23 de agosto de 2011

Australia - Breve Historia


Todo comenzó en Gondwana

Nuestro destino vacacional de este año ha sido AUSTRALIA, la tierra de Oz (título de un libro de Manuel Leguineche que no he podido encontrar para leer). Oz no por el mundo mágico de Dorothy (Judy Garland en la película homónima), sino por la pronunciación de las primeras sílabas del país, AUS – OZ, pero que haciendo honor a esta coincidencia de escritura y pronunciación es un país, una isla grande, un casi continente, lleno de magia. 

Antes de comenzar a contar nuestra experiencia ya sabéis que me gusta dar unos apuntes históricos, parte esencial de cualquier viaje, para entender y disfrutarlos más y mejor.

Hace unos 65 millones de años Australia se separó del supercontinente Gondwana iniciando su lenta deriva hacia el sur del Pacífico. Hoy en día continúa el movimiento de las placas continentales y el país se desplaza hacia el ecuador a una velocidad de 8 cm al año.

Los primeros habitantes de Australia llegaron en una gran migración prehistórica procedentes del sur de Asia hace unos 50.000 años, aunque también hablan de 120.000 años, demasiado arco histórico para este movimiento que se realizó a pie y en pequeñas embarcaciones. Hacia el año 8.000 a.C. inventaron el archiconocido boomerang de ida y vuelta, y posiblemente la primera lanza arponada del mundo. Llegaron dos tipos de individuos, los llamados “robustos” y los llamados “gráciles”, de los que descienden los aborígenes actuales.

Hace unos 8.000 años, cuando la Tierra comenzó a calentarse y a fundirse los hielos, subió el nivel del mar y las planicies se convirtieron en mares poco profundos: el golfo de Carpentaria, el estrecho de Torres (lleva el nombre del español Luis Torres que navegó por él en 1607 sin avistar el continente o si lo hizo no tuvo tiempo para contarlo por su muerte y en caso de que lo hiciera no tuvo la repercusión conveniente) y el estrecho de Bass. Cuando el agua dejó de crecer Australia adoptó su orografía actual y los aborígenes quedaron encerrados en la isla sin que nadie les molestara hasta que en 1778 llegó una flota inglesa de 11 barcos, la Primera Flota. Las primeras palabras que oyó el hombre blanco de un aborigen fueron: “Warra, warra!” (¡Largo de aquí!).


Fuente: mapas.owje.com



Se considera que Australia fue descubierta por el capitán Cook en 1770, aunque hubo otros antes que él que dejaron objetos dispersos, restos de naufragios. Este es el caso de los portugueses, que sin documentación probatoria fueron los primeros en pisar Australia a finales del siglo XV o principios del siglo XVI en la parte norte, porque comerciaban con el archipiélago indonesio, pero no se aventuraron a adentrarse en la zona sur.

El primer avistamiento europeo de Australia corresponde a los holandeses, cuando en 1606 Willen Jansz zarpó con el Diyfken desde Java, entró en el golfo de Carpentaria y desembarcó en la orilla occidental de la Península de Carpentaria. El capitán levó anclas tras encontrar una zona con un calor asfixiante, una costa abrasadora, nada de materiales valiosos como seda o marfil, y unos “salvajes negros y crueles” que mataron a varios de sus hombres. Esta sería la pauta de los futuros contactos holandeses con el territorio, breves desembarcos y marchas apresuradas. Aun así muchos nombres toponímicos son holandeses, como lo era el del propio país, Nueva Holanda. Hay más historias de barcos holandeses, pero ya sería demasiada historia y pretendo hacer un esbozo, que va a ser un poquito largo, pero esbozo al fin y al cabo.

Los directores de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales, artífices de todos estos viajes, enviaron en 1642 a circunnavegar el continente a Abel Tasman, que llegó a descubrir la costa de Nueva Zelanda y siguió hasta las islas Fiji. Aunque el viaje fue una de las grandes exploraciones, los gerentes de la compañía no se inmutaron, ellos seguían sin sus mercados prósperos o sus mercancías valiosas, los descubrimientos de nuevas tierras para otros. En 1644 volvieron a enviar a Abel Tasman pero los relatos que llegaron de olas rompientes contra los acantilados, impenetrables bosques y salvajes dieron por concluidos los intentos de búsqueda en la zona.

