22 de febrero de 2013

Corea del Sur - Gyeongju - Gruta Seokguram



De piedra y sin fotos

Día 13 de estancia en Corea y de nuevo nos toca partir, con lo que la noche anterior intentamos poner algo de orden en el caos maletero y de ropa que llevamos, pero llega un momento en que es cansino ir separando ropa y colocando compras, las primeras dan ganas de ir dejándola por los hoteles, las segundas nunca serían abandonadas de esta cruel manera después de comprarlas con tanta ilusión. 

Por la mañana, desde la ventana del hotel nos despedimos de la playa de Haeundae, que para ser casi las nueve de la mañana presenta un aspecto muy tranquilo, de sombrillas, de tumbonas, de toallas, de flotadores amarillos y de bañistas. Ayer era más temprano y la playa ya estaba recibiendo a sus visitantes, pero es que ayer era domingo y por lo tanto los coreanos tenían el día festivo. 


Hoy nos toca de nuevo un cambio de chófer, y descubriremos que seremos afortunados con Lee Sok, aunque no será él el que termine el tour con nosotros desgraciadamente, aunque con esto no nos quejamos del último conductor, pero Lee Sok fue muy especial por su colaboración como veremos. Curiosamente en el camino de salida pasamos al lado del centro comercial que visitamos la noche anterior, el Shinsegae, demostrando que el mundo es un pañuelo (algunos mal pensados dicen que lleno de mocos) y salimos finalmente de la ciudad para reencontrarnos con el paisaje coreano de montañas, aunque el día ha salido gris y amenazante de lluvia. 


Salimos de la provincia de Gyeongsangnam-do para entrar en la de Gyeongsangbuk-do (mirar mapa), que alberga muchos de los tesoros más antiguos de Corea y donde los acontecimientos históricos se hacen más cercanos. Esta zona fue la capital del imperio Shilla (del 57 a.C. al 935 d.C.), con lo que fue muy importante a nivel de gobierno y como centro de comercio. 

Llegamos a Gyeongju, la capital del reino de Shilla durante mil años, que se encuentra en las faldas del monte Namsan (igual de nombre que el de Seúl, donde se encuentra la torre Namsan). En el siglo VII, bajo el reinado del rey Munmu, Shilla conquistó los reinos de Baekjae y Gogureyo, convirtiéndose en la capital de la península coreana y teniendo un importante crecimiento de población, llegando hasta el millón de habitantes, pero el imperio fue víctima de la división interna y de las invasiones exteriores, con lo que llegó a su fin.


Durante la Guerra de Corea, Gyeongju se salvó de los bombardeos y durante el siglo XX comenzaron los trabajos de restauración de las zonas históricas al tiempo que se producía un renacer cultural moderno. 

Como ya va siendo costumbre, con las maletas en el coche comenzamos las visitas, nuestra primera parada, bajo una lluvia no torrencial pero sí fuerte y continua, con algo de neblina, paramos en la diferente e impresionante Gruta de Seokguram (4.000W), declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1995. 
 

La montaña donde se sitúa la gruta, y la puerta de entrada, a causa del día de niebla tiene cierto halo misterioso, pero también nos produce preocupación por las nulas vistas que tendremos y la incomodidad que puede representar si la lluvia en lugar de parar es cada vez más fuerte. 




Compramos unos chubasqueros para protegernos de la lluvia, aunque la humedad del ambiente hace que el plástico sea asfixiante, así que puestos a mojarse es mejor hacerlo con agua de lluvia que con sudor. Y ya sabéis, en Corea para visitar hay que caminar, y hoy nos toca por un camino bonito pero embarrado. 



La gruta fue construida, con el nombre de Seokbulsa, en el siglo VIII y está considerada como uno de los mejores santuarios de Buda del mundo, situada en la cima de la montaña Tohamsan, en teoría con vistas al Mar del Este o Mar de Japón, pero hoy el día no está para vistas. 


Los farolillos de colores hoy no protegen del sol, lo hacen de la lluvia, pero esta es imposible pararla.


En el suelo se puede ver el reflejo del color de los farolillos en los pequeños charcos de agua que se forman…parece el juego del twister a tamaño extra-grande.


La gruta es realmente una cueva artificial realizada con grandes bloques de granito cuya construcción comenzó en el año 751 bajo la supervisión de Kim Dae-seong, que también se encargó de la supervisión de la construcción del cercano templo de Bulguksa, terminándose en el año 774, durante el apogeo cultural del periodo de Shilla Unificado. Según la historia, o la leyenda, Kim Daeseong había construido el templo de Bulguksa para sus padres que estaban vivos, y la gruta Seokguram para los padres de su vida pasada. 

La gruta está cubierta de tierra, de manera que da la sensación de estar cavada en la colina, y el pabellón por el que se accede es de construcción posterior a la de la gruta.

Su pequeño tamaño sugiere que sólo era utilizada por la familia real de Shilla aunque formaba y forma parte de un camino espiritual al Nirvana, donde los peregrinos acudían después de visitar el templo de Bulguksa.

 
El diseño geométrico, con estructuras de piedra en forma circular, rectangular, hexagonal y octogonal requirieron avanzados conocimientos matemáticos y de ingeniería, lo que hace de ella uno de los mayores logros arquitectónicos de la antigua Corea y es considerada una maravilla por los arquitectos, ya que las piezas de granito no están unidas con mortero, sino con remaches en piedra.  

