3 de abril de 2013

Corea del Sur - Hahoe Folk Village



Pueblo de nobles y villanos

Tras nuestra interesante visita al templo Haeinsa, donde hemos conocido más, aunque no hemos visto casi nada, de su famosa Tripitaka Coreana, continuamos el viaje por carretera, al día todavía le quedan muchas horas por delante, va a ser un día largo. 

En este viaje pasamos por uno de los peajes de la autopista, donde una de las casetas es muy patriótica, y es que hay imágenes que te llaman la atención y no siempre son las más hermosas, en esta ocasión es curiosa, sobre todo porque me es imposible imaginar una caseta en España decorada de esta forma.


Son las tres de la tarde, y aunque algo paliamos el hambre con las galletas de arroz que compramos en el templo Haeinsa el estómago ya pide comida a todos. En esta ocasión le pido a Sonia que si puede ser pollo estaría bien, ya que hasta el momento de este animal no hemos comido nada todavía y en Andong tienen un plato típico con este animal. Como siempre, lo habla con el conductor, y paramos en un lugar donde de nuevo comeremos de maravilla. 

Hoy comemos pollo Andong, que suele ser una comida bastante picante, aunque ella pidió que no lo fuera excesivamente en deferencia a nosotros, pero de todas formas yo personalmente acabé echando fuego por la boca, aunque me volvería a comer ese pollo ahora mismo. Los banchan de hoy no son sorprendentes, pero para esto ya estaba el pollo, cazuela de la que comimos los cuatro, aunque el chófer no compartió mesa con nosotros.



Entramos en Hahoe, de nuevo en la provincia de Gyeongsangbuk-do (mirar mapa), y concretamente en el Hahoe Folk Village (2.000W), acto que hacemos en un autobús gratuito que parte del parking, donde se encuentra la caseta de tickets y de información. No es un trayecto largo para realizar a pie, pero con ayuda motorizada se llega antes y se evitan sofocos, sobre todo en época de calor asfixiante.


En el camino de entrada al pueblo hay una gran colección de changseung, estatuas talladas en madera que sirven para protegerse de los malos espíritus, para rogar por buenas cosechas e incluso como marcadores delimitadores de territorio. Ya los conocimos en el Metasequoia Road, allí algo más coloridos, y como vemos reciben nombres diferentes, aunque su finalidad sea la misma. Lo normal es que en lugar de en grupo numeroso se encuentren en parejas, uno a cada lado del camino que conduce a la aldea, el de la izquierda para aplacar los espíritus del aire, el de la derecha para aplacar a los de la tierra. 


Algunos resultan cómicos y graciosos, pero otros realmente asustan, y si por la noche se iluminaran, más de uno saldría corriendo. 


En el camino no faltan las plantaciones de loto y de arroz. 



También hay multitud de invernaderos con los pimientos rojos para hacer la salsa omnipresente en la cocina coreana, gochujang


Lo que no falta en este camino de entrada a la aldea son las tiendas de souvenirs, en las que el producto estrella son las máscaras de madera, con unas caras muy expresivas, de las que al buscar información para el viaje ya quedé enganchada a ellas, y aunque esperaba haberlas comprado aquí, finalmente no nos convenció, extrañamente, el acabado, y teníamos que haberlas comprado en Jeonju, en la misma tienda donde compramos unos bonitos abanicos de hanji, pero pensando que aquí serían más genuinas y autóctonas las dejamos pasar, y hoy saldríamos sin ellas también, aunque afortunadamente en la calle comercial Insadong, en Seúl, las encontramos y ahora todavía esperan su hueco para ser colocadas en casa. 


Sobre máscaras nacionales e internacionales veremos y aprenderemos rápidamente en el Museo de Máscaras de Hahoe. 

Hahoes es un pequeño pueblo con una combinación de casas de nobles, yangban -clase durante la dinastía Joseon- con tejados de tejas negras, y casas de campesinos con tejados de paja, siendo esta disposición una particularidad, ya que lo normal es que en los pueblos estas casas estaban separadas: las de los nobles y la clase alta en la aldea, las de los campesinos y plebeyos en las afueras, y en Hahoe las casas de paja se sitúan alrededor de las casas de tejados negros. 



Nosotros nos dedicamos a caminar por sus calles, sin hacer demasiado caso a los lugares marcados en el mapa que dan con la entrada, para disfrutar de su arquitectura, que no de su tranquilidad, ya que es un hervidero de turistas. 

En Hahoe hay unas 230 casas de más de 600 años que el gobierno ayuda a conservar, aunque en su interior, y no se puede entrar a no ser que aloje un guesthouse, tengan las modernidades posibles. 


No descubrimos nada nuevo que no hayamos visto en Jeonju, en el Jardín de Gwanghalluwon o en el pueblo folclórico Seongeup en la isla de Jeju-do, pero aún así fue una visita que forcé a realizar ya que en un principio no estaba incluido en el tour que me ofrecieron, pero realizar muchos kilómetros en un día para sólo visitar el templo Haeinsa me pareció excesivo por mucho que fue uno de los cambios que solicité (la visita al templo). Esta pequeña villa me pareció encantandora, aparte de contar con un museo que a priori parecía interesante, con lo que podría resultar enriquecedor de múltiples maneras. 


Y así caminando llegamos a la parte más alta del pueblo y casi en el centro del mismo, donde se encuentra un árbol de más de 600 años de edad, una zelkova llamada Samsindang, que significa santuario de los tres bienes y que es adorada como un espíritu en el pueblo. 

