17 de mayo de 2011

Japón - Kioto - Templo de Ginkaku-ji - Paseo del filósofo - Templo de Honen-in - Templo de Eikan-do - Templo de Nanzen-ji- Hojo Garden - Templo Tenju-an

Paseando con el filósofo por el canal entre templos y jardines

¡Qué bonita es la habitación kasui-en!, ¡Qué bonito entorno!, ¡Qué bonito el jardín!......ya ya, como aquí amanece bien temprano, mis amigas las chicharras cantan cuando sale la primera luz, así que yo creo que a las cuatro de la mañana ya empezaron a decirme buenos días, y lo que es la mente humana, una puede acostumbrarse y dormir con ese insoportable concierto, porque no os podéis ni imaginar lo que era, y más para mí, que el vuelo de una mosca ya me despierta y luego no consigo pillar de nuevo el sueño.

Esta mañana con un taxi desde el hotel nos acercamos al templo de Ginkaku-ji, o el pabellón plateado, a la entrada un mapa con sus construcciones (lástima que las explicaciones sólo sean japonés). 


El shogun que lo mandó construir en 1482 como retiro campestre, Ashikaga Yoshimasa, pensaba recubrirlo de plata para asemejarlo al pabellón dorado de Kinkaku-ji construido por su abuelo, Yoshimitsu, pero el dinero se acabó, por causa de la guerra de Onin y nunca se recubrió.
 
Tras la muerte de Yoshimasa se convirtió en templo, siendo importante en la cultura japonesa ya que entre sus muros se refinaron la ceremonia del té, el teatro no, los arreglos florales y la pintura con tinta. 

Paseamos por su jardín con su estanque y sus carpas, y subimos por unas escaleras para contemplar las vistas, desde las que se ve el complejo. Una lástima que el templo esté cubierto por obras y que además no se pueda visitar (en la foto no se ven las lonas que lo recubrían).


Vemos con asombro y admiración como cuidan y mantienen la arena rastrillada y la montaña de arena. Con el calor que hace por un momento te dan ganas de provocar al "jardinero" con la canción que cantábamos de pequeños: "la manga riega y aquí no llega...". 



Salimos del templo por una calle muy comercial.


Buscamos el comienzo de una excursión, el paseo del filósofo, kilómetro y medio (yo creo que fue algo más) que discurre a lo largo del canal Shishigatani que bordea la base de las montañas Higashiiyama y que pasa por varios templos, tiendas, restaurantes, casas que tienen muy buena pinta... El nombre de este paseo se debe a un profesor de filosofía de la Universidad de Kioto, Nishida Kitaro, que solía recorrerlo cada día.


No buscamos ni entramos a todos los templos del camino, solo a algunos, bien porque las entradas parecían estar cerradas, bien porque no vimos el camino que conducía a ellos o sencillamente porque nos lo saltamos sin darnos cuenta de su existencia. 

En el canal unos simpáticos pescadores. Resulta realmente curioso como los viajes se encadenan unos a otros de muchas formas, ya sea por cultura, paisaje, gastronomía...y hasta por estos ositos, ya que en en Corea del Sur hay infinidad de museos con los ositos "teddy" como protagonistas de la historia del país y de la historia del mundo, como el que no pudimos visitar en la isla de Jeju-do.


El primer templo que encontramos en nuestro camino es el templo de Honen-in, que está muy tranquilo, pequeño y coqueto. Fue construido en 1860 en honor de Honen, fundador de la escuela Jodo. 

El tejado de la puerta de entrada es de paja. 


Tras la puerta hay dos montículos de arena rastrillada antes de entrar al jardín y a los edificios.

 

Por un puente se entra en la zona del jardín con una fuente muy coqueta.

 
Y su cementerio, al lado, o no tan al lado, incluso algunas veces más bien parecen bastante alejados de los templos. No suelen ser llamativos, ni de grandes obras, algunos más que otros, pero nada de filigranas. Los japoneses se incineran y hasta pasado un tiempo no se les entierra.


En el camino nos encontramos a Tanuki, con sus vergüenzas al aire, y a su señora, que no sé lo que se tapará con las hierbas, pero lleva un lazo en su cabeza para diferenciarse.


Continuamos el paseo por el canal, yo como cual japonesa bajo un paraguas protector del sol. Llegamos al templo de Eikan-do, donde de nuevo nos encontramos con reformas. También es llamado Zenrin-ji y fue dedicado en el siglo XI al sacerdote Eikan, muy venerado por su benevolencia. La mayoría de las construcciones datan del siglo XV. 

