24 de febrero de 2012

España - Peñarroya de Tastavins/Penaroja de Tastavins (Teruel)


Calles arriba y abajo

Desde Fuentespalda, primero por la A-1414 y luego por la CV-110 se llega hasta Peñarroya de Tastavins, de la que vamos a hacer primero un poco de historia, tanto de la comarca y la región como de la localidad, pequeñas pinceladas para situarnos mejor antes y ahora.


El proceso de creación de las tierras y las sierras de la comarca del Matarraña, y de todo el Sistema Ibérico tal y como lo conocemos, se sitúa en una época de grandes movimientos, hace más de 60 millones de años; anteriormente este terreno se encontraba bajo las aguas del mar. 

Los restos neolíticos hallados en la cueva del Bòrio atestiguan la antigüedad del núcleo de población en su actual asentamiento. 

Desde el siglo VIII a.C. llegan por la costa las influencias griega, fenicia y cartaginesa, y se empieza la construcción de poblados fuera de cuevas y abrigos, con lo que poco a poco se va estructurando la cultura ibérica (de la que se encuentran reliquias en Cretas, Calaceite, Mazaleón, Valderrobres, Morella, Tirig…).

Poco a poco empieza a llegar la influencia romana que aporta nuevas modas, costumbres e innovaciones técnicas. A partir de la Segunda Guerra Púnica –que enfrenta a romanos y cartagineses por el dominio del Mediterráneo- los romanos acaban estableciéndose en la Península Ibérica y consolidan el proceso de romanización con la colonización cultural y lingüística ya entrado el siglo I d.C. 

A la lengua que se hablaba en esta zona se le añaden términos latinos que, a la larga, van configurando la actual lengua románica. Junto con la lengua también va penetrando la nueva religión cristiana. 

Durante el siglo III el Imperio Romano empieza a tambalearse a causa de las incursiones de los visigodos en el norte. Se cree que es durante la época de dominio visigodo de la Península cuando el cristianismo impregna definitivamente a las gentes de la comarca y las diócesis gobernadas por obispos adquieren gran poder; en esta zona en particular, la del Matarraña perteneció a la diócesis de Tortosa. 

En el año 711 entran los árabes a establecerse en la Península aportando muchos adelantos en la construcción de viviendas, calles y caminos, así como acequias, pozos y bancales. Los árabes acaban dominando todo el territorio peninsular excepto el Pirineo Aragonés y la Cataluña Oriental. 

A causa de su extensión, el territorio musulmán se divide en pequeños reinos llamados Taifas, perteneciendo la comarca del Matarraña a la Taifa de Tortosa. El buen trato dado por los árabes a la población favorece la conversión al Islam de muchos habitantes. En Peñarroya no hay apenas testimonios de la presencia árabe, pero si se conserva el topónimo Masmut, que proviene de una de las tribus bereberes que se establecieron en estas tierras, los masmuda

En 1169 Peñarroya es reconquistada por el rey Alfonso I de Aragón y en 1209 es donada a la Orden de Calatrava como recompensa a su ayuda (Peñarroya como tierra vinculada al castillo de Alcañiz), y a ella permanece vinculada de forma ininterrumpida. La influencia de esta orden religiosa y militar es crucial para entender el desarrollo de esta zona. 

En 1232 los Calatravos conceden la Carta de Población a Peñarroya y en 1337 obtiene el título de Villa. 


El siglo XV viene marcado por la desestabilización política de la Corona de Aragón, hecho que conlleva confrontaciones sociales. La enemistad entre Juan II de Aragón y su hijo y heredero Carlos divide a la población. Durante la guerra contra Juan II, Peñarroya fue asediada por las tropas catalanas partidarias de la Generalitat, y algunas casas de la población fueron incendiadas. Finalmente el príncipe Carlos muere antes que el rey, y al morir este último, es coronado rey Fernando II el Católico. A partir de este momento, los Calatravos van perdiendo poder progresivamente y la presión inquisitoria empieza a notarse. 

En 1492 los judíos son expulsados del territorio español y de la comarca en particular. 

El siglo XVI es importante para el crecimiento de la Villa. Se construyen nuevas casas, la lonja, la Casa de la Vila, el nuevo horno, la cárcel, algunas masías; el comercio fue creciendo aprovechando el  enclave de Peñarroya como unión entre el mar (Vinaroz) y el interior (Bajo Aragón). Pero aunque es un siglo próspero sigue existiendo inestabilidad, sobre todo en lo que se refiere a la seguridad en los caminos, ya que la comarca estaba llena de bandoleros y salteadores. 

