22 de octubre de 2012

Corea del Sur - Jeonju - Jeonju Traditional Culture Centre - Arroyo Jeonjacheon - Pueblo Hanok de Jeonju



¡Qué cena la de aquella noche! 

Terminada la visita a Buyeo, a su fortaleza, a su roca trampolín de Nakhwaan, a su pozo de la juventud continúa el viaje por carretera hacia el sur, con extensos arrozales enmarcados por montañas, y comenzamos a ver plantaciones de arroz, de gochujang y de ginseng.



De la provincia de Chungcheongnam-do pasamos a la de Jeollabuk-do (mirar mapa), con extensos arrozales enmarcados por montañas por un lado, y por otro por el litoral costero, al que nosotros no llegaremos a ver ni desde el coche; por eso esta región suroccidental es conocida como el granero de arroz de Corea, lo que también ha repercutido en el desarrollo de la cocina coreana, de hecho el bibimbap es originario de la provincia. 


Un dato histórico de importancia es que la dinastía Joseon tiene sus orígenes en Jeonju, la capital de la provincia. 

La rebelión Donghak de 1893 tuvo lugar principalmente en esta provincia, donde una muchedumbre de campesinos y esclavos portando armas de fabricación casera tomaron la fortaleza de Jeonju y derrotaron al rey Gojong, exigiendo la liberación de los esclavos, un mejor tratamiento de la gente de baja cuna o chonmin, la redistribución de la tierra, la abolición de los impuestos sobre el pescado y la sal, y el castigo a los funcionarios corruptos del gobierno (¡cielos!, si es que la historia es un círculo vicioso y en España vivimos tiempos de ayer). 

Jeollabuk-do además es la cuna del pansori, un drama musical interpretado por un vocalista y un percusionista que ha sido reconocido como Patrimonio Intangible por la Unesco en el 2003. 

Nuestro destino y donde pasaremos las dos próximas noches es Jeonju, la séptima ciudad más poblada de Corea, que nos recibe con un bonito abanico ya que en la ciudad se fabrica un buen hanji, pero que no conseguimos captar en fotografía como corresponde. 



Lo primero es ir al hotel, que fue un cambio que no hicimos y allí me arrepentí, porque esta logística es responsabilidad mía, aunque sinceramente la opción que hubiera elegido (estuve a un tris que se dice) hubiera sido la más incómoda para cargar con las maletas, ya que no íbamos de mochileros precisamente y no es que fuera más cómoda, es que era la que correspondía a Jeonju y a su ambiente. 

El hotel del tour es el Jeonju Core Riviera Hotel, que en la recepción no está mal, pero los pasillos de las habitaciones me recuerdan a la película de El resplandor, por un momento hasta puedes ver a las gemelas al fondo del pasillo invitándonos a jugar con ellas para siempre. Las habitaciones no son nada del otro mundo, son amplias y las camas no resultaron incómodas, que era el mayor temor; en el baño los adminículos de aseo escasos pero adecuados.  



En el ascensor nos llama la atención la numeración, el piso cuatro no existe, y es que este número es de mala suerte para los coreanos. La razón es porque cuatro se pronuncia sa y suena igual que la palabra china que significa muerte. Nosotros tememos el número trece, por aquello de los comensales de la última cena con Jesucristo y ellos el número cuatro, supongo que en otras culturas habrá otros números. 


Lo mejor del hotel es su situación, al lado del bien conservado Pueblo Hanok de Jeonju, con más de 800 casas tradicionales coreanas llamadas hanok, lo que le convierte en una de las mayores concentraciones de estas construcciones que existen en Corea del Sur. Ya pasearemos por él con más detenimiento y calma. 

Después de soltar las maletas y darnos una ducha, que hemos vivido a continuo remojo refrescante, salimos a pasear, y ante la duda de tomar la primera calle a la derecha saliendo del hotel, ya que según el mapa era pero la apariencia física no parecía que fuera, decidimos caminar toda la calle abajo, encontrándonos una curiosa parada de autobús, no la parada en sí, sino la comodidad de un elemento para esperar el transporte. 


Ahora a conciencia pasamos de largo la calle que se introduce en el pueblo hanok, donde asoman sus tejados negros picudos, y una tortuga  con estela que no creo que sea funeraria, saluda a la entrada. 


Continuamos nuestro camino al lado de la carretera, que aunque no es el sitio más agradable es el que nos conduce a donde queremos, y por eso esta vez nos saltamos la indicación más clara, aunque no tanto porque esa escalera hacia arriba no apetecía mucho y el camino estrecho también podía acabar truncado. 


