorados en humanidades en cada examen trienal desde 1442. 

 
Cada estela se apoya en una tortuga de piedra, que simboliza la longevidad y la inteligencia, y lo hay que hacer con ella es: primero tocarle la cabeza a la tortuga y luego la propia, como una especie de conjuro para que nos traspasen estas virtudes.


En cada lado, en medio de los dos pabellones delanteros hay  dos pequeños “templetes”, en los que se encuentran dos de las tortugas más antiguas.

Durante la guerra sepultaron todas las estelas y las tortugas con arena y hormigón para protegerlas de las bombas.

La siguiente puerta es la del Gran Éxito que da al cuarto patio, el patio de los Sabios, donde parece ser que se celebra una partida de ajedrez humano durante el Tet (Año Nuevo). 


Al fondo del Patio se encuentra la Gran Casa de Ceremonias, con un altar con dos grullas sobre tortugas (las pobres parecen estar espatarradas por el peso), a las que era imposible fotografiar en soledad por la avalancha de turistas que pululábamos por el complejo.


En una especie de pequeño patio alargado por detrás se encuentra un incensario con un par de dragones de mirada cachonda, como encendiendo las varillas con sus soplidos. 

 
Detrás se halla el santuario Dai Thanh, con el altar dedicado a Confucio, que está acompañado de sus cuatro discípulos más cercanos. En este altar realizaban las ofrendas el emperador y los mandarines. Una profusión de rojos y dorados es su decoración, tanto en las columnas como en las figuras. 


Detrás del santuario Dai Thanh se encuentra la Puerta Real que da al quinto y último patio, dedicado a los padres de Confucio, donde se situaba la Universidad y que fue bombardeado por los franceses (por error cuentan). La foto está tomada desde este último patio.


Al fondo del patio primero hay un pabellón donde se ha habilitado una Sala de Música en el lateral izquierdo, y donde disfrutamos de un pequeño concierto con instrumentos muy curiosos, como uno que constaba de una sola cuerda. 

 
Terminado el concierto compramos un cd por 5$, ya que solo estábamos mi marido y yo de público, las mujeres se esforzaron y además nos gustó. Un vídeo corto para que os hagáis una idea del sonido; en casa lo hemos escuchado y suena bien, con lo que no sólo fue que nos hechizara el templo. 


Detrás del pabellón otro pequeño patio y a cada lado dos pequeños templetes, uno con una Campana y el otro con el Gran Tambor. 

Por último se halla el Santuario Kai Thanh, enteramente de madera pero sin lacar, donde se venera a tres emperadores: Ly Thanh Tong, que ordenó la construcción del templo; Ly Nhan Tong, que fundó la Universidad, y Le Thanh Tong, que reformó el sistema de educación. 

 
Unas escaleras permiten subir a un balcón para contemplar los tejados con otra perspectiva más cercana.


Para salir le digo a Huong que lo haremos por el camino de los emperadores. 
Esta es una de las visitas imprescindibles en la ciudad, que acerca a la historia, a la educación y a los sabios del país. La pena es haberla hecha al ritmo y por el camino de entrada de Huong, y también por encontrarnos con miles de turistas que no te dejaban sentir la magia de sus piedras, pero con decisión y paciencia se disfruta mucho de este increíble lugar. 

Un mapa de este complejo donde poder ver la estructura y las diferentes construcciones que en él se encuentran:



Al ser una visita importante de la ciudad esta capítulo se lo dedico exclusivamente al Templo de la Literatura y continuamos el resto de la tarde en el siguiente.

29 de diciembre de 2010

Vietnam - Hanoi (3) Hoa Lo - Mausoleo de HCM - Pagoda del Pilar Único

De Indochina a Vietnam reunificado en unos pasos


Mi marido sale con el estómago algo revuelto y esto nos retrasa en la salida, condicionándonos la mañana. En contra, yo en previsión me tomo un opíparo desayuno con sus huevos fritos con bacon, pan con mantequilla, fruta y té, que viéndome comer así se le tenía que haber revuelto aún más. 

Aunque no termina de ponerse bien si lo hace lo suficiente como para intentar hacer una visita y luego decidir si continuamos o lo dejamos. Nos vamos caminando a la cárcel de Hoa Lo, donde estuvimos la primera tarde para saber su localización exacta y horarios.

La cárcel fue construida por los franceses en 1896 para los rebeldes vietnamitas opositores del régimen colonialista, razón por la que todavía mantiene el nombre original de Maison Centrale y fue llamada Hoa Lo porque destruyeron un pueblo con este nombre para su construcción. Estaba diseñada para albergar 500 presos pero llegó a acoger a más de 2.000. 

Una parte del complejo fue destruido  en 1997 para construir el edificio del Hanoi Central Tower pero dejaron parte en pie como museo y como monumento a los vietnamitas que lucharon contra el colonialismo.

