Tras la noche y su cena del silencio llega el
amanecer y como ya viene siendo costumbre no es un acto en soledad sino en
completa multitud, hordas de autobuses cargados de turistas toman la zona
por todos lados, algunos de ellos cargados de cajas de desayuno ya que no han
tenido tiempo de hacerlo en sus hoteles al tener la cita con los tour tan temprano.
Seguiremos con música de sonido aborigen con mezcla.
Se trata de ver por un lado
como el Uluru amanece, afortunadamente con unas tazas de café o té que nos suministra nuestro conductor
de autobús con las que entramos en calor ante el frío de la mañana.
Y por otro las Kata Tjuta
detrás de él, que empiezan nebulosas y poco a poco comienzan a dar la cara o en este caso, la
cabeza.
Por detrás de nosotros el
amanecer propiamente dicho. Hay varios miradores a diferentes alturas y también
hay senderos para acercarse un poco más al Uluru, nosotros paseamos por todo lo
posible.
Dejemos a las piedras hablar
sobre su despertar, con una secuencia al revés del atardecer, pasamos del
marrón oscuro al rojo.
Con toda seguridad los
lugares estudiados para ver el amanecer y el atardecer sobre las rocas son los mejores,
incluso serían los elegidos (con tanta gente dudo que sean los actuales) por
los aborígenes, pero habría que intentar buscar otros ángulos para tener una
caída o un alzamiento del sol detrás de las rocas, para esto se necesitarían
varios días y sobre todo un transporte particular, para hacer aquello que se
quiera en cada momento y hasta donde se pueda entrar y estacionar.
En los mapas de las rutas de Uluru y Kata Tjuta se ven los puntos para contemplar la salida y la puesta de sol.
Merece la pena el madrugón y
si es necesario postergar o saltarse el desayuno para disfrutar de este momento
lleno de magia y de luz.
La cena que incluye el tour se
llama la Cena del Silencio, y se realiza al aire libre en el desierto, bajo el
manto estrellado del cielo. De nuevo todo comienza con unas copas de vino
espumoso, cervezas o refrescos, lo normal las dos primeras bebidas, con lo que
precisamente Silencio no es lo que obtiene ni se puede obtener.
Hoy en lugar de atardecer en las piedras, el propio atardecer, que sin dudas también merece la pena
disfrutar.
Tras las copas y la caída
del atardecer pasamos a las mesas, ya dispuestas como si fuera una celebración
de boda en el desierto.
El primer plato es una crema
de calabaza.
El segundo es un buffet de
carne, más emú, más cocodrilo, más ensaladas…las carnes estaban mejor que en la
autobarbacoa del hotel, más sabrosas y mejor hechas que por nosotros, pero no
se hizo ni una sola foto, el buffet no era especialmente bonito.
Como no hay foto de la cena
en su lugar una del fuego que no sé si tenía alguna utilidad o sencillamente
era un elemento más del decorado o brasas para la barbacoa.
A mitad de la cena, para
algunos ya terminada por completo, un australiano con pinta de vaquero, largo
como él solo, la ameniza con un didgeridoo, un instrumento aborigen hecho con
un tronco de árbol, normalmente estos troncos han sido vaciados por las
termitas y los aborígenes solo los adecentaban, decorándolos con pinturas en
ocasiones. Impresionante la música e impresionante el vaquero haciéndolo sonar.
Aunque sea poco escuchemos algo del sonido que milagrosamente parecía sacar del palo de madera.
Terminada la cena llega el
Silencio, sale un orador astrónomo para enseñarnos el cielo australiano, sus
constelaciones y principalmente la Cruz del Sur, con un puntero va señalando y con una
voz melodiosa, grave pero suave y bien modulada, va contando el cielo y sus
historias, de las que desgraciadamente no pillamos casi nada y eso que le
pusimos mucho interés, una pena que no entreguen audioguías en diferentes
idiomas para disfrutar más de este momento, que se puede hacer cansino al no
entenderlo. Yo me perdí, cuando parecía que quería pillar alguna de las
constelaciones ya pasaba a la siguiente, con lo que tenía un batiburrillo de
estrellas.
Tras las explicaciones nos
deja acercarnos a un telescopio para ver la Luna y Saturno, del que
afortunadamente si soy capaz de verle algún anillo sin mucho esfuerzo ni
imaginación.