El complejo del templo por supuesto comprende varios edificios, un jardín, que en este caso es bastante grande, un estanque, pero la característica especial y principal es su corredor, realizado en madera, que comunica dos de sus edificios y se bifurca en dos escaleras retorcidas, como una cola de dragón, realmente espectacular. 



Al entrar se pueden dejar los zapatos o se pueden coger unas bolsas de plástico para llevarlos, y menos mal que hicimos lo segundo porque de repente se sale al exterior y por un camino y unas escaleras de piedra se alcanza la pagoda Tahoto-to, y desde ella la vista de Kioto; esto en calcetines hubiera dolido. Es curioso que al ser menos transitados estos templos se utilicen las bolsas para portar los zapatos, cuando hasta el momento en todos los que hemos visitado con las guías, y tremendamente abarrotados de turistas, los hemos ido dejando en las estanterías al efecto.

 
Paseamos allá por donde nos dejan, por las pasarelas de madera que recorren los edificios. 


Un cartel simpático de estos japoneses divertidos, anunciando las obras y cortando el paso, como en un dibujo animado. 


Paseamos por su precioso jardín, con puente sobre el estanque incluido. 


Jardín en el que nos encontramos con uno de mis queridos bichos cantores, y precisamente no es una cigarrita, sino una señora cigarra. Menos mal que es al final del viaje cuando la conozco porque sino no hubiera podido pasear tranquilamente por todos los jardines por los que lo he hecho, y ya para lo que me queda, espero ser capaz de evadirme de su tamaño, ya que a su canto es imposible hacerlo.


Este templo ha sido una auténtica y maravillosa sorpresa, altamente recomendable su visita.

El camino continúa hasta alcanzar el complejo del templo Nanzen-ji, que es inmenso, se dice que podría ser hasta una pequeña ciudad, y ciertamente que podría. Fue construído en 1264, en principio como villa para el emperador Kameyama, y dedicado a su uso definitivo como templo en 1293, siendo uno de los más importantes de Kioto y la sede de la escuela zen Rinzai. Ha ocupado un papel central en la historia zen de Japón desde 1386, cuando se le otorgo el control de los Gozan, los cinco grandes templos zen de Kyoto.

Ocupa un espacioso pinar que se extiende hasta alcanzar las laderas arboladas, Los edificios actuales más notables (los antiguos fueron destruidos) se erigieron a principios del siglo XVII.

Lo primero que vemos y que visitamos es su grandiosa puerta Sanmon de dos plantas, que además tiene un balcón. Fue construida en 1628 para consolar a las almas de los muertos en el Asedio de Verano al castillo de Osaka.


Para una vez que nos dejan subir no podemos perdérnoslo, eso si, previo pago. Las escaleras de acceso no son sencillas, bastante inclinadas con lo que a pesar de ser pocas lleva su esfuerzo, y por eso hay unas cuerdas donde poder agarrarse para hacer fuerza, aparte del pasamanos tradicional.

La puerta sirvió de escondrijo a un héroe fuera de la ley, Ishikawa Goemon, como un Robin Hood japonés, que fue escaldado vivo cuando le cogieron.


Desde arriba se contempla el vasto recinto del templo así como las numerosas construcciones que lo componen.


Por una de las salidas del templo se llega a un acueducto de ladrillo, elemento que hasta nunca habíamos visto en construcciones de época, ya que es la madera lo esencial. Si se sigue ascendiendo se llega a una cascada, pero como no sabemos la distancia a la que se encuentra, cómo puede ser el camino, que nuestras reservas de agua no son las más idóneas y que la hora es más bien tardía, no nos aventuramos mucho en este camino.


Entramos de nuevo en el complejo de Nanzen-ji y visitamos el Hojo Garden con su jardín zen.

Entramos en el templo de Tenjuan, con su propio jardín zen,con un curioso paseo de losetas. 

Su estanque, que se puede cruzar sobre piedras, casi casi como Scarlett, aunque ya sabemos que donde ella paseaba era por el Santuario de Heian-jingu.


Visitamos todo aquello que nos dejaron, tengo algún jardín más de este complejo pero no lo tengo registrado, desconozco su nombre y situación exacta. Mi recomendación si os animáis a hacer este paseo del filósofo es que lo disfrutéis intensamente, sin prisa y sin pausa, entrando allí donde os dejen hacerlo, saboreando la tranquilidad que ofrecen sus jardines, ya sean zen o paisajísticos, y de las propias construcciones, sobrias y elegantes, será uno de los buenos recuerdos del viaje.

Terminada la visita de Nanzen-ji con sus jardines zen, salimos del complejo y como estamos cerca del hotel nos acercamos a refrescarnos, que nos vendrá muy bien y aprovechamos para comer allí.