9 de marzo de 2012

España - Cretas/Queretes (Teruel)


Del medievo al bucolismo

Salimos de Lledó por la  TE-V-3303 hasta llegar a la localidad de Cretas, nuestra siguiente parada en esta ruta de localidades de la comarca. En su término municipal se encuentran varios restos arqueológicos que recorren la historia de la población desde la época paleolítica hasta la romana, existiendo varios yacimientos halltatticos e ibéricos. 

En el barranco de Calapatar y alrededores se concentran la mayor parte de los asentamientos ibéricos del Matarraña, y más concretamente en el triángulo Cretas-Calaceite-Mazaleón con los poblados Els Castellans (no tuvimos tiempo de acercanos al poblado), San Antonio y San Cristóbal respectivamente. 

Cretas fue reconstruida por Alfonso I, al mismo tiempo que otras poblaciones vecinas, como Calaceite, Arnes y Lledó, que posteriormente fueron entregadas a Pedro Sancho Vidal de Abarca. Tras la batalla de Fraga se perdió de nuevo este territorio, hasta que Ramón Berenguer IV incluyó a Cretas en el lote que le fue cedido a Alcañiz. 

En 1179 fue entregada por el rey Alfonso II a la Orden de Calatrava hasta 1295, año en que Rodrigo Ponce, maestre de la orden, vendió la población al Obispo de Tortosa, por un precio anual de tres mis sueldos; precio que el obispo trató de eludir en numerosas ocasiones siendo necesaria la intervención real. 

Aparcado el coche cerca del casco histórico comenzamos a andar y llegamos primeramente a la Plaza de la Iglesia, donde se encuentra la Iglesia de la Asunción, que recibe este nombre aunque la parroquia a la que pertenece está bajo la advocación de San Juan Bautista, lo que produce confusiones a la hora de nombrarla. 

 
Es una construcción gótico-renacentista de 1566 para relevar a un templo anterior que se erigía en la parte alta de la población, posiblemente construido en el siglo XIII. Para su construcción se rompió el trazado de la antigua muralla y se ocupó el lugar de uno de los antiguos portales. 

Durante la Guerra Civil sufrió un expolio considerable en el que perdió gran parte de su decoración interior que se ha ido restituyendo poco a poco. Durante unos años los habitantes tuvieron que donar un porcentaje de la cosecha de aceitunas para costear el nuevo retablo. La torre campanario es de forma octogonal. 


De su fachada destaca sobre todo su labrada y ornamentada portada. Sobre la puerta se ven dos medallones con las esfinges de San Pedro y San Pablo; en el friso sobre estos medallones escenas de la Pasión y Muerte de Jesucristo; en la hornacina central la imagen de la Virgen con el Niño; sobre ellas un tímpano que contiene la figura de Dios como Padre Eterno y  en el tímpano superior se representa la Coronación de la Virgen.




A ambos lados de la portada hay dos columnas estriadas en cuyas bases hay labradas las figuras de lo que parecen dragones alados. 


Por el arco, ricamente trabajado y ornamentado su techo interior, que se abre en la casa Sapera se accede a la calle Mayor. La casa Sapera es una antigua casa familiar probablemente construida en el siglo XV que podría haber sido residencia del obispo Francisco Climent, también llamado obispo Sapera por su segundo apellido. 


La calle por la que se accede por esta parte al arco es la calle de la Orden de Calatrava, conocido popularmente como la calle de la Carnicería ya que, al parecer, era el lugar donde el Señor de la villa autorizaba las matanzas de los animales. Sobre el arco se puede contemplar una hermosa ventana gótica con dos figuras a los lados. 


En esta calle de la Orden de Calatrava, en la fachada del número 7, al fondo de la calle sin salida,  se ve una figura esculpida que se halló en el interior de la casa, que representa un soldado que podría ser de la época napoleónica o carlista. 


Pasando el arco se entra en la calle Mayor, que como es natural, es una calle principal y central de la que se derivan otras más estrechas y originalmente sin salida. Al final la calle vuelve a terminar en otro arco que conduce a la Plaza de España o Plaza Mayor, donde desde 1962 se levanta en el centro una columna de 1584 con el escudo de la población, columna que antiguamente era usada como picota para ajusticiar a los reos y que se situaba junto al Portal de San Roque. Los símbolos que se pueden ver en el escudo son: la cruz de Calatrava, por los fundadores cristianos de la villa; el cordero pascual, símbolo eclesiástico posiblemente asociado al período de señorío del Obispado de Tortosa, y las barras aragonesas, que recuerdan su título de Vila Real. 


