6 de septiembre de 2011

Australia - Sydney - Royal Botanic Gardens (1)


Verde y azul, azul y verde

De nuevo volvemos atrás en el tiempo, durante la hora que teníamos de espera para la visita a la Opera House no teníamos muchos lugares donde ir, hacia el centro de la ciudad hubiera llevado demasiado y lo más cercano ya lo hemos visitado, así que solo nos queda entrar lo que nos dé el tiempo en los Royal Botanic Gardens. Sus caminos los utilizan a todas horas para correr sin parar los ciudadanos (agotada me han dejado de verlos).

El espléndido, precioso y espectacular jardín ocupa 30 Ha alrededor de Farm Cove, en los terrenos antes sagrados para los aborígenes y donde se instaló la primera granja de la colonia en 1788. Fue fundado en 1816 con unos caminos con arbustos ornamentales y desde su establecimiento ha investigado y conservado plantas de Australia y del resto del mundo. En el folleto para orientarse dentro de él hay una consigna estupenda: “Camina sobre la hierba, te invitamos a oler las flores, abrazar los árboles y hacer picnic sobre el césped”, y es que dan ganas de hacer todo esto y más en este lugar. 

Por un lado la bahía, que no se ve en la foto, al medio el césped incitador a todo, y por el otro los edificios del centro financiero. ¡Ay si Central Park lo hubieran planteado en una bonita bahía junto al mar!. A este jardín dan ganas de venir todos los días, y sentarse a no hacer nada, que la vista ya lo hará, y seguro que se gana en tranquilidad. 


También dan normas para la seguridad del jardín, de sus habitantes y de sus paseantes: no llevarse plantas o flores, no trepar a los árboles, no alimentar a los pájaros, con el aviso explícito, ¡muerden!. No se permite entrar con bicicletas, patines, animales ni juegos de pelota (para los niños malo, para los que desean disfrutar de la belleza del lugar sin sobresaltos muy bueno). 

Dejamos hacia atrás la visión del puente y de la Opera House, un continuo referente en la ciudad a cada paso que damos. Por el camino nos encontramos esculturas que recuerdan que este terreno era de los aborígenes eora, realmente curiosas y bonitas, y entramos en contacto con la fauna local, de nuevo el Ibis blanco campando a sus anchas, ahora se puede apreciar mejor, que este está más limpio, las franjas rojas en su “cuello” y el penacho de su cola y con otros pájaros de los que desconozco su nombre. 



También nos deleitamos con sus grandes árboles  y las bonitas flores.



A lo único que podemos acercarnos en la hora de espera para el tour a la Opera House es a la Government House, un enorme edificio neogótico construido en 1843, por el arquitecto que diseñó Buckingham Palace, como residencia del gobernador de Nueva Gales del Sur. Contó con el primer inodoro (¡que prosaico!) moderno de Australia, y el gobierno lo cedió al pueblo en 1996, pero esta cesión no la tengo yo muy clara, porque si es del pueblo ¿dónde están los ciudadanos?

Yo aquí escuchó la melodía de la serie británica Downton Abbey, la versión de la estupenda canción de The Police, Every breath you take



La casa se encuentra dentro de un jardín vallado, jardín que es igualmente precioso y cuenta con unas espectaculares vistas sobre la bahía, aquí es fácil vivir sí o sí. 


Desgraciadamente la casa no se puede visitar hoy y a estas horas, que visitable sí es, en un tour guiado de viernes a domingo; aunque afortunadamente, siempre el lado positivo, hoy es miércoles y no nos plantea ningún problema que se pudiera solapar con la visita concertada a la Opera House. 

Desde los jardines de la casa del Gobernador por supuesto una nueva visión de la Opera House (algo fantasmagórica quizás), que sus habitantes pasados no tuvieron la fortuna de ver, aunque seguramente no la hubieran entendido. Aquí es cuando volvemos hacia ella para nuestra visita guiada pero como ya lo hemos hecho seguimos visitando los Royal Botanic Gardens como hicimos nosotros después de comer. 

