8 de enero de 2012

Australia - Great Ocean Road (2) - Great Otway National Park - Maits Rest Rainforest - Port Campbell National Park - Twelve Apostles - Loch Ard Gorge - London Bridge


Lo importante no es la cantidad…pero ¿cuántos son al final?

Desde Apollo Bay la carretera ya no sigue la costa, se adentra por parte del Great Otway National Park donde hacemos la siguiente parada, en el Maits Rest Rainforest, un lugar donde Maits (creo que era uno de los encargados de la construcción de la carretera) solía descansar cuando salía de caza, de ahí su nombre. Toca un paseo de nuevo por el rainforest o bosque lluvioso. 



La principal diferencia que notamos respecto a los demás bosques por los que hemos paseado en este país es que este es más húmedo y nos recuerda más a los de Nueva Zelanda, no en vano su situación al sur le hace más umbrío y no tan seco como los del norte, con el añadido que no ha tenido inundaciones y lluvias torrenciales que se hayan llevado todo a su paso. 



Hay grandes e impresionantes kauris y eucaliptos. El eucalipto Mountain Ash comienza su vida con una semilla del tamaño de un grano de arena y puede llegar a crecer hasta los 100 m de altura, siendo una de las plantas más altas del mundo. En este caso su propia altura y su peso le han hecho quebrarse. 


Es un paseo corto de no más de media hora y sin grandes esfuerzos por un camino creo recordar que sin posibles alternativas.

De nuevo al coche y continuamos por esa campiña verde británico o irlandés que me tiene enganchada a la ventanilla. 



La siguiente parada, pasado Princetown, es en el Port Campbell National Park, donde realizaremos la actividad extra que contratamos con esta excursión, un vuelo en helicóptero de solo quince minutos (y es que por 75 A$ extra poco más tiempo se puede pedir). La compañía con la que volaremos es 12 apostles helicopters.


Hay una cola importante de viajeros dispuestos a volar, en cada helicóptero solo entran tres pasajeros, mal número para ir en pareja, dos detrás y uno delante. Lo primero es pasar por una báscula "upppsss", siempre es importante tener el peso equilibrado, y ponemos nuestro nombre en una pantalla electrónica que se marcará en el ticket (pena de letra chunga que me salió para quedarse como souvenir), ya nos reconocerán no solo por los dientes…también lo harán por nuestros nombres.

Mientras esperamos a subir al helicóptero nos dan una hoja con instrucciones de seguridad, la tienen en todos los idiomas del mundo porque los visitantes son de todo el mundo y ante un desbarajuste tan rápido como el que se monta aquí hay que intentar tener todos los cabos atados e intentar prevenir accidentes, que pueden ser tontos (como ir de frente hacia las hélices). 

Afortunadamente no nos separan para subir, a los coreanos delante de nosotros si lo han hecho, ella viene con nosotros. 

Lo que vemos desde arriba es el tramo más espectacular de la Great Ocean Road, con acantilados de piedra caliza donde rompen las olas cargadas de espuma de un mar azul claro o azul profundo o azul infinito o sencillamente azul pero bello azul. 


El desgaste de millones de años, entre 10 y 20, ha conseguido estos acantilados afilados. 


Los protagonistas son ellos, los Doce Apóstoles, de los que solo quedan ¿ocho? ¿nueve? ante tanto mar bravo (al fondo de la foto). 


También hay playas, algunas accesibles a pie y supongo que otras tendrán cortado su acceso por precaución, tanto de resbalones como de subidas de mareas ante turistas despistados que no miden los riesgos. 


El vuelo se hace corto para disfrutar de este paisaje con calma, el piloto va contando cosas sobre las rocas pero el ruido hace que no le entendamos a través de nuestros cascos, como además por supuesto habla en inglés intentar tener una conversación o realizar preguntas está fuera de toda posibilidad. Existe la opción de hacer un vuelo más largo, de media hora, a precio superior por supuesto, abarcando más zona costera y supongo que con más detalle de los apóstoles. 


Los coreanos separados en el vuelo se reúnen y le piden a mi marido que les haga una foto de recuerdo junto al helicóptero, a partir de ahora nos los cruzaremos por los paseos y mi marido para ellos será High Professor por la bonita foto que les hizo, encuadrada, pero claro, a mí me saca con estos pelos. 


Corriendo nos vamos a los miradores sobre el mar, nosotros no tenemos tanto tiempo como nuestros compañeros de viaje que no han realizado el vuelo para disfrutar de las vistas desde tierra. Los diez o nueve u ocho (confusión total al contar y recontarlos), antes doce, apóstoles son enormes pilares rocosos  con una altura de algunos de ellos de más de 60 m; el último se derrumbó el 3 de julio de 2005. La tasa de erosión de la base de estos pilares es de aproximadamente 2 cm al año, con lo que llegará un día que no quede ningún apóstol y teníamos que ir a verlos antes de que esto ocurra. 