Se termina la cena, que
personalmente creo que se le puede sacar más partido en general, como cena y
como espectáculo, porque el momento y el lugar se lo merecen y nos llevan de
vuelta al hotel, hay que descansar que mañana toca un buen madrugón para ver el
amanecer en Uluru y Kata Tjuta.
Terminemos la cena con
música completa de aborígenes.
Terminada la visita por Kata Tjuta volvemos al Uluru para conocer el Mutitjulu Waterhole y tras
ello visitamos el Cultural Centre-kutu warara pitjana, donde están prohibidas
las fotografías y es una pena porque al tener todos los paneles en inglés en
ocasiones los leemos de pasada por su extensión y los comprendemos a medias, y
si se pudieran tomar fotos una vez en casa se pueden traducir y entender todo mejor.
Antes de entrar en materia
me gustaría comentar un detalle que se me ha pasado, los baños del desierto,
los inodoros son normales pero no hay agua que lanzar por ellos, son fosas sépticas en el
suelo a gran profundidad, por el agujero se lanza todo y allí se queda en descomposición, son
baños ecológicos para no afectar más de lo necesario al medio ambiente, con lo
que ruegan que no se deposite nada más que elementos naturales corporales por
ellos.
Tjukurpa es la tradición por
la cual los aborígenes se transmiten los conocimientos de forma oral, mediante
la que se explica la creación de Uluru y del mundo a través de leyendas,
canciones, danzas y ceremonias espirituales, explicando también el porqué de
las formas y hendiduras, que fueron causadas por animales, plantas, o seres
mitológicos. Tjukurpa es la respuesta a las importantes preguntas (como en
cualquier religión o como las preguntas más clásicas de los seres humanos que
no tienen respuesta, pero que aquí la encuentran) y el conocimiento de Tjukurpa
conlleva la responsabilidad de mantenerlo.
Tjukurpa habla de las
relaciones entre personas, plantas, animales y las características físicas de
la tierra. Se refiere al pasado, al presente y al futuro al mismo tiempo; este
conocimiento no cambia, se mantiene en el tiempo.
Según las creencias
aborígenes los creadores ancestrales surgieron de las entrañas de la Tierra en
forma de serpientes gigantescas que recorrieron el mundo creando los valles,
los ríos y las montañas, al igual que otros seres formaban la lluvia y el sol.
Los seres adaptaban distintas formas y se comportaban como personas y cuando
viajaban dejaban señales para indicar por dónde habían pasado, siendo estos
lugares sagrados, dejando también a su paso las leyes de convivencia para las
comunidades, la ley para el cuidado de uno mismo y de los demás y para la
tierra que los sustenta. Estas señales físicas son el Tjukuritja y sus viajes
por toda la Tierra de un lugar a otro el iwara.
A pesar de su condición
natural estos seres envejecían y al final retornaban al sueño del que habían
despertado, pero sus espíritus permanecen en el mundo como fuerzas eternas que
dan vida a los recién nacidos e influyen en los fenómenos naturales.
Los aborígenes creen que
cada persona tiene dos almas, una mortal y otra inmortal, unidas ambas en un
tótem o sueño, su espíritu ancestral. Cada clan familiar desciende de uno de
estos espíritus, que al tiempo que ofrecen protección otorgan castigos. El alma
inmortal regresa a los lugares sagrados tras la muerte y el alma mortal se
desvanece.
En el centro cultural exponen
la fauna, la flora y algo de sus costumbres pero nunca nada directo de su tiempo de los
sueños, del acuerdo actual con el gobierno, de la junta que regula el parque,
de la lucha por la supervivencia de su cultura, todo ello a través de pinturas,
fotografías y vídeos. Muchas de las fotografías están tapadas, son personas
fallecidas y hasta dentro de unos años no podrán volver a verse e incluso
mencionar su nombre, ellos están de camino a una vida mejor y no pueden ser
perturbados (es lo que yo saco de conclusión pero puede ser nada real). Y ahora
comprendo mejor el comienzo de la película Australia, con un anuncio que
sorprende y no se entiende si no se conoce algo de la cultura aborigen:
“Aboriginal and Torres Strait Islanders viewers should
exercise caution when watching this film as it may contain images and voices of
deceased persons”. (Los espectadores aborígenes de Torres Strait deben ser cautos al ver la película porque puede contener imágenes y voces de personas fallecidas).