Comenzamos la visita, hemos ido sin mochila ni bolso porque no están permitidos y se deben dejar en unas taquillas, así que sólo llevamos una cámara pequeña y como no sabemos el devenir de la salud de mi marido, mejor ir ligeritos, ya volveremos al hotel a por el resto de enseres o para quedarnos allí por causas forzosas. 

Una maqueta muestra como era el complejo carcelario en su totalidad.



En sus salas fotografías de los presos, de las torturas, de instrumentos dedicados a este terrible menester, de las ejecuciones y objetos de todo tipo, desde los cotidianos a los de uso personal, y en las celdas recreaciones con maniquíes de cómo eran encarcelados, atados a cepos de madera, que en algunos casos podían ser bloques de cemento. Impresiona todo, el ambiente, las celdas, el decorado, las historias que se encierran en estos muros. 



En un lateral exterior se muestra el modo en el que se escaparon 16 prisioneros en la Nochebuena de 1954, serrando la boca de una alcantarilla. Detrás de esto sobre la pared unos paneles de bronce recreando las torturas y el encarcelamiento, lo suficientemente significativos.







 
Nuevamente en el interior hay una colección de fotografías, tanto de la vida en la prisión, como de las reacciones mundiales a la guerra con los EEUU. Una de estas fotos muestra la manifestación de una madre neoyorkina en contra de la guerra de Vietnam, sobran las palabras.








También hay la recreación de una celda para las mujeres y sus hijos, que no recibían menores torturas que los hombres ni tampoco mejor trato. 

En otra sala una de las guillotinas usadas por los franceses, cuyas cabezas eran luego expuestas en cestos de bambú (una foto impactante). Y a su lado un tonel que se utilizaba para la tortura con agua. 

En un pasillo por detrás de la guillotina se encuentran las celdas de los condenados a muerte. 




El piso superior está dedicado principalmente a la guerra con Estados Unidos, con multitud de fotos de presos, donde quieren demostrar que ellos no infringieron maltrato a los soldados capturados tal y como hicieron con ellos los franceses, y se les ve jugando al fútbol, vestidos decentemente, por su aspecto físico bien alimentados. Destaca un recluso entre ellos, John McCain, que fue candidato a la presidencia, y también se le ve en una visita reciente que realizo a la prisión. Los americanos, encarcelados aquí desde 1964 a 1973, llamaban a la cárcel Hilton Hanoi, un nombre muy irónico sin lugar a dudas.

Los equipos de Missing in Action (MIA) siguen buscando por todo Vietnam los restos de los pilotos estadounidenses desaparecidos.

En un panel se lee la declaración de Ho Chi Minh antes de la Ofensiva del Tet, la que conduciría a la victoria de la guerra:

 “Last year was full of glorious victories.
This year the forefronts sure to win still bigger ones.
For Independence, for Freedom
Let’s fight so the Yanks quit, and the puppets topple
Foreward! Fighters, countrymen!
North and South reunited, could there be happier spring!"

En este piso también hay unos paneles de oro con los nombres de los 1.624 revolucionarios detenidos en este lugar. 

No es una visita agradable pero cuenta los hechos cómo fueron, con mis dudas respecto al trato a los soldados americanos, que supongo que de todo habría, porque una guerra es una guerra. No es una visita imprescindible para estancias de pocos días en Hanoi, sólo para aquellos que quieran conocer algo más de la historia in situ y si se está interesado lleva su tiempo para poder leer los pies de fotos en inglés (nosotros solo lo hicimos en casos puntuales).

Volvemos al hotel, cosa que nos viene estupendamente para refrescarnos, mi marido sin encontrarse bien del todo no se encuentra mal, con lo que cogemos todos los bártulos necesarios y de nuevo nos vamos de nuevo en dirección hacia la prisión pero sin llegar a ella, es la ruta más rápida hacia donde nos dirigimos.

Una vez atravesado el Barrio Francés en dirección oeste al principio se atraviesa una zona fea, de avenida amplia, pero muy desangelada. Como detalle las vías del tren atraviesan una de las calles.



Pasamos al lado del Museo de Bellas Artes, del que solo admiramos su fachada y patio, instalado en un edificio colonial que fue el Ministerio Francés de la Información. Su colección debe ser interesante ya que incluye piezas del arte del país, procedentes de pagodas, casas comunales y unas pinturas de tema nacionalista (y seguramente propagandística).

Pasado el Museo vemos una escena que nos conmueve, una mujer rebusca entre libros quemados, bien podría ser la propietaria de la vivienda que se incendió o sencillamente busca algo que poder vender. Este es el Vietnam humano que impacta.

Callejeamos por la zona que es otro barrio francés, y aquí se nota que vive la clase alta, todo está más limpio, las casas son verdaderos chalets de lujo, hay más tranquilidad en sus calles, no hay venta ambulante ni tiendas unas detrás de otras y por extraño que parezca no hay fotos de estas bonitas casas, es demasiado normal para lo que hasta el momento hemos ido viendo y no hacemos ni una sola foto. 

