25 de mayo de 2011

Japón - Tokio - Puente Nihonbashi - Templo Zozo-ji - Jimbocho

Del kilómetro cero a las librerías de viejo


Una vez visitado el templo cercano al hotel, el Tokoyawa Inari, el planning de hoy está marcado por los lugares que queremos (quiero realmente, ya que soy la encargada de elaborar una guía de lugares interesantes y mi marido se deja llevar), su orden estará condicionado por las estaciones de metro, cuanto más directo se llegue de una a otra y evitando en todo lo posible los transbordos.

Al metro para ir al puente Nihonbashi, el puente de Japón, que da nombre al distrito, Nihonbashi que fue el centro mercantil y empresarial de Edo y del Tokio Meiji, centro que se trasladó a Marunouchi y Ginza tras el terremoto de 1923.

El puente marcaba el comienzo de las cinco carreteras principales en el periodo Edo. La construcción actual data de 1911. 


En la orilla norte del río se encuentra la señal de bronce desde la que se calculan las distancias desde y hacia Tokio, lo que sería el kilómetro cero. 


Por supuesto, el puente tiene sus dragones alados y majestuosos decorándolo.


En metro buscamos nuestro nuevo destino, el templo Zozo-ji, y por la calle que conduce a él un restaurante muy familiar.


El templo fue restaruado tras ser incenciado durante la restauración Meiji, pero fue nuevamente incendiado por un vagabundo en 1909 y posteriormente destruido durante la Segunda Guerra Mundial. A pesar de estos hechos la puerta sanmon de dos niveles, de 1605, permaneció en pie. 


Frente a la puerta un cedro con una placa recordatorio de la visita del General Grant al país.


Ya os habréis dado cuenta que de la mayor parte de los interiores de los templos no he publicado fotografías, porque no se hicieron, bien por respeto a los fieles o porque la oscuridad no favorecía el arte fotográfico, pero en esta ocasión hay una, que da idea de lo que se puede encontrar, con sus diferencias, en ellos.


Lo más llamativo de este templo es la inmensa colección de jizos que se encuentran, muy coloridos y alegres las estatuas del protector de las almas de los niños fallecidos.



Un detalle curioso  de este templo es que otra de las puertas de acceso, la Nitenmon, se encuentra en el recinto de un hotel, el Tokyo Prince Hotel, aunque realmente está como en un parque pequeño que debe conducir al hotel.


De nuevo al metro, a estas alturas lo manejamos como verdaderos tokiotas, nos dirigimos a Jimbocho, donde se encuentran las llamadas librerías de viejo desde finales del siglo XIX, que surgieron porque en la zona se erigieron las tres universidades de Japón a finales de ese siglo, Meiji, Chuo y Nihon, permaneciendo sólo la primera. 


Ahora se ve una zona muy moderna, pero ahí están las librerías como recuerdo del pasado. También se venden grabados ukiyo-e y hay tiendas de manga, la lectura del presente. De la Plaza Mayor de Madrid (kilómetro cero) hemos pasado a la Cuesta Moyano (librerías de segunda mano). Aunque parece que estas librerías tienden a desaparecer.


En una ferretería, que se podría llamar de viejo también, compramos dos candados minis para nuestras nuevas maletas. Aprovechamos para hacer una parada refrescante y para comer, que el día va a ser largo, con lo que mejor ir con el estómago lleno, aprovechamos la zona estudiantil para tomar un sándwich BLT, muy americano él (bacon, lechuga, tomate). 

La pregunta sería ¿por qué ir a Jimbocho?, la respuesta es fácil, ¿por qué no?, al confeccionar la guía fue uno de los detalles que me llamaron la atención, y ya vais conociéndome un poco,  mejor ir y valorar que quedarse con las ganas. El pulso de la vida de una ciudad se encuentra en todos sus rincones, no sólo en sus monumentos o edificaciones representativas, aunque pueda parecer raro y más cuando no es época lectiva, pero era nuestro tiempo de ir.