31 de mayo de 2012

España - Valle de las Batuecas - Monasterio del Desierto de San José (Salamanca)


¡Estás embobado! 

Desde La Alberca tomamos la carretera que se adentra en uno de los valles de la Sierra de Francia, el Valle de las Batuecas, del que dicen que uno de los más hermosos de esta sierra, pero claro, si en la villa comenzaba a nevar, al subir un puerto de montaña la nieve ha sido más abundante y ha cuajado más rápidamente. 


Sin saber si podremos seguir o no, decidimos continuar la carretera, si la Guardia Civil no ha cortado el paso se supone que se puede conducir, y además llevamos cadenas por si la cosa se pusiera realmente mal, aunque lo mejor sería dar la vuelta en este caso y dejar el turismo para mejor ocasión metereológica.
 
Alcanzamos el Puerto del Portillo, a 1.230 m de altitud. 


Lo malo es que desde el mirador de este puerto se tenían que contemplar unas buenas y bonitas vistas del valle, pero la niebla impide cualquier visión, aunque el paisaje nevado tiene su punto, yo y mi fijación por la nieve, como en La Acebeda


Bajando el puerto nos adentramos en el Valle de las Batuecas, que comunica con otra zona desconocida todavía para nosotros, y que no hemos podido explorar en esta ocasión, que es la de Las Hurdes. La nieve desaparece, y la niebla se va moviendo y disipando, con lo que de vez en cuando nos deja ver el paisaje, lo difícil es encontrar un lugar donde aparcar bien el coche, que no es cuestión de dejarlo mal puesto para los demás conductores, aunque no había mucha circulación.


Al fondo del valle hay un pequeño parking para hacer dos pequeñas rutas, la primera conduce al Monasterio del Desierto de San José, a poco más de un kilómetro. La primera parte se realiza por una pasarela de madera con paneles explicativos sobre la fauna y flora del lugar. 



El camino se hace bien cruzando el río Batuecas o bien caminando a su orilla, y además el río baja cargado de agua, no parece que la sequía en esta zona haya hecho estragos como en el resto de España. 


En el sotobosque las plantas viven bajo los grandes árboles que las cobijan; se puede ver lavanda, brezo, jara, piorno serrano, aunque ver nosotros no vimos mucho ya que las plantas no habían florecido como debían. 

Las estampas del bosque con el musgo son muy diferentes a las coloridas de las primavera en flor, pero así parece el escenario de un cuento, de aspecto algo tenebroso con las ramas retorcidas de algunos de sus árboles.



El valle fue el lugar elegido por los padres carmelitas en el siglo XVI para fundar el Desierto de San José, terminándose en 1688. El monasterio ha sufrido varios incendios y un progresivo deterioro que lo llevó prácticamente a la ruina, hasta que en el siglo XX se reconstruye, instalándose nuevamente los carmelitas en él en 1950. 


El convento no es visitable (salvo petición expresa y realizada con anterioridad), con lo que lo único que se puede hacer es quedarse a sus puertas y caminar algo junto al muro que lo encierra. 

Viendo el lugar donde se ubica el monasterio se entiende sin ninguna explicación la expresión “estar en las Batuecas”, como sinónimo de embobamiento. 


En el Centro de Interpretación de las Batuecas se reproduce el monasterio y la vida monástica, pero como era lunes nuestro día de visita estaba cerrado, aunque nos produjo la sensación de no tener mucho movimiento o actividad desde hace tiempo (esto es impresión nuestra y no confirmación). 

Desde el monasterio continúa una ruta, de algo más de un kilómetro, que conduce a las pinturas rupestres de Cabras Pintadas, datadas en torno a los 7.000-5.000 años. 

El comienzo de la ruta ya de por si apetece hacerlo, pero no estábamos preparados para hacerla, la mente también tiene su punto para estas acitividades a pesar de lo corta que es, aparte de que el tiempo no acompañaba si de repente le daba por ponerse a llover fuerte, si hubiera brillado el sol por lo menos lo hubiéramos intentado.


Se tiene que seguir el curso del río Batuecas, que como baja fuerte de agua no sería de extrañar tener que meterse de “patas en él”. 


