6 de febrero de 2013

Corea del Sur - Busan - Parque Taejongdae (1)




Por la situación del hotel, junto a la playa de Haeundae, en el lado este de la ciudad, para visitar Busan tenemos que atravesarla entera si el lugar se encuentra en la parte oeste, y como este es el caso, volvemos hacia el puente Gwangan, sin lugar a dudas un puente necesario para que fluya el tráfico en esta efervescente ciudad. 


Al sureste de la ciudad, en la punta de la isla Yeongdo se encuentra el parque Taejongdae (entrada gratuita a pie, se paga por el parking; mirar mapa), situada a 150 m sobre el nivel del mar, siendo un área de vegetación boscosa. Recibe el nombre por el rey Taejong, de la dinastía Shilla, que reinó entre los años 654-661, que disfrutaba aquí del tiro con arco tras la unificación de los Tres Reinos; aunque también visitaba la zona el rey Taejong, de la dinastía Joseon; así que entre reyes Taejong anda el juego y el nombre.

Se puede hacer un recorrido a pie por el parque, pero es extenso, por supuesto tiene cuestas -que luego se convierten en bajadas- y el calor es tremendo, con lo que lo conveniente es utilizar el trenecito (1.500W) que como una atracción turística más ayuda en esta labor de conocer el parque.

La cola para tomar el tren es de órdago, y eso que hemos llegado temprano, 9.45 h, cuando el parque abre a las 9.30 h. La teoría es que el tren funciona cada media hora, y eso nos asusta porque está claro que en el primer tren no entraríamos (los turistas hacemos una valoración del tiempo cual si fuera realmente oro) y el hecho de afrontar el recorrido a pie no es sugerente, sobre todo teniendo en cuenta que se ve una cuesta para empezar.

Decidimos esperar y vista la avalancha de turismo que ha entrado al parque, los trenes circulan más rápidamente de lo que se lee en los paneles informativos, así que en algo más de media hora estamos sentados y en marcha.

El tren realiza varias paradas para disfrutar del paisaje, de los monumentos dedicados, de un templo o de las instalaciones recreativas que se encuentran en el parque. Nosotros nos bajamos en la parada de un edificio observatorio, en el que también hay un restaurante, desde donde contemplar el transitado mar.


También se pueden ver varias islas o islotes, bueno, realmente ver sólo vemos la isla Saengdo o la isla tetera, nombre que no hace falta explicar ¿no?


En la terraza del observatorio hay unos prismáticos con los que se debería poder ver la escurridiza y enigmática isla japonesa de Tsushima, que ni desde la Torre Busan ni desde la isla Dongbaek hemos podido hacer, pero no nos parece tan atractiva la visión para pagar por ella.


La isla no es lo realmente importante, es el paisaje en general y los acantilados.


En este edificio también hay una exposición monográfica dedicada a la actriz que conocimos en estatua y foto en la Torre Busan, Ji Woo Choi, que como buena embajadora de turismo de la ciudad posa en lugares emblemáticos de la misma; en este caso con el edificio Nurimaru de fondo.


Como el tren es un "hop on hop off" (sube y baja cuando quieras) lo volvemos a tomar para llegar hasta la siguiente parada, que en plano parece que está cerca pero que en las condiciones de temperatura, humedad y ascensión del terreno, estaba más lejos que lo que podía parecer. Desde el punto de parada del tren comienza un camino de descenso por el acantilado que conduce a un mirador desde el que se contempla el faro situado en el parque.


El paseo continúa descendiendo por unas escaleras hasta otra plataforma, donde hay una escultura con forma de brújula, que sinceramente me parece colocada en un lugar espectacular que la favorece más de lo que ella por sí misma provoca, y se convierte en un elemento visible y fotografiable desde todos los ángulos. 





El camino continúa descendiendo, y nosotros por él (aunque mi mente a pesar del disfrute visual no dejaba de pensar en que todo lo que se baja se tiene que subir).



Hacia un lado queda una pequeña playa, los acantilados y al fondo se intuye la ciudad de Busan.


Hacia abajo los acantilados, con una zona por la que pasea la gente.




Seguimos el camino abajo hacia el acantilado, siguiendo el rastro de los turistas que van por delante nuestra. La plataforma rocosa a la que llegamos (y veíamos desde arriba) es conocida como la “roca suicidio” o Sinseondae, donde parece ser que algunas parejas realizaron el último paso de su vida.

Personalmente me gusta más la historia-leyenda (y supongo que a todos) que a esta roca venían los dioses (y diosas) a relajarse, por lo que también recibe el nombre de Roca de la montaña de Dios (o dioses). 



La plataforma está partida, hacia el otro lado se encuentra una piedra alta llamada Mangbuseok (información del nombre con cuarentena, ya que no tengo la seguridad de que sea así).



Desde aquí vemos un edificio al que hemos rodeado, pero al hacerlo no hemos podido descubrir su forma del todo, pero ahora sí se puede descubrir, y lo que nos parece es un barco encallado en los acantilados. Su destino completo no lo sé, parte de él era una cafetería-restaurante pero no sé si también tiene alguna actividad o exhibición relacionada con el mar.



Volvemos sobre nuestros pasos, una vez que se llega hasta el faro existía la posibilidad de continuar hacia los acantilados, que es lo que hemos hecho, o de bajar hacia las rocas, que es lo que hacemos ahora, donde se encontraban las mujeres vendiendo y cocinando los frutos del mar.



La verdad es que las mesas preparadas sobre las rocas son un reclamo por todo, hasta por la incomodidad, y si no hubiera sido tan temprano hubiéramos incitado a Sonia para quedarnos a comer aquí a pesar del sofoco de calor y humedad, del tráfico de turistas subiendo y bajando, pero el lugar creo que no nos hubiera decepcionado en calidad gastronómica y frescura de los productos. De hecho ya algunos comensales comenzaban a tomar posiciones. 


Cuando bajábamos hacia el acantilado, aparte de las vistas de las rocas sobre el mar, y de los restaurantes sobre las rocas, también me fijé en un barco que parecía realizar una travesía. La teoría es que volveríamos a subir ese camino de bajada fácil que hemos hecho, convirtiéndose en un camino de subida difícil para mí, para tomar el tren y visitar algún otro lugar dentro de este parque o directamente ir a la salida. 

Le preguntamos a Sonia por esa travesía marítima, a lo que nos responde con su pregunta standard ¿Vd.quiere ir?, encontrando nuestra respuesta standard también, pues sí se puede sí, pero ¿qué es lo que hace el barco?, dar una vuelta por los acantilados  y las islas Oryuk, con lo que la respuesta está a pedir de boca: ¡vamos al barco!, y hacemos la travesía por mar.