10 de noviembre de 2013

Chile - Vuelo de Isla de Pascua a Santiago



¡Iorana!

Si, ha llegado la hora de despedirse, y el modo de decir adiós es el mismo que para decir hola


Nos toca despedirnos del paraíso que es la isla y del pequeño paraíso que ha resultado ser el hotel Altiplánico



El vuelo es a las 13.10 h con lo que tenemos la mañana para hacer y deshacer maletas, no para intentar hacer alguna excursión, que por nuestra cuenta hubiera sido posible manejando bien el tiempo, pero la isla nos incitaba a la tranquilidad, y eso es impagable para nosotros. 




No hemos podido hacer el check-in para el avión, así que vamos al aeropuerto con la duda de si volaremos o no, si habrá overbooking o no, y cual será nuestra clase en caso de volar… el mundo de la duda con LAN durante todo el viaje, marcado por la mala experiencia del vuelo a Santiago desde Madrid

Curiosamente para el siguiente vuelo del día 10 si podemos hacer el check-in, y es que estos están comprados directamente a LAN, con lo que sí somos pasajeros con derechos, y por lo menos tenemos unos billetes, lo que no sabemos es si saldremos de la isla o no… aunque sinceramente no nos hubiera importado demasiado, solo por la pérdida de dinero, que en los tiempos que estamos no es para dejarlo pasar tan alegremente. 




En el aeropuerto Mataveri tenemos una hora por delante antes de embarcar, y precisamente no es un aeropuerto grande como para pasar mucho tiempo en él, aunque siempre hay rincones que ver, como uno de los mosaicos que lo decoran, con los moái, flores, tortugas, manutara y tangata-manu




Antes de embarcar deposite Vd. los artículos no permitidos en la urna, urna que hemos visto en todos los aeropuertos, y que no sé si contienen objetos muestra u objetos decomisados. 




Con nuestro amigo coreano, con el que coincidimos en el tour y con el que comenzamos a hablar en Ahu Tongariki y con más énfasis en la playa de Anakena nos tomamos un refresco y nos contamos los viajes, quedando más alucinado ante nuestro amplio recorrido por su país, durante el que pasamos por su ciudad de nacimiento, Gwangju


Recorremos el diminuto aeropuerto, haciendo compras, siempre hay un momento y un hueco para ellas, y para encontrarnos con su simpática decoración, donde por supuesto no puede faltar un moái, casi a pie de pista. 




Solo hay dos vuelos diarios, uno de llegada y otro de salida (por lo menos en temporada baja creo). 




Frente al moái , un lagarto gigante en madera que es un juguete para los niños. 




Hay más esculturas en madera, como la del manutara o gaviotín apizarrado. 




Sólo hay una puerta de embarque, así que confusión ninguna. 




Al igual que en la llegada a la isla, abordamos el avión andando por la pista, sensación agradable de libertad y nada de inseguridad. 





Como es hora de comer, un aperitivo antes de ello, una copa de bienvenida, y volvemos al pisco sour




Desde arriba, y una vez visitada y conocida la historia de la isla, se puede ver y reconocer que no hay bosques, no hay árboles, es una extensión de verde llano. 




Más o menos en el centro de la isla se ve el volcán Rano Raraku, la cantera de los enigmáticos y subyugantes moái.




Al norte se ve la península de Poike, donde no se puede entrar con vehículo, solo se puede hacer a pie o a caballo, ya que forma parte de una gran proyecto de recuperación de flora (a veces los humanos y los humanos sobre animales pueden ser muy dañinos también). 



Nos despedimos de la isla de Pascua con música, ahora del grupo Topatangi





Una vez que estamos sobre el océano toca la hora de la comida. Para los dos ensalada verde con vegetales de la estación, que uno acompaña con lomo liso a la plancha con tacu tacu de pallares y espárragos blancos. 




Y otra acompaña la ensalada con atún grillado con puré de camote de la isla, confit de berenjenas y hongos silvestres salteados. El punto es un poco seco pero para ser comida aérea una nota de bien. 




Para la carne de bebida un tinto chileno, Cordillera, de uva carménère, de Viña Miguel Torres del Valle de Curicó; y para el pescado el único blanco chileno a disposición, Selección de Familia, Sauvignon Blanc, de viña Luis Felipe Edwards, del Valle de Leyda. 


Volamos desde Isla de Pascua a Santiago por encima de las nubes, el océano Pacífico y con un atardecer que empieza a despuntar en el horizonte. 




El atardecer se torna cada vez más anaranjado y rojizo, disfruto mucho con estas puestas de sol (o amaneceres) volando, porque ofrecen unos colores maravillosos, inmensamente fuertes. Lástima de fotografía con reflejos y de pésima fotógrafa. 




Llegamos de noche a Santiago, 19.45 h, y las fotos que intento tomar desde el avión de la ciudad iluminada no han salido como para publicar alguna de ellas, y la del aeropuerto no es que haya salido bien pero no ha salido tan mal en comparación.