2 de febrero de 2011

Vietnam - My Tho - Pagoda de Vinh Trang

Bonne nuit Saigón


Salimos de Can Tho por la carretera y paramos en My Tho, a unos 70 km de Saigón,  que posee el puerto con mayor tráfico del delta y desde el que hay una vía de comunicación (acuática por supuesto) con Camboya.

La parada es para visitar la pagoda de Vinh Trang, una de las visitas que Tram no tenía programadas pero que estaban incluidas en el tour y que nos da tiempo a hacerla afortunadamente. Es la pagoda más grande del sur del país, fue construida en 1848 y por supuesto tiene tres (ya echabais de menos el número) puertas de entrada al patio.


En los jardines la estatua del Buda del futuro.


En la mano tengo un dulce de arroz con una judía dentro, envuelto en una hoja de plátano. Y es que con esta visita le hemos trastocado los planes a Tram, que tiene hambre, así que nos invita de nuevo, y como a todo le decimos que sí la hacemos hasta feliz por nuestra manera de agradecer sus detalles y su comida típica. 

También se encuentra el Buda del presente, pero solo lo pillamos desde el coche cuando salíamos, que se puso a llover y a nuestra guía no le gusta la lluvia y nos metió corriendo al coche, aparte de por el hambre que llevaba claro.  


Con tanto Buda no podía faltar el histórico, que este parece ser que tiene que ser con el pelo negro siempre.

 
Es la pagoda más occidental de las que hemos visitado, aunque también tiene un aire palaciego en su fachada decorada con mosaicos (siento la farola pero así era el único modo de que saliera entero el frontal y las prisas no son buenas ayudantes para la fotografía).


En su interior ya no hay los típicos patios que hemos viendo hasta ahora, ahora son más parecidos a nuestros conocidos claustros. Este es el más onamentado, más adecuado a un palacio, hay otro más sencillo, adecuado para un monasterio sin grandes pretensiones.

 
Uno de los altares está dedicado a uno de los monjes que residió aquí, ahora la pagoda alberga también una Escuela de Budismo.

En otro altar lo que destaca es el halo con luces de neón que le han colocado al Buda (no estaban en Catedral de Notre Dame en Saigón pero aquí sí). Queda diferente, original, transgresor y simpático este dellate.


De nuevo vuelve a asombrarnos el trabajo de la madera, y descubrimos que a nuestra guía lo que más le gusta son las grullas, y grulla que ve grulla sobre la que nos llama la atención, y sobre todo sobre su pico.

En una sala hay un gran número de estatuas, de tamaño pequeño o mediano, principalmente en bronce, de budas o de arhats.


Es una pagoda muy utilizada por los budistas de la región, y en los altares, no en los principales de las figuras, hay una colección de urnas funerarias.

Por el patio de entrada hay estanques y tumbas de monjes, pero con la lluvia Tram no nos deja curiosear, aparte que de horario iremos justitos con esta visita no programada del todo. 

Próxima parada: comida, que ya es hora. Lo hacemos en el lugar donde ayer hicimos la parada a la ida hacia Can Tho. El restaurante tiene varios apartados en cabañas y a nosotros nos toca la del fondo del todo al lado de un estanque de lotos.

Este es nuestro menú:

 
La música que nos acompaña es la del diluvio, porque lo que caía no era lluvia, era agua a raudales.



Para empezar ensalada de pomelo con pollo, como el pomelo no es tan ácido como lo conocemos me lo como tan ricamente.


Las divertidas y pegajosas bolas de arroz, que se quedaban pegadas al plato y al paladar, pero que estaban buenas.


Calamares en forma de flor, una bonita presentación aunque difícil de coger con los palillos y demasiado duros para masticarlos.


Unas brochetas de ternera, el pescado algo marinado en salsa y luego frito, unas gambas estilo chino y el arroz que sería como un tres delicias.


Un exceso de comida, imposible terminar con todo y no reventar, aunque esta comida siempre llena mucho y luego se digiere rápido. Durante la comida hemos tenido de vecinos a unos americanos con su guía, y al igual que nosotros están fotografiando la comida, que es más o menos la misma, ellos con el pez de oreja de elefante, y como se les pasó hacerle la foto a las pegajosas bolas de arroz cuando las vio sobre nuestra mesa nos pidió permiso para hacérsela. Turistas unidos por la comida y sus sorpresas. 

De nuevo al coche, después de haber pasado por la tienda de regalos, para volver a Saigón. En los pueblos que atravesamos la imagen de un vendedor con asustamoscas, aunque la verdad es que no hemos visto casi ninguna a pesar del calor, y es que siempre hay imágenes que capturar con los ojos y la cámara. 

 
Y una colección de hornillos, donde creo que están haciendo tortitas, banh xheo.

 
Las motos no se detienen ante la lluvia, todos llevan chubasqueros guardados y los utilizan de un modo muy divertido, sobre todo para el que va de paquete o incluso peligrosa cuando tapan al conductor.

Se paran en los arcenes y principalmente montan un atasco debajo de los puentes para colocarse los chubasqueros o las bolsas o cualquier cosa que les proteja del chaparrón.

 
Al llegar el hotel sigue el diluvio, con lo que solo subimos a la habitación a adecentarnos pero no salimos bajo la lluvia, además son casi las cinco y media, y a las seis suelen cerrar el acceso a pagodas y demás, caminar no tiene mucho sentido porque la ciudad tiene sus monumentos desperdigados, y por la hora ni los veríamos bien ni se fotografiarían bien bajo la lluvia torrencial.

Bajamos a la cafetería a tonificarnos, nos encontramos a Tram en recepción, ella va en moto y está esperando que pare un poco la lluvia para irse, la invitamos a tomarse algo con nosotros mientras espera pero se azara y declina el ofrecimiento, cada vez creo más que mezclarse con los clientes no les gusta o lo tienen prohibido, aunque Hieu sí que se dejó invitar en Hoi An. Aparte del tiempo de espera sin hacer nada para ella, también era nuestro modo de agradecerle todos sus detalles con nosotros.

Cuando para la lluvia nos damos un paseo por la comercial calle de Dong Khoi, que en época francesa se llamaba Rue Catinat, luego se llamó Libertad hasta el nombre de hoy que significa Alzamiento. Por supuesto yo sigo comprando, tienda que veo tienda que curioseo y sigo adquiriendo bajo la mirada asustadiza de mi marido, no por el dinero, porque no son compras costosas, sino porque las maletas ya van bastante llenas y no sabe donde meteremos todo.

Llegamos hasta el río Saigón, donde se encuentran barcazas restaurantes y fiesteras, por supuesto bien iluminadas y llamativas.

 
Subimos a la habitación para arreglarnos para la cena, yo he intentado tirar de mi marido para cenar en algún restaurante de Dong Khoi, pero él prefiere hacerlo en el hotel, anda algo más que cansado. 

De nuevo a comer, que esto lo hemos hecho de maravilla en este viaje. La nueva fruta es el maracuyá, la de los pipos con una especie de "crema" color naranja entre ellos, que se asemeja a una granada pero que no tiene nada que ver, ya la probé en Hué, en el hotel para desayunar, y es puro ácido.


Y a dormir que mañana madrugamos un poquito más, pero solo un poquito, por esos cambios de planes que hemos hecho.