En 1688 y de nuevo en 1699 el bucanero y explorador William Dampier llegó a Nueva Holanda con la intención de establecer una base y centro de aguada para los barcos británicos que surcaban el Pacífico, desembarcando en la deforestada y abrasadora costa noroeste, con lo que se marchó decepcionado como antes lo hicieron los holandeses, hundiéndose su barco en el viaje de vuelta, aunque la tripulación sobrevivió.

En 1768 el almirantazgo y la Royal Society británicos decidieron enviar una expedición a Tahití para observar el tránsito de Venus por la cara del Sol, hecho que ocurriría el 3 de junio de 1769 y no volvería repetirse hasta 105 años más tarde. El teniente de navío de la Royal Navy James Cook, de 41 años, fue nombrado capitán del barco Endeavour, una nave de tres palos. Al frente del equipo científico iba Joseph Banks, un joven acaudalado de 25 años, un eminente botánico de su época. El barco zarpó de Plymouth el 25 de agosto de 1768.

Tras cumplir su misión astronómica en Tahití, la expedición dedicó seis meses a trazar el mapa de las costas de Nueva Zelanda y puso rumbo a la todavía desconocida costa oriental de Nueva Holanda. El 28 de abril de 1770 divisaron tierra cerca del actual emplazamiento de los estados de Nueva Gales del Sur y Victoria. Entraron en una amplia bahía y hallaron tantas especies de plantas, helechos, hierbas y arbustos desconocidos en Europa que la bautizaron con el nombre de Botany Bay.


Fuente: australiamapxl.com


El Endeavour siguió rumbo norte por la costa y encalló en la Gran Barrera de Coral. Tras reparar el barco cerca de la actual Cooktown, Cook tomó posesión de la mitad oriental del continente en nombre del rey Jorge III y la llamó Nueva Gales del Sur. Sobre los europeos Cook escribió algo significativo: “Son mucho más felices que nosotros los europeos…Se consideran provistos de todo lo necesario para la vida y no poseen nada superfluo”. Palabras sin duda para reflexionar, y eso que han pasado más de doscientos años desde que se escribieron.

El 4 de julio de 1776 las 13 colonias americanas declararon su independencia, por lo que Inglaterra no podía seguir enviando a los penados allí, produciéndose una aglomeración de presos al ritmo de mil por año, con lo que el ya Sir Joseph Banks sugirió que se enviaran presos a colonizar Botany Bay, idea que fue acogida con escepticismo ya que enviar barcos con cargamentos de presos era un método demasiado caro para solucionar el problema numerario de sus cárceles.

Como es normal en la historia, la decisión se tomó por causa de otro país, Francia, ancestral enemigo, que tenía ambiciones en el Pacífico, establecía puertos en Madagascar, navegaba por el océano Índico y por las costas australianas. La decisión fue tomada a tiempo ya que poco después de la llegada de la Primera Flota dos barcos franceses pasaron de largo de Botany Bay.

El 18 de enero de 1788 arribaba en la Botany Bay una flotilla de once barcos, llamada la Primera Flota (First Fleet), con 778 presos, de los cuales 188 eran mujeres, y también había niños de hasta nueve años. Al mando de la flota se encontraba el capitán Arthur Phillip, que sería el primer gobernador de Nueva Gales del Sur.

Australia fue colonizada por multitud de personas que ansiaban respirar libres pero la tarea no sería fácil, además Cook había estado aquí en otoño, cuando las lluvias suavizan el calor pero ahora era verano y no había vegetación, los torrentes estaban secos y los prados eran una maleza bajo un calor abrasador.

La flota navegó 19 km por la costa hacia el norte hasta llegar a dos cabos calcáreos y se encontraron con el mejor puerto del mundo que permitía la entrada de mil barcos en línea sin ningún riesgo, a la majestuosa y bellísima bahía de Sydney, nombre que proviene de Lord Sydney, a quién el capitán Phillip comunicó el hallazgo.

El hambre y el escorbuto atormentaron a la pequeña colonia, la tierra era improductiva, el trigo que llevaban se había enmohecido, el ganado se murió o se dispersó, los presos procedían de los barrios bajos londinenses y no sabían nada de agricultura, o estaban enfermos o débiles para trabajar o eran demasiado viejos. El panorama no era precisamente optimista ni favorecedor. Tuvieron que enviar un barco a Ciudad del Cabo, en aquellos momentos el puerto más cercano, en busca de provisiones. En estas el capitán Phillip fue alcanzado por una flecha de los aborígenes, que estaban siendo invadidos y que no habían pedido ser colonizados (y se extrañó del hecho el capitán).

