26 de marzo de 2013

Corea del Sur - Templo Haeinsa (1/2)




El templo en el bosque

A las nueve de la mañana dejamos la histórica ciudad de Gyeongju y hoy tenemos un largo día por delante, ya que emprendemos camino hacia el oeste de esta ciudad. No nos acompaña el amable Lee Sok, que nos sirvió de guía por el fascinante templo Golgulsa, nos toca volver a cambiar de chófer, que ya será el último hasta el final del viaje, pero con él no haremos tanta relación como con los dos primeros, sin contar al de la isla de Jeju-do, con el que tampoco establecimos una gran comunicación. A pesar de los días que pasaremos "juntos" no existió feeling bidireccional pero sí una educada relación por ambas partes


 
Tras el viaje por carretera, entramos en una carretera de montaña, con un paisaje precioso y la primera parada en este largo viaje es en el Parque Nacional Gayasan, designado como tal en 1972, abarcando 77 km2 y que se encuentra en la provincia de Gyeongsangnam-do (mirar mapa). Se tiene la duda de si el nombre Gayasan proviene del topónimo Bodh Gaya, un pueblo indio donde el Buda Sakyamuni alcanzó la iluminación, o de Gaya Dae, un antiguo reino del sureste de la península coreana. 


Como casi siempre en los templos de Corea, se aparca el coche y uno se pone a andar, en este caso por uno de los caminos más hermosos por los que hemos pasado y pisado, o así lo sentí en su momento y mantengo esa sensación en el recuerdo y al ver las fotografías, y no creo que fuera un espejismo. Y es que si en cada templo de montaña que hemos conocido hemos tenido que caminar con buenos fondos de montañas, en este caso es mucho más parecido a realizar un senderismo, a pesar del camino asfaltado en buena parte del camino. 


Incluso da tiempo a pararse con los animalitos del bosque…más o menos y cada uno con su tamaño. 


Como ya viene siendo costumbre, en una parte del camino aparecen los puestos de venta, tanto de productos naturales como de puestos de comida, la fe y el negocio en perfecta armonía. 



Y no faltan los de souvenirs y artesanías varias, donde nos llama la atención uno en especial, los dibujos en tinta china que están realizando en ese momento, y lo hace como si fueran en serie, supongo que todo el día dibujando le da la suficiente naturalidad hasta para realizarlo con los ojos cerrados.

A la salida de la visita al templo compraríamos en esta tienda un precioso e increíble dibujo de un dragón que nos cautivó, y no nos llevamos el más grande porque a algún turista se le había caído la bebida encima de él y tenía unas gotas marcadas en el papel, con lo que a pesar de la rebaja que nos hacía en el precio no nos convencía porque no tenía una solución efectiva y eficaz. 

En casa en lugar de derribar paredes para hacer espacios más amplios vamos a tener que levantarlas para poder colgar nuestros recuerdos viajeros. 


Vamos a visitar y conocer el templo más famoso de Corea, y eso es decir mucho dada la cantidad de templos que hay en el país, a cada cual con su importancia y su situación. Se trata del Templo de Haeinsa (acceso más directo desde la ciudad de Daegu; mapa del complejo), fundado en el año 802, durante la dinastía Shilla, para enseñar la filosofía y el pensamiento de la Escuela Avatamsaka, siendo un centro fundamental de esta escuela en Corea.

El templo toma su nombre de la noción budista Haein Samadhi, que significa el reflejo sobre el mar en calma tras luchar contra el viento y las olas, lo que permite ser consciente de la verdadera naturaleza (demasiada noción budista para mí aunque suena bien y se asemeja al refrán “después de la tempestad viene la calma”). 

El templo además es uno de los templos de los tres tesoros, llamados Sambosachal, junto con los no visitados de Songgwangsa y Tongdosa, este última en Busan.  

En el año 930, con la dinastía Goryeo, y en 1488, con la dinastía Joseon, se realizaron reconstrucciones del templo tras sufrir varios incendios. 