Por fin terminamos alcanzando la Plaza Ba Dinh bajo un sol justiciero. La plaza se encuentra en la antigua Ciudad Imperial (en los alrededores hay restos de ella y se sigue sacando a la luz poco a poco pero a nosotros no nos dio tiempo para echarle un ojo). Por supuesto actualmente la plaza es utilizada para desfiles militares y actos multitudinarios de manifestación política (pero cuidado, que Vietnam no es una democracia y no hay que confundir unas manifestaciones con otras). 

 
En un lado de la plaza se encuentra el Mausoleo de Ho Chi Minh ("el que ilumina"), un cubo de mármol, material extraído de las montañas de Danang, construido en 1975 y a mí me recuerda a la arquitectura soviética, será porque a lo lejos ese mármol parece cemento y es tan sobrio…dicen que se asemeja al de Lenin en la Plaza Roja de Moscú pero no lo conocemos in situ para comparar con datos reales. Aunque dicen que recuerda a una casa tradicional comunitaria (supongo que por lo de la forma cuadrada) o a una flor de loto (esto ni de coña, mi guía debe estar mal y se refiere a otra edificio).


A estas horas ya está cerrado, pero si las colas son de dos horas como había leído no nos hubiéramos puesto a hacerla. Como curiosidad puede estar interesante, pero esa cola y las obligaciones para entrar y presentar los saludos al Tío Ho (Bac Ho, así le llaman cariñosamente) en su sarcófago de cristal, tampoco nos motivaba mucho: bolsas y cámaras fuera en consignas (prohibido bajo pena de vete a saber qué hacerle fotos), no llevar pantalones cortos (menos mal que nosotros casi nunca vamos con nuestras carnes inferiores al aire), no meter las manos en los bolsillos (la hemos fastidiado, esta es una de mis manías, a la que me descuido, ya tengo colocadas las manos allí), descubrirse la cabeza (bueno, el gorro me entra en el bolso) y mantenerse en silencio (definitivamente mejor no entramos).

En el interior se debe ver grabada la famosa máxima de Ho Chi Minh: “No hay nada más precioso que la independencia y la libertad”. Este ideal universal resalta el nacionalismo de Ho Chi Minh y repite las primeras frases de la declaración de Independencia de Thomas Jefferson, que pronunció en la plaza: “Todos los hombres han venido al mundo como iguales. Han sido dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables, entre los cuales están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”. Curiosa esta asociación EEUU-Vietnam.

El mausoleo es uno de los lugares más sagrados, sino el más, del país para los vietnamitas.

Dos soldados custodian la puerta y dicen que el cambio de guardia es espectacular, nada envidiable al de Buckingham Palace. Si os fijáis con detalle en la foto anterior, podréis ver asomar unas coronas de flores, que parecían paellas.

Ho Chi Minh murió en 1969 y no quería ser embalsamado sino incinerado, pero la influencia soviética en aquellos años se hizo notar y al final fue embalsamado. El médico ruso que se encargó del proceso lo realizo en el interior de una cueva para evitar los bombardeos americanos. Entre septiembre y principios de diciembre se lo llevan a Moscú para el “mantenimiento”.

Aquí veis a uno de los guardias camuflados en plena operación silbato, es decir, que cuando te pasas de la línea que dice claramente “No Enter” te pita (ya podéis adivinar porqué lo sé con tanta seguridad).










Caminamos hasta el final de la plaza pensando que habría una salida para ir hacia nuestro siguiente destino pero no es así, el rodeo que parece que tendríamos que dar nos llevaría mucho tiempo, y aunque estaría interesante,   por aquí se encuentra el Jardín Botánico, la hora comienza a apremiarnos. 


La zona está rodeada de mucha seguridad a los que no les gusta el arte de la fotografía, así que con disimulo fotografiamos el Palacio Presidencial, antigua residencia del Gobernador General de Indochina o Tonquín, construido en 1906, donde nunca llegó a vivir Ho Chi Minh, pero sí lo hizo en unas habitaciones donde se alojaba el servicio (creo que de verdad era un hombre consecuentemente comunista) y se utilizó principalmente para recepciones oficiales. No está abierto al público. 











Volvemos hacia atrás por la plaza porque por algún lado tiene que haber un camino y aunque nos cuesta encontrarlo al final damos con él y llegamos a la Pagoda del Pilar Único, que data de la época de la fundación de ciudad, siglo XI, y es uno de los pocos vestigios de este periodo, aunque en parte es una reconstrucción ya que los simpáticos franceses cuando abandonaron Hanoi en 1954 la destruyeron. 