Con el gran árbol en el centro de la aldea, más bien al noroeste, las casas dan al río en varias direcciones, a diferencia de las casas de los pueblos de Corea, que suelen estar construidas al sur o sureste.

Se cree que la diosa Samsin existe en todos los hogares, y normalmente es consagrada en la habitación de la matrona, ya que es la diosa encargada de los embarazos, partos y el buen desarrollo de los niños, pero en Hahoe el árbol es adorado como Samsin. El quince de enero según el calendario lunar se realiza un ritual a su alrededor para rezar por la paz en Hahoe. 

Supongo que todos esos papeles son peticiones de paz pero sobre todo deseos y agradecimientos de embarazos. 


Nos siguen gustando estos tejados, ya sean los altos de las casas o los bajos de los pequeños muros que los rodean, siempre ofrecen buenas imágenes para fotografiar o recordar.


En el paseo vamos descubriendo sus casas, la mayoría con sus puertas cerradas, porque la vida sigue en su interior ajena al inmenso tráfico de visitantes que hay en sus calles. 


Hahoe es el pueblo del que es originaria la familia Ryu, principalmente los hermanos Ryu Unryong y Sengryong Ryu –el primero un erudito confuciano de la dinastía Joseon, el segundo Primer Ministro durante la invasión japonesa de 1592-. La casa de la familia, Yangjindang, sí tiene las puertas abiertas. 


Es la casa más antigua de la aldea, siendo construida por la familia en el siglo XV, con una arquitectura magnífica. Y aunque sus puertas de entrada están abiertas, no lo están las que permiten el acceso a otro de los patios.


Al continuar caminando nos topamos con un árbol con historia incluida, es un abeto coreano plantado por la reina Isabel II el 21 de abril de 1999, durante su visita a este país y a este pueblo. Es una especie autóctona de Corea, nativo de las montañas Hallasan (en la isla de Jeju-do) y Jirisan, cuyos frutos crecen hacia arriba y con una coloración azul-malva.
El abeto coreano representa el espíritu de una mano de hierro en guante de terciopelo, una de las características del pueblo coreano, con su persevarancia en vivir ambos en un clima duro, y más en los tiempos que corren con las amenazas de una nueva guerra entre Corea del Norte y del Sur, por las bravuconadas e ínfulas de un dictador que no piensa en el hambre que pasan los habitantes de su pais. 

Una leyenda cuenta que las ninfas que bajaban del cielo para bañarse en un tranquilo estanque cercano a Hahoe (como en las cascadas Cheonjeyeon colgaban sus ropas en un abeto coreano. 


Frente al abeto o viceversa, muy cerca de Yangjindang se encuentra Chunghyodang, casa construida en el siglo XVII por los seguidores de Ryu Seongryong para sus hijos mayores en memoria de las enseñanzas y virtudes de Ryu Seongryong tras retirarse de la actividad pública, aunque él falleció en una sencilla casa de tejado de paja. El nombre se refiere a la lealtad y la piedad filial, por el enfásis constante de Ryu Seongryong para desarrollar el país y la fidelidad hacia sus padres. 


No sólo el pueblo está lleno de encanto, el paisaje que lo rodea, en puro color verde, es realmente bello y acogedor. 


Continuamos el agradable paseo por la villa, encontrando algunas casas con unas entradas realmente impresionantes, señoriales a más no poder.


Mientras en los tejados de las casas de los aldeanos los pajarillos buscan sustento. 


Nuestra vista encuentra a un grupo de personas frente a nosotros, pero a diferente altura, están en el acantilado Buyongdae, y Sonia al vernos entusiasmados nos pregunta si queremos ir, la respuesta es fácil pero también le decimos que depende de ella y el conductor, sabemos que tenemos kilómetros para recorrer por delante, y ellos saben el tiempo que puede llevar y el estado de las carreteras, aunque por regla general son autopistas, excepto al entrar en parques nacionales o templos situados en montañas, pero esta decisión se la dejamos a ellos, que al fin y al cabo nosotros vamos cómodamente sentados en el coche y no pendientes de kilómetros, carretera y tiempo. 


Y de repente, el escenario de la película “Los chicos del maíz”, basada en una novela de Stephen King.


El aspecto lúdico en general creo que Corea está muy extendido, y al igual que en el Jardín de Gwanghalluwon había un campo de juegos aquí también lo hay, y bien que lo utilizan, aunque luego no sepan muy bien cómo bajar del aparato.


La aldea de Hahoe se encuentra junto al río Nakdong, donde hay un embarcadero para realizar una pequeña travesía por él. El río bordea el pueblo en forma de “S”, y el nombre Hahoe proviene de las palabras ha, que significa río, y hoe, que signifia girar alrededor. 


Salimos de Hahoe sin haber realizado un circuito completo por él, que puede llevar una hora u hora y media, dependiendo del ritmo y también de si las casas visitables tienen sus puertas abiertas o no, que en nuestro caso han estado la mayoría cerradas. 


Caminamos por un sendero cercano al río, que nos trae nuevamente recuerdos del Metasequoia Road, aunque allí no veíamos el río y si un pequeño canal que regaba los campos de cultivo, y sus árboles eran más impresionantes.  



  Un mapa del pueblo para situar las calles, las casas, y el acantilado Buyongdae.