26 de julio de 2013

Corea del Sur - Seúl - Aeropuerto de Incheon - Vuelo a Madrid



Annyeong gyeseyo Korea! Gamsa hamnida!

Comenzamos nuestro paseo por Corea y Seúl al saludo de annyeong haseyo! y nos despedimos de ambos con la expresión annyeong gyeseyo!, que es la que pronuncia el que se va, el que se queda lo hace con annyeong gaseyo!, pero yo he tenido un lío con estos finales durante todo el viaje tremendo, con lo que hola seguro que lo he dicho en su momento apropiado pero las despedidas creo que no habrán resultado como debían, aunque dicen que lo que cuenta es la intención, y de esa estaba cubierta. 

Antes de las 19.30 llegan a recogernos al hotel, donde hemos disfrutado de un descanso y de un pequeño refrigerio. El chófer es el mismo con el que hemos compartido la última parte del viaje, con el que salimos de Gyeongju; supongo que el día de lluvia le ha hecho venir antes por si el tráfico estuviera infernal. Pero no, el tráfico estuvo algo congestionado en la salida de Seúl, pero luego hasta llegar al aeropuerto de Incheon todo tranquilo, con lo que llegamos en algo menos de una hora. 

El vuelo es a las 23.15 y son poco más de las 20.30 tras haber facturado rápidamente porque no había ese caos que suele haber en los aeropuertos y en los mostradores, a estas horas deben salir pocos vuelos y está todo en calma, pocos viajeros deambulando por Incheon. 

Antes de facturar se puede proceder a la devolución de impuestos pagados en las compras, enseñándolas al agente de aduana junto con la factura; pero nuestras compras no han sido tan escandalosas como para realizar este engorroso trámite y decidimos saltarlo, tal y como hicimos Australia: eso de sacar las compras de la maleta, donde está todo organizado y casi metido a presión para enseñarlas es una medida contra el fraude pero un obstáculo para el visitante comprador a no ser que estas compras representen un buen importe. 
 
Nos damos un paseo por la zona comercial, que está impoluto y así conocemos un poco al que en el 2012 designaron mejor aeropuerto del mundo, y que a nuestra llegada no pudimos hacer; lo malo es que si entonces el exterior se nos quedo pendiente, ahora de noche, pues más de lo mismo. Además siempre hay un hueco para una compra pequeña, otro recuerdo, otro regalo. 



No nos parece nada del otro mundo la zona comercial, amplia e impoluta como he mencionado, pero no muy diferente a otros aeropuertos mundiales. Eso sí, a las 22 h cierran las tiendas y el aeropuerto se convierte en un aeropuerto fantasma. 


Aunque con el paseo comercial hemos consumido bastante tiempo, nos da tiempo para ir a la sala VIP, lo primero es una buena ducha después del día de bochorno y agua de lluvia, donde descubrimos que las cabinas de ducha no están mal pero a falta de detalles de tocador, y siendo amplia la cabina no era muy cómoda. Con ello nos queda poco tiempo para comer algo, pero no es lo importante, en el avión siempre te acaban cebando, pero si nos dio tiempo para echar un vistazo rápido a la oferta gastronómica, que no nos pareció tampoco nada excepcional. 

Personalmente creo que esta designación como mejor aeropuerto por infraestructura y servicios se la merece más el aeropuerto Changi de Singapur, que le da mil vueltas en la alegría de las zonas comerciales, en decoración en general, en la sala VIP, donde el buffet era un despliegue de medios donde había que pensarse bien lo que comer, y el servicio de cabinas con ducha amplio, cómodo y con todos los admíniculos necesarios para salir como nueva de ella. En fin, supongo que los críticos que votan encontrarán otras virtudes de Incheon que yo no las ví, yo soy una simple usuaria. 

En el avión, nos dan de cenar, y nos despedimos del mismo modo que llegamos, con un bibimbap, pero en esta ocasión va acompañado con un papel con instrucciones, ¡ahora, que ya sabemos!, aunque más vale tarde que nunca. 


El vuelo correcto, bien atendido y nosotros bien alimentados. Aunque fue un vuelo nocturno a mí me es imposible dormir, nunca lo consigo en los aviones, ni encuentro la postura adecuada ni consigo evadirme del lugar donde estoy, por no hablar del ruido de fondo o de la incomodidad de los cascos en la cabeza, aunque poco a poco voy consiguiendo ir más relajada y si bien no concilio el sueño por lo menos el cuerpo descansa. 

Al amanecer en esta ocasión no consigo hacer fotos, parece que en la vuelta perdí una de mis buenas costumbres que espero recuperar.  

Corea nos ha dejado un maravilloso sabor de boca, y no lo digo por el aspecto gastronómico, que como habéis podido comprobar ha sido un auténtico placer, sino por el país en sí, por descubrir su cultura, su arquitectura, su budismo, sus gentes, sus paisajes. Creo que es un país bastante desconocido pero que poco a poco irá tomando posiciones porque tiene mucho que ofrecer. 

Si hay un coreano famoso, más que el Secretario General de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, es el cantante PSY, que aunque no necesita a estas alturas presentación, se ha hecho mundialmente conocido por su vídeo y canción del distrito de Séul Gangnam-gu, que para los Juegos Olímpicos de Londres compusó una canción para animar a los participantes y promocionar su bonito país, con un paseo por el palacio Gyeongbokgung, y por sus tradiciones: taekwondo, vestidos hanbok, máscaras como las que pudimos ver en Hahoe, y por supuesto los actores del cambio de guardia



Gamsa hamnida Korea! (¡gracias Korea!).