El capitán Phillip había enviado a tomar posesión de la cercana Norfolk Island, donde establecieron una colonia penal, a la que cada vez trasladaban más presos mientras seguían a la espera de los víveres, ya que allí la pesca era más abundante y la tierra más fértil.


Fuente: mathews.nf


En 1791 llega la Segunda Flota y la naciente ciudad de Sydney comienza a prosperar, aprovisionándose la próspera isla de Norfolk cuando las cosechas no se malograban por los vientos salados. 

Las instrucciones del capitán Phillip instaban a los presos a colonizar el territorio sin emplear violencia contra los habitantes nativos (me cuesta mucho creer esto sin ningún resquicio de duda dada la condición humana demostrada históricamente de prepotencia e imposición). 

Pero si bien puede ser que no los aniquilaran directamente, lo hicieron con las enfermedades que desconocían, como la viruela, y con un mal peor, el alcoholismo (tema este que me ha producido mucho dolor por el modo en que se cuenta y emplea contra los aborígenes, como un mal genético que no les permite tolerar el alcohol y como una excusa para eximirse de las responsabilidades directas ante la agresividad y la depresión en la que caen los aborígenes por culpa de la bebida, pero ¿quién les llevó el alcohol? ¿quién seguramente comerció con él? ¿quién lo utilizó como elemento perturbador?, en definitiva, ¿quién llegó a una tierra que no era suya y colonizó?...).

El gobierno británico ansioso de establecer granjas productivas concedía tierras a soldados, oficiales y agricultores. Tras treinta años de trabajos las granjas comenzaron a prosperar. El ron de Bengala era la moneda en curso en la primitiva Sydney, que a principios del siglo XIX tenía fama de ser uno de los puertos más violentos del Pacífico. Los condenados eran esclavos que trabajaban para una élite de terratenientes explotadores, que no dudaban en utilizar el látigo de nueve colas para doblegarles.

Con este panorama desolador, Nueva Gales del Sur no presentaba una ambiente atrayente para la emigración, hacía falta un gobernador que impusiera disciplina, para ello se eligió al capitán William Blight (sí, el del famoso motín del Bounty –alias Charles Laughton o Trevor Howard o Anthony Hopkins, aunque siempre tendemos a recordar más a su rebelde marinero, Clark Gable, Marlon Brando o Mel Gibson-). Y de nuevo nos encontramos con un motín en su contra, casualidades de la vida, ahora en tierra firme, el 26 de enero de 1808, provocado al ponerse más a favor de los penados y su trato y en contra de la mafia de la Rum Corps (monopolio del ron) que dominaba la creciente ciudad.

Tras Bligh llegó otro gobernador, un escocés de nombre Macquarie que consiguió romper el poder del Rum Corps, estableció los primeros bancos, la primera moneda, puso orden en la colonia, inició una serie de obras públicas y organizó expediciones en los alrededores. Incluso adelantó un nombre para el país, con sus planes de “explorar las costas del continente de Australia, que espero sea el nombre futuro de este país”.

Macquarie abogó por los derechos de los convictos liberados, concediéndoles tierras y empleando a muchos como funcionarios, acciones que no recibieron el beneplácito de los terratenientes que veían peligrar sus prebendas. Mientras tanto en Gran Bretaña se había corrido la voz de que en Australia había tierras baratas y trabajo, con lo que muchos emigrantes se hicieron a la mar en busca de nuevas oportunidades y fortuna, al tiempo que el Gobierno seguía deportando presos.

A principios del siglo XIX los cartógrafos ya pudieron esbozar el contorno de Australia, pero nadie sabía que había en el interior de aquella gran isla de 7,8 millones de km2. Se creía que existía un mar interior y riquezas minerales.

El primer obstáculo fue la empinada cordillera de las Blue Mountains, de unos 984 m de altitud, al oeste de Sydney. Ahora se encuentran a sólo dos horas de la ciudad pero en aquel tiempo era una tremenda barrera, con espesos bosques; hubo varios intentos infructuosos de cruzar las montañas hasta que Blaxland, Wentworth y Lawson lo lograron en 1813.

