26 de marzo de 2012

España - Ráfales/Ráfels (Teruel)


Sin molino pero con aceite

Se nos termina el tiempo de vacaciones que estamos disfrutando a ritmo lento en la comarca del Matarraña, hoy volvemos a Madrid pero lo haremos viajando, que es lo que más nos gusta. Una casi norma establecida es que los viajes de ida en carretera los hacemos por la ruta más rápida y fácil pero la vuelta, dado que solemos ser madrugadores, nos gusta descubrir y explorar, aunque sea a vista rápida, nuevos lugares si nuestros compromisos y nuestro tiempo nos lo permiten. 

En esta ocasión salimos más tarde de lo previsto del hotel porque estuvimos de una gratificante conversación de desayuno, chefs de prestigio, maîtres de sabiduría en gin tonics y otros aspectos de la buena vida, clientes gastronómicos, clientes senderistas y nosotros, que somos un poco de todo, libamos de todos los aspectos posibles. 

Salimos del hotel a la A-1414 en dirección a Monroyo y a poca distancia surge una carretera, que no figura en el mapa de la guía Repsol de este año 2012 (tan nueva no puede ser para que no aparezca en este mapa...digo yo), que conduce a Ráfales, y allá que nos vamos. El paraje de esta carretera merece la pena, sigue el curso del río Tastavins, que desgraciadamente no lleva caudal de agua suficiente para verlo en esplendor, pero por el que sin duda merecerá la pena realizar rutas para caminar. 

Llegamos a Ráfales, cuyo casco urbano se ubica entre las cuencas de los ríos Tastavins y Guadalope.

Su historia es similar a la que hemos leído de otros pueblos, pero en esta ocasión no la encuentro escrita en la red. En la comarca del Matarraña se encuentran poblados paleolíticos, yacimientos del neolítico, vestigios romanos, algunos restos musulmanes, que dejaron numerosos topónimos. A partir de la reconquista llega la Orden de Calatrava, la guerra de Sucesión, las guerras carlistas, la guerra civil…demasiadas guerras. 

Antes de entrar al casco urbano hacemos una primera parada en el Molí de l’Hereu, un hotel en el que además se ha instalado un museo del aceite, pero nuestro gozo aceitero en un pozo, estaban de merecidas vacaciones y no pudimos visitarlo. Justo enfrente de este antiguo molino se halla un Jardín Botánico, pero aquí nuestra decisión fue dejarlo pendiente y entrar en la población.

Según vamos entrando volvemos a salir ya que seguimos la indicación que conduce a la Ermita de San Rafael, una construcción del siglo XVIII. 


La puerta de acceso se encuentra protegida por un porche adintelado y adosada a la ermita se encuentra la casa del ermitaño. 


La zona alrededor de la ermita tiene bastantes mesas de picnic o merenderos que no todo va a ser anglicismos teniendo nuestro propio vocabulario, lo que deja constancia que debe ser un lugar recurrente para pasar los días de buen tiempo. Y por supuesto, al estar en el cerro de San Rafael volvemos a tener vistas sobre el paisaje circundante.


Ahora ya sí entramos en el casco urbano, entrando directamente en la plaza Mayor, donde hay una fuente y donde destacan sobre todo las fachadas azulonas de algunas casas. 


En la plaza, aparte de los propios edificios que la rodean, destaca la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, construida en el siglo XIV sobre la base de otra iglesia que se comenzó a construir en el siglo XIII. 


Las obras se paralizaron en 1348 por una terrible peste, finalizando esta primera etapa constructiva a finales del siglo XV. En el siglo XVI se construyó un segundo tramo y finalmente en el XVII se amplió y se añadieron la portada, el torreón y la espadaña. 


Durante la Guerra Civil se destruyeron las imágenes del interior y fue utilizada como almacén por los anarcosindicalistas, ensanchando la portada para permitir el paso de camiones, siendo restituida a su forma original en una restauración.

