17 de enero de 2011

Vietnam - Danang - Montañas de Mármol - Playa de China

En el interior de la montaña y el agua

Después de la visita al Museo de Escultura Cham nos trasladan a Lang Da, donde hay un sinfín de talleres de mármol, y donde visitamos uno. La razón de su existencia y de su gran número es porque se encuentra al pie de las Montañas de Mármol, cinco montañas con grutas y pagodas que además tuvieron un papel importante como reducto del Vietcong. En la actualidad el mármol ya no se extrae de las montañas, se importa de China, ya que se han dado cuenta de que si se comen las montañas se quedan sin un reclamo turístico muy importante.

A las cinco montañas las llamaron como los cinco elementos esenciales chinos del universo: agua, madera, tierra, metal y fuego.
Nosotros solo vamos a visitar la montaña de Thuy Son (Agua). Y nos toca subir 156 escalones, no muy nivelados.


Casi al final de la escalera un estanque con un Buda.

A la izquierda del estanque la puerta de entrada a la pagoda de Ling Ong, que da a un patio donde se encuentra la pagoda.
En su exterior destaca sobre todo la bonita decoración en cerámica, que siempre nos sorprende a pesar de que nos teníamos que haber acostumbrado ya.

En el altar Buda con los colores de su bandera detrás, y delante parece que son pequeños buditas.

Nuestro guía se encuentra con un compañero, él lo llama su hermano mayor, con el que comparte piso en Danang cuando están ejerciendo sus funciones de guías.
Detrás de la pagoda continua un camino que pasa por un templete que recuerda más a una atracción de un parque de atracciones, con su estatua, su puente, sus dragones…¿Dónde está la noria?
El camino continúa por unas escaleras, no con tantos peldaños ni tan desnivelados como los de antes, para llegar a una pequeña plaza con unas vistas maravillosas de la Playa de China.

Donde nos presentan formalmente a los flamboyanos, que ya los habíamos visto en numerosas ocasiones, pero que ahora ya aprenderemos a reconocerlos, el árbol de las bonitas y llamativas flores rojas.

En esta explanada se encuentra el templo de Xa Loi, de siete plantas, al que yo creía que se podía subir para contemplar las vistas pero que está cerrado a cal y canto y que Hieu me informa que él no tiene constancia que se pueda subir.

Por un pasaje se entra dentro de la montaña.

Para descubrir un mundo de altares

Y esculturas impresionantes en la semioscuridad.

Aquí nos volvemos a encontrar con nuestros amigos y hacemos la visita un poco a lo loco con ellos, sin explicaciones ni de su guía ni del nuestro.
De una de las cuevas salen ruidos, unos gritos agudos, y no sé que me hizo entrar allí, era oscuridad total que solo se iluminó un momento para la foto con flash y no podían ser más que ¡¡murciélagos!!, y todos esos encima de mí, mejor cerrar la boca para que no entre nada desagradable que ya es bastante con tenerlos arriba.

Hay pasillos estrechos



Que llevan a cuevas a cielo abierto, supuestamente a causa de bombardeos. Que no es de extrañar estos bombardeos al haber sido estas montañas refugio del Vietcong, en esta montaña en particular instalaron un hospital de campaña.

Nuestros amigos cuando salimos de explorar por estos pasillos y cuevas ya se han ido pero ha llegado un pequeño grupo de españoles, cinco personas, que son las que van acompañadas por el “hermano mayor” de Hieu y notamos que están alborotados en el altar del buda de la primera foto, y escalando por detrás de él.
Nos animan a subir, yo no lo hago convencida, aparte de la oscuridad con sus grititos no es fácil para una pato subir por esas rocas, pero aún así lo hago para descubrir la sorpresa detrás del Buda sentado, un Buda reclinado.


Entre las conversaciones con unos y con otros, las conversaciones de nuestros guías, y que yo a la mía escrita deje de hacerle el caso necesario nos perdimos la cueva más importante de esta Montaña de Agua, la de Huyen Khong, que la confundí por los datos con la que se ve en la foto, pero al volver y ordenar datos comprobando imágenes me he dado cuenta de su falta. Esto es lo que tiene visitar los sitios como niños jugando en lugar de turistas ávidos de información, pero cada momento tiene su lugar y hoy tocaba así, con lo que es una razón para volver a estas montañas a descubrir todos sus secretos.

Aquí y ahora pienso que Hieu no nos llevó a ella porque no se podía por algún motivo, no tiene sentido que por un lado nos lleve a todas partes que pedimos o por su cuenta (como ya iremos viendo) y que en este caso no nos enseñe el camino para llegar.
También hay un camino que conduce a la cima, pero por un terreno algo más difícil, sobre rocas que pueden estar resbaladizas.
De todas maneras la visita fue una maravilla sin llegar a conocerla por completo y una espina que me quito a medias por no haber podido realizar una excursión en Hanoi a la Pagoda del Perfume, que es similar a esta cueva pagoda, por falta de días vacacionales. 
Salimos de la montaña bajo la mirada de atentos guardianes.