Hay un camino habilitado sobre los acantilados por aquello de la precaución. También hay una escalera que conduce a la playa, pero no tuvimos tiempo de buscarla y bajar por ella, son los Gibson Steps, y en esta playa se recomienda no bañarse por las fuertes corrientes, además de tener cuidado con la marea. 


El camino llega hasta uno de los promontorios, donde avisan del peligro de los acantilados inestables y de no salir de la pasarela y el camino, acto que el turista  suele hacer en busca de una foto o una pose mejor. 


Desde el mirador no se pueden ver todos los apóstoles, unos tapan a otros, pero no hay duda que la vista es preciosa y con la suerte de un atardecer colorido tiene que ser un regalo para los ojos. 

Los apóstoles no siempre han recibido este nombre, al principio se les conocía como La cerda y los lechones, siendo la primera una isla cercana al próximo lugar que visitaremos, Loch Ard Gorge. 

La formación de estos pilares se ha ido realizando por el desgaste continuo de la roca en principio formando parte del acantilado, que por la acción del agua por los dos lados fue erosionándola hasta llegar a formar un arco interno, que al final terminó rompiéndose quedándose en el pilar. 


Hacia el otro lado del mirador, supongo que dos apóstoles más en solitario, aunque estos pilares son más gordos y serán más lechones que apóstoles. 


Tenemos que volver a la minivan a la carrera, y es que no se puede tener todo, en el camino de vuelta mi marido tiene un tirón en la pierna a la altura de la pantorrilla, lo que hace que tengamos que bajar la marcha, pero aún así, asfixiados y sobre todo él excesivamente dolorido, llegamos a la hora. En este viaje estamos teniendo de todo en cuestión de pequeños incidentes médicos. 

La siguiente parada es en otro mirador para seguir contemplando el poder de la naturaleza por la constante acción de las olas, el viento cargado de sal y los cambios de temperatura. Esta roca es conocida como The Razorback, en ella se aprecian varios detalles: arriba, los bordes están afilados por la acción del viento; en el medio grietas verticales producidas por la lluvia, lo que también erosiona la roca y va provocando su desgaste y rompimiento final; y en la parte de abajo, por un lado los surcos producidos al nivel del mar por la acción de las olas, una cada catorce segundos, por otro la parte de roca que ya se ve desprendida de la roca. Con todos estos factores, la conclusión es que antes era mucho más grande y se adentraba en el mar pero el paso del tiempo la ha ido cercenando. 



Continuamos camino en la minivan y para la siguiente parada tenemos música de nuevo acorde. Estamos en el lugar conocido como Loch Ard Gorge en la Shipwreck Coast, un tramo de la costa que ha sido excesivamente cruel con los barcos y los marinos, sobre todo en la época de la navegación a vela, por la niebla y por los numerosos arrecifes cerca de la superficie. En este tramo entre Otway Cape y Port Fairy, de unos 120 km, naufragaron más de 80 navíos en apenas cuarenta años. 


El naufragio más famoso fue el del clíper de casco de hierro Loch Arch, que se hundió frente a la isla de Mutton Bird en una noche de junio de 1878 bajo una terrible tormenta. En el barco viajaban 53 personas, y solo sobrevivieron dos, la pasajera Eva Carmichael y un grumete, Tom Pearce, ambos de 18 años. 

El mar los arrastró hasta una cala donde encontraron refugio en una cueva, donde pasaron la noche, y a la mañana siguiente Tom escaló el acantilado (menudo par de…y de ganas de sobrevivir) para buscar ayuda. 


Eva perdió en el naufragio a sus padres y a sus cinco hermanos, y la gente al leer la noticia de su supervivencia y rescate esperaba que Eva y Tom se enamoraran, sobre todo ella de él, que le había salvado la vida, pero esto solo ocurre en Titanic, the film (¿fácil adivinar la música, no?. Ella era de familia adinerada y regresó a Irlanda (que ya hay que tener ganas de volver a coger un barco) –además supongo que Tom no sería muy agraciado físicamente porque lo que no salva el dinero lo salva un buen físico-. Tom volvió a su trabajo de marinero (otro que tal y vuelve) y sorprendentemente sobrevivió a dos naufragios más. 

Unas escaleras conducen a la playa.



Donde hay dos cuevas, una a la derecha según se bajan las escaleras. 


Y otra a la izquierda, andando por la playa en el siguiente entrante del acantilado, a la que voy sola porque el tirón de la pierna de mi marido le sigue molestando, bajar las escaleras y andar por la arena, en la que te hundes más al estar un poco húmeda, no es lo mejor para no padecer dolor. 


No sé cuál de las dos cuevas sería la del refugio porque yo no vi ningún cartel con su nombre, los que había era avisando del peligro de desprendimiento de los acantilados. 