 
En el jardín hay bonitos paseos, bonitos y enormes árboles, fauna pajaril (los Ibis parecen sus dueños), algún cenador, esculturas, fuentes, estanques, monumentos, bancos, verde y más verde en praderas sin fin, pero sobre todo hay paz y tranquilidad, con unas vistas de infarto. 


De la fauna algunos de sus habitantes: el Masked Lapwing, el Common Myna (que no dejaba fotografiar el muy inquieto), el que pudiera ser un Sooty Oystercatcher pero no lo tengo muy claro porque ese nombre de las ostras...otro bonito pájaro que no identifico, porque se parece al Common Myna pero no es el mismo. Y no, no es que de repente me haya hecho una entendida en esto de los pájaros, es que nos compramos un pequeño folleto sobre ellos para intentar poner un poco de orden a los que vimos y oímos. Dos de cuatro no está muy mal para haber empezado en esto de la ornitologia, aunque no me veo con mucho futuro en ella.





Otro habitante, o mejor dicho muchos habitantes porque en una zona había más de veinte por lo menos, es la cacatúa de cresta amarilla, que hace honor a su nombre de cacatúa y ¿qué se estarán contando? ¿a quién estarán criticando?



Ahora vamos con la bonita y colorida flora, pero no me pidáis nombres que de esto no tengo folleto, aunque lo primero es lavanda que no olía demasiado y lo segundo claramente es una margarita naranja; aunque hay más flores: rojas, blancas, amarillas, lo que se dice, un jardín, que es donde estamos.



También vemos la acacia dorada, golden wattle, que es el símbolo nacional del país pero no hay ninguna foto buena para mostrárosla, ya que sólo había unos pequeños arbustos cerca del Conservatorio, edificio que recordaba a un castillo-fuerte de juguete, pero sin torreones, solo con muralla almenada, que estaba destinado a vivienda para los criados y establos del gobernador, y por su construcción desmedida al gobernador Macquarie le enviaron de vuelta a Londres. Sus semillas son usadas como alimento, como medicina y su madera para construir muebles, instrumentos y armas.  

De árboles, impresionantes ficus, ¡y yo que creía que era una planta de casa!, el primero de grandes troncos y gruesas ramas; aunque lo de las flores me descuadra, y el segundo un ficus macrophyllia, que crece sobre otro árbol estrangulándole, cuya fibra era usada por los aborígenes para confeccionar redes de pesca. 



También hay pinos Wollemi, una especie de pino que se creía extinguida pero de los cuales se han encontrado ejemplares cerca de Sydney, lo que sigue demostrando el medio ambiente tan especial que se ha conservado en Australia, y la razón de que lo traten de proteger con medidas que nos parecen raras: controlar las suelas de los zapatos de los turistas, no permitir el travase de plantas de un estado a otro...

En el árbol de los deseos, un pino de Norfolk Island,  hacemos lo que es menester: dar vueltas alrededor pidiendo un deseo. Esto es de los comienzos de Australia, la gente creía que ciertos árboles contenían espíritus que podrían conceder deseos al tocarlos o al darles tres vueltas hacia delante y tres vueltas hacia atrás (lo de hacia atrás no lo tengo claro, si era de espaldas o en dirección contraria pero no era cuestión de pillarse un mareo haciendo todas las combinaciones posibles). 

En el Herb Garden crecen hierbas aromáticas, culinarias y medicinales, cada una con su cartel identificador, además hay un reloj solar con forma de planeta en cuya circunferencia hay grabadas diferentes hierbas con sus nombres. Esto es lo que se podría llamar un sistema floral.

 
En el Pioneer Garden, dedicado a los primeros colonos, destaca una fuente con una escultura.  Al fondo se ven unas esculturas que conducen a una de las puertas de salida del jardín. 


De entre los monumentos en el jardín, vimos el dedicado al capitán Phillip, el primer gobernador de Nueva Gales del Sur.