En el coche Hieu me pregunta si estamos interesados en algún lugar, y le respondo con un lugar atípico, pero que al preparar la guía me llamó la atención, la Tumba Española, ¿qué hacían los españoles por estos lares? pero él ni sabe qué es ni dónde está, así que me dice que va a investigar y que mañana contesta. La respuesta fue que estaba algo alejada, que sí teníamos mucho interés en ir que lo intentaríamos ajustar, pero leída bien la información desechamos la idea. Se encuentra en la Montaña del Mono y en ella se encuentran enterrados soldados españoles y franceses muertos en un asalto a Danang en 1858, con sus nombres escritos en las paredes, pero para llegar a ella hay que atravesar un cementerio lleno de maleza, en el que puede haber serpientes, y mi curiosidad e intriga por este lugar no es tanta para enfrentarme a estos animalitos, si al menos no hubiera maleza y la visión fuera completa, pero sin tener la certeza de que nos encontraríamos mejor nos olvidamos de esta visita... en este viaje por lo menos.
A la pregunta de ¿qué hacían los españoles por aquí? Pues que llegaron desde Filipinas en ayuda de los franceses, y además tenían tratos comerciales con esta parte central de Vietnam.
Es hora de comer y nos llevan al hotel, atravesando una zona que podría ser Marbella años sesenta, donde al amparo de la playa de China están construyendo un sinfín de resorts, hoteles, complejos de apartamentos…una locura que como no lo controlen, y parece que no lo hacen, terminaran con un bonito paisaje de playa y palmeras, aunque ingresarán muchos dongs y muchos dólares.
En el hotel nos reciben con un refrescante y helado zumo de fruta del dragón, estupendamente presentado.

Hoy tenemos la tarde libre, y ¡¡nos la vamos a tomar!!, porque nos lo merecemos, aunque no somos amigos de grandes recesos, esta tarde vamos a hacer nada….bueno yo haré algo.
El hotel presenta una arquitectura parecida al de Hué, con grandes jardines y habitaciones en dos pisos, pero con diferencias importantes: clase, detalles y buen gusto.
El hotel es el Furama Resort Danang y puedo recomendarlo, ya que al de Hué le di la propaganda negativa a este se la doy en positivo.
Tenemos un bonito detalle de bienvenida: rambutanes, platanitos y una botella de vino australiano (¿este vino será una premonición de nuestro próximo destino veraniego?).
Me pido un té después de comer y mi sorpresa torna en risa completa cuando me sirven un ¡¡¡TE LIPTON!!!, que sí, que a lo mejor el té de dentro de la bolsita es té vietnamita pero no es lo mismo, no.
Damos un pequeño paseo por las instalaciones del hotel, para conocerle mejor, y el cielo comienza a cargarse amenazando lluvia, ¿volverá a diluviar?

Si la lluvia no nos paró en Hué y sus tumbas, hoy no lo va a hacer tampoco, ¡¡¡nos vamos a la playa!!!, ¡¡¡a la playa de China!!!, a una de ellas según los vietnamitas, pero no sé su nombre.

La bandera era amarilla, el socorrista estaba tan tranquilo porque no había almas en la playa, hasta que llegué yo y parece que animé a la gente a bañarse a pesar de la lluvia y la bandera. Había bastante resaca; el baño sólo estaba permitido entre dos banderas que abarcaban muy poco espacio con lo que a la que te descuidabas el mar te sacaba de los límites y te adentraba poco a poco. Y esas olas me vapulearon lo suyo, pero fue divertido.

Dejamos la playa, yo más contenta que una niña pequeña, ¡¡me he bañado en el Mar de China!! y además el agua estaba calentita, aunque cuando llueve la sensación térmica siempre es más agradable dentro del agua que fuera.
Pero como estoy acuática ahora me toca la piscina, que tiene dos niveles, en el de más abajo se disfruta de unas bonitas vistas, aparte del propio relax.
¡¡Esto es vida!!

Bañada en agua dulce, salada y de lluvia subimos a la habitación para seguir a remojo con una buena ducha, a descansar un poco y comernos los rambutanes y los platanitos acompañados de un copazo de vino australiano.
Esta noche compartimos unos aperitivos vietnamitas, cerdo con vegetales para mi marido, pollo con limoncillo (que todavía no me he hartado) para mí y de postre un helado de fruta del dragón, solo para la menda, que estoy glotona (el ejercicio de nadar desgasta mucho).

Nos damos un paseo por el hotel aprovechando la noche, y cuando nos vamos a la habitación nos encontramos en el pasillo que lleva a ella con un habitante sorpresa, y gigante.

A descansar que mañana nos toca un día completo y hay que tener fuerzas.