6 de abril de 2011

Japón - Hakone - Owakudani - Lago Ashi - Monte Koma

¿Dónde estará mi Fuji?


Lo primero de la mañana es dejar las maletas a las siete en la puerta de la habitación del hotel, ellas viajarán por su cuenta y llegarán al hotel donde pasemos la noche. A las ocho nos encontramos los integrantes del tour con nuestra guía Sumitsu en el lobby y salimos andando, cual caravana apertrechada de enseres, hasta la estación de trenes de Shinjuku, y es divertido vernos acarrear nuestras pertenencias de mano por la calle.

Allí tomamos un tren para Hakone, desde el cual vamos disfrutando de los primeros paisajes de verde y arrozales, de poblaciones y paisanos, de la vida que no es urbanita.

Antes de continuar tengo que hacer un inciso importante sobre el transporte en ferrocarril en Japón, y es que para los viajes por libre es útil comprar el Japan Rail Pass, que permite coger casi todos los trenes (vienen especificados) para moverse por el país. Puede ser de 7, 14 o 21 días, es para los extranjeros y solo se puede comprar fuera de Japón. 

Llegamos a Hakone, un pueblo balneario, donde a la salida de la estación de tren peregrinamos un poco en busca de nuestro siguiente medio de transporte, un autobús, que nuestra guía no encuentra. Repasando la guía y las notas del viaje veo que hay varios pueblos llamados Hakones en la zona, pero no puedo decir en cual de ellos nos bajamos, es lo que tiene el ir con guía, en muchas ocasiones te dejas llevar sin fijarte bien en la ruta y las paradas, ventajas e inconvenientes.


Continuamos el viaje en autobús, con el que nos adentramos en las montañas y desde el que disfrutamos de bonitos paisajes. Primera parada, el valle de Owakudani, el valle de la Gran Ebullición, un valle con chorros de vapor y aguas sulfurosas, donde hace todavía más calor por esas emanaciones a altas temperaturas.



La temperatura del agua supera con facilidad los 60º, con lo que no es nada recomendable ni meter un dedo para probarlo. 


Lo que sí se puede poner al vapor del agua son huevos, que venden a los turistas casi al por mayor, con lo que aprovechamos para degustar uno, con la cáscara ennegrecida. Se dice que el comerlos alarga siete años la vida, pero solo se puede comer uno, por aquello de que la avaricia rompe el saco supongo, así que espero que estos siete años de más que tenemos sean buenos. Por si os lo preguntáis, su sabor es a huevo ahumado, nada diferente en especial.


De momento el Fuji no se deja ver, el día amaneció despejado pero el cielo se ha ido cubriendo de nubes que tapan las montañas y sobre todo a esta montaña. Con el autobús primero paramos en la reconstrucción de un pueblo de la época Edo (1603-1868), época en la que Japón cerró sus fronteras y ningún ciudadano podía salir ni regresar del país bajo pena de muerte. 


En realidad se trata de la reconstrucción de uno de los puestos de control de viajeros que transitaban por el antiguo camino del Tokaido, entre Kioto y Edo (el actual Tokio). En las construcciones se han instalado como pequeños museos para explicar las utilidades de las mismas y por supuesto, tiendas. 


Tras esta visita paramos a comer en un hotel, con un buffet tanto occidental como oriental. Y por fin llega el viaje esperado y soñado, un crucero por el Lago Ashi, en el que debería reflejarse el Fuji y disfrutar de su visión pero nanai, el tipo está completamente tapado por las nubes, que poco a poco se han ido apoderando del paisaje y no hay asomo de por donde está.

 
Por lo menos vemos el famoso torii naranja de las fotos, del templo sintoísta de Hakone Gongen, templo al que se llega subiendo por las escaleras que se adentran por el bosque, con lo que el camino debe ser interesante y bonito. El santuario fue fundado hace unos 1.200 años y es uno de los mayores de Japón.