Está construida en madera sobre una columna de piedra de 1,25 m de diámetro y descansa sobre un estanque de lotos (aunque no hay lotos). Su diseño se asemeja a una flor de loto floreciendo (aquí sí pero la guía no puede confundir el mausoleo con la pagoda). En su pequeño altar las típicas ofrendas y si no le nombro mal, un boddhisattva.

Cuenta la leyenda que Ly Thi Tong no tenía descendencia masculina y soñó con la diosa de la compasión, Quan An, que se le aparecía sentada sobre un loto y le ofrecía al niño que tenía en sus brazos. Al tiempo el emperador se casó con una joven campesina que le dio un hijo, con lo que en agradecimiento a la diosa levantó esta pagoda en el año 1049. 

No había lotos en el estanque pero ¡¡¡estaba la tortuga!!! Suerte y longevidad para nosotros. 



No muy lejos se encuentra la Casa de Ho Chi Minh o Casa Zancuda, donde el Tío Ho pasó los últimos años de su vida, de 1958 a 1969, pero no vemos el modo de llegar y la hora sigue corriendo en nuestra contra, así que emprendemos el camino de vuelta al hotel. Me dio pena no poder visitar este lugar y aunque no tendrá grandes lujos, su situación y lo que representa el lugar creo que merece una visita. 

En el camino nos topamos con el Museo Ho Chi Minh, dedicado a la mayor gloria del mismo, incluyendo sus periodos en China a Francia así como el proceso de independencia de Vietnam. Creo que resultaría interesante esta visita pero imposible plantearla con lo apurados que vamos de tiempo (cada vez más razones para volver a Hanoi y terminar de conocer su historia y la del país). 


 
Salimos por las calles de las casas lujosas y nos desviamos un poco para ver la Torre de la Bandera (Ky Dai), de forma hexagonal y 18,2 m de altura, uno de los vestigios de la ciudadela de Hanoi, sobre la que ondea la bandera nacional y hasta parece que corre el viento, pero allí no corría nada de nada. 

En teoría se puede subir a ella y estaría bien por aquello de ver la ciudad desde arriba, pero no es posible, no tenemos tiempo. 








Justo al lado se encuentra el Museo de Historia Militar, que se encuentra instalado en un antiguo barracón francés y en el que se conmemoran las victorias contra los invasores del país: chinos, mongoles, franceses, jemeres camboyanos y norteamericanos. Nos conformamos con ver los “aparatos” exhibidos en su jardín desde el exterior, muchos de ellos fueron dejados en su huida por la poderosa nación que se creía invencible.






El malestar mañanero de mi marido y el retraso en comenzar la excursión hace que nos saltemos bastantes lugares interesantes de la zona y que al final no será posible llegar a ellos, aunque por algunos pasaremos en vehículo, pero no es lo mismo la visión rápida motorizada que el disfrute (a pesar del calor) caminando.

Emprendemos la vuelta al hotel a marchas forzadas, ya son las 13.30 h y nuestra cita con la guía es a las 14 h, la ida nos ha llevado unos 45 minutos y ahora solo tenemos media hora, la única ventaja es que ahora no tenemos que parar a ver lo que vemos ni buscar el camino, solo tenemos que caminar rápido para no llegar tarde.

Y llegamos a la hora en punto, aunque nuestra guía ya nos está esperando, así que la pedimos un tiempo para refrescarnos y comenzar el tour contratado.

Vietnam - Hanoi (2) Barrio Antiguo


En el paraíso de las compras salimos sin comprar

Comenzamos el día con un buen desayuno, y a pesar de no haber dormido todo lo que debería no me encuentro cansada, supongo que por la emoción de lo que nos espera por descubrir. En una plaza pequeña al lado del hotel unos dragones de piedra, animales míticos y asiáticos por excelencia.

Lo primero que hacemos es buscar un banco para cambiar dólares por dongs, ya que aunque se pueda pagar en todos los lugares en la moneda americana, los precios siempre están establecidos en la nacional con lo que es mejor para no tener problemas con el cambio aplicado, como ya nos pasó la tarde anterior. Para ello utilizamos el banco nacional del país, Vietcombank. 

Pasamos por el lago, es el camino de ida y vuelta todos los días, ya que el hotel se encuentra en el lado este del mismo, , con lo que por un lado u otro siempre tenemos que pasar. La ciudad se está engalanando para celebrar su milenio.

De nuevo por el Puente del Sol Naciente, The Huc, construido en 1885 en madera lacada y ahora se puede ver mejor su color rojo.

Con más luz que la noche anterior contemplamos la entrada (realmente tiene como tres puertas con arco, como ya comenté sin puertas, pero esta es la más cercana al templo y principal) del Templo de Jade,  más allá de aquí hay que pagar. En la parte de la izquierda veis la tortuga que ya os presenté. 

