2 de septiembre de 2013

Chile - Vuelo a Santiago



Business is business 

Tras unos meses de espera, durante los cuales hemos ido preparando el viaje, llega el ansiado día del viaje.


Volaremos con las líneas chilenas LAN, que acaban de fusionarse (más por absorción) con la TAM brasileña; compañía de la que nos hablado maravillas. Realmente el vuelo es uno de esos que llaman compartidos, lo hemos comprado con Iberia, así que el check-in lo intentamos hacer a través de esta compañía por internet, pero no es posible (ya nos había pasado anteriormente con American Airlines las Navidades pasadas), pero el mensaje en esta ocasión de la pantalla no era esperanzador: “consulte con su compañía por falta de pago o por anulación” (más o menos). Tres días antes el vuelo y los asientos, de ida y vuelta, salían perfectamente identificados, y de repente ¡voilá, desaparecidos!


El sábado por la mañana, volábamos esa misma noche, nos ponemos en contacto primero con nuestra agencia de viajes, y nos dicen que no nos preocupemos, que ellos ven el vuelo y los asientos confirmados, pero que hablaran con Iberia y nos llamarán. Estamos algo inquietos, tantos meses de preparación y ahora un susto de última hora, por supuesto, las maletas están sin hacer, darnos el atracón para luego deshacerlas sería demasiado tortura. 


Como no terminamos de tranquilizarnos, llamada tras llamada conseguimos ponernos directamente en contacto con Iberia, donde nos confirman que el vuelo sigue programado, que todo está correcto y que nuestros asientos siguen confirmados. Más tarde, recibimos la llamada de la agencia de viajes con la misma confirmación. PRIMER ERROR. 


Algo más tranquilos, aunque personalmente yo tenía la mosca en la oreja, o para ser más exactos un enjambre de abejas, nos ponemos a la tarea de hacer las maletas: dos en las que vamos repartiendo nuestra ropa para casos de pérdida, y que facturaremos, y dos de mano, no excesivamente grandes en esta ocasión (cada vez intentamos parecer menos burras de carga aunque esto tenga su susto y coste si no llegan las facturadas) para lo más imprescindible, es decir, ropa para un cambio y algunos artículos personales o que consideramos cada uno necesarios. Además vamos cargados en mano con ropa de abrigo, un cortavientos y un plumas, no fuera que hubiera problemas con las maletas y en Santiago haga demasiado frío, es raro a la par que incómodo viajar así en verano, con 30º de noche y el plumas en el brazo. 


El vuelo es a las 23.55 h, y salimos con calma de casa para dirigirnos al aeropuerto, a estas horas el tráfico aéreo es menor y suponemos que no se montaran las colas como durante el día. Todavía seguimos tranquilos aunque mi enjambre particular me seguía haciendo “zummmmmm”. 


Mostrador de LAN, nuestras mejores sonrisas, y un amable señor que estaba pululando por detrás de las señoritas que estaban realizando su trabajo abre un mostrador y nos atiende, él también con una mejor sonrisa. Todos sonreímos, ¡qué bien! Toma los pasaportes, la documentación, y empieza a tardar mucho, además de hacer una llamada, pero no escuchamos la conversación, algo se está cociendo pero nuestro optimismo nos hace seguir confiados. SEGUNDO ERROR. 


Tras una espera nos cuenta que hay un problema, que nuestros asientos de business no están confirmados y que si deseamos hacer un cambio a turista por una compensación económica ¿cómo?, vuelo y asientos confirmados desde hace seis meses y ahora sale esto. ¿Qué ha pasado?, ¡Overbooking!, ¡overbooking en business!, que han vendido más billetes de los posibles y que somos unos de los afortunados en no poder viajar en esta clase. Pues no, no admitimos el cambio ni la compensación, si decidimos viajar en esta clase, asumiendo el coste que no es ninguna tontería, tenemos nuestras razones y ahora desde luego no es el momento para no hacerlo. 


Con cara de estupor le contesto que nos habían hablado maravillas de LAN, que era una de las mejores compañías aéreas del mundo, y que ¡zas, la primera en la frente!, que hemos volado con compañías de todo tipo y que es la primera vez que nos ocurre esto, principalmente en business, que en turista ya sabemos las barbaridades que se cometen. 


Otra llamada, una nueva propuesta: nos confirma un asiento en business y el otro asiento lo deja en “stand by”, a falta de que algún samaritano viajero quiera la compensación económica y deje el asiento libre… mal, esto pinta mal. Decidimos aceptar, yo a estas alturas prefiero volar en turista y hacer el viaje soñado durante tanto tiempo; claro, que aquí comienza la discusión marital, que si yo voy en turista, no que voy yo, pero es que yo iré mejor que tú, pero es que a mí no me importa… el amor.