Nos hubiera gustado continuar ruta por carretera por otros pueblos, pero como teníamos que comer y el día anterior lo habíamos hecho tan bien en el Restaurante Mirasierra, volvimos a Mogarraz para dar buena cuenta de nuevas y ricas viandas. 


28 de mayo de 2012

España - La Alberca (Salamanca) - Casa Museo Sátur Juanela - Plaza del Padre Arsenio - El Humilladero - Ermita de San Antonio


El homenaje de un nieto a sus abuelos

Tras la visita a la iglesia nos quedan algunos puntos de la villa por conocer, pero antes de emprender este camino de salida entramos a visitar la Casa Museo Sátur Juanela, la casa de unos albercanos donde criaron a sus cuatro hijos y a algunos de sus nietos, entre ellos, Sátur, que  en colaboración con su esposa, devoción y buen saber han hecho una preciosa labor, para que los que no sepan lo que es vivir en un pueblo puedan conocerlo a través de las vivencias de los demás; y es que los pueblos ya no son lo mismo que fueron pero no hay que olvidarlos jamás. 

Las casas albercanas suelen ser de tres plantas, y los niveles se disponen en saliente, de modo que los grandes voladizos y aleros de las casas se juntan en altura produciendo sombra en el interior de la calle, aparte de una protección casi natural a la lluvia y la nieve. 

Se accede a la casa por la planta baja, que era donde se encontraban las cuadras, y que Sátur ha decorado con todo lujo de detalles, de aparejos de labranza y otras faenas, solo faltaban los animales. Aparte de encontrarse la taquilla para pagar la entrada, 2,5€, también hay una tienda de recuerdos, incluyendo artículos comestibles, como perrunillas y galletas. 


En el primer piso se situaban los dormitorios, que no sólo eran dormitorios al uso actual, eran salas multiusos. En el techo sobre las escaleras un hueco albergaba el llamado noque del estraperlo, donde se escondían los productos que llegaban de contrabando de Portugal, una manera más de ganarse la vida en unos años de pobreza o miseria o malas cosechas…de todo un poco. 

Hay dos grandes salas, la primera es la sala de adelante o de diario, donde destaca sobre todo a nuestros ojos de pueblo, un gran brasero, ¡la de tardes de invierno que habremos pasado comiendo pipas y frutos secos a su calor! y las historias contadas a su alrededor...letras de amor y cariño.


Alrededor de la sala hay tres huecos o salas, uno es la alcoba de diario (el de matrimonio Juanela, en la fotografía), otro es la alcoba del mozo (para los hijos mayores) y otro más pequeño era la alcoba de los niños, donde se colocaba la cuna, y ahora incluso tiene el detalle de un taca-taca de madera. 

Los colchones se rellenaban de vainas secas de judías, de envolturas de mazorca o de mazorcas, lo que no parece muy mullido, dato que Sátur que nos confirmó. Yo no conocí estos tipos de colchones, mi cuerpo recuerda los rellenos de lana de oveja, que había que golpear a menudo para que estuviera blanda y bien asentada para que no estuviera dura, pero creo que nada que ver unos con otros.

A mí estas habitaciones, pegadas a los muros me daban sensación de frío, a pesar del brasero colocado en el centro, que yo por la noche hubiera arrimado a mi cama haciendo trampas respecto al resto de los durmientes. 


En este primer piso, hacia el otro lado del pequeño pasillo, se encuentra la sala de atrás o sala buena, donde se celebraban los acontecimientos familiares: bodas, bautizos, comuniones…, donde no falta un detalle por colocar en la alacena o en las paredes. 


En esta sala hay otros dos pequeños huecos o salas en uno de los lados. El primero corresponde a la alcoba buena, que era el cuarto de huéspedes y también donde se cuidaba a los enfermos; el segundo es el cuarto de las patatas o despensa, donde se guardaban alimentos para agasajar en las celebraciones o visitas de los familiares o amigos. 