Esta es la puerta anterior, antes de cruzar el puente rojo, donde llaman la atención los paneles a los lados con animales. A la izquierda un tigre y a la derecha  no lo tengo muy claro, parece una especie de dragón envuelto en bruma, pero podría ser que no. 


Y la primera puerta de todas. En la parte superior de las columnas dos supuestos tinteros, y a ambos lados , en la parte medio-inferior se hallan los caracteres chinos de la felicidad y la fortuna. Recordar que estamos haciendo el camino de salida del templo. 








A la izquierda de esta puerta e encuentra la Torre del Pincel de Tinta (supongo que mojándolo en los tinteros mencionados anteriormente), de la que es imposible tomar una foto completa por el árbol, y aunque alguna japonesita escaló por las rocas para la foto, ninguno de los dos estamos por la labor. Es una especie de obelisco de cinco pisos con los caracteres chinos “escribir, azul y cielo”. 




Saliendo del lago y del pequeño parque que lo rodea, se encuentra el Monumento a los Mártires, dedicado a los que murieron por la independencia del país. En casi todas las ciudades hay monumentos dedicados a sus caídos, aunque no suelen ser de figuras sino más bien estelas.

Nos adentramos en el Barrio Antiguo, al que también se le llama de las 36 calles, donde se asentaron los artesanos en el siglo XIII para abastecer al palacio. Cada una de las calles pertenecía a un gremio, y normalmente sus nombres llevan la palabra hang (mercancía) y el artículo que vendían. 



El caos de cables de electricidad es tremendo, y además sobresale un altavoz entre ellos; por lo que leí de un blog de un estudiante becado, estos altavoces se utilizan para arengas políticas, y no siempre a horas normales sino que ayudan a madrugar. Como esta foto de cables en este barrio y en la ciudad hay varias y a cada cual da más susto. La razón de su existencia en Japón eran los terremotos, supongo que aquí serán los tifones, ante una catástrofe es más fácil recuperarlo todo si se tiene a la vista, sin necesidad de obras…o simplemente desidia o falta de presupuesto. 

De este barrio me esperaba calles más estrechas y no lo son, pensaba que sería más difícil caminar por él y a pesar de las motos por la calzada y las aceras, de la gente aposentada o tirada en las aceras, de los vendedores en cualquier esquina o lugar, no me parece tan complicado, aunque hay que aguantar el tirón del ofrecimiento continuo de los conductores de ciclo a cada momento, y curiosamente lo hacen siempre a los dos, supongo que si uno pica…Además no se cortan un pelo, desde la calzada te llaman la atención bien con “hello” bien con un silbido. 

La escena típica de las vendedoras en los países del sudeste asiático.


Callejeamos por el barrio y andamos por donde nos dejan, pero todo lo que vamos viendo es una auténtica explosión visual, no hay tienda que no esté abarrotada, no hay local en el que no haya una tienda, no hay aceras en la que no haya motos y personas sin hacer nada o haciendo algo que desconocemos…es otro mundo, es un mercadillo más allá de lo concebible, ¡¡ríete del Gran Bazar de Estambul!!, eso sí, no suelen ser productos de alta calidad, solo en ocasiones contadas se ve ropa confeccionada de calidad, el resto suelen ser camisetas y gorras. En la foto una de las llamativas y atestadas tiendas, en este caso de productos de altar de todo tipo, farolillos tipo pagoda y amuletos. 

Pasamos por el Templo de los Gremios (64 Hang Quat) pero está completamente cerrado y solo contemplamos su fachada. Llegamos hasta el Museo de la Independencia (48 Hang Ngang), instalado en una residencia donde vivió Ho Chi Minh en 1945 (todo lo relacionado con él es venerable) y donde escribió el discurso de independencia, pero nuevamente cerrado, aunque realmente parece que no hay mucho que ver, un apartamento casi vacío con una mesa y una silla, y supongo que algún objeto relacionado con Ho para dar ambiente. 

Nos topamos con una pagoda, que no conozco su nombre y lo sigo desconociendo, pero cuya fachada nos llama la atención a pesar de esos fieros guardianes, uno con una espada y otro con una ¿pelota de golf? en sus manos. No recuerdo tampoco la calle donde se encontraba, con lo que no doy muchas pistas sobre ella, pero si alguno la conoce o la encuentra en un viaje futuro le agradecería los datos. Entramos y de nuevo solo a su patio porque el acceso al santuario y altar está cerrado.

Callejeamos con rumbo concreto pero al tiempo nos perdemos en el intento y nos dejamos llevar por el embrujo de sus calles, sus tiendas y su meollo generalizado.

Multitud de vendedoras tienen estos frutos en sus cestas, pero todavía no los conocemos, ya aprenderemos que es el longan (nhan) y que está muy rico, como una uva pero con un pipo negro y grande y muy poca chicha. 



Buscamos y encontramos una tienda en la que se venden frutas confitadas desde 1930 (21 Hang Duong), y también caramelos y todo aquello que sea de galgeo, aunque también estos productos los recomiendan los médicos naturalistas. 