En esta ocasión sí rodeamos la iglesia  para descubrir por la parte de atrás una escultura moderna, que aunque no nos desagrada nos impacta, supongo que en ciudades europeas más grandes estamos acostumbrados a estos contrastes pero no lo esperábamos en un pueblo de esta comarca (la escultura asoma en la parte izquierda de la foto).


Y descubrimos sus pequeños o grandes detalles, como una una ventana gótica.  



Lo que no hicimos, y es para hacerlo, es mirar bien sus curiosos canecillos, yo con la vista, propia de mi edad, no fui capaz de distinguirlos pero con el objetivo de la cámara se hubiera podido hacer. Uno de ellos es de los extrañamente eróticos que decoran muchas iglesias, en esta ocasión un falo bien grande con dos caras a los lados. 

La calle que baja desde la iglesia presenta soportales a los dos lados 


En los soportales del lado izquierdo se encuentra la Casa Consistorial que como ya viene siendo regla general presenta una Lonja, y en este caso se encuentra adosada a la muralla y a uno de sus portales de entrada a la villa. Fue edificada entre 1575 y 1589 en estilo renacentista. 


Junto a la Casa Consistorial se encuentra la cárcel, cuya puerta nos parece más baja y estrecha que las que hemos visto en otros pueblos, y esto ya es mucho porque ninguna se ha destacado por su amplitud. 


Si se continúa recto, pasando bajo el Ayuntamiento, se llega al Portal del Abrevadero, que recuerda el importante pasado que ejerció la ganadería pastoril en la comarca, ya que dentro del casco urbano existían corrales para las ovejas. 


Saliendo por este portal se sale también de la villa. 


Si por el contrario se gira a la izquierda en una composición arquitectónica de arcos (bonito rincón). Se entra por el Portal de San Roque, con una capilla dedicada al santo. El portal fue edificado posiblemente en el siglo XIV, añadiéndose posteriormente la capilla en estilo barroco en uno de sus laterales. 


Pasado el portal continuamos la calle disfrutando de su arquitectura, con casas pintadas en azulón, con calles transversales a modo de los típicos pasadizos cubiertos...con todo lo típico pero que nos sigue encandilando.




Tomamos la calle del Castillo, que conduce a lo que queda del mismo. Se entra al castillo por una portada en arco sobre la que se encuentra el escudo de la Orden de Calatrava.


En 1337 el rey Pedro IV el Ceremonioso otorgó a Ráfales el título de villa y la Orden de Calatrava mandó construir este castillo, seguramente sobre una edificación árabe. Del castillo quedan restos de paredes en el patio de armas, el arco de entrada, escudos con la cruz de los calatravos y uno con tres conchas. 




Tras perder su función defensiva el castillo acogió el hospital y el pósito municipal. Posteriormente se habitó como vivienda particular y corrales. De estas modificaciones supongo que surgió el balcón de madera en curva sobre la puerta de entrada. 


En una puerta lateral nos llaman la atención unos detalles bonitos de los que nuestra mente nos trae recuerdos de nuestros pueblos y de sus llaves imposibles de llevar en el bolso o en el bolsillo.


Volvemos a callejear por la villa para seguir descubriendo sus lugares, en este caso los recuerdos son de los hórreos gallegos, en menor escala y medida, pero parece que la función y utilidad son parecidas.  


Con esto finalizamos nuestra visita por Ráfales, por la comarca del Matarraña y el Maestrazgo y emprendemos el camino de vuelta hacia Madrid dando un pequeño rodeo. Por la TE-V-3005 salimos a la N-232, carretera que tomamos en dirección a Morella, pasando por la ya conocida Monroyo, a cuyas afueras hay uno de esos hoteles con encanto, aparte de curioso, con buena gastronomía al parecer, Consolación.