En el segundo piso casi todo gira en relación a la cocina y a los alimentos. La cocina, casi en el centro de la planta, está decorada cual si hubieran terminado de comer; un lugar donde encontrarse todos y donde contarse el día. Un cuarto trasero en esta cocina aloja la despensa


Hacia un lado de este piso se encuentra el que llaman campocasa, un espacio iluminado (aunque no lo parezca por la foto, pero es que el día era más allá de negro por las nubes y la lluvia) donde reunirse en torno a un brasero. Junto a la cocina era el corazón de la casa. En los muebles se exponía la loza más vistosa y mejor que poseía la familia. 


Desde esta sala se accede a un balcón, la solana, que aparte de tener vistas a la calle para ver qué pasaba en ella, se utilizaba para secar frutos y para ventilar la casa. 


El tercer piso, el sobrao, era almacén de alimentos y materiales, donde se realizaban varias tareas, y en las que Sátur proyecta un vídeo muy instructivo sobre la construcción de la casa, y las costumbres de La Alberca, que podrían ser de cualquier pueblo de la geografía española, con la diferencia de los trajes (que ahora son regionales y antes eran de diario) que se visten en unos u otros pueblos. 

Por un lado se encuentra el horno del pan, donde se cocía el pan para varios días, tanto de trigo como de centeno. 


Por otro, las mazorcas con las que rellenar colchones o hacer cestos con las envolturas, además de la elaboración de muebles y su labrado, a los que también se dedicaba el abuelo Juanela, éste era su pequeño taller. 



En y desde el piso de arriba se observan dos detalles alimentarios: por uno, las castañas, que con calor y humo se convertían en castañas pilongas porque se podían almacenar más tiempo que frescas, y por otro, la chacina, los embutidos, que se curaban y ahumaban con el humo del fuego de la cocina. El cuarto de la chacina se encontraba en el segundo piso, detrás de la despensa de la cocina. 


En el interior, una de las paredes nos muestra el entramado, no se ha enfoscado en la rehabilitación de la casa de blanco como era lo normal hacerlo para que podamos verlo. 


En la Sierra de Francia  en la artesanía destacan los trabajos de bordados, que se suelen lucir en los trajes típicos, pero también los típicos “paños de nuestras abuelas”. 


La casa está llena de múltiples detalles: los muebles, la loza, la ropa de cama, los utensilios, las puertas…hay que llevar los ojos bien abiertos y con ganas de descubrir cosas o de redescubrirlas para aquellos que las han conocido en sus pueblos, con sus abuelos. 

Gracias Sátur por tu labor, por tus recuerdos, por el hermoso homenaje a tus abuelos, por recordarnos nuestros orígenes y por hacernos partícipe de alguna manera. 


Pedirle a Sátur que os enseñe la “caja fuerte” de la abuela, aunque seguramente él lo hara al finalizar la visita, que termina con un chupito y una degustación de unas galletas pequeñas redondas que están para pillarse un empacho y unas perrunillas. 

Salimos del casco histórico de La Alberca nevando pero sin cuajar, por la calle del Tablado para llegar a la plaza del padre Arsenio, o plaza del Tablado, donde hay una cruz y unas columnas traídas del convento de Nuestra Señora de Gracia de la localidad de San Martín del Castañar.




En coche visitamos El Humilladero, al lado de la Ermita de San Blas, y la Ermita de San Antonio, situadas en las carreteras de circunvalación de La Alberca. 



Si Mogarraz tiene un encanto muy particular en su pequeño casco histórico, La Alberca lo tiene en un casco mucho más grande, y las dos son localidades a conocer en una visita por la zona, como lo son otras villas señoriales que iremos conociendo. 


24 de mayo de 2012

España - La Alberca (Salamanca) - Ermita de San Blas - Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción - Plaza de la Iglesia - Calle de los Prados - Plaza Mayor - Casa Consistorial - Casa Ducal - Calle del Chorrito


Cambio de siglo sin máquina del tiempo

El pueblo más conocido en la Sierra de Francia es La Alberca, situado a 1.084 m de altitud, que fue aldea dependiente de la villa extremeña de Granadilla hasta que la actual división provincial la separó de Extremadura. 

Lo más llamativo en la zona son los topónimos franceses, como la propia Sierra de Francia, y esto es porque hacen referencia a la repoblación realizada por los francos en tiempos del rey Alfonso VI. 