Al doblar una esquina una vendedora nos ofrece plátanos y en un plis plas sin darme cuenta me encasqueta su barra con los cestos y me planta el non la en la cabeza para que mi marido me haga una foto, a pesar de mis negativas a todo. ¡¡Cómo pesaba aquello!!, que las ves caminando con pasos rápidos y cuando notas el peso que llevan las admiras más todavía. 

Por supuesto no es gratis, esto es la caza del turista y yo he sido cazada. Podríamos entrar en una discusión, que no merecía la pena, ni por dinero ni por orgullo ni por nada, con lo que mi marido le da 1$, que es un precio más o menos establecido para todo este negocio aparte. 


Se vende de todo, ropa, juguetes varios y cometas, dinero de papel para quemar como ofrenda, monedas de mentira, velas, figuras…Las vendedoras de frutas están siempre por las aceras, la primera que se ve en la foto de la izquierda y más adelante saborearé con ganas es la fruta de Jack o del pan (mit), que más adelantado el viaje probaremos y nos gustará mucho.






Miremos donde miremos siempre encontramos algo que llama nuestra atención, bien en arquitectura, bien en árbol de forma caprichosa.

                                                                           
 
Una de las compras que al final no realizamos por no hacerla en su justo momento, que es ahora, es el café situado en la izquierda de la fila superior, el de weasel, que aunque su modo de elaboración suena raro y repugnante me he quedado con las ganas de probarlo. Es un café con granos de café comidos y regurgitados por un tipo de comadreja vietnamita, y es un café de lo más caros. Aunque el premio se lo lleva un café de Indonesia, el Kopi Luwak, que se produce en el estómago de un animal parecido a un gato grande, pero que en lugar de regurgitarlo lo defeca.

 
Retrocedemos sobre nuestros pasos y buscamos primero la calle Lang Ong, donde ya el aroma nos inunda la pituitaria y nos dice claramente que estamos en la calle de los herbolarios.
 
Que tiene su continuación en la cercana Thuoc Bac, con hierbas igualmente, pero en este caso más directamente medicinales (¿para dejar de sudar no hay ninguna?)
 
En otra calle no muy lejana, otrora de los herreros hoy  tomada por los ferreteros, un amasijo de chatarra varia, kilos y kilos, el mercadillo de la tuerca y el alambre.
Otra tienda está dedicada al cerdo, pero no al jamón, sino a las huchas y otros cerditos de color rojo para los altares. Entre ellos destaca el lindo gatito de la mano saludando que tantas veces nos encontramos en Japón y que creo que es de origen chino.
 
Pero no podemos bajar la guardia y concentrarnos solo en las tiendas y sus productos, hay que estar mirando arriba y abajo y aun así nos perdemos infinidad de detalles, porque la arquitectura de las casas también tiene su interés. 

Continuamos hasta llegar al mercado de Dong Xuan, donde las autoridades coloniales demolieron el antiguo mercado del Puente Este y construyeron cinco salas con techos metálicos. El mercado fue reconstruido en 1990, preservando la fachada original, pero sufrió un incendio en 1994 que lo destruyó completamente, siendo la estructura actual de 1996. Una placa en la entrada principal conmemora una batalla de 1947 entre los franceses y el Viet Minh.

Su interior es una locura de productos, ¿de dónde salen tantos?. Va por zonas, que si maletas, que si tejidos, que si camisetas, que chancletas (y su olor a goma), objetos para la cocina…Realmente nos impacta, hay que pasar por los pasillos estrechos abriéndose el paso entre el género y los vendedores, que en ocasiones están comiendo o en ocasiones durmiendo en el suelo, en banquetas…donde encuentran hueco. 


Los aledaños del mercado no son menos en su abarrotamiento, pero se hace hora de parar a comer y como está por la zona buscamos uno de los restaurantes más antiguos de la ciudad, con un siglo en sus fogones (o en los nuestros como veréis), Cha Ca La Vong (Cha Ca 14).









Se sube una estrecha escalera y se entra en un comedor de amplias mesas, para seis comensales o más y vemos que no somos los únicos turistas, hay más con la correspondiente guía de Lonely Planet, y también hay autóctonos, esto suele ser una garantía. Sobre la mesa una nota plastificada del menú y su precio (120.000 dongs por persona). Solo hay un plato para comer: pescado a la brasa que se hace en un hornillo de carbón que colocan en la mesa y en el que echan los aderezos de hierbas (principalmente limoncillo o hierba limón, que lo echan en todo y al que llegas no a odiar pero si a temer –mi marido a lo primero-).