En la plaza, muy abierta y diáfana, se pueden ver edificios nobles de sillería, algunos de ellos del siglo XV y la imaginación juega a desbordarse con historias leídas o vistas, más ahora que las series de andanzas han hecho furor en las televisiones.


Por supuesto en la Plaza de España se encuentra el Ayuntamiento, que es una construcción más actual. 


Tomamos una de las calles que salen de la plaza, no recuerdo su nombre pero creo que era como si fuera la continuación de la calle Mayor -esto es lo que tiene la improvisación, la falta de mapa y no apuntar la ruta-. 


Por ella se llega hasta la plaza de los Alcaldes de la Villa


Plaza que es cortada por un lado y  transversalmente por una de esas calles sin salida y en la que es fácil imaginarse emboscadas. 


La plaza de los Alcaldes de la Villa termina en el portal de Valderrobres, que a su vez sale a una plaza más amplia, en lo que eran las afueras de la población, denotación que en los tiempos actuales va careciendo de sentido aunque no había construcciones alrededor y sí una carretera o calzada.


Entrando de nuevo a la villa nos encontramos con una de las típicas construcciones del Maestrazgo, calles porticadas que se encuentran bajo las casas, y que en este caso su nombre nos recuerda el pasado de la zona, la calle de los Fenicios.


Nos adentramos de nuevo a la villa, y se puede hacer por dos de sus calles,nosotros lo hacemos por la calle San Antonio de Padua por dos razones: la primera es que en ella se encuentra la Casa Turull, una gran casa solariega fechada en 1746. La casa recibe el nombre de los Turull, una antigua e ilustre familia, cuyos miembros formaron parte de la vida social de Cretas en los siglos XVII y XVII. Su fama les llegó por ser constructores de órganos para iglesias, destacando la reforma que realizaron para el órgano de la iglesia de Morella. 


Sobre la fachada de la casa destaca el balcón de hierro forjado que se soporta sobre unas ménsulas decoradas con figuras; posiblemente autoretratos de familiares. 


La segunda razón por la que entramos por la calle de San Antonio de Padua se encuentra al final de la calle, y desde el comienzo nos atrajo hacia él, el portal de San Antonio de Padua


De nuevo nos encontramos con el típico portal-capilla de la comarca del Matarraña, que en realidad es un resto de las antiguas murallas, que hasta el siglo XVI estaba documentado como pasadizo. A mediados del siglo XVIII se le añade la función de capilla, que se consagra a San Antonio de Padua, figura muy reverenciada en la comarca por su cualidad de patrón de las causas imposibles. Felicísimo Turull costeó las obras de la capilla.

Unas escaleras laterales posibilitan el acceso a la capilla, pero sus puertas están cerradas (y es que vamos intentado abrir cada una de las puertas de las iglesias, capillas, portales-capillas, ermitas que vamos encontrando pero la suerte no nos sonríe, tendríamos que haber invocado antes a San Antonio de Padua).


Desde uno de los arco del portal se tienen vistas del paisaje que rodea a Cretas. 


Volvemos hacia atrás por la calle de San Antonio de Padua y por la calle de Juan Álvarez Morato llegamos hasta el Portal de San Roque, santo invocado contra epidemias y enfermedades, especialmente la peste, como la que sufrió la villa durante el siglo XVII y que motivó la construcción de esta capilla sobre uno de los arcos de entrada a la villa. 


No solo se construyó la capilla sino también un hospital, que se mantuvo en funcionamiento hasta bien entrado el siglo XIX. Estos hospitales eran una especie de albergue para transeúntes y pobres, que además se utilizó para dar hospicio a enfermos y heridos en tiempos de guerra. 

Giramos por la calle en herradura que forma el portal, la calle de San Roque para volver a la Casa Sapera y a la Iglesia. 


Damos por finalizado el paseo por Cretas, más por necesidades de tiempos y horarios, habiendo conocido en gran parte esta agradable y bonita villa.

Salimos de Cretas por la A-1413 en dirección a Calaceite, carretera en la que se encuentra el desvío para llegar a la interesante Ermita de la Virgen de la Misericordia por una Vía Sacra con cipreses. 

En el recinto existía un cementerio donde se enterraban las víctimas de las diferentes pestes que afectaron a la población, especialmente en el siglo XVII. 