El nombre de La Alberca deriva, supuestamente, del árabe, Al-Bereka, que signigica “el estanque”, siendo conocida anteriormente por los romanos como Valdelaguna, por la abundancia de aguas en su entorno. Del nombre de La Alberca ya hay constancia en documentos de 1215, con el rey Alfonso IX.

La característica primordial de la villa es la pureza con la que se ha conservado, con construcciones del siglo XVIII principalmente, convirtiéndose en un museo vivo de la arquitectura popular. En 1940 fue calificado como Conjunto Artístico Nacional. 

Afortunadamente los turistas no pueden entrar al casco urbano en coche, esto solo está permitido a los locales, y alrededor de la villa hay varios aparcamientos, nosotros aparcamos en el situado al lado de la Ermita de San Blas, con portal y espadaña, y que hasta hace poco fue el cementerio. 


Lo mejor de ir temprano a pasear por una ciudad es la tranquilidad con la que se encuentran las calles, sólo los vecinos andan por ellas. Lo peor que nos encontramos esta mañana es que comienza a llover, pero es agua-nieve que no termina de cuajar, y aunque ya he contado que soy una apasionada de la nieve no sería la mejor compañía para callejear por calles en cuesta. 

Entramos con ilusión y alegría en La Alberca, descubriendo su arquitectura de entramado de madera y piedras o barro, sus dinteles con fechas e invocaciones, sus escudos labrados, de todo ello hay un buen muestrario como iremos viendo. 


Al igual que se mantiene la arquitectura de las casas también se mantiene el empedrado de las calles, que para los de tobillos delicados no es lo mejor, pero no hay duda que caminar por esta localidad es cambiarse de siglo en un momento. 


No andamos con un orden lógico, vamos tomando las calles según llegamos a ellas, porque cada una es atractiva y apetece caminarla, con la total seguridad que la calle en sí misma será interesante, y que además encontraremos detalles.



Calle arriba, calle abajo, en línea recta o con desvíos por las transversales al final salimos a la plaza donde se encuentra la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, que presenta dos fachadas y dos entradas, ambas con pórticos abovedados sobre pilares de granito. Esta es la del Solano Alto, con una cruz con fragmentos de pilares góticos de la antigua iglesia al lado del pórtico. 


Al lado de la cruz, en la esquina de la iglesia, se halla la figura en granito de un cerdo, un homenaje al marrano de San Antón. El 13 de junio, San Antonio de Padua, un cerdo se suelta por las calles de la localidad después de haber sido bendecido, colocándosele además una campana al cuello. El cerdo permanece suelto hasta el 17 de enero, San Antón, día en el que es sorteado; durante todo este tiempo los vecinos son los que le alimentan y le cobijan por las noches en alguna cuadra. Antiguamente el cerdo, igualmente cebado por los vecinos, se entregaba a las familias más desfavorecidas para su subsistencia.


La iglesia fue construida en el siglo XVIII sobre otro templo anterior del que solo queda la capilla principal. La puerta de Solano Bajero es la principal, por la que se accede al templo cuando se abren sus puertas para la celebración de misas o para que entren los turistas.


En uno de los muros de la iglesia, a la izquierda de la puerta del Solano Bajero, destaca una capilla, con unos pequeños escalones por los que subir para encender un candil, y el musgo sobre las piedras le da un aspecto especial. 


Es un lugar ligado al llamado culto de ánimas, y a ambos lados hay dos huecos enrejados con sendas calaveras en su interior. Impresiona el lugar, y por ende, intriga.


Según la tradición, en el siglo XVI se arraiga en España el culto a las ánimas, invitando a rezar diariamente a los fieles cristianos para alcanzar la resurrección y la vida eterna. Todos los días al oscurecer, recorre el pueblo la moza de ánimas, que toca la esquila (campana) en todas las esquinas a la vez que entona una plegaria por los difuntos y almas del Purgatorio: 

“Fieles cristianos, acordémonos de las almas benditas del Purgatorio, con un Padre Nuestro y un Ave María, por el amor de Dios. Otro Padre Nuestro y otro Ave María por los que están en pecado mortal, para que su Divina Majestad los saque de tan miserable estado”

Había visto un reportaje en la televisión sobre el oficio de la moza de ánimas, y sobre todo de la posibilidad de que desapareciera, ya que parece que no hay jóvenes que se quieran dedicar a esta tarea. Nosotros no nos quedamos al anochecer para ver si se sigue ejerciendo y por quién, pero sí que me parece triste que se pueda perder una tradición, más allá de la religiosidad que ella pueda implicar, no siempre hay que creer para realizar ciertos actos. 

