10 de febrero de 2011

Camboya - Angkor - Angkor Wat

Sueños que se cumplen en un templo lleno de magia


Nos encontramos con Alann a las 15 h y en el coche nos da nuestros pases para la zona monumental de Angkor, que valen para tres días y para los que nos da una funda para colgarlos al cuello, recordándonos que no debemos perderlos, llevarlos siempre visibles y cuando nos vayamos al cabo de los tres días devolverle la funda para sus siguientes turistas españoles. 

Antes de entrar en materia algo de historia, la que nos quedó pendiente de la anterior entrega. La ciudad de Angkor fue un enorme centro político, religioso y social del imperio jemer de Camboya, que en los días de su máximo apogeo contaba con una población de un millón de habitantes, cuando Londres por ejemplo solo tenía 50.000, más o menos a mediados del siglo XII.

La ciudad se extiende en una superficie de unos 410 km2 con más de mil estructuras diferentes en ella… y nosotros solo tenemos tres días para conocer algunas.

El periodo angkoriano abarca desde el año 802 hasta 1432. La decadencia de este imperio pudo ser provocada por diversos factores: cambios climáticos, bancarrota del Estado, fracaso en los sistemas de irrigación, cambios religiosos, guerras con reinos vecinos (Vietnam, Tailandia y Birmania).

Los templos se construían en piedra, ya que eran para los dioses, y las casas, incluidos los palacios de los reyes-dioses (así se hacían llamar los reyes) en madera, con lo que sólo se han mantenido en pie los primeros (y lo de en pie tendría sus connotaciones).

El descubrimiento francés de Angkor en la década de 1860 cuando Henri Mouhot se topó con los templos, fue un acontecimiento internacional. Aunque anteriormente hay testimonios de comerciantes portugueses, viajeros ocasionales de China, Japón, Arabia y ¡España!  que habían entrado en la selva para encontrarse con ellos sin esperarlos, pero ubicaron Angkor en la India y no en Camboya.

En 1850 un misionero francés, Bouiollevaux, fue el primer visitante que describió Angkor Wat y algunos otros templos pero su trabajo no fue reconocido, como pasó con otro informe de un inglés, con lo que el descubrimiento se le atribuye a Mouhot, cuya expedición fue financiada por la Royal Geographic Society de Londres.

En 1907 Angkor fue devuelta a Camboya después de estar bajo dominio tailandés durante casi 150 años y los franceses se hicieron cargo de la restauración de los templos y comenzaron a llegar los primeros visitantes.

Se comenzó a utilizar el método de la anastilosis, que ya había sido  utilizado por los holandeses en Java, que consiste en restaurar con materiales originales, solo usando materiales nuevos cuando no se encontraban los originales. Ello ha llevado a que muchas de las piedras removidas en los alrededores de los templos estén numerados, no todas, a la espera de poder ser colocadas en su sitio (que está bien pero da una penita ver todas las piedras alrededor de los templos).

En 1992 la UNESCO declaró Angkor Patrimonio de la Humanidad, pero no ha entrado en la lista de las siete maravillas del mundo y sin conocer todas me parece injusto porque es alucinante todo el complejo y lo que construyeron los jemeres.

Ya podemos entrar en la ciudad de Angkor, un mapa con sus principales monumentos nos recibe, pero yo subo otro que es más completo, aunque hay más templos y edificaciones que los que aquí se ven.

 
Esta tarde nos toca visitar Angkor Wat, el monumento más grande de la ciudad, que además es la estructura religiosa más grande del mundo. Su nombre significa ciudad que es un templo.

Según las inscripciones, la construcción implicó a 300.000 trabajadores y 6.000 elefantes durante treinta años y aun así, no se pudo finalizar por completo. 

El templo está orientado hacia el oeste, por donde se pone el sol, y simbólicamente la dirección de la muerte, lo que ha hecho pensar que se construyó como tumba para Suryavarman II, a principios del siglo XII. Está dedicado a Vishnú, la divinidad con la que se identificaba al rey.

Está rodeado por un foso  con forma de rectángulo de 1,5 km por 1,3 km y 190 m de anchura, con lo que los fosos de nuestros castillos medievales se quedan de playmobil.

Desde el oeste un paso elevado de arenisca cruza el foso, en el inicio de este paso dos leones custodian la entrada mirando hacia el infinito de este paisaje.


