29 de mayo de 2013

Corea del Sur - Seúl - Puente Banpo



Agua de colores

Tras el pequeño pero gratificante por muchos detalles, sobre todo los humanos, por las murallas de Seúl, y esto si que suena grandilocuente teniendo en cuenta la mínima excursión que hemos hecho, a las puertas del metro de Dongnimmun decidimos que volvemos al hotel, que nos lo tenemos merecido después del agotador día que llevamos.

Tras una ducha lo más rápido posible, nos vamos al lounge del hotel donde ofrecen bebidas y comidas sin coste a clientes del hotel (por tipo de habitación, por cliente fiel con tarjeta) para reponernos de la no-comida que nos ha tocado hoy (ya era hora de parar de comer, que durante nuestro viaje por el país hemos tenido una marcha masticatoria de confesión y rezo de rosarios). Lo malo es que no somos los únicos que hemos tenido esta idea, y el lounge tiene overbooking; el trajín de personas, comidas y bebidas era para asustar. 

Después de reponer fuerzas descansamos algo en la habitación, nuestros cuerpos nos lo agradecen, y sobre las 19.30 volvemos a salir, aunque en esta ocasión nos olvidamos del metro (craso error como veremos pero salíamos algo tarde para tomar este transporte) y cogemos un taxi, que resulta ser de los negros, de aquellos que son más caros pero que no terminamos de entender muy bien el motivo, o para nosotros no fue motivo suficiente pagar más.

Tanto en encargado del hotel como nosotros le decimos el destino al taxista, y todo va bien, pero una vez al llegar se equivoca y le es imposible dar media vuelta, porque sería dar una gran vuelta al tiempo que una pérdida de tiempo por el tráfico, y precisamente tiempo no es lo que nos sobraba, con lo que en mitad de la autopista paralela al río Hangang se para, nos cuenta más o menos y de forma rápida para no ser multado y pitado cómo llegar a nuestro destino. No queríamos andar, pues toma taza y media que dicen. No era cuestión de discutir ni por lo mal que lo había hecho ni por el precio, totalmente desproporcionado (creo que rondó los 30 euros pero no estoy segura, cuando en un taxi color naranja, creo que hubiera podido costar la mitad, y seguro que sin equivocaciones). 

Aceleramos el paso, la zona por la que caminamos cerca del río al comienzo es algo oscura y no vemos paseantes, pero sobre todo porque vamos a un lugar con horario de espectáculo y falta poco más de dos minutos para comenzar.

Estamos paseando, más bien corriendo al lado del río Hangang, que hasta mediados del siglo XX era el límite sur de Seúl, y de donde han desaparecido las  aldeas de pescadores y arrozales de antaño, sustituyéndolas por cafeterías, pero por la zona que andamos no vimos ninguna y por lo tanto la iluminación era escasa, la misma sensación que durante el City Night Tour, aunque también es posible que esta no es la zona donde se concentran.

Aun así, no se nos borra la agradable imagen que nos produce la ribera del río cuando pasamos por la autopista durante el día, ya que han conseguido una estupenda zona para pasear, hacer deporte (fútbol, béisbol, baloncesto, natación, esquí acuático, navegación y pesca entre otros), o sencillamente para relajarse. Nosotros atravesamos parte del Banpo Hangang Park

Llegamos con el espectáculo ya comenzado y con bastante gente ya concentrada, cosa que realmente nos sorprende ya que no sabíamos si se realizaría y sobre todo, teníamos serias dudas sobre las personas que se acercarían, pero seguimos comprobando que los turistas nos movemos todos en la misma dirección. Estamos al lado del Banpo Bridge (la estación de metro que nos recomendaron para llegar fue Bus Express Terminal), donde supuestamente todos los días a las 20 h (pero no aseguro que se cumpla el horario durante todo el año) se realiza la función Moonlight Rainbow Fountain, juego de agua, luces y música que dura aproximadamente quince minutos. 


Otra forma de ver el espectáculo, más cómodo sin lugar a dudas, es navegar con un barco iluminado a juego para la noche y el puente. 



Sinceramente me esperaba algo más del espectáculo, más cantidad de agua principalmente, porque el ritmo de agua, luz y sonido estaba bien acompañado, pero por las fotos que había visto en internet me imaginaba una gran cortina de agua y realmente no es así, supongo que el ángulo de visión y de tomar las fotografía así como los efectos especiales sobre el agua hacen más que el propio espectáculo en vivo y en directo. 



En el río los barcos se mantienen en fila frente al puente, así que lo bueno sería saber que barco se colocará en primer lugar…


No es una completa decepción porque resulta divertido, pero la sensación final es que el espectáculo no tenía mucha magia, aunque no nos hemos arrepentido de haber ido y pegarnos la carrera para llegar; se está muy a gusto y estamos acompañados por desconocidos y sus voces de asombro. 




Al fondo se ve la torre Namsan vestida de azul, que se ve mejor cuando el agua deja de surtir y los ojos miran hacia otros lados.Termina el juego de agua, colores y música desde el puente. 





Pero el fin del espectáculo se realiza con fuegos artificiales sobre el río ante los innumerables “ooohhhh” de los espectadores, y es que somos como niños. 





Los barcos continúan su navegación y se despiden a golpe de sirena, mientras todos nos dirigimos a la boca del metro, ahora sí utilizamos este transporte, además vamos todos juntos y te produce seguridad ya que en caso contrario la zona no era apetecible para caminar solos. 



De vuelta en el hotel, y tras el ajetreado día en un no parar de acá para allá, decidimos cenar allí, pero en lugar de hacerlo de manera informal, decidimos que nos merecemos una cena en un mejor ambiente, y así será como una especie de despedida de Seúl. 

El restaurante es un grill semi-abierto al propio restaurante, con unas buenas vistas al altar o pabellón Hwangudan pero que con las luces, los cristales y sus reflejos no se puede hacer una buena fotografía, pero lo importante esta noche somos nosotros. Brindamos con un vino australiano (y es que somos algo masocas después de nuestro periplo vitivinícola por Australia). 


Una buena cena, al final un buen vino, una buena carne, una buena vista, un buen servicio y una buena compañía, ¿se puede pedir más?