La última parada del viaje va con música nuevamente, en este caso sonaría hasta como una premonición, aunque lógicamente no se refería a este lugar sino al londinense, ambos del mismo nombre, London Bridge.


La tarde del 15 de enero de 1990 el arco que unía la roca con el acantilado se rompió y cayó al mar, afortunadamente no hubo víctimas ni heridos pero sí quedaron atrapadas dos personas en la roca que quedó solitaria, que tuvieron que ser rescatadas horas más tarde por un helicóptero (menudo rato tuvieron que pasar esperando el rescate). 

Antes y después


Por supuesto a nuestros pies vemos una preciosa playa, estas olas son las que moldean a su antojo las rocas, dan y quitan a la vez, como la vida misma.


Esta ha sido nuestra última parada, de mis notas solo nos ha quedado por ver la roca llamada The Arch, ahora todo será camino de vuelta, y nada más entrar en la minivan suena la canción de despedida para esta costa, una bonita canción de Neil Diamond. 

La vuelta no será por esta misma carretera, primeros atravesaremos los prados y pequeñas montañas, por carreteras en las que damos saltos sin parar y parecemos canguros encerrados, para salir a la Princess Hwy, que es más recta y se tarda menos en llegar a Melbourne, ya comienza a anochecer y no merecería la pena ir por la carretera de la costa y además el paisaje sin mar no es menos bello que con él. 

Durante el viaje seguimos escuchando música, alguna conocida, por ejemplo Slim Dusty con Waltzing Mathilda, del que hablé con la conductora en Maits Rest Rainforest, de él y de sus canciones cerveceras, y ella nos contó que en Corea del Sur ha sido el único lugar donde no ha podido beber tanta cerveza como ella suele hacer, porque la acompañan con un chupito de alcohol, hecho ante el que las coreanas que viajan en la excursión y que están conversando con nosotras, se ríen mucho, dando fe que en Corea se bebe alcohol a buen ritmo y sin control.

Paramos creo recordar en la localidad de Colac para cenar, hay que tener en cuenta que son las seis de la tarde, la comida fue a las 12.30 y los australianos, como buenos descendientes de los británicos e irlandeses cenan temprano. En esta ocasión elegimos un clásico entre los clásicos de fast food



Llegando a Melbourne dos canciones con las que me sigo partiendo de risa y además las puedo canturrear, y si empezamos con Village People, bueno será que terminemos con ellos. 


 Cuando nos dejan en el hotel nos despedimos de todos, y notamos simpatía hacia nosotros en su despedida, en sus sonrisas, en sus cortas palabras de adiós…no hemos hablado demasiado pero hemos sido un grupo coherente; esta diferencia resultó evidente al ser los segundos al bajar, antes bajó una pareja cuya despedida fue más fría, quizás más realizada por educación y nosotros notamos calor en los gestos, miradas, palabras…gracias desde este rincón de internet y desde nuestros corazones, gracias. Al final los momentos humanos se recuerdan más que los paisajes o monumentos, y quizás la razón de viajar sean los segundos pero los primeros son los que te hacen sonreír, llorar, sentir, vivir…y estas letras también son de ellos. 

Al despedirme de la conductora parafraseo a Abba, canción que también ha sonado en la despedida y aparte de darle las gracias por el viaje, le digo Thanks for the music

La valoración de este viaje es tremendamente positiva, ha sido muy divertida la experiencia, la empresa trabaja bien, tiene los horarios controlados a la perfección, en lo único que fallaron fue en la hora de salida, con lo que nos pegaron un buen susto, pero el resto ha resultado genial. No es tan cómoda la minivan como un autobús de los grandes o un coche que se alquile, pero tiene su gracia. La relación precio-calidad para nosotros ha sido excelente y la puedo recomendar, eso sí, a personas aprensivas a conducciones turbulentas no, no es que se vaya a gran velocidad pero como ya he ido contando los baches se notan mucho y a momentos hasta parece que se pueda volcar, cosa que nunca sucedió ni pareció que realmente pudiera llegar a suceder. 

Mi recomendación si se tiene tiempo es alquilar un coche y dedicar dos días al menos a esta zona costera, sobre todo para disfrutarla con calma y no a contrarreloj, parando en los miradores que se quiera, bajando a las playas (a todas si es posible) y paseando por ellas, incluso quedarse a disfrutar de unos seguro bonitos atardecer y amanecer. 

Con un coche se puede llegar hasta Warrnambool, un antiguo pueblo ballenero, donde a sus aguas poco profundas de mayo a octubre acuden las ballenas francas australes a aparearse, que además cuenta con una ruta a otro de los barcos naufragados en la costa, el Mahogany Ship. 

Un bonito día con unos paisajes bellos, con buena compañía y divertida música.