Pasamos por Morella, ya en la provincia de Castellón para volver a admirarla desde un mirador en la carretera, ya la habíamos visitado y nos dejo muy buen recuerdo, otra de las visitas que hay que apuntarse. 


Pasado Morella tomamos la CV-12 hasta su cruce con la CV-15 que tomamos en dirección hacia Villafranca del Cid, dejando pendiente la visión de Ares del Maestre, un pueblo que en nuestra visita anterior nos sorprendió por su ubicación y por su frío. Pasado Villafranca del Cid continuamos por la A-227 hasta Cantavieja, de nuevo en la provincia de Teruel, donde no hubo unanimidad para quedarnos a comer, grato recuerdo gastronómico tenemos de esta localidad, así como arquitectónico e histórico. 


Pasado Cantavieja, por la A-226 se encuentra el Puerto del Cuarto, donde paramos a comer con las viandas que gustosamente nos habían obsequiado en hotel La Torre del Visco, previa compra de unas barras de pan de leña en Villafranca del Cid creo recordar. 


Continuamos por la A-226 hasta Teruel, donde pretendíamos tomar un café, pero como fue imposible aparcar acabamos dando unas vueltas por la ciudad, que nos pareció increíble, con unos lugares magníficos, no en vano es la ciudad del mudéjar, pero aparte de esto tiene otros encantos, o eso nos pareció. 

Desde Teruel tomamos la autovía A-23 hasta Monreal del Campo y allí tomar la N-211 para hacer la vuelta por el camino de ida. 


Llegamos a Madrid felices y contentos, han sido cinco días gratificantes visual y gastronómicamente, además por primera vez hemos ido relajados, lo que se entiende como vacaciones por regla general, y nos ha sentado muy bien. Nuestras almas siguen doloridas porque hay heridas que sólo el tiempo ayuda a cicatrizar para que no sangren, pero entendemos que la vida sigue y ella nos lo ha enseñado demasiado bien, en lo bueno y en lo malo. 

El Maestrazgo, la comarca del Matarraña son zonas a descubrir y con las que maravillarse en sus parajes y villas, y es que TERUEL EXISTE y que nuestros ojos puedan seguir viéndolo. 


21 de marzo de 2012

España - La Fresneda/La Freixneda (Teruel)


Libertarias

Comienza un nuevo día y salimos desde Fuentespalda por la A-1414 hasta Valderrobres, donde tomamos la A-231 hasta La Fresneda (hay dos entradas por esta carretera, la primera creo que fue la que tomamos nosotros más que nada por ver el cartel indicador). 

Posiblemente en la Edad del Bronce o del Hierro, cuando aparecen pequeños poblados permanentes situados en cerros elevados en toda la península, pudo comenzar la ocupación de la pequeña colina de Santa Bárbara o del anejo cerro del castillo. 

Se conocen varios asentamientos ibéricos y apenas restos romanos, hispano visigodos o islámicos en esta zona aunque posiblemente existiera un pequeño asentamiento musulmán en la parte alta del núcleo urbano.

La villa fue conquistada en 1170 por Alfonso II y formó parte de la donación que el monarca hizo a la templaria Orden de Calatrava.

El 14 de diciembre de 1283 el rey Pedro III le concedió el título de villa. 

Tras la muerte de Carlos de Viana en 1462, el comendador de La Fresneda, con la ayuda de los vecinos, atacó la cercana villa de Calaceite, ferviente partidaria del príncipe, y aquel mismo año, las encomiendas de La Fresneda y Monroyo combatieron junto a la fuerzas de Juan II contra las tropas de Tortosa establecidas en Cretas. 

En 1643, durante la guerra de Els Segadors, las tropas contrarias a Felipe IV de Castilla sitiaron la villa. 

Durante la guerra de Sucesión, en 1706, la villa estaba en manos del ejército austriacista. 

Durante la primera guerra carlista, el general Cabrera se apoderó de la villa. A finales de 1839, Cabrera, antes de abandonar La Fresneda, ordenó destruir el castillo y los edificios fortificados para evitar su uso por las tropas contrarias. 