Al comenzar a andar en dirección al complejo del templo le comento a Alann que una de las ilusiones en mi vida era conocer Angkor y que aquí estaba, inmensamente feliz, lo que la llena de orgullo por ser monumentos de su país y me sonríe agradecida.

 
Este paso tenía una balaustrada decorada con nagas, serpientes de varias cabezas, que solo quedan en los tramos intermedios, pero no quedan sus cabezas o las que quedan no conservan todas las cabezas.

 
Al frente el muro-galería cuadrangular exterior que rodea el complejo del templo, con cuatro puertas-torres principales en cada punto cardinal, y en el oeste hay cuatro más. Sobre las puertas del muro-galería se puede ver la decoración que las cubría, alguna más deteriorada que otra.



Esta es una de la cabeza de las nagas casi completa, en este caso de siete cabezas, que simboliza el arco iris que actúa como puente entre el cielo y la tierra.



Este es el interior del muro, la figura que aparece en primer término no sé a quién corresponde, porque la de Vishnú, que siempre está presente, creo que es la que se distingue al fondo.


Comenzamos a encontrarnos con las bellas bailarinas apsaras, están en casi todas las paredes donde se han podido conservar, porque otras están lisas y no queda rastro ni de ellas ni de los motivos vegetales que los cubrían, y en otras paredes las apsaras están incompletas.


Salimos hacia el otro lado del muro, y una avenida de 475 m de largo y 9,5 m de ancho bordeada con balaustradas de nagas lleva hasta el templo central, el que más conocemos por fotografías y documentales. Encarar este paseo es un momento muy especial para mí, siempre lo había soñado y allí estaba, contemplando esta maravilla arquitectónica.

 
A medio camino de esta avenida, a cada lado se hallan dos bibliotecas, llamadas así pero no se sabe a ciencia cierta el uso que recibían.


Alann nos lleva a lo que ella llama el punto Kodak (será una gran colaboradora con estos puntos). Se trata del lugar donde se refleja el templo en los estanques que hay delante de él, la pena es que apenas hay agua y el efecto no es total por la tierra y el barro, y además esas mallas verdes protectoras desmerecen la belleza del lugar y del momento, pero aún así la magia existe y se siente.

 
La avenida conduce a otro muro-galería que rodea al templo por todos los lados. Esta es una de sus puertas en la esquina para entrar a él, siendo una diferencia respecto al primer muro galería, que solo tenía puertas en el centro. Por detrás del muro se ve asomar una de las torres del templo.

 
Caminamos por el exterior y sentimos la grandiosidad del conjunto. Entramos al muro galería, su interior está decorado con bajorrelieves, que se deben recorrer desde la puerta de entrada del lado oeste en sentido contrario a las agujas del reloj, pero nosotros como no entramos por la puerta principal, sino que lo hemos hecho por una de las laterales comenzamos con el último, la Batalla de Lanka, donde intentaremos meter cabeza entre tanto turista para ver algo.

 
Es alucinante ver cómo está labrada la pared, llena de personajes, casi no falta un milímetro por estar cubierto. La batalla muestra escenas del libro del Ramayana, libro de referencia en todos los templos y decoraciones, donde se narra que Rama junto a su armada de monos lucha contra Ravana, de diez cabezas (solo le cuento tres, así que el bajorrelieve o yo estamos equivocados) y veinte brazos, porque había seducido y raptado a Sita, la esposa de Rama.

 
Subiendo por las escaleras que hay detrás de este muro se accede al segundo nivel, donde otro muro con pasillos y torres rodean al templo, que todavía no hemos llegado a él. En este nivel hay cuatro piscinas, donde se realizaban los rituales de purificación.


En esta foto podéis haceros una idea de la estructura de este segundo nivel, con planta cruciforme y con las galerías comunicadas;  se ven dos de las piscinas de un lado, por el pasillo que las separa se llega a las otras dos.


En sus paredes y columnas de nuevo destacan las apsaras, como este grupo de cuatro, cada una con un peinado diferente.

 
En algunas de las columnas internas la decoración es más borrosa, pero aún así se distingue parte de la decoración vegetal que las recubría y que en sus bases también había figuras, en este caso ya no de apsaras, son imágenes de Buda, de ahí su nombre de galerías de los mil Budas, que en muchos casos fueron robadas y en otras mutiladas.


Subiendo de nuevo se accede al tercer nivel, esto es como abrir una caja de las sorpresas, con la misma estructura que los niveles anteriores, un muro con galerías lo recorre, ahora hay un patio alrededor del templo, que se encuentra en el centro y hay dos bibliotecas a cada lado.