También hay un libro con
cartas de turistas, desde hace años reciben cartas y piedras, son las piedras
de los arrepentidos: se las llevaron en un viaje a Uluru como un souvenir más y
al cabo de un tiempo se arrepienten, algunos de forma natural, y otras forzados
por las circunstancias, un alto porcentaje, 25%, creen que desde que se
llevaron las piedras sufren maldiciones, rachas de mala suerte y enfermedades, ellos
o sus familiares, con lo que deciden devolverlas. Según la ley anangu las
piedras deben estar en su lugar, y desobedecer la ley de la tierra puede tener
sus consecuencias, pero no creen en maldiciones propiamente dichas (más bien en
la causa-efecto).
Hoy nos toca visitar Kata
Tjuta, que en aborigen significa muchas cabezas. Lo primero es admirarlas a lo
lejos desde un mirador.
La visita la haremos por supuesto con acompañamiento musical, ese sonido aborigen con toques modernos que suena fracamente bien.
Kata Tjuta es un conjunto de 36 domos
deroca sedimentaria llamada
conglomerado, que es una mezcla de grava, guijarros y cantos rodados cementados
por arena y barro, que contienen otros minerales, como el basalto y el granito.
Se encuentran a unos 32 km al oeste del Uluru.
El primer europeo en llegar
a ellas fue en 1873 Ernest Giles que las describió como “minaretes cilíndricos,
gigantescas cúpulas y domos monstruosos”, poniéndoles el nombre de Olgas en
honor de la reina Olga de Würtemberg, y que han recuperado su nombre aborigen
con la devolución de estas tierras.
La mayor de estas cabezas es
el Mount Olga, de 549 m de altura y 1.066 m sobre el nivel del mar, que es casi
200 m más alta que el Uluru. Los geólogos creen que esta formación era parte de
una enorme masa diez veces mayor que el Uluru. Creo que es esta montaña de la
foto, pero no lo aseguro por si no la ubico bien y lo que no pretendo es equivocar a nadie, solo contar lo que hemos visto y lo que sabemos o hemos ido conociendo.
En este desierto rojo hay
vegetación adaptada al medio y nos sorprende el colorido de algunas plantas.
Kata Tjuta como Uluru es
lugar sagrado para los aborígenes y sólo hay dos rutas habilitadas para los
turistas. Nosotros solo haremos la conocida como Walpa Gorge Walk u Olga Gorge
Walk. Walpa en aborigen significa
viento.
La ruta tiene 2,6 km y es
una garganta que pasa entre dos de las cúpulas, a la izquierda queda el Mount
Olga.
Son las 10.15 h de la mañana
más o menos y hace bastante viento haciendo honor a su nombre, walpa, lo que produce frío y no vamos precisamente abrigados pero
lo soportamos, con alguna tiritera.
Las grandes paredes de las
rocas nos amparan o nos acechan ante nuestra intrusión en terreno sagrado.
Se pasa junto a un pequeño
riachuelo con una mínima balsa de agua, ambos en la época de lluvias estarán
más abundantes.
El paseo termina al lado de
una señal en la que piden que no se vaya más allá de este punto; la parte
oriental de las Kata Tjuta está prohibida al turismo e incluso a las mujeres
aborígenes, sólo es un lugar accesible para los hombres anangu.
La otra ruta, que nosotros
no haremos, es el Valley of the Winds Walk, un recorrido circular de 7,4 km que
cruza por simas, gargantas y farallones, con unas vistas que deben ser
increíbles, pero que debido precisamente a ese viento, y hoy lo hace, no
siempre está abierta, la cierran para evitar accidentes. Puede ser una caminata que canse por esa lucha contra el viento, que empuja fuerte, pero sin duda debe merecer la pena por todo lo que ofrece.
Un mapa de las rutas en Kata
Tjuta para localizarlas.
Si conocer Uluru fue increíble, y eso que no lo hemos conocido en su totalidad, la sorpresa de estas cabezas ha resultado maravillosa, y es que algunos se llevan la fama, merecida sin dudas, y otros no tienen tanta publicidad pero eso no signifique que sean menores, y estas Kata Tjuta son grandiosas y bellas.
Música para este momento
especial, ya es hora que nos involucremos un poco con la música australiana,
sobre todo con las raíces aborígenes que se mezclan con los sonidos
conocidos.