A las 11.30 h tocan las campanas de la iglesia, es un aviso de que sus puertas se abren para que puedan entrar los turistas, o los propios a rezar, ya que a las 12 h se celebrara la misa y los primeros deberíamos evitar entrar a molestar. 

El interior es de tres naves, y en la cabecera destaca el Retablo Mayor con la imagen de Nuestra Señora de la Asunción. Delante del retablo se conserva la capilla gótica del siglo XVI, con columnas que sostienen una bóveda estrellada. 


La pieza más llamativa del interior es el púlpito granítico del siglo XVI, que tiene relieves polícromos, donde de nuevo destaca una calavera entre sus adornos, rodeada por dos querubines, que rompen la escena que siempre provocan las calaveras. 


En el templo hay un sinfín de retablos, pero el más dramático es el del Santo Cristo del Sudor, una talla de Jesús Crucificado del siglo XVI con gran afluencia de sangre desde la herida del costado. De la talla he leído, pero sin confirmación del dato y no está escrito en el folleto que previo pago se puede coger en la iglesia con explicaciones, que en 1655 sudó sangre por esta herida. 


También destaca la Capilla del Santísimo o Capilla de la Virgen de los Dolores, tanto por la bóveda con linterna que permite el paso de la luz, como por la imagen de la Virgen, cubierta por un bonito manto.


Hay más capillas con sus retablos o imágenes pero no creo que tenga que ser tan exhaustiva en sus explicaciones, aunque si quiero mencionar el retablo de Santa Ana, a cuya derecha se encuentra una talla románica del siglo XII, la de la Virgen de las Majadas Viejas, pero la foto no ha salido. 
La plaza de la Iglesia está rodeada de casas típicamente albercanas, un lugar con mucho encanto, y en ésta confluyen varias calles por las que apetece adentrarse, y eso a pesar de la inmensa cantidad de agua con la que los cielos salmantinos nos están obsequiando.


Los edificios de La Alberca están llenos de detalles, muchas de las casas tienen escudos en sus fachadas o dinteles, con los que hay cierta confusión por si pertenecen a la Inquisición o no, pero en el caso de los que publico, y que se encuentran en los alrededores de la plaza de la Iglesia no son de esta "santa" organización, supuestamente la diferencia se encuentra en la corona que se encuentra al lado o sobre el escudo y que en uno de ellos falta la cruz. 




En el Solano Alto, no en la propia plaza sino en una abertura de la misma se encuentra la casa parroquial, destacando sobre el arco de entrada un magnífico escudo pontificio. Al lado de este edificio se encuentra la antigua alhóndiga, con escasos huecos en su fachada por destinarse a almacén de granos. 


Otros escudos que se pueden ver en la villa son el de los carmelitas y el de los dominicos, de los que no tenemos fotos aunque pasar pasamos por su lado, con lo que plano en mano (cogerlo en la oficina de turismo) en vuestra visita podéis intentar localizarlos. 

Todas las calles son realmente increíbles, a cada cual más apetecible. En la calle de los Prados se puede ver una columna románica reutilizada en la fachada. 



En esta misma calle de los Prados, en la esquina que hace una curva se halla el busto de Mauricio Legendre. Tantos años viviendo en Madrid donde existe una calle con su nombre y tengo que venir a La Alberca para conocer su historia. Legendre fue un hispanista francés, que fue invitado en 1912 a visitar el Santuario de la Peña de Francia y que además, guiado por el tío Ignacio, visitó la comarca de las Hurdes. Desde entonces, realizó una campaña para llamar la atención de la opinión pública sobre el problema hurdano, denunciando su abandono histórico y su penosa situación. 