 
Con ocho torres rodeando la torre central o santuario. Hay escaleras para subir que son demasiado estrechas y desgastadas, y con un ángulo de unos 70º,  altamente peligrosas -alcanzar el reino de los dioses debe llevar su esfuerzo-.

 
Nos ponemos en la larga cola para subir por las nuevas escaleras habilitadas sin tanto peligro, son de madera con peldaños más anchos. Para subir tengo que tapar mis hombros ya que vamos a entrar en un templo, pero hace tanto calor que solo me coloco sobre ellos la camisola de manga larga que para esta necesidad llevo en el bolso, según Alann con esto valdría y afortunadamente paso con ella puesta así, porque solo pensar en tener que enfundarme en ella me causaba lipotimia. Por suerte la cola corre rápido y no tenemos mucho tiempo de espera, aunque si el suficiente para fijarme en las picaduras que lleva en piernas y brazos la turista delante nuestra, unos ronchones de tamaño increíble, espero que estos bichos no se acerquen a mí. 

Alann no nos acompaña en la subida, en esta ocasión nos deja solos. Desde arriba se puede ver mejor el muro con galerías del segundo y tercer nivel, así como se la vegetación que rodea el templo e imaginar cómo pudo ser el descubrimiento de aquellos exploradores cuando se toparon con la ciudad escondida, tuvo que ser la repera por no decir un taco, pero seguro que tenéis imaginación para poner vosotros un taco si lo consideráis oportuno. 

 
Este nivel de nuevo tiene cuatro piscinas.


Todas ellas convergen en la torre central o santuario, que al estar más completa se puede notar la forma de capullo de loto. Esta torre central simboliza el monte Meru, la morada de los dioses hindús, las torres más pequeñas alrededor son colinas que la rodean, y todo ello está delimitado por los continentes (los patios bajos) y los océanos (el foso). El muro exterior por el que entramos al complejo son los límites del mundo.

 
Por supuesto el subir siempre tiene la recompensa de las vistas, se puede ver el camino que hemos hecho y el estanque-charco tan escaso de agua. Hay más detalles en esta foto en los que fijarse, a la izquierda, aparte de la apsara, se puede ver una de las bibliotecas del tercer nivel.

 
Si hacemos zoom sobre la zona de entrada se puede notar la diferencia de niveles, se ven con más claridad las dos bibliotecas del primer nivel y al fondo se distingue un punto amarillo, que es un globo aerostático para poder ver Angkor desde las alturas, pero no se mueve, solo se levanta (no nos dio tiempo para hacerlo).

 
Alann tiene que estar aburrida de esperarnos porque nos hemos pasado el tiempo arriba como si no corriera, era algo más que felicidad lo que sentíamos, dan ganas de quedarse colgando en cualquiera de las ventanas contemplando el paisaje, pero bajamos a la realidad y al tercer nivel.


Al igual que los chams, como vimos en My Son en Vietnam, los jemeres no saben de arcos para cerrar las galerías, así que para lograrlos colocaban bloques de piedra unos encima de otros hasta que se encontraban en un punto central. A esto se le conoce como falso arco.


La teoría es que se ha acabado la visita a Angkor Wat, pero yo no me puedo ir sin ver más bajorrelieves, hay ocho y sólo hemos visto uno, por mí hubiéramos dado la vuelta completa a las galerías, y cómo mandan los cánones, en sentido contrario a las agujas del reloj, aunque también es cierto que entre las 17.30-18 h cierran los accesos a los templos, aunque esto también tiene sus trampillas, porque los guías oficiales casi siempre tienen permisos para deambular con sus turistas, máxime cuando éstos lo que quieren son puestas de sol y a las 18.30 h suelen comenzar.

Nos vamos al bajorrelieve de El Batido del Océano de Leche, que con este nombre apetece conocerle. Este batido es un mito hindú sobre la extracción del néctar de los dioses. Los demonios sostienen la cabeza de la serpiente y los dioses aguantan su cola, en el centro la serpiente se enrosca en el monte Mandala, al que hacen girar al tirar de la serpiente por los dos lados y de esta forma se bate el Océano de Leche, obteniendo el Elixir de la Inmortalidad. 


En esta lucha entre dioses y demonios ganan los primeros, ya que al batir el Océano se forman burbujas, que son las apsaras que se ven en la zona de arriba del bajorrelieve, a las que no pudieron dejar de sucumbir los demonios, que parece ser que tenían raíces latinas y eran de sangre caliente (esto es tener fama desde siempre).