En 1911 se constituyó el Centro Republicano de La Fresneda y cinco años más tarde se creó el Centro Obrero, adherido primero al Partido Socialista. Los propietarios de las tierras, por su parte, fundaron el Sindicato Católico Agrícola, en un intento de restar fuerza a la agrupación obrera. En 1923 el Centro Obrero fue clausurado por orden gubernativa y no volvió a abrir hasta 1925; y en 1931 era controlado por la CNT y en 1922 su local fue saqueado. 

En 1936 La Fresneda era fiel a la República y se constituyó un comité revolucionario, decretándose la colectivización de las tierras y la abolición de la moneda estatal, que fue sustituida por una moneda local. Al final de la guerra, entre 1939 y 1947, se registraron movimientos maquis en la comarca y mucha gente emigró. 

Entrando a La Fresneda por la carretera la visión que se obtiene ya gusta, destacando claramente tres elementos de derecha a izquierda: iglesia, restos de castillo y ermita.  


Entramos a la villa por la calle del Pilar y nada más entrar, en una pequeña plaza, se encuentra la Capilla de la Virgen del Pilar, construida en estilo barroco a finales del siglo XVII, posiblemente sobre el solar de una antigua capilla dedicada a San Bartolomé. 

Su fachada es uno de los ejemplos más brillantes de la portada retablo-aragonesa, presentando un perfil curvo. Sobre la puerta el escudo de la villa, con un fresno, y la hornacina con la estatua de la Virgen. 

En ella se celebran las misas dominicales, ya que como veremos la situación de la iglesia parroquial es mejor para las vistas pero más difícil para llegar, sobre todo teniendo en cuenta que la juventud a misa va poco y en celebraciones por regla general, así que esta es más cómoda de acceder. 


La plaza por supuesto es la plaza del Pilar, que antes se llamaba Sanctus. Frente a la capilla una fuente. 


Continuamos andando por la calle del Pilar, a la izquierda hay soportales y a la derecha se encuentra el Palacio de la Encomienda. Cuando tras la conquista de la villa a los árabes es donada a la Orden de la Calatrava, el comendador tenía la residencia en el castillo, pero las dificultades de acceso y sus limitaciones para ser utilizado al tiempo como vivienda y almacén de los diezmos, hicieron que la residencia fuera trasladada a este palacio, que además pasó a ser la sede de la Orden en la villa.

El palacio se construyó en el siglo XVI en estilo renacentista y en la planta baja se almacenaban los diezmos, cereales vino y aceite. 

Actualmente es de propiedad privada, donde se vende aceite, y como dato curioso, tanto este palacio como el ayuntamiento están reproducidos en el Pueblo Español de Barcelona. 


Giramos desde la calle del Pilar a la calle Mayor, una calle con soportales en curva en su parte derecha que la hacen muy atractiva. 


La calle Mayor es cortada transversalmente por los típicos callejones con techos de madera entramada, y de nombres tan sugerentes como Sosiego o Silencio.

En el lado izquierdo de la calle Mayor se sitúa la antigua cárcel, las mazmorras, en la parte baja de la Casa Consistorial. Por primera vez en esta sucesión de pueblos de la comarca del Maestrazgo podemos visitar la cárcel, 1€ si se visitan la mazmorras para presos comunes y 2€ si también se visita la que llaman cárcel de lujo; por supuesto que visitamos las dos (la oficina de información se encuentra justo al lado de la cárcel y es donde se compra el ticket para la visita, que se realiza con la propia encargada de la oficina). 


La primera estancia era la vivienda del carcelero (que podía vivir con su familia, y más parece otra condena que un trabajo el habitáculo, pero para la época sería hasta un lujo tener un techo). 