Colocamos las maletas para su facturación, de esto se encarga mi marido con una azafata, mientras yo hablo con el “denegador” de asientos para en un alarde de inocencia aérea intentar que consiga los dos asientos en business. Yo en este momento no me doy cuenta al estar conversando, pero mi marido luego me comentará, que antes de poner las etiquetas, la azafata lanzó las maletas sin identificar al abismo negro donde se encuentran todas. ¡¡MI MADRE!! TERCER ERROR. Llamada de la azafata para que se pare todo, la cinta, las maletas, la recepción de las mismas, y etiquetas en mano se lanza corriendo a por ellas. A maleta pasada, ahora nos reímos, e incluso lo hicimos durante la tensa espera de todo, pero la situación más parecía una cámara oculta que una realidad real. 

Para intentar tener problemas pedimos que nos hagan si es posible el check-in del viaje de ida a Isla de Pascua, había leído que estos vuelos suelen presentar overbooking y si hemos empezado así vamos a intentar llegar y sin problemas, que luego veremos si podemos salir o no. 


Con un billete en business, otro en “stand by” (suena hasta cómico) y un pase para poder entrar en la sala VIP nos dirigimos hacia el control, y como hay poca gente hacemos la prueba de pasar por la Fast Track, ya que uno de nosotros si lo puede hacer claramente. Pasamos los dos, y no creo que fuera por no mirar los billetes ni confirmar la clase, es que claramente no somos el primer caso de “stand by” ni seremos el último. 

Para poner el asunto más interesante, el vuelo además sale de la Terminal 4 Satélite del Aeropuerto de Barajas. 


En la sala VIP no hacemos incursión por la comida y las bebidas. Saco la documentación y aunque es hora casi de cierre de nuestra agencia de viajes hago una llamada para que nos asesoren y gestionen el problema. Nos atienden muy bien pero lógicamente ellos ya no pueden hacer nada, no se le pueden peras al olmo y tampoco lo pretendemos. Gracias.  


Mi marido se va encendiendo ante la posibilidad de tener que viajar separados y en clases diferentes, y como nuestro seguro teorícamente lo cubre todo, incluso la anulación personal del viaje, se está planteando el mandar el viaje a la … Decido llamar a nuestra agente de viajes, que está de vacaciones, pero que es mi amiga, y es que el hombre es el único que debería comerse sus palabras y luego atragantarse con ellas, porque cuando nos entregó la documentación me dijo que ante cualquier eventualidad que la llamara, y yo muy segura y digna le dije que no, que ella estaba en sus vacaciones y que tendría que ser algo muy gordo para que la llamara; sinceramente, no es grave lo que nos ha pasado pero para nosotros es importante.


Mi agente, mi amiga, se porta fenomenal, ella había confirmado el día anterior los vuelos, pero en esta noche habla con Iberia con todos nuestros datos, que le hemos pasado a su marido. Gracias Mónica y familia, si no escribiera este agradecimiento seríamos unos desagradecidos totales, porque hablando con vosotros hubo algo de tranquilidad y cordura por vuestras acciones, aunque nada se podía hacer, las cartas estaban echadas y había que esperar el final del juego. Yo personalmente necesitaba conocer el coste del vuelo, ya que al ser un paquete es un conjunto, y lo que no quería es que además de fastidiarnos, LAN no nos pagara al menos el coste justo (ya ni pensar en indemnización). Mónica nos da una idea, intentar cambiar el billete de LAN por uno de Iberia, así que me lanzo documentación en mano como una posesa por los pasillos de la terminal. 


En el mostrador de atención de Iberia me comentan que no hay ningún problema, que media hora más tarde que el vuelo de LAN sale un vuelo suyo a Santiago y que hay plazas disponibles en business, pero que ellos no pueden hacer el trámite, que tiene que ser LAN la que le traspase los pasajeros. Corriendo al mostrador de atención de LAN, donde no hay un alma, eso sí, lo que hay es un fajo de pequeñas tarjetas en las que premonitoriamente anuncian los pasos a seguir por el viajero en caso de overbooking. El tiempo es justo, Iberia cerrará el vuelo y nosotros nos podríamos encontrar en un limbo aéreo. 


En esta correduría de pasillos me topo (y es topar, porque casi choco con ella) con la azafata de las maletas, y le pregunto si se sabe algo de nuestro pasaje. Parece que me reconoce, ¿será por la cara descompuesta? ¿será por los pelos de loca que ya llevo?, y me responde que está todo solucionado, que los dos viajaremos en business y que el asistente que nos había atendido nos daría el billete. 