En otra parte del bajorrelieve un ejército espera preparado pero no sé para qué, se supone que para ayudar a combatir a los demonios.

 
Pasamos al bajorrelieve del Cielo e Infierno. En el que se representan los castigos y recompensas de los 37 cielos y los 32 infiernos. En la parte inferior los demonios arrastran a los malos por el camino del infierno, los condenados sufren torturas (los que pesan mal, los mentirosos, los adúlteros…).

 
El siguiente bajorrelieve es el Ejército de Suryavarman II, Donde destaca la imagen del rey-dios sobre un elefante, con 15 parasoles protegiéndole.


El último bajorrelieve que vemos es la batalla de Kurukshetra, donde nuevamente hay miles de soldados labrados en la piedra.


En una de las esquinas hay personajes del Ramayana (si al final habrá que leerse el libro para enterarse mejor de lo que se ve).

Es hora de tomar el camino de salida, dentro de las galerías el calor es asfixiante, esa piedra de arenisca no da frescor sino que expulsa calor, se está más a gusto fuera que dentro, aunque de verdad que con toda la maravilla que se contempla hasta se pierde la noción del tiempo y el calor. 

Un tímido atardecer nos quiere acompañar, hay gente que está entrando al templo para contemplarlo. Es tan tímido que no me atrevo a pedirle a Alann que nos quedemos, no parece merecer la pena como vista que no como momento, además el tour continúa con otros planes.

 
Por extraño que parezca el estanque-charco delante del templo los camboyanos lo cruzan en barcas.

 
Con pena y al tiempo rebosantes de felicidad volvemos por la avenida dejando atrás el espectacular Angkor Wat.

 
En el primer muro-galería al entrar nos saltamos la estatua de Vishnú, pero ahora al salir la buscamos y encontramos. Su ubicación original era en la torre santuario central pero fue trasladada a este lugar.

 
Y terminamos como empezamos, con una gran sonrisa de felicidad y sueño cumplido, aunque se podrían pasar horas y días en este templo.

Vamos casi con el tiempo justito, algo de descanso, una ducha de impresión y a vestirnos que hoy nos llevan a cenar, como tengo más miedo a los mosquitos no me queda de otra que tirar de blanco y manga larga, que por la noche dicen que atacan más.

Alann nos acompaña al restaurante, ella se va y nos deja al chófer para que nos lleve de vuelta al hotel, que parece que el lugar no está para una caminata, aparte de que Siem Reap se ve una ciudad poco iluminada y no apetece mucho andar por calles desiertas tan solos.

Es un restaurante de comida camboyana y este es nuestro menú:

 
País nuevo, cerveza nueva.


La cena, sin estar mala no nos parece tan rica y sabrosa como la vietnamita, y eso que son muy parecidas, pero la camboyana parece que le falta un punto de sabor, que se consigue con las salsas que siempre acompañan aparte, o con los guisos principalmente con leche de coco.

El plato más famoso es el pescado amok pero en esta ocasión es pollo amok lo que nos ofrecen, que puede ser todo un poco amok, porque esto significa que está guisado en hoja de plátano, y todo está servido en estas hojas, pero ninguna parece estar guisada en ellas. 


La cena la hacemos acompañada por la música interpretada por una señorita, que era tan suave el sonido que incitaba a dormir por el cansancio.

De postre, plátanos rebozados y fritos, que eran muy pesados, y luego les encanta poner zumo de coco a todo y a mí no es que me entusiasme este sabor, creo que prefiero el limoncillo.


Durante la cena se ha puesto a diluviar y nos alegramos de no haber declinado la oferta de dejarnos el coche porque sin paraguas nos hubiéramos calado hasta los huesos y más allá. De todas formas no hemos tardado mucho cenando con lo que el chófer se ha aburrido lo justo en compañía de otros chóferes que han llevado a otros turistas.

Al llegar al hotel hacemos un poco de exploración y descubrimos la bonita piscina con unas camas-tumbonas espectaculares, como para quedarse allí a pasar la noche.


Algunas tan de blanco en la noche parecen un fantasma.


A descansar que mañana tenemos que seguir descubriendo esta increíble ciudad de Angkor, yo tendré más sueños que cumplir en un futuro, aunque de momento me conformo con los que me esperan en los próximos días.