Es una edificación gótico-renacentista fechada en 1533 y construida en sillería, que podría haberse construido reutilizando parte de los materiales del antiguo templo de San Juan Bautista que se levantaba desde el siglo XIII en la parte alta de Cretas, que quedó en desuso tras la construcción de la nueva iglesia, de la Asunción, en el siglo XVI. La existencia de elementos góticos en la ermita, como los capiteles de la portada, así como su construcción contemporánea a la iglesia de la Asunción favorecen esta hipótesis.  


De nuevo nos encontramos con buenos vistas y lo que supongo, sin certeza, la entrada al antiguo cementerio.


En este lateral  del camino destaca en la ermita una gárgola con forma de animal indefinido, un zoomorfo de nombre técnico aunque para mi marido siempre será una vaca-cerdo. 


En la zona del ábside de la ermita se conserva lo que queda de la casa del ermitaño, un muro. 


Volvemos por el mismo camino, que es el más luminoso y caliente por el sol, frente a nosotros y frente a la ermita se ve lo que pudiera haber sido una antigua calzada romana, por la columna que se encuentra en su comienzo, pero no había ninguna referencia a ella aunque si la encontramos en el ya mencionado libro de Jesús Dávila, Matarraña insólito


La visita a esta ermita bajo nuestro punto de vista es uno de los mejores recuerdos del viaje, y éste ha estado plagado de lugares con mucho encanto, pero la mayoría de las veces hay uno que te deja más poso, y ha sido esta ermita; si pasáis por aquí no os la saltéis. 

En este periplo por los pueblos del Matarraña nos dejamos pendiente Calaceite, aunque ya lo visitamos hace diez años y nos apetecía volver a descubrirle, pero teníamos una cita para comer en un pueblo de Tarragona, así que pasamos de largo y continuamos por la N-420 hasta Gandesa, ya en la provincia de Tarragona, de la que nos desviamos por la C-43 hasta un cruce de carreteras donde tomamos la T-301 hasta Benifallet, del que poco os puedo contar porque no lo visitamos, pero que goza de una situación privilegiada en el Bajo Ebro/Baix Ebre. 
 
Lo único que hicimos, más por curiosidad que porque creyéremos que estuvieran abiertas, fue acercarnos a través de un bonito paisaje de naranjos primero, bordeando el río y luego subiendo por la montaña, a las Coves Meravelles, donde el viento nos susurraba con fuerza. 



La razón de venir a Benifallet fue porque habíamos quedado con un buen amigo que vive en Tarragona para comer, cosa que hicimos de maravilla en El Xiringuito, que como plato diferente presentan los mejillones al horno, pero como a mí no me gustan no sabría hacer una valoración sobre ellos, a mí siguieron sin gustarme porque probar siempre intento probar hasta lo que no me gusta, pero a mis compañeros comensales no les convencieron demasiados, no sé si por conservadores en gastronomía. A lo que si puedo hacer mención es a las estupendas, aunque pequeñas, navajas a la plancha, aquí me podría haber dado una indigestión…pero esto lo hizo el vino, que no fue acertado, pero no haré publicidad negativa porque tampoco soy una entendida, solo una simple aficionada. 

Tras la comida conocimos a Carmen, carnicera y creo recordar que campeona nacional de tiro, dato confuso el que tengo pero lo importante es lo bella persona que es, ya que a nuestro amigo sí le conocía pero a nosotros nos vio solo un rato y nos hemos venido cargados de una caja de naranjas (ricas), limones (de un olor penetrante) y mandarinas (riquísimas, tendría que venir aquí a comprarlas). Gracias Carmen y familia, que colaboraron en el transporte de la fruta.

Para rematar el día en una de las pastelerías del pueblo compramos unos dulces típicos, los pastissets, unos pastelillos fritos y azucarados rellenos de cabello de ángel…en este bendito país se come de maravilla. 

Después de los encuentros, los regalos y las compras nos damos un pequeño paseo a la orilla del río Ebro, y es que aparte de la buena compañía y la buena conversación había que aligerar el vino de la comida, que no están las cosas para un control de alcoholemia, aparte de la seguridad propia y ajena. 


Vemos el antiguo paso de barquero de orilla a orilla, y recordamos la canción: “ Al pasar la barca, me dijo el barquero, las niñas bonitas no pagan dinero…”


Con las buenas comunicaciones y carreteras de ahora (que sí son buenas de verdad) el paso no es necesario así que lo que hacen es dar paseos en barca por el río, y tienen que resultar placenteros. 


El día de hoy ha resultado especial en piedras y personas.