El mapa del complejo del templo lo encontráis en la siguiente entrada del blog

En el camino de entrada encontramos las típicas estelas, aunque algunas de ellas tienen un toque de modernidad en la piedra con sus grabados, mientras que las tortugas que las sustentan y los dragones que las coronan siguen siendo de la misma escuela. 




Entrar en Haeinsa significa entrar en el mundo del Buda Dharma, el mundo de la liberación, y lo hacemos por un camino que como ya sabemos tiene tres puertas. 

La primera es Iljumun, la puerta del Pilar Único, cuyo nombre no concuerda mucho con la arquitectura que se ve; simboliza la primera puerta hacia el mundo de Buda. Está precedida de las columnas Jinju, para colocar la bandera budista. 


Tras esta primera puerta continuamos por el camino, que sigue la ondulación del terreno, hasta la segunda puerta, Bonghwangmun, la Puerta del Fénix. 


A mitad de camino una extraña al tiempo que preciosa curiosa escultura de Buda, como si fuera el ying y el yan, ya que está partida por la mitad y presenta dos colores. 


También se ve un árbol especial, un olmo que se cree fue plantado cuando se fundó el templo, pero tras mil doscientos años se marchitó y ahora en su interior se depositan las piedras de los deseos. 


Esta segunda puerta, Bonghwangmun, se caracteriza por tener los guardianes pintados, tantos los del exterior. 


Como lo que nos resulta más curioso, los reyes guardianes de los puntos cardinales que se encuentran en su interior; lo que enseña que cada templo es único en sus detalles sin entrar en una valoración profunda sobre el resultado.





Tras la puerta, a la derecha se encuentra el santuario Guksadan, el Salón del Espíritu de la Montaña, que alberga el altar de Guksa-daesin, el dios que protege Haeinsa, y que se cree que tiene el poder de iluminar a todos los seres vivos, de prevenir cualquier desgracia que pueda ocurrir a Haeinsa y que trae bendiciones con él, lo que lleva a todos a seguir a Buda.

Lo de proteger Haeinsa tengo mis dudas sobre sus poderes, ya que tras las reconstrucciones realizadas en 930 y en 1488, un fuego volvió a destruir parte del complejo, el Salón principal, con lo que los edificios que veremos corresponden a una reconstrucción de 1818. Esta mujer de poca fe, budista o de cualquiera, no sabe si el santuario dedicado a Guksadan corresponde a esta fecha y no fue construido al tiempo que se construyó el templo, en el 802. 


La tercera puerta es Haetalmun, la Puerta del Nirvana, que aleja de las ataduras mundanas. Entre esta puerta y la primera, Iljumun, hay treinta y tres escalones que simbolizan los treinta y tres palacios del cielo. 


Pasando la puerta se accede a un gran patio, en el que hay edificios que se usan para las ceremonias y reuniones Dharma. Al frente del patio se sitúa el pabellón Gugwangru, el Pabellón de las Nueve Luces, que toma su nombre de un Sutra que cuenta que el Buda Vairocana predicó nueve veces en siete lugares y que por tanto emite luz en todo momento (curiosa la combinación del nueve y el siete).

Este pabellón, por un lado sirve de oficina de información y venta de souvenirs.





Y por otro, aloja las reliquias de Buda, que juntando todos los Budas del país y de otros países pierdo la cuenta de cuántos se podrían recomponer. En su interior no está permitido hacer fotografías. Son tres miniaturas de huesos, que en la foto en la que anuncian su exhibición parecen hasta grandes y de gigante, y cuando te acercas a verlos tendrías que llevar un microscopio para verlos. Desconozco a qué partes del cuerpo corresponden estos huesos; y sí, pensando en ello me tengo que desdecir de mis palabras anteriores, es posible que si todas las reliquias de huesos de Buda son de este tamaño incluso podría quedar incompleto. 