En 1610 se produce en Aragón la expulsión de los moriscos. Miles de antiguos mudéjares se ven obligados a emigrar, aún así muchos de ellos se habían convertido previamente.

A partir del reinado de Felipe III empiezan a agudizarse los problemas: cuantiosos impuestos ahogaban a los habitantes de la Península para mantener los enfrentamientos contra Francia y demostrar la hegemonía española en Europa. En este contexto se enmarca en Cataluña la Guerra dels Segadors, con el sublevamiento de la población catalana por la presencia de tropas españolas en su territorio por el conflicto hispano-francés. Los catalanes acaban pidiendo ayuda a los franceses, situación que no pasa de largo en las tierras del Matarraña. 

A principios del siglo XVIII la Guerra de Sucesión sacude nuevamente el territorio peninsular y esta comarca también. 

Una vez realizado este pequeño paseo histórico de letras, comenzemos el paseo por la villa en letras y fotografías. 

A la entrada de la población se encuentra el Santuario de la Virgen de la Fuente, un complejo de edificios formado por dos ermitas, claustro y hospedería. La historia se remonta a cuando unos pastores encuentran la imagen de la Virgen entre los zarzales, junto a una fuente situada al pie del río Tastavins. El pueblo decidió subirla en procesión a la Iglesia de la Mola pero parece que ella quería quedarse junto al río porque tuvieron que repetir el viaje desde las zarzas la iglesia tres veces, y al final decidieron construir una pequeña capilla donde la Virgen había aparecido, pero tras una riada del río que se llevó la construcción se apostó por la nueva construcción en una zona un poco más alta.

La ermita antigua o Ermita de Arriba es una construcción del siglo XIV con elementos de la anterior del siglo XIII, erigida en estilo gótico levantino. 

Cuenta la tradición que en Vallibona (cercana localidad de Castellón) se quedaron sin mujeres jóvenes a causa de la epidemia, con lo que el cura y siete mozos fueron a Peñarroya para intentar solucionar el problema; entre todos acordaron que siete mozas de Peñarroya se casaran con los siete mozos para repoblar Villabona y para ello contaron con la aprobación de la Virgen. A partir de entonces empieza la arraigada tradición de emprender, cada siete años, el camino de Vallibona a Peñarroya; para los primeros es una rogativa y para los segundos una romería.


Se accede al claustro, diáfano, con arcos y columnas cilíndricas, ambos muy sencillos. 


Donde curiosamente se encuentra la entrada al santuario, con la portada de acceso, que presenta un arco apuntado con cuatro arquivoltas en la que hay grabadas escenas del Nuevo Testamento y una puerta de madera en carpintería mudéjar (como lo es también el techo del interior al que no pudimos acceder), donde se pueden ver la estrella de ocho puntas, uno de los símbolos del Islam, y la cruz de Calatrava (por esta mezcla de elementos ese repaso histórico aunque la fotografía de la puerta no ha quedado bien para distinguir estos detalles). 

En la portada destaca la imagen en un pequeño tímpano de la Virgen en Majestad, rodeada de ángeles glorificados, y fuera del tímpano se encuentran personajes de la Orden de Calatrava. 


Junto al río se encuentra la Ermita de Abajo, que se puede contemplar desde la parte trasera-lateral de la Ermita de Arriba, destacando el cimborrio y la linterna, sobre la que se asienta una cruz de forja. 



Por una calzada empedrada se accede a la Ermita de Abajo, enmarcada por ramas de árboles pelados por el invierno, pero que le confieren un halo muy especial al paisaje.


El paraje donde se localiza la Ermita de Abajo es mucho más bucólico que el de la de Arriba, no es lo mismo estar junto a la carretera, como en la segunda, que al lado del río, como en la primera, aunque lleve poca agua porque este año las lluvias brillan por su ausencia en toda España. 



La Ermita de Abajo fue construida sobre la fuente en estilo barroco, constando las fechas 1658 y 1783 en sus portadas laterales. En 1549 se decidió su construcción a los pies de la Ermita de Arriba para intentar respetar el lugar de aparición de la Virgen, pero mejor protegida que la anterior ante las posibles riadas. La construcción se retrasó hasta su finalización en más de doscientos años, comenzando en 1658 y realizándose la mayor parte a finales del siglo XVIII. 