Al final del camino, junto al arroyo Jeonjacheon se encuentra el Jeonju Traditional Culture Centre, que por la hora que era estábamos seguros que como centro cultural estaría cerrado, pero nosotros confiábamos en que el restaurante que aloja estuviera abierto, ya que podría haber sido una interesante opción para la cena. 


Paseamos junto al arroyo, por la calle Jeonjucheondong-ro, que no es un paseo especialmente bonito, ni por el arroyo ni por las casas avejentadas, que no históricas, que se encuentran a la orilla, pero descubrimos uno de los grandes aciertos de los coreanos: los lugares para descansar, todo vale, como ya hemos visto en la parada de autobús con un sillón, ahora hacen pequeñas plataformas sobre las que plantan colchones o los colocan directamente en el suelo, que no resultan estéticos pero sí prácticos. 

Volvemos a saltarnos otra entrada al pueblo hanok mientras la noche comienza a hacer acto de presencia. 


Llegamos hasta el puente Namcheongyo, con una estructura similar a un pabellón alargado sobre él. 


Ahora sí entramos en el complejo del Pueblo hanok de Jeonju por la calle Eunhaeng-ro y disfrutamos enormemente del pequeño paseo nocturno, de las casas hanok en las que se han instalado hoteles guesthouses, restaurantes, tiendas de souvenirs, centros culturales o se han mantenido como viviendas particulares. 




El paseo por el pueblo hanok no es sólo para conocerlo que ya lo haremos con luz diurna, estamos buscando un restaurante para cenar ya que en el centro cultural no lo hemos podido hacer, encontrando que hay muchos restaurantes occidentalizados y decorados a todo lujo, pero el que buscábamos en suplencia se encuentra instalado en una bonita casa hanok, su nombre, Jeonju Hyang, en la calle Eunhaeng-ro. 


Entramos y preguntamos si podíamos cenar, la señora que nos atiende no entiende nada de inglés pero es muy amable, nos deja la carta con traducción de los platos en inglés afortunadamente. Las mesas son típicas coreanas, es decir, a sentarse en el suelo cómo mejor nos podamos acomodar para aquellos que tenemos problemas de rodillas y de espalda, pero el fin justifica el esfuerzo. 

La idea original era comer un clásico bibimbap ya que es tan famoso en la provincia pero no lo encontramos en la carta como tal, así que decidimos un poco a la ligera y este fue el resultado, eso sí, picante a rabiar. Si el bibimbap lleva arroz, verduras, carne y gochujang, este plato lo tiene todo mezclándolo en el cuenco personal de arroz, solo faltaría el aceite de sésamo, que podría haberse usado para freír la carne. 


Hagamos un pequeño desglose de ese maravilloso mundo del banchan. Una pequeña tortilla a la coreana, que se hace con harina de trigo, huevo y cebolleta en su versión básica. Este es uno de los platos que más nos han gustado, el nombre de esta tortilla es jeon y se puede cocinar con todo tipo de ingredientes. 


Encurtido de tiras de calabacín muy finas y tiras de calabaza. Al igual que en Japón en Corea son muy aficionados a los encurtidos, y casi nunca falta en la mesa un banchan presentado de esta forma.



Por supuesto no faltaba el típico y tópico kimchi

Intentamos pedir cerveza pero no nos entiende, así que saco la guía con los nombres de comidas y bebidas en coreano para enseñárselo, pero allí no sirven cerveza (mekju) y nos ofrece makgeolli, un vino de arroz sin refinar que nos sirve muy frío, de color blanquecino como el propio arroz y que a mí me gustó mucho, no es dulce ni amargo pero tiene un sabor muy particular, que al principio se puede rechazar pero al que luego te acostumbras y te lo bebes muy bien, y además tan frío entraba mejor.

Este licor es de los más antiguos que se fabrican en Corea cuyo proceso de elaboración es el siguiente: se hierve el arroz; se deja secar; se mezcla con harina y agua; y finalmente se deja fermentar. 

Para brindar se utiliza la expresión Gan Bae! (que suena a algo parecido a Konbe, con lo que es fácil aplicar una regla nemotécnica para recordarlo, "Con b de brindar". 


Cenamos francamente bien, aunque yo salí con la boca ardiendo a pesar de los lingotazos que bebí de makgeolli. Bien cenados y contentos emprendimos el camino de vuelta al hotel, ahora sí, por el camino más corto. Nuestra primera toma de contacto con Jeonju ha resultado exitosa.