Hacia un lado del patio se sitúa uno de esos caminos tipo laberinto de petición de deseos, como los que vimos en el templo Jogyesa de Seúl, con una linterna de piedra en el centro y adornado con flores de loto de papel, lo que aparte de colorido le aporta alegría. Algunos fieles van realizando el camino del laberinto con las manos plegadas en oración y bastante concentrados, otros sin embargo lo hacen como si fuera un juego. 


Aquí conocemos su nombre gracias a un panel informativo, Haeindo o Mandara, y ya este segundo nombre nos suena más, nos recuerda a los dibujos que se han puesto tan de moda de origen hindú, de gran colorido y principalmente redondos, pero que nunca nos habíamos preguntando su razón de ser y uso. 

Se da la vuelta por este laberinto con camino trazado recitando el poema Beopseongge, alabanzas sobre las buenas acciones y las enseñanzas de Buddha, con las manos juntas, con la aspiración de lograr buenas obras en vida y olvidar las malas acciones tras la muerte (suena muy parecido a las penintencias cristianas). 


A nuestra izquierda se encuentra el pabellón Saundang, utilizado para la administración de los asuntos religiosos del templo.  A nuestra derecha el pabellón Bogyeongdang, una sala de rituales donde se encuentra la estatua del Buda Sakyamuni, y por detrás de él el edificio dedicado al alojamiento de los que realizan una estancia en el templo, Manwoldang, que fue construido en 2008. 

Tras el Haeindo o laberinto se sitúa el pabellón Beomjonggak, que aloja los cuatro elementos típicos -y tópicos-: un tambor, una campana, la figura de pez y el gong de metal con forma de nube.

Y gracias al folleto cogido en la entrada aprendemos más de estos elementos, que reciben el nombre genérico de Samul, y que son herramientas utilizadas durante los servicios budistas con un orden determinado: primero el tambor, el beopgo, para salvar a los seres vivientes del mundo con la reverberación del sonido, sorteando los obstáculos; luego la campana, para los seres vivos del infierno; en tercer lugar, el pez de madera, que quiere ser una carpa, por los seres vivos que viven en el agua; y finalmente, la nube de metal, wunpan, por los seres vivos que viven en el aire. 


A los lados del pabellón Gugwangru suben dos escaleras hacia un patio superior.


En el nuevo patio destaca en el centro una pagoda de tres pisos y seis metros de altura, Jeongjungtap o Birotap, la pagoda de Vairocana, que la convierten en una de las más altas construidas durante la dinastía Shilla. A los pies de la pagoda, fuera de la barandilla de piedra que la rodea, una piedra plana en el suelo, haciendo una reverencia a Buda. 


Delante de la pagoda hay una linterna de piedra, que simboliza la luz pacífica de Buda, que fue construida al tiempo que la pagoda. 


A la izquierda de este patio se encuentra el pabellón Gunghyeondang (en la fotografía), y a la derecha el pabellón  Gwaneumjeon, quedando a nuestra espalda la parte posterior del pabellón Gugwangru. 


Al frente del patio, subiendo unas escaleras, se sitúa el pabellón Daejeokgwangjeon, el Salón de la Gran Tranquilidad. 
 


En el interior se venera al Buda Birojanabul o Buda Vairocana, la figura principal del budismo Hwaom, que se cree que es tan brillante como el sol que ilumina el cielo, y que con el tiempo se ha convertido en una figura simbólica de la verdad budista. 


A la derecha del Daejeokwangjeon dos pabellones más, Weungjinjeon y Myeongbujeon


En el segundo de ellos se encuentra la imagen de Buda rodeado de figuras de reyes protectores. 


A la izquierda del Daejeokwangjeon se encuentra el pabellón Daerobijeon



En el interior, dos imágenes de Buda Vairocana. Una leyenda dice que si se realiza un deseo de amor colgando una linterna de loto en este santuario se tendrá un amor de mil años (¿para qué tantos?)


Por detrás del Daerobijeon se alzan las últimas escaleras y la penúltima puerta. 



La visita por el templo continúa, pero como es bastante extenso en letras para una explicación lo mejor posible, aquí lo dejamos de momento y seguimos en la próxima entrada, para conocer la Tripitaka Coreana.