 
Y el Choragic Monument, una copia del original que se encuentra en Atenas, mandado erigir por Lisícrates. 


Esta es el monumento original ateniense


No hemos terminado el paseo por los Botanic Gardens, todavía nos queda mucho por pasear y descubrir en este jardín.

Australia - Sydney - Sydney Opera House

La octava maravilla

Desde Circular Quay vamos a pasear por el lado contrario al de ayer, por supuesto con el fondo del Harbour Bridge. En este paseo  hay placas conmemorativas en el suelo, es el Writer’s Walk, en ellas hay el nombre de un escritor (principalmente australiano pero no necesariamente, también hay quienes no son del país pero lo han visitado), con alguna cita de un libro suyo. Vamos siguiendo los paseos y sus placas por las ciudades (de los modistos en NY, de los músicos en Viena…¿dónde hay más?)


Banjo Paterson es el poeta autor del himno no oficial de Australia, Waltzing Matilda. 





El paseo conduce a la majestuosa e impresionante (y eso que las fotos la hacen bastante justicia) Sydney Opera House. La Australian Opera Company compuso una ópera con el título de La octava maravilla en su honor y el 28 de junio de 2007 fue proclamada como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, honores merecidos. 



El edificio se levanta en el saliente de tierra conocido como Bennelong Point, nombre que recibe por un aborigen eora que vivió aquí, Bennelong, que fue intermediario entre los nuevos colonos y su pueblo, adoptando usos y costumbres de los blancos. Bennelong, como muchos de los de su tribu y otras tribus acabó sucumbiendo en el alcohol y la depresión ante los desmanes de los recién llegados. 

En 1955 se propuso un concurso para levantar la ópera de Sydney en este solar, donde antes había habido un fuerte y una terminal de tranvía, al que se presentaron 233 proyectos, ganando el del danés Jorn Utzon. 

La construcción comenzó en 1959, con un diseño que según Utzon se le ocurrió mientras desgajaba una naranja; aunque también asemejan a velas de barco, que es lo que a casi todo el mundo le recuerda, y casi se puede notar movimiento cuando se queda una contemplándola.


Desde el principio surgieron los problemas, los costos comenzaron a multiplicarse y la construcción a retrasarse. Una de las causas es que el terreno no era demasiado firme y necesitaba más ajustes de los estipulados. En 1966 Utzon, cansado y harto, abandonó la dirección y volvió a Dinamarca,  y el gobierno de Nueva Gales del Sur traspasó el proyecto a un equipo de arquitectos de Sydney. Para hacer frente al coste ascendente el gobierno utilizó las loterías para financiarlo, recaudando 102 millones de dólares, y también hizo un llamamiento para recoger fondos, reuniendo por este cauce 900.000 dólares. Al final, había costado diez veces más de lo previsto y se inauguraba con diez años de retraso por la reina Isabel en 1973. Por todo esto los ciudadanos la llamaron Soap (“culebrón”) Opera House. 

El tejado, o los tejados mejor dicho, que aparte de la forma de la construcción es lo que llama la atención por su blanco luminoso y radiante, tiene 67 m de altura y está compuesto por 27.230 toneladas de azulejos suecos, 1.056.000 millones de piezas, que no se notan hasta que no estás lo suficientemente cerca de ellas.


Después de disfrutarla por su exterior entramos, queremos enterarnos de sus visitas guiadas y comprar los tickets. 25AU$ en un tour, en inglés por supuesto. También hay un tour por la mañana muy temprano por detrás de los escenarios, pero este de momento no nos interesa; nos dan el turno de la 1.30 h y tenemos una hora por delante para gastarla en los alrededores, pero ya que estamos en la Opera House entremos a conocerla. 


Nuestro guía es el simpático y sonriente Neck, con un inglés-australiano no demasiado fuerte pero tampoco demasiado entendible para nosotros. Vamos con un audífono, con lo que no hay que separarse mucho de él para intentar no perderse demasiado de la explicación. 