La fuente tiene quince caños y está protegida por un pórtico de arcos de medio punto, pero que no protegen cuando el viento sopla y el agua se desparrama como se puede ver en el suelo.

 
Siguiendo el muro de la ermita y del camino, cruzando el río hay un puente de piedra de un solo arco.


Desde abajo se contemplan las dos ermitas, destacando en la de Arriba una ventana con  tracería y muy apuntada. 


El río Tastavins es cruzado por un puente tipo acueducto por el que supongo pasaría la antigua carretera, antes camino (creo recordar que no pasamos por él al llegar a la localidad, pero puede que esté equivocada). 


Adosado al santuario, a la Ermita de Arriba, se encuentra el edificio de la hospedería, construido ante la afluencia de peregrinos, donde intentamos comer pero no pudimos hacerlo. Una tónica que he notado en las cartas de los restaurantes es el toque de modernidad de los platos, se lleva copiar la innovación, que no me parece mal mientras no se lleve a los extremos y se olviden los ricos platos de la región: esas sopas y ese ternasco asado, que las he echado en falta al leer los menús. 

Con este santuario hemos comenzado con muy buena impresión y buenas vistas la visita a esta localidad, a pesar de no haber conseguido comer. 

Entramos en Peñarroya hasta la Plaza Mayor.


En la plaza por supuesto se encuentra una iglesia, la Iglesia de Santa María la Mayor, donde sobresale la esbelta torre campanario, considerada una de las mejores del Bajo Aragón. Es del siglo XVIII, de estilo barroco y con tres cuerpos de cantería, los dos primeros de planta cuadrada  y el superior octogonal. 


La iglesia está siendo sobrevolada por una importante colonia de buitres, aunque yo solo publique la foto de uno, pero es que ha sido captado tan bien que no me resisto al verle tan majestuoso en vuelo.


Al igual que en Fuentespalda lo aconsejable es caminar por sus calles, todas atrayentes y la mayor parte en cuesta, que cuando toque salir del pueblo ya serán en bajada. 


En este caminar vamos encontrando los detalles, los bonitos detalles que hacen que estas localidades tengan algo muy especial, como las balconadas de madera.


En este andar alcanzamos la antigua Iglesia de San Miguel, que fue construida ante el aumento de población de la villa, que ya en el siglo XIV contaba con 800 habitantes, y eso a pesar de las pestes que diezmaron su población; construyéndose al tiempo un cementerio adyacente. Fue terminada en 1373 y en el siglo XVI es citada como Iglesia de la Virgen del Rosario o del “Roser”. 

De la iglesia no queda casi nada, aunque se sabe que era de estilo gótico y muy semejante a la Ermita de Arriba del Santuario de la Virgen de la Fuente. En el siglo XVIII se levantó la Iglesia de Santa María la Mayor y esta de San Miguel comienza a caer en desuso, entrando la iglesia en ruinas y edificando sobre ellas. 

En los últimos años el Consistorio ha realizado una restauración del lugar, dejando los restos góticos al descubierto y reconstruyendo el ábside, que se ha habilitado como espacio cultural. En el exterior se puede ver la planta de la única nave de la que constaba, restos de arcadas donde se asentaban las columnas (a la izquierda en la foto) y al fondo el ábside reconstruido (por supuesto cerrado, aunque la hora en la que llegamos tampoco era de visita). 


Continuamos caminando por sus empinadas y escalonadas calles en ocasiones. 


Llegamos hasta el lavadero, instalado en la antigua Lonja, donde volvemos a la historia. El siglo XVI fue un periodo de crecimiento y prosperidad de la comarca y de la villa en particular, lo que favoreció la expansión del núcleo urbano cuesta abajo, abandonando los propietarios ricos su casa de la zona alta y edificando otra más grande en la zona más baja, así como se construyeron la Casa Consistorial y la Lonja. 

La Lonja era lugar de mercado, de reunión de los vecinos y donde se encontraba la carnicería, en aquellos tiempos un derecho del Señor, siendo el único lugar donde se podía sacrificar animales y vender carne. Presenta dos arcos, uno de medio punto y otro apuntado, con un escudo entre ambos. 

Hasta la construcción del lavadero la pared de la Lonja se utilizaba para el juego de la pelota. 

El lavadero fue habilitado en los años sesenta del siglo XIX, teniendo que ir antes las mujeres a realizar esta tarea fuera de la población (un detalle al fin y al cabo, aunque esto tendría muchos matices femeninos que no feministas). 