Una nota sobre el plato: el pescado se marina con jengibre, azafrán, arroz fermentado y salsa de pescado, salsa que también merece su propia nota. Es una salsa de pescado fermentado de fuerte sabor (y de olor en grado repugnante, tanto que está prohibido viajar con ella en los aviones), que se realiza dejando macerar durante meses tanques de anchoas y sal, van extrayendo el líquido y lo echan de nuevo sobre el pescado y así hasta que se termina el proceso. Afortunadamente no nos da mal olor ni tampoco un sabor desagradable, aunque sí que tienen un saborcillo fuerte esos pequeños trozos de pescado. Este es el resultado del guiso sobre los tallarines de arroz y aderezado con cacahuetes.

No puedo decir que sea un bocado exquisito, es diferente y motiva más el lugar y la preparación que el resultado, pero la experiencia creo que merece la pena. La comida la hemos acompañado de local beer, en este caso Thang Long, que es del norte y de la ciudad, como dice su propio nombre.

Seguimos disfrutando de la arquitectura tan peculiar y con sus templos o pagodas semiescondidas, de sus gentes. Ahora comienzan a ofrecernos pastelillos como buñuelos espolvoreados con azúcar, ya no es la hora de la comida sino del postre o de la merienda.

La tarde anterior ya vimos muchos de estos puestos callejeros de preparación de comidas, generalmente de pho ga (sopa de pollo) y la verdad es que no apetece nada hacer el intento de probarla visto el método de preparación, aunque cuando se ve servida en los cuencos la pinta no es mala, lo que es malo es el calor que hace y pensar en un líquido caliente no es una motivación, acompañada por esa falta de higiene que no favorece el consumo.






Antes de la comida habíamos pasado por el templo de Bach Ma, del Caballo Blanco, pero estaba cerrado, y ya es hora de visita con lo que nos dirigimos hacia él. Fue construido al tiempo que se fundó la ciudad con lo que es el más antiguo, y se ha renovado en varias ocasiones. Al entrar llama la atención un panel de cerámica en su patio.

En su interior el Bach Ma de su nombre custodiado por dos elegantes garzas de madera lacada. La historia (o leyenda) cuenta que mientras el emperador Ly Thai To (el de la estatua del parque) estaba rezando se le apareció un caballo blanco que le condujo hasta el lugar donde debía construir la muralla de la ciudad, ya que hasta el momento cada vez que se levantaba se deshacía. Como agradecimiento al caballo se le erigió el templo y además fue adoptado como espíritu guardián de la ciudad.



En las ofrendas del altar hay pilas de latas muy bien colocadas, ¡¡son de cerveza!! y también las había de ¡¡Coca Cola!!, esto desconcierta un poco a los profanos religiosos, pero sin dudas las segundas (cien por cien american) más que las primeras. 

Destacan las columnas y vigas de maderas rojas lacadas y doradas, con letras chinas (influencia de sus vecinos que no en contadas ocasiones les invadieron).

Callejeamos en dirección norte y nos chocamos con el verdadero mercado tradicional de comida, que no sabría situar exactamente, por la parte noreste del mercado Dong Xuan creo, donde se vende de todo, incluso las baguettes que dejaron de recuerdo los franceses y algo parecido a una empanadilla pero blandita. También hay lo que parecen setas deshidratadas, legumbres de todos los colores, frutas...Tanta variedad de productos lo que aporta es mucho colorido y diversión ante nuestros ojos por aquello de ver lo desconocido. 

Toda esta venta se realiza en no las mejores condiciones higiénicas, entre el tubo de escape de las motos, la basura que se acumula a lo largo del día (o días), la gente pululando a todas horas.

Si el olor se vendiera al peso en algunas zonas se podría vender bastante, terriblemente pestilente el que se desprendía de los puestos de pescado seco y no sé si hasta fermentado como la salsa.





Las motos continúan pasando con sus peculiares mercancías transportadas, aunque en esta caso no es nada pesado y es incluso bonito. 











Abandonamos el Barrio Antiguo, aunque nuestro destino está al lado, el puente Long Bien, de 1.682 m de largo, que como veis está oxidado y en muy mal estado. Fue diseñado por el gabinete de arquitectura que diseñó la torre Eiffel y tres mil trabajadores vietnamitas levantaron el puente entre 1898 y 1902. Durante la guerra de Vietnam fue un objetivo prioritario y bombardeado continuamente ya que era el paso de las comunicaciones terrestres de la ciudad. Se cuenta que cuando los vietnamitas del norte pusieron a trabajar en la reparación del puente a prisioneros de guerra estadounidenses, encadenados a la estructura, cesaron los bombardeos.



Hasta que no se arregle el puente, el tráfico está limitado para bicicletas, peatones y ¡¡trenes!! ¿por dónde quieren que vayan los coches?. Nosotros andamos por una pequeña acera de la izquierda.

Aparte de las razones históricas y arquitectónicas para visitar el puente es que cruza el Río Rojo y aunque lo hemos visto desde el trayecto del aeropuerto al hotel pues no es lo mismo, y sobre él descubrimos las casas flotantes y la vida en pequeños sampanes. 