Me vuelvo a la sala VIP, la hora del embarque de LAN ya ha sido anunciada, mi marido está esperando para tomar la decisión, la última decisión, que es ir hacia la puerta de embarque y conocer nuestro destino, allí está el ansiado billete de business, y además son dos juntos, aunque nos han cambiado ventanilla y pasillo por asientos centrales, además de ponernos en la primera fila, pero a estas alturas ¿qué importa la situación de los asientos?


Tomamos posesión de nuestros codiciados asientos y pedimos un pisco sour para celebrarlo. Y sobre el pisco sour hay un debate y un conflicto entre países, que si es peruano, que si es chileno, y todo porque su origen se encuentra en el desierto del norte de Chile... Como nosotros no podemos saber su origen realmente (sospechar sí pero mejor no decir nada), sepamos en qué consiste. El pisco es un aguardiente destilado con uvas moscatel, por lo que tiene un alto contenido en azúcar, y el pisco sour se hace mezclando el pisco con jugo de limón (en ocasiones de lima), clara de huevo, angostura y azúcar, y el resultado es una bebida azucarada, ácida y alcohólica.




Mientras estoy enviando un mensaje a mi agente, mi amiga, ella me hace una llamada para saber cómo va el tema y le doy las buenas noticias. Gracias de nuevo Mónica. 


Para ir sabiendo más del país pedimos prensa nacional chilena, y además nos entregan nuestros neceseres con: calcetines, antifaz de ojos, crema para el rostro, crema para las manos, protector labial, peine, cepillo de dientes y crema, una bolsa de tela –que nos será muy útil- y un bolígrafo. 




Menos mal que nos dan de cenar en el avión porque con el ajetreo de las llamadas, el malestar de la espera y el desenlace, en la sala VIP sólo nos hidratamos. La gastronomía de LAN está en las manos de Hugo Pantano, con el asesoramiento de varios chefs, Rodrigo Sieiro, Rafael Osterling, Christian Walther, Massimo Funari; y de los vinos se encarga Héctor Vergara, el único Master Sommelier en Latinoamérica.

Tomamos ensalada verde con vegetales de la estación y jamón ibérico con oliva, alcaparras y tomates cherry (la alternativa al jamón era una sopa de calabaza, que con el calor madrileño no apetecía nada). 




De plato principal una ensalada de pollo marinado y pepinos laminados en mi caso (mi marido se decantó por un filete grillado con papas al vapor, tomate asado y berenjenas grilladas – me encanta la traducción de grill por grilladas-; y la tercera opción era un salmón a la plancha con arroz salvaje). La fiesta del verde en mi bandeja.


Acompañamos la cena con vinos chilenos, hay que ir descubriéndolos: un Altazor, Viña Undurraga, Blend, del Valle del Maipo, y un Cordillera, Viña Miguel Torres, de uva carménère, Valle del Curico. El segundo nos convence más que el primero, y a este tipo de uva le hemos cogido gran cariño durante el viaje.




De postre, helado de vainilla Mövenpick para mi marido y fruta fresca para mí. 




Durante el viaje leo un poco, literatura chilena e histórica, lectura en la que sigo enfrascada, lenta pero segura, Inés del alma mía de Isabel Allende; y me veo una película histórica de hechos más recientes, No!, sobre el plebiscito que permitió Pinochet en 1988 y con el que se podría decir que “se dio con un canto en los dientes”. 



El resto del viaje intento descansar, ya no dormir, que me resulta un imposible, a lo sumo cierro los ojos diez minutos y los abro como platos y cansados, pero por lo menos el hecho de poder estar tumbada hace que el cuerpo esté más relajado. 


Tras esta experiencia hemos aprendido nuevas cosas, y es que business is business (en sus dos acepciones, negocio es negocio, la clase-aérea- es la clase). Si bien empezamos mal y el viaje no fue todo lo confortable que debería haber sido al viajar en clase business, los nervios acabaron pasando factura y además los asientos son bastante estrechos, al estilo de la nueva business de Iberia, con lo que ni es un asiento especialmente ancho ni queda una cama especialmente ancha, pero eso sí, queda casi en horizontal, que es lo mejor para la espalda. Lo que tenemos que dar es un diez para los asistentes de cabina, el servicio simpático, atento y dispuesto, al César lo que es del César que dice el refrán. 

La cola para el control de viajeros y documentación es terrorífica, así que nos queda de otra que armarse de paciencia y adelantar a buen ritmo dado que tenían muchas taquillas abiertas y organizadas, al llegar al turno salta un número con la taquilla a la que acudir. Bienvenidos a Santiago.