En el lavadero había una mujer realizando su tarea y no parecía muy satisfecha de que tomáramos fotografías, así que para no molestarla lo que hicimos fue principalmente ver con los ojos naturales pero no con los artificiales. 


La villa nos sigue enseñando sus encantos, sus empinadas calles, sus casas, sus preciosos balcones. 



En la fotografía superior, a la izquieda, se encuentra la Casa de la Vila que fue construida  en el siglo XVI en estilo renacentista aunque ha sufrido diferentes remodelaciones. Con la entrada de la Edad Moderna, el poder administrativo de la Orden de Calatrava en Peñarroya, que lo había ostentado desde 1209, disminuye a favor del aumento del poder civil, apareciendo la casa consistorial para regir y administrar la villa. 


En la Casa Consistorial se encuentra la cárcel, a la izquierda de la entrada principal -cárceles que son una constante villa tras villa-.


En el caminar por Peñarroya seguimos disfrutando de lo que nos ofrece, como las casas con aleros, su gastado color añil en las fachadas (color muy utilizado en la comarca que me lleva a mis orígenes manchegos pero en otro estilo)…




Subiendo por las calles del pueblo y sin saber con certeza dónde íbamos, solo caminábamos y nos dejábamos llevar disfrutando de lo que veíamos llegamos a Lo Trenc o la Roca Foradada, una abertura en la montaña donde se asienta Peñarroya, por la que pasamos para dar con una especie de camino de ronda por la montaña.



En este camino hay una recreación de diversas construcciones, un museo arquitectónico y de vida al aire libre, donde se ve la evolución de las casas: desde las tiendas a las construcciones de paja o de adobe.


Por supuesto al estar en alto, a unos 780 m de altura, volvemos a obtener vistas del bello entorno que rodea la villa.


También se contempla el universo de los tejados de las casas de Peñarroya, así como la torre campanario de la iglesia.



El camino continua, seguramente llegue hasta los restos del castillo pero ante la duda de si llegará y si merecerá la pena como construcción, volvemos a entrar en el pueblo, con sus calles tan atrayentes, es increíble lo mucho que se puede disfrutar con lo que puede parecer tan sencillo y tan poco.


Continuando el paseo por la localidad llegamos al Portal de la Virgen del Carmen, que se encuentra sobre la antigua muralla, alojando en la parte sobre el arco la capilla de la Virgen. Este portal fue una de las siete puertas de la muralla y data del siglo XIV. En 1763 se le añadió la capilla. 


En la calle que conduce al portal se encuentra el antiguo Hospital, destacando en su fachada el escudo labrado en madera. 



Volvemos hacia la Plaza Mayor dando por finalizada nuestra visita, pero antes quiero hacer mención a varios lugares que se pueden visitar en la localidad y que nosotros no hicimos: el Museo Etnológico Lo Masmut, con la rehabilitación de casas tradicionales, e Inhóspitak, Territorio Dinópolis, uno de los parques paleontológicos instalados en la provincia de Teruel, que con este nombre sólo puede versar sobre los dinosaurios encontrados en ella. 

En los alrededores de Peñarroya además hay una interesante formación rocosa, las Peñas del Masmut, en las que se puede realizar escalada. Esta excursión, dando la vuelta a las rocas, la dejamos para una próxima visita. 


Fuente: sendaventura.blogspot.com

Salimos de Peñarroya y por la CV-110 que bordea el barranco de Escalona nos encontramos con un grupo de cabras hispánicas que nos hacen detenernos en un saliente de la carretera. 


Una de ellas hace de avanzadilla, va abriendo camino y las demás la siguen, así cruzan el río y van subiendo por las rocas, pero ella puede pasar y la segunda se queda atrapada, buscando otro paso mientras las demás esperan…podríamos haber pasado aquí más tiempo esperando el desenlace pero al final nos quedamos con la intriga de cómo termino todo.



Una de las cosas que más me ha impresionado durante este viaje ha sido ver la luna desde la tarde, la claridad del cielo lo permite, aunque también es cierto que la vida en la ciudad hace que nos perdamos estos pequeños detalles que realmente son grandes. 


Peñarroya nos cautivó, además nos dieron de comer en un hotel con amabilidad y ganas, y eso que era tarde y no las teníamos todas con nosotros. No fue una comida local, aunque esas verduras a la plancha estaban de rechupete, tanto si eran de la comarca como si eran de fuera de ella.