En 1824 los exploradores Hume y Hovell cruzaron las Snowy Mountains, al sur de las Blue Mountains y dieron con el Murray River, río que reavivó los sueños del mar interior con grandes regiones fértiles. Esperanzas desvanecidas en 1830 cuando Charles Sturt siguió el curso del río más de 1.600 km hasta su desembocadura en el Outback, un lago salobre en la costa sur. Sturt confiaba tanto en la existencia de este mar interior que montó una expedición en 1844 con un barco de vela para poder navegarlo, en lugar de este mar se encontró con las dunas del desierto de Simpson. Tremendo palo el que se llevaron Sturt y sus acompañantes. El mismo Sturt escribió: “Parece como si la naturaleza hubiera cerrado a propósito este territorio al hombre civilizado”.

Edward Eyre fue el primero en cruzar Australia de este a oeste en 1841; de esta travesía solo sobrevivieron el propio Eyre y uno de sus guías aborígenes, que alcanzaron Albany cuatro meses después. Ludwig Lechhardt tras atravesar 4.800 km del Outback entre Brisbane y Darwin desapareció en el Red Centre en 1848.

En el invierno de 1860 partió de Melbourne la expedición más famosa y bien preparada, financiada por el gobierno con la esperanza de descubrir buenos pastos al norte, al mando de Burke y Willis, cuya meta era el golfo de Carpentaria, a más de 4.000 km. La expedición se dividió en un lugar del Outback meridional llamado Cooper Creek, donde se montó un campamento base y Burke y Willis con dos miembros más continuaron la aventura, alcanzando el golfo en febrero, en plena canícula, con temperaturas superiores a 50º y con terrenos que las lluvias monzónicas habían plagado de cocodrilos. Intentaron volver sobre sus pasos, uno de ellos murió y los tres restantes llegaron a caminar de noche, incluso arrojaron parte de las provisiones para intentar llegar más rápido al campamento base. Pero llegaron siete horas tarde, ya que al llegar se encontraron un mensaje grabado en la corteza de un eucalipto gigante en el que les decían que debajo del mismo había enterradas provisiones. No tuvieron fuerzas para volver a Melbourne. Burke y Willis murieron y el tercer explorador, King, sobrevivió gracias a los aborígenes.

En la misma época, el escocés Stuart (no confundir con Sturt) partió hacia el norte desde Adelaida para llegar a la actual Darwin, pero la enfermedad, los aborígenes hostiles y el tremendo calor le hicieron retroceder; su hazaña fue regresar con vida, aunque ciego. Con esta expedición se constató definitivamente que no existía un mar interior y sirvió además para establecer la ruta que seguiría la línea del telégrafo en 1872 y más tarde la carretera, que lleva su nombre por supuesto, la Stuart Highway.

En la década de 1880 estaba explorado casi todo el interior.

Cada año, los colonos se adentraban un poco más en los territorios aborígenes en busca de agua y pastos para su ganado, fueron llamados squatters o okupas y fueron artífices de masacres de grupos de aborígenes para defender “sus derechos sobre la tierra”. Con el tiempo, estos squatters llegaron a compromisos con las tribus, los aborígenes ocuparon puestos mal pagados en las granjas y a cambio podían permanecer en sus tierras.

La deportación de convictos cesó en la década de 1840, década a partir la cual se comenzaron a encontrar yacimientos de oro, estallando la primera fiebre del oro en mayo de 1851, con una estampida humana en búsqueda del metal en Bathurst, en Nueva Gales del Sur. 

En Victoria parecía haber oro por todas partes. Australia sufrió un aluvión de más de 90.000 buscadores, de China, Inglaterra, Irlanda y Estados Unidos.

Esta fiebre del oro desembocó en la Eureka Stockade, una sublevación provocada por la muerte de un buscador a manos de un hostelero, de la que no se hizo justicia, con el trasfondo de un fuerte impuesto por las prospecciones y por la cada vez menor aparición de oro en los yacimientos. La última gran fiebre del oro ocurrió en la década de 1890.

El día de Año Nuevo de 1901 se congregó en el Centennial Park de Sydney una multitud para conmemorar el nacimiento de una nación, la Commonwealth de Australia. Hasta entonces el continente había sido un mosaico de colonias, con mucha competitividad y nada de solidaridad entre ellas.

