26 de mayo de 2011

Japón - Tokio - Parque Kitanomaru-koen - Kagurazaka-dori

Por Bob Dylan


Desde Jimbocho nos trasladamos en metro hasta el parque Kitanomaru-koen, situado al norte de los terrenos del Palacio Imperial, que era utilizado como recinto para la guardia imperial, que se transformó en parque público en 1969. En un mapa Jimbocho y el parque se encuentran cerca, pero en Tokio esto no hay que darlo por hecho nunca, así que es preferible utilizar el metro para una estación solamente.


En el foso que lo rodea se pueden alquilar barcas para pasear por él., pero vista esa pastosidad verde no apetece demasiado, la verdad.


No falta el mapa con las indicaciones de lo que se puede encontrar en el parque (siento que no esté completo pero nuestro objetivo era solo uno). Afortunadamente en esta ocasión al japonés le acompaña el inglés para hacer las cosas más fáciles.


Tras cruzar el foso se entra al parque por la puerta Tayasumon, que como todas las puertas de templos, santuarios y castillos, es grande, aunque ya su tamaño comparada con las imponentes sanmon no nos impresiona.


El parque es famoso por el Nippon Budokan, un estadio octogonal de artes marciales que se construyó para las Olimpiadas de 1964 y que se ha utilizado para conciertos, entre ellos el de The Beatles en 1969, y el de mi disco de vinilo de Bob Dylan, At the Budokan, razón por la que hemos venido a este parque, aunque no podamos entrar en su interior, en el exterior hay camiones desembalando instalaciones, parece que habrá un concierto pronto. 


Como una carambola, hace dos días, el 24 de mayo, Bob cumplió 70 años, ¡felicidades!.

En el recinto del parque se encuentran varios museos, que no visitamos: Museo de la Ciencia (Kagaku Gitjutsukan), no tan importante como el instalado en el parque Ueno; el Museo Nacional de Arte Moderno (Kokuritsu Kindai Bijutsukan), uno de los mejores en su género de Japón, y la Galería de Artes y Oficios (Kogeikan).

Lo que hacemos es realizar un pequeño paseo con nuestras amigas cantarinas (¿escucháis la música celestial?), ahora acompañadas de fuertes cuervos, y es un parque normal, sin paisajismos evidentes. 


De nuevo al metro, ahora vamos a Kagurazaka, que fue un barrio de geishas pero no queda casi nada de él, por lo tanto no es turístico; para encontrar rastro del pasado habría que entrar en sus callejones y no tenemos tiempo para hacerlo, aparte de que nos perderíamos con toda seguridad. El barrio es conocido como el pequeño Kioto dentro de Tokio y con esta presentación ya merece una visita con detenimiento.

Disfrutamos del paseo por estas calles comerciales menos transitadas y yo encuentro unos calcetines para mis getas, de esos de cuatro dedos en un lado y el gordo aparte, no son los más bonitos, pero como no los encontraba me conformo con ello.

En el mercado Nishiki de Kioto dejé pasar la oportunidad de comprar té al por mayor, luego no encontraba ninguna tienda, y de repente, estaba allí esperándome. Tenía un amplio surtido y degustamos dos tipos de té, uno más suave,  y el té japonés, el de las ceremonias, el matcha verde, que va en polvo y acompañado de un panfleto con instrucciones sin necesidad de tener que hacer la ceremonia ni comprar la "escobilla" con la que lo baten. La tetera que más me había gustado se había quedado en Takayama, y ahora ninguna me parecía tan bella, y como aquí hay muy bonitas para elegir me aturullé y no compré ninguna (el sentido común del espacio y del miedo a que se rompiera también hacían lo suyo).

Y aquí una de esas calles llenas de cables, por causa de los terremotos, (de triste actualidad) ya que si los soterran sería más peligroso y la reconstrucción más lenta, y también más costosa claro.


De camino al metro, a la estación Lidabashi para no hacer transbordos, pasamos por el santuario Zenkoku-ji, también conocido como Bishamonten, uno de los siete dioses de la fortuna.