29 de noviembre de 2012

Corea del Sur - Jeju-do - Cascada Cheonjiyeon



La sonrisa del cielo

Desde la costa Yeongmeori y la visita fallida al dragón nos dirigimos hacia la ciudad de Seogwipo (mirar mapa), pero no paramos en ella, sólo podemos ver rápidamente el bonito estadio construido para el mundial de fútbol del 2002, un puente con forma de vela y algo del puerto. 




El chófer aparca cerca del puerto, hasta allí podemos llegar en coche, el resto será por supuesto caminando hacia la cascada Cheonjiyeon (2.000W - mirar mapa), por un sendero que pasa por un pequeño bosque subtropical en el valle con forma de U formado por lava que sigue el curso del río Cheonjiyeon. 

Se comienza cruzando un florido puente (fotografía una vez cruzado).


Al ser un espacio natural, más o menos conservado y protegido, los animales se encuentran en su hábitat mientras el flujo de turistas en ambas direcciones es continuo.


El cielo nos sonríe con colores, ya que tenemos la suerte de contemplar el arco iris, pero no como siempre en la posición conocida, sino que está al revés, dibujando en el cielo una amplia sonrisa. Para mí es la primera vez que lo veo así y he tenido que buscar información sobre él; recibe el nombre de arco circumcenital y se produce con condiciones atmosféricas adecuadas, lo curioso es que el cielo tendría que estar despejado y no es así, las nubes lo intentan tapar pero afortunadamente no lo consiguen.

Los meteorólogos dicen que estos arcos se forman cuando la luz del sol rebota sobre cristales de hielo en la atmósfera, enviando los rayos de luz de regreso al cielo, lo malo es que este efecto lo asocian al cambio climático y esto no es nada bueno. 


El paisaje es precioso, no de grandes alturas, pero sí de intensidad de verdor. En el camino hay tiendas de souvenirs, donde se pueden adquirir figuras de dolharubang de diversos tamaños. El que tenga un jardín en casa en lugar de poner enanos de cerámica puede adquirir una de estas figuras y proteger el hogar. 


Uno de los puentes resulta ser algo juguetón, aunque si se pasa saltando las tablas de madera de los laterales mejor hacerlo con precaución para evitarse un tremendo chapuzón. 


Es otro puente el que nos ofrece la estampa más bucólica del lugar. 


Además el puente está bien protegido por dos dolharubang a cada lado.


El valle está protegido y ha sido declarado Monumento Natural por las plantas raras que se encuentran, como la Rubus Hongnoensis, que es de la familia de las rosáceas, así que al que le guste la botánica en profundidad seguramente disfrute buscando la planta. 


Al fondo del paseo y del valle se encuentra la cascada Cheonjiyeon, que significa cascada que conecta el cielo, cheon significa cielo y ji, tierra. 


La cascada tiene una caída de 22 m, y debido a la fuerza del agua se ha producido un estanque de 20 m de profundidad e incluso un agujero en la roca de detrás. 


Afortunadamente para ser verano la cascada lleva agua pero tras una fuerte lluvia el espectáculo debe ser grandioso, una cortina de agua que cubra toda la rocas.

En 1694 se escribió respecto a esta cascada: “cuando se realiza un ritual de lluvia en el otoño, durante la estación seca, funciona el conjuro inmediatamente, gracias a un dragón misterioso que habita en el estanque”. 

Por la noche tanto el camino como la cascada se iluminan con lo que se ofrece una diferente visión, y el paseo debe estar interesante a estas horas, sobre todo si el hotel se tiene en la zona de Seogwipo y el desplazamiento se puede realizar o en coche propio o en taxi.

Emprendemos el camino de vuelta en compañía de las alegres y coloridas flores tanto en la naturaleza como en los decorados puentes. 





Se han terminado las visitas de hoy y de camino al hotel en el que nos alojaremos dos días en la isla, el día ha sido largo porque ya son las siete y cuarto de la tarde, pasamos por uno de esos museos que me hubiera gustado visitar por su punto curioso y friki, el Museo de los Ositos de Peluche, que muestra a estos simpáticos teddy bears como protagonistas de hechos históricos o eventos sociales. Fue inaugurado el abril de 2001, y museos con ositos hay en todo el país y en bastantes ciudades, con lo que éxito tienen sin lugar a dudas; con este museo creo entender algo más aquellos ositos que vimos en el Paseo el Filósofo en Kyoto. La fotografía es la menos mala de las muchas que intentamos hacer cada vez que pasábamos al lado del museo.


El hotel en el que nos alojaremos está destinado principalmente al turismo asiático, por decirlo de cierta forma, siendo un destino para las parejas coreanas, chinas y japonesas en luna de miel; pertenece a la cadena Lotte y se encuentra dentro del Complejo Turístico de Jungmun, cerca de la ciudad de Seogwipo, donde hay hoteles, restaurantes, un campo de golf, un acuario, un jardín botánico, un centro comercial…lo que quiere decir que moverse dentro del complejo sería con transporte de cualquier modo dada la extensión del mismo. 

Durante el registro en el hotel ocurre un hecho que nunca nos había ocurrido, hasta el momento los guías que hemos tenido en Japón, Nueva Zelanda y Australia (no en Vietnam ni en Camboya) tenían habitación en el hotel en que nosotros nos alojábamos, pero Sonia no dispone de habitación en éste, se encuentra al completo y tiene que buscarse la vida en la ciudad. Desconozco si es que los guías viajan con dietas o tengan conciertos de habitaciones con algunos hoteles exclusivamente y este fue uno de los hoteles que cambiamos en el tour, aunque ambos se encuentran dentro del mismo complejo Jungmun. Sonia tampoco nos dio más explicaciones pero si me preocupó el asunto porque esto debería estar previsto, es más, pensaba que el precio del tour incluía todo, hasta el alojamiento del guía.

El hotel es realmente inmenso, llegar a la habitación es doblar pasillo tras pasillo, parece el pasillo infinito, y nuestra habitación está casi al final de uno de ellos. Exploramos la habitación y bajamos a explorar el hotel, sobre todo las posibilidades de cena, y reservamos mesa en el restaurante coreano, Mu Gung Hwa. Tiempo justo para una ducha y casi nada de descanso. 

La diferencia con los restaurantes coreanos en los que hemos estado comiendo con Sonia es que la presentación de la mesa y los cubiertos tienen otro nivel, más acorde a la categoría estrellada del hotel, aunque personalmente la decoración me recuerda a los asadores castellanos. 


No recuerdo exactamente el nombre de los platos. Para mi marido una ternera a la plancha con verduras, que estaba muy tierna y rica (no es bulgogi o eso creo, es como una barbacoa pero ya hecha) y que iba acompañada con varias salsas.


Para mí un estofado de ternera con su hueso acompañada de una oreja de mar también llamada abulón, que dicen que es un manjar. La ternera y el guiso de un sabor exquisito pero el abulón que me creía asemejaría a una tierna vieira y que es carísimo no pude masticarlo, se me hacía bola en la boca. El abulón lo conocimos en Nueva Zelanda por su bonita concha de colores azulados y verdosos como paua, pero allí nunca lo llegamos a probar. Hoy no tenemos banchan y nos entristece, y es que parece que el lujo no siempre es lo mejor e incluso se pierden las buenas costumbres y tradiciones.


Terminamos la cena con un té, eso sí, obsequio de la casa, con lo que cuando ya nos disponíamos a marcharnos nos pararon en el camino de salida para poder degustarlo.