Con la nueva Constitución la reina Victoria y sus sucesores seguían siendo jefes del Estado, el gobernador general, representante de la Corona, seguía siendo nombrado por el monarca y la federación se regiría por el sistema parlamentario británico, y de hecho, el Parlamento británico podía derogar cualquier ley aprobada en el australiano.

Sydney y Melbourne rivalizaban por ser la capital del nuevo país y como no se llegaba a un a un acuerdo, en 1909 se decidió establecerla en una zona a medio camino entre las dos ciudades, creándose la ciudad de Canberra, que en aborigen significa “lugar de encuentro”.

A partir de 1910 el gobierno australiano impulsó una política proteccionista para segregar a los pueblos aborígenes, separando a las madres de sus hijos, principalmente si sospechaban que el padre no era aborigen, para entregarlos a parejas de blancos o a misiones. Esta práctica, conocida como generaciones robadas (Generación robada es una buena película de Phillip Noyce que trata el tema, basada en la historia real de una niña que fue apartada de su madre; el título original, Rabbit-proof fence hace referencia a la valle que servía para evitar la entrada masiva de conejos y que fue como el cordón umbilical de las niñas para volver con su madre en su huída), continuó hasta 1970. 



En 1914 Reino Unido entró en guerra con Alemania, y por lo tanto Australia también. El 25 de abril de 1915 los soldados australianos pasaron a la historia bélica y a la memoria del país en Gallipoli, una ciudad turca. Del cuerpo del ejército de Australia y Nueva Zelanda (ANZAC) cayeron 8.587 hombres en la lucha por controlar los Dardanelos contra la feroz defensa de los turcos, comandados por el luego presidente, héroe y mito Ataturk. Por todo el país hay monumentos conmemorativos dedicados a los que murieron en esta guerra. 



En los años veinte del siglo XX llegaron unos 300.000 inmigrantes a Australia, que vivía una época de gran desarrollo. La población del país sobrepasaba los seis millones de personas en 1925. Pero en 1929 la crisis económica mundial también afectó a Australia y los precios de la lana y el trigo, los dos productos más exportados, cayeron drásticamente. Hacia 1931 la mitad del país estaba desempleado.

Cuando la situación comenzaba a mejorar, de nuevo la guerra. Australia dejó claro que miraba a Estados Unidos, sin ningún remordimiento por los vínculos con el Reino Unido. La aviación japonesa bombardeó la ciudad y el puerto de Darwin, al norte del país, en febrero de 1942 y Broome (al noroeste) en marzo. Los británicos anunciaron que no tenían recursos disponibles para defender Australia, y el país se enfrentaba con una posibilidad de invasión japonesa. Pero para Estados Unidos, Australia representaba la última oportunidad de puente en el Pacífico cerca de Asia, con lo que tres meses más tarde, una fuerza conjunta estadounidense y australiana detenía a la flota nipona en batalla del mar de Coral. El país se alejaba de la madre patria, Reino Unido, para acercarse a los EEUU.

Tras la guerra, el país experimentó enormes cambios. El gobierno puso en marcha uno de los mayores programas de inmigración del siglo XX, y más de dos millones de personas llegaron al país, procedentes de países europeos asolados por la guerra: Italia, Alemania, Yugoslavia, Grecia y la región báltica. El país gozaba de buena salud y optimismo.

Los aborígenes no obtuvieron la ciudadanía ni el derecho al voto hasta 1967. En 1982, Edward Koiki Mabo (Eddie), un isleño de Torres Strait, se enfrentó al gobierno de Queensland alegando que su pueblo tenía derechos ancestrales sobre la tierra. Tras una lucha de diez años, la Cámara alta decidió que los aborígenes podían reclamar legalmente la tierra allá donde la conexión tradicional no se hubiera perdido. En febrero de 2008 el primer ministro, Kevin Rudd, pidió disculpas a las generaciones robadas.

Con el paso del tiempo, Australia es cada vez menos británica, pero en el referéndum de noviembre de 1999 salió con una mayoría del 55% de los votos seguir manteniendo a la reina como Jefe de Estado. 

Al final no ha sido tan breve, pero creo que son datos importantes a conocer, y si os ha interesado podréis profundizar más en la historia de este país, joven país pero con cicatrices abiertas.