Tras recorrer alguno de los puntos claves del Uluru esta tarde-noche seguimos
teniendo una cita con él, nos vamos a ver el atardecer, eso sí, el
tour tiene programado un picnic para soportar mejor el tiempo, con sparkling
wine y algo de comida, nada especial pero que ayudaba a combatir el hambre
(nachos con salsa, queso cortado en tacos y algo más que no recuerdo - no hay
foto del ágape-).
Somos los primeros en
llegar, pero detrás de nosotros llega una caravana de autobuses llenos de
turistas, la magia de la tranquilidad y del momento presente y futuro se rompe.
A las migas y restos de
nuestra comida llegan los pájaros, tipo paloma pero a lo punk, más o menos como
en nuestros parques y paseos con mesas al aire libre, donde estas aves parecen
campar a sus anchas.
Este es el atardecer sobre
Uluru, que quizás a pesar de que el sitio está buscado, el sol lo tenemos a
nuestras espaldas y no le vemos caer ni desaparecer sobre él, solo vemos que
poco a poco la sombra se apodera de él cambiándole de color, que este es el
motivo de hacerlo desde este lugar, contemplar el camaleónico Uluru, del rojizo
al marrón.
Cuando estamos recogiendo
nuestro picnic para marcharnos aparece un grupo de aborígenes que se sientan en
el suelo, pero no a nuestro lado, lo hacen al lado de la carretera, y sobre el mismo
suelo exponen sus cuadros. No se acercan ni a hacerse propaganda ni a vender
descaradamente, sencillamente y silenciosamente llegan y allí se quedan. Mi
marido y yo somos de los primeros en acercarnos a mirar y en comprar, compramos
porque nos gusta y no entramos en el juego del regateo, como harán muchos de
los que luego se acercarán, si nos interesa y nos parece justo el precio lo
pagamos, sino no lo compramos y punto –el comercio justo también se trata de
que ellos establecen un precio y se les respeta-; además no eran nada caros
como para ahorrarse los dólares. Ahora falta enmarcarlo para poder colgarlo, entre
el viaje del año pasado y este nuestras paredes se están llenando de cultura,
de vida, de amor.
El atardecer del cielo lo vemos
desde el coche, yo no sé si estas luces detrás del Uluru en lugar de a nuestras
espaldas le harían desvirtuar su cambio de colores, pero sería bueno tener tiempo para
situarse en un buen ángulo desde donde disfrutar de ambos: la caída del sol y
el Uluru. Sería rojo sobre rojo.
Volvemos al hotel y para
esta noche hemos quedado todos en ir a cenar de barbacoa, en la que tú compras
la carne y tú lo haces; hemos quedado en que los hombres del grupo lo hacen
todo, comprar y cocinar. Nuestra primera degustación de carne típica del país.
Los pinchos que parecen carne de ternera
son de canguro, las salchichas más negras son de carne de emú, los pinchos con
carne blanca son de cocodrilo y las salchichas rojas son de ternera. La verdad,
y creo que sería por el precio económico, que ninguna estaba buena: el
cocodrilo reseco, el canguro duro (sería mayor) y lo mejor con diferencia las
salchichas de emú.
Curioso es que se pidieron
tres combos de barbacoa y solo dan tres cubiertos, se solicitaron más pero solo
dan uno por combo, parece que lo de compartir no lo llevan muy bien los gestores del restaurante. También hay un buffet de mazorcas de maíz y creo que de ensaladas, pero no lo recuerdo muy bien porque esta noche no tenía mucho hambre (después del picoteo y de las copas en el atardecer me había quedado saciada) y al no estar buena la
carne no cené casi nada.
Cuando finalizábamos la cena
llegó un cantante de country para amenizar la velada, pero la gente de la
barbacoa pasó olímpicamente de él, los únicos que le aplaudimos y animamos
fuimos nosotros, un grupo de españoles locuelos, pero que se marcharon
enseguida para desconsuelo del cantante al que no hacían caso.
Acompañemos ahora con música
country del país:
La luna brilla en la noche
como un farol aunque las nubes la quieren apagar.
Nuestra guía nos enseña la Cruz del
Sur, pero por mucho que yo miraba y todos me señalaban yo no sabía si veía o no
la constelación, y ahora hasta dudo con la foto. En el Observatorio de Sydney
tenía que haber estado más atenta y tomar notas, pero esto tiene segunda parte.