Hemos callejeado principalmente por la zona oeste y centro del Barrio Antiguo, situado justo encima del Lago Hoan Kiem, y ahora bajamos por su lado este, descubriendo el esplendor de los puestos de fruta; este de la foto era uno de los mejores colocados, incluso con frutas en envoltorios individuales. 







Os presento algunas de ellas: durian (sau rieng), al abrirla tiene un olor nauseabundo según dicen (mi pituitaria dañada me lo evita y ya llegaremos a este episodio) pero su sabor es como unas dulces natillas; rambután (chom chom), divertida apariencia de fruta con una carne blanca muy dulce y rica, y fruta del dragón (thanh long), de apariencia muy original con la carne muy blanca llena de pepitas negras (a mi me gustó, a mi marido no). 





 
Aunque nos cuesta algo (mi marido siempre es el que acaba llevándonos cuando yo me pierdo y es la mayoría de las veces) llegamos hasta la puerta de Quan Chuong, la única entrada a la ciudadela que queda en pie de las dieciséis que tenía, destruidas por los franceses a finales del siglo XIX. Fue construida en 1749, su nombre original era Dong Ha, entrada este al Río Rojo, y se lo cambiaron a Quan Chuong, Comandante del Regimiento, pero no sé la razón del cambio. 


Se hace difícil elegir fotos porque la vida cotidiana de la ciudad a cada momento nos ofrece visiones, que en otros lugares podrían ser normales y no llamarían nuestra atención, pero en Hanoi si nos la llaman, como estos  funambulistas eléctricos, que asusta el modo y dónde trabajan. 









Buscamos la calle Ma May, en su número 87 hay una casa tradicional de dos plantas construida a finales del siglo XIX, típicamente china y dividida en cinco espacios: la que da a la calle está dedicada al comercio, el segundo es un almacén, el tercero un patio descubierto, el cuarto la vivienda y el quinto la cocina (visita previo pago por supuesto).

La construcción más típica de Hanoi son estas llamadas casas tubo, que en este Barrio Antiguo se encuentran a cada paso, y sus cimientos suelen ser de bambú. Normalmente son de dos plantas aunque originariamente las leyes feudales las limitaban a una para frustrar los intentos de asesinato desde el piso superior y también para evitar que se mirara al rey desde arriba. 

Los impuestos fueron los que obligaron a construir casas estrechas, ya que se pagaba por la fachada, por lo que solían ser de 2 o 3 m de anchura, y muy alargadas, entre 20 y 60 m, que en algunos casos podían llegar a 100 m. 

En esta maqueta, más o menos, se puede ver una composición de las casas en el barrio (siento la calidad de la foto pero no hay otra y vale para hacerse una idea sobre las anchuras y larguras que os comento). 


Su interior está acondicionado no solo como museo sino como tienda y en cada de sus estancias hay exposición de todos los artículos imaginables para comprar: de madera, en piedra, de tela…al lado de los muebles originales.

En una pequeña habitación el antiguo aseo, un agujero en el suelo. En el segundo piso, una bonita balconada de madera, con las puertas abatibles lateralmente para que circule el aire. 




Hoy me he contenido para comprar, y eso que había verdaderas preciosidades, pero es el primer día y no es cuestión de comenzar ya a llenarse de bolsas y buscando huecos por las maletas, que si esto empieza así no sé cómo puede terminar. Otra razón es porque no se nos da nada bien lo del regateo, no me gusta pasar el tiempo consiguiendo descuentos cuando se pueden hacer otras cosas, y para socializar me parecen mejor las conversaciones, supongo que viajando más y más por países donde la cultura del regateo es primordial se me quitará esta animadversión. 

Salimos de la casa y decidimos que volvemos al hotel, estamos pegajosos, yo más, que llevo la capa de crema protectora del sol y la capa del repelente de insectos, así que soy puro barro, con lo que volvemos bordeando el lago Hoan Kiem, que siempre me produce paz, a pesar de la gente que siempre se encuentra en él. Nos encontramos con otro dragón, en esta ocasión de hierba, preparado para los fastos del milenio de la ciudad. 


Como el calor sigue siendo asfixiante, decidimos que volvemos a quedarnos en el hotel para cenar, en este ocasión nos vamos al Spices Garden, restaurante de comida vietnamita.
Hay un menú de degustación muy extenso, pero para cenar nos parece demasiado así que para compartir pedimos una selección de rollitos vietnamitas (de escándalo) y una selección de aperitivos (a cada cual mejor), y luego cada uno un segundo plato.





Terminamos la noche en compañía de Andromeda Turre y su jazz en el salón-cafetería del hotel, y yo os dejo con ella y su música. 


Yo me voy a dormir con la cabeza llena de imágenes por el día tan intenso vivido.