29 de febrero de 2012

España - Monroyo/Montroig (Teruel)


Luces al atardecer


Desde Torre de Arcas continuamos por la N-232 para tomar la A-1414 dirección Valderrobres y hacer la última parada del día en Monroyo

Se tienen escasas noticias de los primitivos pobladores de Monroyo, aunque en 1918 se encontraron hojas de sílex de tipo eneolítico junto con fragmentos cerámicos en Els Germanells. 

En la Edad Media, el castillo y el territorio fueron ocupados por el rey Alfonso I el Batallador hacia 1132 pero no se conquistaron definitivamente a los árabes hasta 1169. En 1185 el rey Alfonso II el Casto o el Trobador concedió el castillo al Arzobispo de Tarragona, para posteriormente recuperarlo y entregarlo a la Orden de Calatrava por Pedro II el Católico, con el encargo de reconstruir y poblar la fortaleza y las tierras vecinas, tomando posesión en 1209. 

El caserío del pueblo fue creciendo al abrigo del castillo, concediéndose la carta de población en 1231 y en 1241 se constituyó le encomienda de Monroy.

Durante la guerra contra Juan II, el príncipe Carlos de Viana estuvo preso en el castillo, saliendo el 14 de febrero de 1461 para ser conducido al de Morella. 

A últimos de diciembre de 1705 la población fue asaltada por las tropas borbónicas que saquearon e incendiaron la villa por no haberse puesto a favor de Felipe V. El castillo fue derruido y quemaron la Casa de la Vila. En febrero de 1706 la villa fue reconquistada por el ejército del rey Carlos III y en 1774, Carlos IV aprobó los estatutos y ordenaciones de la villa, en sustitución de las anteriores y antiguas normas que aún perduraban. 

Durante la Guerra de la Independencia, en el mes de marzo de 1809, los franceses se apoderaron de la villa y el 19 de mayo de 1810 la tomaron las tropas españolas. 

A principios de 1836, durante las guerras carlistas, el general Cristino Palarea atacó Monroyo y en 1839 las tropas del general carlista Llagostera incendiaron de nuevo la población. Los incendios padecidos por la población motivaron que entre los habitantes de las localidades vecinas conozcan a los habitantes de Monroyo por el apelativo de “sucarrats” (socarrados). 

Durante la Guerra Civil el ejército republicano estableció un frente en las sierras de la zona tratando de evitar el avance hacia la zona levantina de las tropas nacionales que, finalmente, entraron en Monroyo en abril de 1938. El frente de la guerra castigó duramente las poblaciones, los habitantes de las localidades se vieron obligados a huir a los montes en busca de refugio y los soldados republicanos huyeron a la desbandada hacia Cataluña. Hoy quedan muchos restos de los parapetos y las trincheras. El fenómeno del maquis afectó a la comunidad, y en 1947 el Gobernador Civil de Teruel obligaba a los masoveros a desalojar las masías y vivir en el pueblo, y muchos de ellos ya no regresaron. 

Accedemos a Monroyo por el Portal de Santo Domingo, donde destaca a contraluz las vidrieras de colores de la capilla que hay sobre él. Al principio era una de las entradas a la villa por la muralla y posteriormente se añadió la capilla. Es el único portal que se conserva de los cuatro con los que contaba, siendo su origen medieval aunque la construcción que se ve corresponde al siglo XVIII. En 1993 se realizó una restauración pero sigue pendiente la de la capilla. 


La calle tras el portal comienza la ascensión por Monroyo y por ella se ve sobre el promontorio rocoso de La Muela  la torre de El Reloj, construcción sobre la que existe la hipótesis que pudo haber sido una de las torres de la muralla del castillo, aunque otras tesis apuntan a una construcción moderna, como así nos parece desde abajo a nosotros, que otra cosa es que se utilizara la base de la antigua torre para erigirse. No subimos al promontorio porque se nos hizo de noche visitando el pueblo y sin vistas no hubiera merecido la pena el paseo. 

En la época musulmana el castillo era de gran importancia estratégica por su situación, tanto por las defensas naturales como por los grandes muros. Cuenta la tradición que en este alcázar descansó el Cid en varias ocasiones, como también lo hicieron los reyes Sancho Ramírez y Jaime I, siendo este último el que ordenó reforzar sus defensas. El rey Alfonso II se hospedó en el castillo el 14 de mayo de 1286, con un séquito de cerca de 500 hombres, este dato da una idea de sus dimensiones, aunque en aquella época los únicos que dormían bien eran los reyes y señores, que el séquito me lo imagino más por el patio y las caballerías.