En 1914 vuelve a la comarca acompañando a su amigo Miguel de Unamuno, y en 1922 vuelve en compañía de una Comisión Sanitaria, presidida por su también amigo Gregorio Marañón. Esta comisión fue la que preparó la visita del rey Alfonso XIII en este mismo año, que dio lugar al documental de Luis Buñuel, Las Hurdes, tierra sin pan

Legendre falleció en Francia en 1955 y sus restos, por su expreso deseo, fueron trasladados y enterrados en la Iglesia del Santuario de la Peña de Francia


Al lado de la plaza de la iglesia se encuentra la Plaza Mayor, a la que se llega por muchas calles, a cada cual más atractiva. 


La plaza es rectangular, está porticada en tres de sus flancos y en uno de sus lados se halla un crucero adosado a una fuente. 


El crucero es del siglo XVIII, la columna tiene grabados los símbolos de la Pasión: látigo, tenazas, escalera, esponja, etc.; y la cruz tiene doble cara, por un lado, Cristo Crucificado y por el otro la Virgen. 


En los locales de los soportales de la plaza por supuesto hay instalados bares y restaurantes, con el frío que hacía bien que apetecía un “vía crucis” por ellos.

Algunos de los edificios que se pueden reconocer en la plaza son, en primer lugar, la Casa Consistorial, construida en 1747, fecha grabada en un medallón en el fuste de la columna central. Bajo el soportal hay dos puertas, la de izquierda es la del Ayuntamiento, y la de la derecha es de antigua cárcel pública, con placa de azulejo que así lo atestigua. Presenta dos balcones, el de la primera planta de hierro y el de la segunda de madera.


En el balcón del primer piso una placa conmemora la visita que realizó el rey Alfonso XIII a las Hurdes y a La Alberca en 1922.


Uno de los lados de la plaza está ocupado por un edificio de tres plantas que albergó las escuelas, donde destacan en el piso superior unos peculiares ventanales hexagonales. 


En el lado de la plaza frente al Ayuntamiento se localiza la Casa Ducal, que fue la residencia del criado-administrador de las rentas del Ducado de Alba. En los soportales las columnas son de fuste prismático y los relieves que hay en ella, teóricamente, aluden a la Pureza, Murmuración, Sensualidad, Pereza, Gula y otros aspectos, pero yo no fui capaz de identificar ninguna o bien no miré donde debía hacerlo. 


La Casa Ducal hace esquina con la calle del Puente


En esta calle, en una de las columnas de la fachada de la Casa Ducal se encuentra grabado el escudo de los Duques de Alba, escudo que también se puede ver en una de las esquinas exteriores de la iglesia y en la parte superior del retablo mayor.


Entramos por la calle del Chorrito


Aparte de por la belleza de la propia calle porque en ella se encuentra el edificio de la Inquisición, con el escudo de la misma sobre el dintel de la puerta, que se puede comparar con los ya hemos visto en la plaza de la iglesia, similares pero con elementos diferentes.



La lluvia es tremenda, la guía que llevaba y el mapa van empapados, el segundo se ha roto incluso, aunque no es posible perderse en La Alberca, ya sea porque al final se acabaría saliendo a una de las carreteras que la rodean o porque como en cualquier lugar y en cualquier idioma preguntando se llega donde se quiere. 

Nosotros para recuperar un mapa en mejor estado entramos en la Oficina de Turismo, cosa que no hicimos al llegar porque era demasiado temprano y hasta las tiendas estaban por abrir, que si bien como comenté al principio es bueno para pasear tranquilamente no lo es para obtener información. En la oficina nos cuentan que a las 11.30 h tocarán las campanas de la iglesia para los que la quieran visitar, que es lo que hicimos nosotros, ya que a las 12 volverán a tocar para avisar de la misa, y los turistas tienen y deben si no van a asistir a ella, salir de la iglesia. 

Como hace frío, estamos calados, no solo nuestros papeles se han mojado, y algo cansados, entramos en un bar cuyo letrero en la puerta fue toda una llamada para mi cuerpo: HAY CALDO, palabras mágicas, que a mí personalmente me encanta leer en los fríos días de invierno, y que me suelo encontrar en localidades castellanas, y es que yo no soy muy cafetera y un caldo siempre entra bien. Tras el caldo, y un pincho estupendo para acompañar, visitamos el interior de la iglesia.