Lo primero es ver un vídeo sobre su construcción, que se proyecta sobre las asombrosas piezas de hormigón de su interior. Del interior dicen que se asemeja al interior de una ballena, pero será porque yo no he estado nunca en el interior de ninguna que no tuve esa sensación en ningún momento, aunque con imaginación pueden ser “costillas gigantes” o un abanico desplegado. Lo que si me recordaron estas piezas fue a las películas de los años sesenta futuristas, a naves espaciales de cartón piedra. 


Entramos en la sala conocida como Studio, donde no se pueden hacer fotos. Es una sala multifuncional, con aspecto de cuadrilátero, donde se presentan todo tipo de espectáculos, principalmente alternativos, cuya característica especial es que se puede configurar según las necesidades del evento, moviendo y/o quitando asientos. Esta sala es una sinfonía en rojo: paredes y butacas de un rojo brillante y reluciente.

Después entramos en la sala más importante, el Concert Hall, la sala de mayor capacidad, donde se realizan espectáculos de todo tipo: ópera, danza, culturismo, pases de moda e incluso combates de sumo; como en la sala anterior también el escenario es configurable al evento. Está forrada en madera para conseguir su afamada acústica, los asientos son de un llamativo color rojo y se ve todo impoluto, como si no llevara más de treinta años utilizándose. Destaca su órgano, con más de 10.500 tubos, aunque no lo vemos completamente por estar tapado por el telón. La sala impresiona y al ver su sobriedad aunque con cierto toque minimalista es difícil pensar en un concierto de Kylie Minogue en ella.



Los plafones de vidrio que cuelgan del techo son para la orquesta, hacen que el sonido les reverbere y sepan que lo que tocan suena como debe; en principio son solo para la orquesta y no como los casetones del Musikverein de Viena que era también para el público.


Salimos al exterior, donde Neck nos muestra los azulejos y además contó algo interesante sobre ellos pero ninguno de nosotros terminó de pillarlo, por mucho que hicimos por entenderle y por mirar donde todo el mundo miraba asombrado; a lo mejor fue el detalle del número pero creo que fue algo técnico. 

Tras ello entramos en la sala de la Opera Theatre, con las mismas butacas que el Concert Hall, pero ahora las paredes están pintadas de negro para mantener la atención en el escenario. En ella suelen presentarse los espectáculos de ópera, ballet y danza. En el escenario están trabajando con los decorados, ahora se representa una versión modernizada de La bohéme de Puccini. 

Para finalizar la visita entramos en la Utzon Room, donde hay mural realizado por Jorn Utzon en 2004, que se inspiró en la música de Bach para su confección. Después de pasados más de treinta años de los problemas en la construcción y el abandono de Utzon, el gobierno de Nueva Gales del Sur contactó con él, ya octogenario, para remodelar el interior y él agradecido respondió, no en vano esta es su obra maestra. En la sala destacan sus vistas hacia la bahía, y que en él están terminando de montar las mesas para un evento, en el que habrá comida sin dudas, con lo que esta visita fue rápida para no molestar demasiado. 

Nuestro tour por la Opera House termina de nuevo con un vídeo sobre su desarrollo posterior. Personalmente de la construcción interior me esperaba mucho más, aunque no me ha decepcionado nada, con esas impresionantes placas de hormigón, pero seguro que un tour más extenso descubre más de sus secretos, como el de detrás del escenario.

Con esta visita ha dado la hora de comer y el hambre, y en el arco del paseo que conduce a la Opera House hay multitud de alternativas para hacerlo.


Hoy no nos arriesgamos con los vinos y preferimos una fresquita cerveza para acompañar nuestras hamburguesas. Para mí una más suave, light pero no tanto que tiene buen sabor y algo de alcohol, fabricada en la isla de Tasmania. 


Hemos visitado la Sydney Opera House pero todavía nos queda disfrutar de ella con diferentes vistas, distintos ángulos y diferente luz.