Detrás de esta habitación hay otra, sin ventilación ni iluminación (la pasada sería con velas, la presente es con una linterna de la guía), donde se encuentra el pozo al que tiraban a los presos, este pozo era como una cárcel de seguridad pero seguridad no es lo que deberían sentir allí dentro precisamente. 

Por una escalera se sube a la segunda planta, desde donde se puede volver a ver el agujero del pozo, pero la oscuridad que inunda la sala de abajo no tiene nada que ver con la luz de esta sala. Por supuesto, por si no tuvieran bastante con estar encerrados en el pozo este agujero también servía para sanitario de los demás presos…mejor muerto que encarcelado. 


Los de arriba tenían vistas a la calle, un lujo comparado con los del pozo.


Salimos de la cárcel de los presos de baja clase para dirigirnos hacia el otro lado de la Casa Consistorial, por donde se entra a la que llaman cárcel de lujo, para los nobles, religiosos y militares, situada en el primer piso de este edificio.

Primero en una sala grande se ven unos paneles con información sobre la cárcel, así como un mapa de todas las mazmorras que se pueden visitar (si se encuentran abiertas claro que nosotros sólo hemos tenido la suerte de encontrar esta) en la comarca del Matarraña. 

A la cárcel se entra por una puerta pequeña (aunque realmente todas las puertas de las cárceles que hemos visto son pequeñas, bajas), cuya razón parece ser que era para que se inclinaran los altivos nobles al ser encerrados. 


La cárcel conserva su antiguo suelo de baldosas de cerámica, y en él se pueden ver los graffitis de los presos, dibujos realizados con objetos punzantes: en muchos casos árboles, se asemejan a cipreses pero ¿el árbol de La Fresneda no es el fresno?; también símbolos religiosos, como las cruces, y juegos, algo así como un tres en raya. 


Uno de estos dibujos es llamativo por su buena realización, círculos realizados a compás (mañosos algunos presos serían con los elementos de los que dispusieran) con decoración interior de hojas. 


En las paredes también se pueden ver estos graffitis, en algunos casos son los típicos del recuento de días (bastantes losas con estos “palotes”). 

Otros dibujos son más llamativos, tanto por el color rojo con el que se hicieron, utilizando óxido de hierro, como por sus formas y motivos. 


Uno de estos dibujos parece ser la representación de la Virgen de Gracia. 


Sobre todo destaca una figura de casi un metro de altura, con un curioso gorro en la cabeza…dicen que pudiera ser la representación del diablo. 


Junto a la puerta de salida dos elementos: una letrina, ya que los nobles tendrían que seguir siendo nobles en estas necesidades fisiológicas también, y la pequeña ventana por la que vigilaban los carceleros. 


Terminada la visita volvemos a donde nos desviamos para hacerla, a la calle Mayor, junto a la cárcel de los presos no tan nobles. Esta calle como es natural desemboca en la plaza Mayor, de forma curiosamente triangular. 

En la plaza destaca el edificio de la Casa Consistorial, que es uno de los más monumentales de la provincia. La construcción data de 1576 y en su fachada destacan un balcón corrido y una galería de arquillos. Las dos torres cilíndricas de los extremos, así como el almenaje, aportan un aire fortificado.  Sobre el balcón el escudo de la villa con el fresno.


En la planta inferior de la Casa Consistorial se encuentra la típica Lonja, con tres arcos que dan a la calle Mayor y uno hacia la plaza Mayor. 


Los soportales de la calle Mayor no se cortan a la altura del Ayuntamiento sino que continúan durante este tramo de la plaza, cuyo piso sigue estando a un nivel algo inferior a la plaza. En el lado opuesto hay mansiones también con pórticos en su planta inferior. 


En esta plaza se rodaron escenas de una película española, Libertarias, dirigida por Vicente Aranda, y es que parecía que el cine no nos acompañaría en este viaje, pero siempre lo hace, afortunadamente, porque me reitero en la creencia que el cine es cultura aparte de diversión. 


