25 de abril de 2011

Japón - Kioto - Templo Sanjusangen-do - Castillo Nijo-jo

De los números a los ruiseñores


Nos reunimos con nuestra nueva guía, muy pequeñita ella, Nara-san. Nuestra primera visita de hoy es el templo de Sanjusangen-do, que parece un trabalenguas pronunciarlo bien. Es el más largo del país, con 115 m, y su nombre, sanjusan significa 33, que viene por el número de espacios entre los pilares de la sala. Y creo recordar que es un número mágico para los japoneses. Su nombre real es Rengeo-in, fue fundado en 1132 y reconstruido en 1266 tras un incendio.

 
Ya había visto fotos en internet y realmente prometía el templo, pero entrar allí es  completamente alucinante; es el esplendor, la belleza, el trabajo, el dorado deslumbrante, realmente apabullante. Impactan sus mil imágenes de madera de ciprés de Kannon, que son todas diferentes, aunque no había tiempo de jugar a buscar las diferencias. Las estatuas fueron realizadas por artesanos, cuyo trabajo pasó de padres a hijos e incluso a nietos. 

 
Todas estas figuras custodian la imagen del Buda de los mil brazos, en medio de todas ellas, quinientas a la izquierda, quinientas a la derecha. Realmente son 42 los brazos, de los cuales 40 vigilan los 25 mundos de la filosofía budista, con lo que 40x25 = 1.000, y con los otros dos brazos reza. Muy curioso este ahorro de brazos. Sobre la cabeza hay otras diez cabezas más, incluida una miniatura de Buda Amida. La imagen fue tallada en 1254 por el maestro escultor Tanke a los 82 años.


Imagen de internet (no recuerdo la fuente)

También hay 28 imágenes de dioses protectores y los dos dioses cuyas estatuas se suelen encontrar a ambos lados de casi todos las puertas de entrada al recinto de los templos, el Dios del Trueno, Raijin y el Dios del Viento, Fujin.  


Según se entra no hay ningún cartelito que advierta que no se pueden hacer fotos, o por lo menos realmente visible, y nuestra guía no nos la ha advertido, así que ocurre lo normal, todos a disparar con las cámaras como locos, y ahora la guía si nos hace el aviso de la prohibición, con lo que lo mejor es guardar la cámara.

 
Aún así, algunos todavía lo intentaron, con lo que el guardia de la sala se enfadó muchísimo, y regañaba a nuestra guía de muy malos modos, e incluso a una persona le hizo borrar las fotos de su cámara.. Y además tuvimos la amenaza, que sonaba realmente seria, de quitarnos la cámara, la cara del guardían era para verla.

Paseamos un poco por el exterior. Normalmente los santuarios o templos son grandes recintos en los que aparte del templo principal también hay otros subtemplos o construcciones de otros menesteres y siempre (o casi por si me quemo en la afirmación) con sus propios jardines.

Antes de adentrarnos más en la ciudad y sus monumentos, conozcámos algo más de su historia. Kioto fue fundada en 794 como Heian-kyo (capital de la paz y la tranquilidad) y se construyó según el modelo de la ciudad china de Chang'an, capital de la dinastía Tang. Con montañas en tres de sus lados, oeste, norte y sur, y dividida por un río que fluye de norte a sur, el emplazamiento fue estimado idóneo por los geománticos del emperador Kanmu. Con el crecimiento de la población la higiene se convirtió en un problema, sobre todo cuando se desbordaba el río Kamo. Ante esto nació una serie de festivales destinados a aplacar a los espíritus responsables de las enfermedades y de otras catástrofes que se siguen celebrando en su mayoría. 

La cultura de Kioto evolucionó como una amalgama de influencias, con las de la corte imperial y la nobleza a la cabeza. Más tarde llegaron los samurais, mecenas del budismo zen y de la ceremonia del té. Los mercaderes también tenían su influencia, en especial los tejedores de seda de Nishijin.

La ciudad fue reducida a cenizas varias veces por terremotos, incendios y la guerra civil de Onin (1467-1477). Durante el periodo Edo el poder pasó de Kyoto a Edo, y la primera perdió la capitalidad en 1868.

En Kioto los monumentos están bastante alejados unos de otros, con lo que el desplazamiento será en autobús, nuestro destino es el Castillo de Nijo-jo, que este si es antiguo, no como  la reconstrucción del de Kanazawa.

Fue construido en 1603 aunque algunos edificios se quemaron en un incendio en el siglo XVIII, como la torre del homenaje. Ha sido declarado por la Unesco Patrimonio de la Humanidad y es un monumento formidable más, como los que se encuentran en esta ciudad y que iremos descubriendo. 


Esta es la puerta de entrada y en ella destaca el magnífico trabajo en madera, con profusión de vegetación y animales sobre ella. 

Como acaba de entrar un grupo numeroso para la visita, nuestra guía decide sabiamente que mejor nos vamos a dar un paseo por el pequeño jardín antes de comenzar a explorar el palacio;  que como todos los jardines del país es un esplendor de hierba, de pinos negros modelados y de agua. Cuando se concibió este jardín se hizo sin árboles, porque las hojas caídas representan la transitoriedad de la vida, y se supone que esto al shogun no le haría gracia, aunque luego si se le añadieron árboles para darle más alegría. 


En el interior del recinto hay dos palacios, Honmaru, que no se visita, y Ninomaru, que es la zona que se visita y está formado a su vez por cinco edificios unidos en forma de "s", para aprovechar la luz del sol y fue ideado como símbolo de poder y riqueza del shogunato. Desafortunadamente no se pueden hacer fotos de su interior, así que hay que conformarse con las palabras. 

La decoración a la que estamos acostumbrados en Europa no tiene nada que ver con la austeridad que se encuentra en Japón: suelos de tatami, mucha madera, en algunos casos con filigranas, como la de separación entre una habitación y otra que tenía un dibujo por un lado y otro diferente por el otro, y principalmente esas paredes de papel de arroz con unos increíbles dibujos de garzas, aves, tigres, cerezos, flores, paisajes.....con ello solo se conseguía ambientar la habitación.

En una de las habitaciones se recrea la presentación de los señores feudales ante el shogun Tokugawa, él siempre en un tatami más alto para reflejar el respeto que le deben.

Lo más curioso es que en los pasillos de madera que comunican los edificios hay un mecanismo bajo las tablas, como una "l" metálica que al pisar la madera emite un sonido, es lo que llamaban el suelo del ruiseñor, y era para advertir al shogun de posibles intrusiones en el palacio y evitar sustos.