Terminado el crucero de nuevo al autobús para ahora tomar un teleférico y ascender al Monte Koma e intentar ver el Fuji, que desde aquí las vistas tienen que ser buenas, pero claro, si abajo había lo que había, arriba por triplicado, niebla y más niebla, ver al de nuestro lado era hasta difícil.


El Fuji no se ha dejado ver así que ¿cómo narices podemos decir que hemos estado en Japón?, esto es como ir a Segovia y no ver el acueducto, pero bueno, tenemos la foto souvenir del mismo y nos tendremos que conformar con ella. Era una de las ilusiones de este viaje, contemplar el Fuji y su reflejo, pero no hemos tenido suerte, aunque parece que es difícil tenerla, ya que el reflejo se puede ver diez días de cada cien.


El Fuji-san, san significa montaña, o Fuji-Yama es la montaña más alta de Japón, con 3.776 m de altura, y dicen que el volcán más hermoso de la tierra. La última erupción tuvo lugar en 1707 y se prolongó durante tres semanas. Lo mejor para disfrutar de un espectacular amanecer, supongo, es escalarlo en la noche; un refrán o proverbio o sencillamente dicho japonés dice, "todo el mundo  debería ascender el Fuji-Yama una vez, pero sólo un loco lo intentaría una segunda. Aquí tenéis el relato de alguien que lo ha hecho y que efectivamente no lo hará una segunda vez. A las mujeres no se les permitió subir hasta 1872. 

Bajamos del teleférico y camino del autobús encontramos a una pareja de japoneses disfrazados (o no) que posan para las fotos de forma natural, nos cuenta la guía que el modo de vestirse de color rosa y algo estrafalaria es una reivindicación de la ecología. Si ya poníamos deditos a la hora de las fotos después de la sesión de estos dos profesionales los deditos victoriosos salían a cada tres por cuatro en nuestro grupo (como supongo en los millones de grupos de turistas).


El autobús nos deja en la estación de Odawara (en esta ocasión sí me fijé) para tomar el tren bala (Shinkansen) en dirección a Nagoya. Es un espectáculo ver pasar el tren en la estación, y eso que en Japón no pueden ir a toda la velocidad posible a causa de su terreno y sus fallas en el mismo. Al ir hacia el andén nos dan una caja bento, que es un picnic de cena para el camino que todavía nos espera, para nosotros sería como comida para llevar, y una botella de agua.


En Nagoya cambiamos de andén y nos toca tomar otro tren hasta nuestro último destino de hoy: Takayama. En el viaje consumimos la cena, ¡¡¡con sus aceitunas!!!, unos sándwiches, de jamón, de atún (con un saborcillo excesivo a pescado), de algo que quería ser parecido a ensaladilla rusa, algo de tempura, pescado guisado y spaguettis o noodles.

Lo más divertido de este viaje fue que descubrimos que los asientos se podían dar la vuelta, y como íbamos en contra del sentido de la marcha, ¡¡todos a cambiar!!, y al llegar a la siguiente estación volvemos a cambiar el sentido de la marcha, con lo que ¡¡de nuevo jaleo!! ante la mirada algo asombrada y estupefacta de los demás viajeros. 


Por fin llegamos a Takayama, a las diez y media de la noche, completamente extenuados,  desde la estación de tren vamos andando con nuestro pequeño equipaje hasta el hotel. El día de hoy ha sido completo: andar, tren, autobús, barco, teleférico....todo lo posible por tomar lo hemos tomado hoy.

Una ducha, porque la ropa parece que va pegada al cuerpo y a dormir, que la agencia ha cambiado el planning y la visita que tenían programada para los mercadillos de Takayama el martes no se realiza, así que la haremos nosotros mañana lunes por nuestra cuenta, y comienzan a las siete de la mañana. ¡¡¡Jesús, que vacaciones!!!.

Personalmente creo que en este tour podrían hacer una escala en Nagoya y visitar su castillo, que es lo que más que resalta en esta población y evitar esta paliza a los pobres viajeros.