El gobierno militar japonés hizo reparaciones en la gruta en diferentes ocasiones y no precisamente con acierto: entre 1913 y 1915, en 1917, y entre 1920 y 1923. En la primera ocasión, el templo se desmontó y luego se reconstruyó por completo, utilizándose cemento, lo que generó filtraciones de agua que provocaron la erosión de algunas esculturas del interior. En la segunda ocasión se colocaron tubos de drenaje encima de la cúpula para canalizar el agua fuera de la gruta, pero como continuaban las filtraciones se realizó la tercera reparación, aplicando asfalto a la superficie de hormigón, pero esto solo logró empeorar aún más la situación.

En 1964, con el presidente Park Chung Hee, se desarrollaron los trabajos de restauración para solventar todos los errores anteriores. El problema de control de temperatura y humedad se resolvió utilizando sistemas mecánicos. La superestructura de madera construida sobre la antecámara sigue siendo un tema de debate entre los historiadores y arquitectos, ya que para los primeros la gruta no contaba con ella y para los segundos corta el flujo de aire y tapa la vista de la salida del sol sobre el mar (hoy tapada esta vista por la niebla). 

El interior sólo puede verse actualmente a través de un cristal que lo protege de la avalancha de turistas que  visitan la gruta y para protegerla del cambio de temperatura. Además no se pueden realizar fotos, y esto a pesar de este cristal protector, razón por la que hay una persona encargada de evitar la realización de las mismas, así que no tenemos fotos del interior, pero a la salida compramos unas postales para por lo menos tener un recuerdo físico de la impresionante gruta. 

En toda la gruta hay cuarenta figuras escultóricas que representan principios y enseñanzas budistas. 


Primero hay una antecámara rectangular que representa la tierra, tras la cual hay un estrecho corredor decorado con bajorrelieves que lo conecta con la cámara interior de planta circular y techo abovedado, que representa el cielo. 


En la antecámara están esculpidas ocho divinidades tutelares (Dharmapalas), cuatro a cada lado. En la entrada al corredor hay dos reyes-guardianes (Deva-Kings).

 Fuente: asdfpostcrossing.blogspot.com


En el corredor hay cuatro figuras de los Reyes Celestiales (Lokapalas) de los cuatro puntos cardinales.


Fuente: visitkorea.or.kr

En el centro de la cámara, bajo la cúpula de 6,58 m de diámetro, se encuentra la imagen de Buda Sakyamuni, que está considerada una pieza maestra de las esculturas de Buda en Corea. Mide 3,5 m de altura, se encuentra elevada sobre un pedestal circular en forma de loto de 1,34 m de altura, y está esculpida en un solo bloque de granito. Sobre la cabeza tiene la usnisa, que es el símbolo de la sabiduría de Buda. 

A diferencia de otros Budas que tienen un halo en la parte trasera de la cabeza, en esta estatua se crea la ilusión de un halo por la colocación en el muro posterior de la cámara de una escarapela tallada con pétalos de loto.

 



Buda está rodeado por diez discípulos o arhats, cinco a cada lado, tres Boddhisattvas (números 15, 9 y 21) y dos dioses hindúes o Devas. Además hay diez nichos en la pared en los que se alojan diez figuras de boddhisattvas no identificados. 



En la pared posterior de la rotonda se encuentra la figura del Boddhisattva de la Compasión o Diosa de la Misericordia (número 15), de 2,18 m de altura, la única de las figuras que mira hacia el frente, ya que el resto mira hacia los lados. En su cabeza porta una corona con once cabezas.


Impresionados al tiempo que entristecidos por no haber podido ver y disfrutar de esta gruta y sus esculturas al natural (aunque lo entendemos perfectamente por su preservación), salimos al exterior, y desde aquí en teoría desde aquí se tendría que ver el Mar del Este.


En un santuario cercano a la gruta sí se puede entrar para ver a un Buda en solitario y no en tríada como en los santuarios de otros templos (aunque esto es aleatorio, en el mismo templo al tener diferentes santuarios, tan pronto hay tres figuras como solo una).


No faltan las tejas de agradecimiento, que en este caso muestran que el turismo no es sólo asiático, aunque a nosotros nos miren con extrañeza durante todo el viaje por todo el país.


Casi a la salida de la gruta, cercano a la puerta de entrada, ahora sí vemos, o mejor intuimos entre la niebla el pabellón de la campana. Viendo así la foto parece un día de frío pero todo lo contrario, un gran bochorno a pesar del agua. La campana se puede tocar por 1.000W el toque.


Lo peor de no poder entrar en la gruta no es el no poder hacer fotografías sino el no poder contemplar en todo su poderío, esplendor, profundidad, cercanía y en todos sus ángulos la arquitectura de la gruta y sus imponentes esculturas, por lo que a pesar de la impresión tan magnífica que produce al tiempo te deja una impotencia visual al no haberla visto de forma completa. 

Una imagen de la gruta tal y como era sin levantar el pabellón que la cobija, tomada en 1913 durante la primera rehabilitación realizada por los japoneses.



Bajo la lluvia dejamos atrás la sorprendente gruta para ir hacia el templo de Bulguksa.