29 de marzo de 2011

Japón - Tokio - Omotesando-dori (Aoyama) - Hibiya - Yurakucho - Ginza - Teatro Kabuki-za - International Forum Building

De película en película


Terminada la visita del Templo de Senso-ji nuestra guía Sumitsu nos lleva a comer. En esta ocasión la experiencia no resultó nada gratificante, aunque en un principio prometía por no ser especialmente rara: brochetas de elementos varios (verduras, carnes, marisco, pescado) rebozadas, pero con un saborcillo especial (algo en el rebozado y exceso de uso de aceite supongo también) me hizo desistir a la quinta brocheta, y eso que hasta le intentaba quitar el rebozado pero no había manera (no, no era tempura, que ésta es más suave y sabrosa). Para acompañar: sopa de miso, cuenco de arroz, encurtidos, vamos, lo de siempre, que aquí podrían ser patatas fritas y aceitunas, a todo es acostumbrarse o no. 

De nuevo al autobús y ahora vamos a la avenida Omotesando-dori, donde abundan las tiendas elegantes y caras: Versace, Gucci, Prada....y en mitad de la misma el Bazar Oriental, donde nos deja nuestra guía por si queremos realizar compras. Una tienda interesante para realizarlas ya que tiene un buen surtido de artículos bonitos aunque no puedo comentar de sus precios, si son buenos o no. 

La avenida va desde Aoyama a Harajuku y en ella se pueden ver edificios arquitéctonicos interesantes de ver, el Hanae Mori de Tange Kenzo y el Spiral, así como varios centros comerciales. 



Como tenemos la opción de continuar por nuestra cuenta y no volver al hotel, decido llevar a mi marido a un lugar sorpresa que encontré preparando la guía y que me hizo sumamente gracia. Con el metro vamos al distrito Hibiya (estación Hibiya o estación Yurakucho de la línea Yamanote), y nos encontramos con la estatua de un mito cinematográfico de origen japonés: Godzilla. Aunque la estatua no dice nada, ni es prodigiosa ni grande, las risas de mi marido al descubrirla merecieron la pena el peregrinaje por encontrarla, ya que la plaza no es abierta y está semiescondida, frente a los almacenes Hibiya Center almacenes que aprovechamos para refrescarnos y continuamos el paseo.



Callejeamos por la zona,  y acabamos paseando por debajo de las vías del tren, por la llamada zona de Yurakucho, con sus incontables locales de comidas, con un aspecto del ayer y con un recuerdo de Blade Runner por el humo en uno de estos callejones (esta peli y la de Lost  in translation serán un continúo referente en el viaje). 

En esta zona hay tiendas de electrónica en las que poder mirar, comparar y comprar si es necesario. Es un contraste total lo que se vive en la zona.

 
De nuevo al metro para descubrir el barrio de Ginza, que significa "lugar de plata" por la ceca de este material construida en 1612, y al que se compara con la 5ª Avenida de Nueva York, porque está lleno de tiendas elegantes, grandes almacenes, restaurantes. 

También cuenta con un cruce de calles famoso como el de Shibuya, Ginza 4-chome, pero con uno de sus edificios emblemáticos empapelado por reforma, un centro comercial, el Edificio Wako con un reloj en su fachada. Ya anochece y de nuevo una explosión de luces y colores, pantallas, personas de un lado para otro.

Hoy estoy de concesiones maritales, después de la compra electrónica entramos en el edificio de Sony para ver lo último de lo último, y aunque hay cosas nuevas que todavía no han llegado a España parece que no es nada del otro mundo (yo no tengo ni idea). Por esta visita no llegamos a ver ni los escaparates de la tienda Mikimoto, productora de perlas cultivadas (suspiro de mi marido aliviado), que ya los habían retirado.




El edificio cilíndrico es el San-ai Building, y también se le puede ver en muchas películas. 



Caminando llegamos hasta el Teatro Kabuki-za pero no está iluminado, sus farolillos lucen apagados y no es tan bonita la visión como debería. El teatro se abrió en 1889 y fue uno de los ejemplos arquitectónicos más antiguos de uso de materiales y técnicas occidentales al estilo japonés. La construcción original fue destruida por los bombardeos en 1945 y se reconstruyó en 1951.


Las sesiones de este teatro suelen durar unas tres horas, aunque para turistas ávidos de conocer pero no de sufrir existe la opción de sacar entrada para un solo acto, y en el caso de ser lo suficientemente valiente o masoca para ver la obra completa se pueden alquilar unos cascos para seguir la representación en inglés.
 
Caminando un buen trecho, si bien podíamos haber tomado el metro nuevamente, y  preguntando en varias ocasiones (ya las palabras sumimasen -perdone- y arigato -gracias- forman parte de mi vocabulario más utilizado,  entre medias un spanglish a como salga) llegamos al edificio del Forum Internacional, a mitad de camino entre Hibiya y Marounichi. Incluso una japonesa muy amable que va de camino nos acompaña hasta que casi llegamos a él, intentando mantener una conversación en inglés, ya que los jóvenes sí lo suelen hablar, otra cosa es que nos entendamos, sobre todo si nuestro inglés es básico.


El edificio fue diseñado por Rafael Viñoly en 1996 y es sede de grandes empresas, hay galerías de arte, salas de espectáculos y conciertos (aquel día no parecía haber ninguno o no estábamos en la zona destinada a estos eventos).


Un espectacular diseño de acero y cristal, con las pasarelas que lo cruzan cerradas al turismo dadas las horas que son, no demasiado tarde pero tampoco temprano para las horas de allí.

 
Hemos pasado al lado de la estación de tren de Tokio, pero está de reformas, tapada y no iluminada, con lo que no la podemos ver bien, siendo lo más destacable que es un edificio de ladrillo que recuerda a la de estación de Ámsterdam mucho, aunque no nos parece tan majestuosa.

Las zonas por las que hemos callejeado: Hibiya, Yurakucho y Ginza en un mapa parecen estar cerca, pero no hay que fiarse para nada, son realmente distancias agotadoras para caminar, máxime cuando entre dos puntos importantes no suele haber nada destacable, aunque siempre se puede encontrar, sobre todo arquitectura, pero para ello se necesitaría tiempo y no siempre se pasaría por lugares interesantes. 

Para volver al hotel no nos complicamos la vida y cogemos un taxi. Para cenar seguimos sin complicarnos, estamos cansados, no queremos buscar ningún restaurante y no nos quedan muchas fuerzas ni para bajar a alguno de los del hotel, con lo que en una tienda de alimentación dentro del mismo compramos artículos varios para saciar el apetito y aprovechar para descansar todo lo posible, que mañana nos toca un madrugón de los buenos. 

Una nota sobre los taxis, que son curiosos: los conductores suelen llevar gorra y guantes impolutos blancos; las puertas no se tocan por los ocupantes, se abren y se cierran solas; y el dato más práctico, es que hay varias compañías que aplican diferentes tarifas, que se pueden ver en pegatinas en los cristales, aunque no hay grandes diferencias para trayectos normales, aparte de por el detalle monetario se diferencian por el logotipo.