Al fondo de la plaza, frente al Ayuntamiento se levanta el Portal de Xifré, un portal de entrada a la villa cuando estaba fortificada que marca el vértice del triángulo que forma la plaza Mayor. 


Nosotros seguimos los carteles que indican que tomemos la calle hacia la izquierda, dejando a nuestra derecha, antes de llegar al portal, la calle Pescadería que supuestamente conduciría al barrio de la judería, pero no hay datos históricos que confirmen este dato. 


Por la calle de la izquierda antes del portal de Xifré se acaba saliendo a la calle Subida a la Iglesia, que con este nombre conduce a la que fue la iglesia parroquial de la ciudad, iglesia de Santa María la Mayor, también conocida como de la Virgen de las Nieves, situada en alto y por ello solo utilizada en ocasiones especiales, siendo la Capilla del Pilar en la que se celebran las misas como ya comenté al principio. La iglesia se construyó en los siglos XVII y XVIII en estilo barroco en el lugar que antes ocupaba una iglesia gótica de la que se reutilizaron algunas capillas laterales. 


Como cosa rara no vimos (puede que no lo viéramos porque nos lo saltáramos) un panel informativo, como nos vamos encontrando en todas las villas, sobre la construcción y detalles de la iglesia. 



Haciendo caso a la señorita que nos atendió en la oficina de turismo y nos acompañó en la visita a las cárceles, decidimos continuar el camino, que sigue subiendo y eso a pesar del fuerte aire que nos azotaba y nos impedía caminar en ocasiones.

Alcanzamos lo que sería un antiguo y pequeño cementerio perteneciente a la iglesia, con alguna lápida curiosa, cuyo dibujo más parece una mofa que de de un señor mosén como se explica en ella.


Como siempre la altura se recompensa con las vistas. 



En este camino si no estamos equivocados se pasa por el Jardín del Calvario pero allí no había jardín con lo que si lo era realmente no se podía identificar como jardín, pero claro, el tiempo y sobre todo si el viento sopla de esta manera no hay Cristo que se mantenga en pie, con lo que las flores saldrán cuando puedan.

Se alcanza el antiguo cementerio, con algunas estelas del cementerio parroquial, aunque en el suelo ya no hay muertos, se encuentran en los nichos de los muros. Fue construido en 1884 al abandonarse el existente junto a la Iglesia de Santa María, siendo utilizado hasta los años 30 del siglo XX. Desde el fondo del cementerio se ven claramente los restos del castillo y la torre de la iglesia.



Detrás del cementerio hay un prominente peñasco, posiblemente los restos de una antigua cantera, y bajo él se conserva un pozo de recogida de aguas pluviales que estuvo en uso hasta mediados del siglo XX.


El viento continúa soplando fuerte, demasiado fuerte porque o bien nos para o bien nos empuja y ninguna de las acciones nos gusta, pero decidimos continuar e intentar llegar hasta la colina donde se alza la Ermita de Santa Bárbara


Una vez comenzada la subida hay una pequeña capilla, más bien lo que queda de ella, donde los habitantes de La Fresneda han instalado en estas fechas navideñas un Belén. 


Con decisión afrontamos la subida por el camino del Calvario, una escalera en parte excavada en la roca flanqueada por su lado exterior por cipreses a los que les faltan sus ramas bajas porque eran cogidos por los vecinos en las antiguas procesiones. 


Desde este punto se obtiene una bonita panorámica del pueblo, la Iglesia de Santa María, los restos del castillo y el cementerio. 


Para por fin llegar a los restos de la ermita, que contradice los cánones de construcción de los edificios religiosos, ya que tenían la costumbre de orientarlos hacia donde nace el sol, y en este caso está orientada al noreste sin buscar la luz del astro. Está fechada en 1760 pero fue destruida durante las guerras carlistas por el general Cabrera por su importante situación estrátegica al estar situada frente al castillo. 