Más por elección de calle que por saber dónde íbamos llegamos hasta el edificio del Ayuntamiento, en la Plaza del Ayuntamiento o Plaça de Dalt, que no es tal plaza sino una calle realmente. La Casa Consistorial se realizó en estilo renacentista y se terminó en 1588, aunque seis años después se realizó una ampliación y se añadió un nuevo edificio. La construcción se hizo sobre los restos de edificaciones góticas anteriores, a las que corresponden los arcos apuntados. 


En 1705, durante la Guerra de Sucesión, las tropas de Felipe V incendiaron el edificio, siendo restaurado en 1781. En 1981, la corporación municipal encargó una importante reforma para permitir su funcionabilidad como administración local y habilitar espacios culturales.

Sobre la fachada luce el escudo de Monroyo. 


En la planta baja se encuentra la Lonja, elemento característico de las casas consistoriales de la comarca, como ya hemos ido viendo en otras villas, y que ofrecen ángulos realmente interesantes…aunque en invierno reunirse aquí para debatir algún asunto tenía que ser helador. La Lonja consta de dos vanos. 



La Casa Consistorial también acoge la cárcel, que fue utilizada desde el siglo XVI hasta mediados del XX. 


Frente al Ayuntamiento sale la calle Empedrada, que ya el nombre gusta. Es una escalinata empedrada con pizarra y cantos rodados.


Bajando por la calle Empedrada se llega a la amplia Plaza de Josa, una plaza relativamente moderna que ocupa el solar donde se encontraba una de las casas de la familia de los Josa, de la que recibe su nombre por haber hecho la donación. Era una de las casas más grandes del pueblo, y a juzgar por el espacio de la plaza así parece que era, siendo derruida a finales del siglo XIX y principios del XX. 

Esta plaza actualmente es el centro de las actividades sociales. 


En un extremo de la plaza se encuentra la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, que presenta un atrio de entrada, y en cuyo interior hay una pequeña cruz de término, más bien sobre una "repisa" en alto. 



La iglesia es una de las pocas originales del siglo XIII que no se sitúa en el núcleo elevado de la villa. Esto es así porque ya existía otra iglesia ubicada en la parte alta, en el cerro de la Mola, hoy desaparecida. En 1287 el comendador de la Orden de Calatrava autorizó la construcción de una nueva iglesia que se edificó justo al límite del recinto amurallado.

El edificio actual es una reforma del siglo XVI, conservando los arcos de la construcción gótica, con lo que la portada y la mayor parte de la estructura son de estilo renacentista. La portada presenta un frontón curvo partido y una hornacina con la escultura de la Virgen María. 


La torre campanario, de tres cuerpos y planta cuadrada, quedó inacabada por la muerte de su constructor y ha sido restaurada en los últimos años. El contrafuerte sobre el que se apoya formaba parte de un antiguo portal de la muralla, el portal de la Iglesia.


A juzgar por la foto de la puerta de acceso a la torre el campanero no debía ser muy alto o tenía dotes de contorsionista, porque esta altura de puerta para las cárceles está bien, agachando la cabeza, pero para un empleo semi-religioso…


En la calle que cruza la Plaza, hacia la izquierda de la iglesia se ven antiguas y remozadas casas, pero no llegamos a pasear por ella.


Hacia la derecha de la iglesia se encuentra la Casa de Raimundo o Casa de les Xiques, del siglo XVI, que, según la tradición oral, podría haber sido la residencia del Comendador de la villa, perteneciente a la Orden de Calatrava. Fue construido con las piedras del castillo que quedaron después de su incendio.


Aparte del arco de la puerta destaca en su exterior una gárgola, que no es una gárgola eclesiástica tal y como siempre nuestra mente nos lleva a ellas, con formas de animales o monstruos o en algunos casos simpáticas, esta es muy sencilla.


En una “esquina” de la Plaza de Josa se conserva un antiguo pozo, aunque ya sin utilidad. 


Volvemos a subir por la bonita calle Empedrada. 


A media altura a la izquierda surge la calle Gigantes, con el muro que protegía a los viandantes del desnivel con la plaza de Josa, la Barbacana, cuyo origen se encuentra en el nacimiento de la misma plaza. Por su situación, la Barbacana se ha convertido en un mirador privilegiado durante los conciertos veraniegos que se celebran en la plaza. 


Terminamos de subir por la calle Empedrada para salir al Ayuntamiento y por la misma calle por la que entramos salimos hacia el Portal de Santo Domingo, dejándonos algunos lugares interesantes en la localidad, pero la noche y el frío no eran buenas compañeras.


Otro bonito pueblo en el que hemos disfrutado y sorprendido con su arquitectura.