La entrada presenta un pórtico abierto por sus tres lados por arcos. 


Según las explicaciones recogidas por Jesús Ávila en el libro Matarraña insólito, su planta no era rectangular, sino que evoca desde arriba una cruz de ocho beatitudes basándose en la más sagrada de las cruces templarias, con lo que su construcción original entronca con esta orden, que elegirían este emplazamiento por sus connotaciones astrológicas.


La ermita fue reconstruida en 1891 pero con el paso del tiempo se fue deteriorando hasta encontrarse como la vemos. 



La localización de la ermita, se relaciona con un centro de observación astronómica relacionado con la Luna. Como ya he mencionado, la ermita se orienta hacia el Noreste, donde la Luna alcanza su posición más septentrional, posición que se repite cada 18 años y 10 días, conocida como el cielo de Saros. Este observatorio tenía como finalidad la predicción de eclipses, fenómeno astral que cuando se producía, sumía a los miembros de la tribu prehistórica en una profunda depresión, al pensar que iban a producirse catástrofes y terribles males. Saber predecir los eclipses constituía uno de los valores más importantes de la clase sacerdotal del clan, como los druidas celtas. 


Rodeamos la ermita continuando el camino del Calvario.


En la colina de Santa Bárbara se encuentran muchos detalles curiosos y copio del libro Matarraña insólito: "restos arqueológicos y antropológicos en forma de yacimientos, grabados, monumentos prehistóricos, altares de oración, grutas… pertenecientes a diferentes momentos históricos, alzados por pueblos que sabían de la fuerza y energía del enclave..." (me gusta el aura de misterio con el que está redactado el libro de Jesús Avila, con sus más y sus menos, pero tiene su enganche). 

Así, abundan las cazoletas o cullas en el paisaje alrededor de la colina, pero nosotros solo fuimos capaces de localizar una de ellas, y tenemos nuestras dudas de que sean más nuestras ganas de verla de que lo sea en sí misma porque no parece de gran profundidad y parece más obra natural que humana. Estas cazoletas hablan de la posición del sol, de los astros, de la energía…Nos recuerda, a su manera o mejor dicho a nuestra imaginación, a las lingas y yonis de Vietnam y Camboya. El ser humano, en cualquier parte del mundo, sin su misticismo parece que no puede vivir.

 
Desde el año 2003, se celebra en la colina la fiesta del solsticio de verano para disfrutar del amanecer cada 21 de junio. 


El viento no era el mejor compañero para pasear por la colina y acercarse a los bordes en busca de más cazoletas y más signos, pero aún así se pueden disfrutar las vistas. 
 
 
Lo que si vimos, y es que realmente era difícil no verlo, fue la espiral de nueve vueltas, en teoría relacionada con los templarios y como el simple juego de la oca que sería una representación del Camino de Santiago…y es que la vida si no es una espiral bien parece un círculo; aunque sobre esto se han escrito teorías y no hechos.


Bajamos de nuevo a la villa, decidiendo no acercarnos hasta las ruinas del castillo, los restos de un torreón, que aunque unas ruinas siempre nos gustan y hasta nos pueden sorprender, el viento nos hizo desistir de intentar la subida. Se ha habilitado una escalera metálica para subir a él y disfrutar de las vistas un poco más altos. 

Así que de nuevo en la villa, disfrutamos de sus calles.



Salimos dónde comenzamos, a la plaza del Pilar y dada la hora que es decidimos comer en La Fresneda, y me parece que sólo teníamos dos opciones a razón de lo visto, una era un mesón y otro era en un lugar cercano a este plaza que además nos interesaba curiosear, el Hotel El Convent


Este hotel se ha instalado en el Convento de los Mínimos. La relación de la Orden de los Mínimos de San Francisco de Paula con La Fresneda se remonta a 1580, cuando la villa y la encomienda donan a esta orden la Ermita del Monte de la Mangranera, actual Santuario de la Virgen de Gracia (nuestra última visita en la villa que haremos al final) y lugar donde se había encontrado la figura de una Virgen. 

La orden estableció allí un monasterio pero las duras condiciones climáticas les hicieron volver a La Fresneda, iniciándose la construcción de este convento en 1593 e instalándose la comunidad de monjes en 1595. En el comienzo del siglo XVII se añadió una iglesia. 

La Guerra de Sucesión y las guerras carlistas hicieron estragos en el edificio, quedando en pie solamente la fachada y parte de sus muros exteriores. En el siglo XIX, con la Desamortización de Mendizábal el convento pasó a manos privadas, como sigue en la actualidad, conservándose la planta original con un claustro central. 


Afortunadamente nos dan de comer, y como mi estómago estaba algo revuelto no pude disfrutar de las viandas, comida y bebida, como se debía, aunque si eche en falta en la carta un buen ternasco aragonés. 
Lo que descubrimos, que desconocíamos, es una rica cerveza zaragozana, Ambar


Ya que gracias a este convento hemos conocido la existencia del Santuario de la Virgen de Gracia, después de comer nos dirigimos hacia él, siguiendo los carteles que lo indican saliendo de la población, y lo hacemos por una pista de tierra en buen estado que se adentra en el barranc de Les Canals.


Según cuenta la leyenda, una pastorcilla de Valjunquera se encontró en la cueva del monte de Mangranera la figura de una Virgen y se la llevó a su pueblo, pero al cabo de unos días la imagen desapareció para volver a este lugar, por lo que decidieron construir una ermita en honor a la Virgen de Gracia. 

En el santuario se encuentran los dos edificios principales que lo componían, la iglesia y el convento, así como  el arco de entrada al conjunto y otros edificios secundarios.



En 1580, la villa y la Encomienda de La Fresneda cedieron la ermita y su terreno a la Orden de San Francisco de Paula como vimos en el convento de Mínimos de la villa, levantando un monasterio que tuvieron que abandonar por las dificultades de habitabilidad. Este nuevo asentamiento urbano no significó el olvido de este santuario y tras varios litigios por la posesión del terreno fallados a favor de la orden, los franciscanos construyeron un nuevo convento en el siglo XVIII, distribuido en cuatro plantas y provisto de celdas y servicios para la comunidad religiosa y los peregrinos, que además se comunicaba con la capilla de la Virgen. 


A partir de 1795 se construye una gran iglesia de tres naves integrando la capilla original. Lo que en mejor estado se conserva es la fachada de dos cuerpos con la hornacina que contiene una imagen de la Virgen. 



La cabecera de la iglesia se apoya en la cueva con una girola entre ésta y el altar mayor, pero del interior no se conserva nada.



Impresiona recorrer las ruinas de la iglesia y el convento, es una sensación entre mística y película de terror, entre tristeza y alegría (si, alegría, será por la Virgen de Gracia). Existen carteles de advertencia para que no se entre por posibles derrumbamientos pero los obviamos un poco, no demasiado, que lo nuestro tampoco es jugar a ser Indianas  Jones, solo lo justo para disfrutar del tiempo y el lugar. 



Una inscripción en la fachada recuerda la funcionalidad del convento como hospedaje de peregrinos.

 
En una de las fachadas laterales del convento y en una construcción anexa se ve cómo se aprovechó la piedra de la montaña para sus construcciones. 



El santuario es un lugar para descubrir sin lugar a dudas, y para respetar, tanto sus piedras como su entorno natural. 


En La Fresneda hemos dejado bastantes lugares pendientes por conocer, sobre todo en los alrededores, pero en un solo día habría que ir a paso de marcha rápida para verlos (molinos, hornos, fuentes, el lavadero, capillas en las afueras, pozos de nieve, cruceros…) y nosotros en esta ocasión hemos venido de vacaciones de relax, sin prisas, como mucho con las pausas necesarias.