13 de noviembre de 2013

Chile - Santiago - Providencia - Teatro Oriente - Río Mapocho - Parque de las Esculturas



Un parque con mucho arte

Desde el barrio de Las Condes pasamos al barrio de Providencia, y de la avenida Vitacura a la avenida Providencia, donde los edificios rascacielos dejan de existir, es una mezcla de todos los estilos los que se pueden ver, antiguos, modernos, casonas reconvertidas en restaurantes u hoteles en las pequeñas calles que la cruzan… algunos realmente feos, algunos sencillamente coquetos, como este local en la avenida Pedro de Valdivia, una terraza restaurante del Hotel Orly




Lo que sí hay en la avenida es mucha gente caminando, cosa que lógicamente no ocurría en la zona de negocios de Las Condes o Sanhattan, es hora de estar trabajando y no paseando, pero esta avenida es muy comercial. 


Continuando por la calle Pedro de Valdivia se encuentra el Teatro Oriente, cerrado al público desde hace tres años a la espera de ser adjudicado en una licitación, que no resulte desierta como en la última ocasión. Un teatro lo normal es que conlleve más animación de la zona, de las cafeterías y restaurantes aunque parece que por sí sola se suministra bastante bien.



Continuamos por la avenida Pedro de Valdivia hasta llegar al puente que cruza el río Mapocho, decorado con unas bonitas, equilibristas y retorcidas esculturas, presagio del lugar al que llegaremos. La obra, de Alejandra Rudoff, se titula Diacronía





El río Mapocho, nombre que en mapuche significa río que se pierde en la tierra porque algunos de sus tramos discurren así,  bajo tierra, tenía unas importantes crecidas que arrasaban todo a su paso, y se extendía descontrolado por al actual Parque Forestal hasta casi la plaza de Armas por el lado sur, y por el lado norte por toda la zona llamada La Chimba. Para intentar controlar el río se construyeron tajamares en el siglo XVIII, diseñados por el arquitecto Joaquín Toesca (hasta aquí aparece el nombre de Toesca, el arquitecto de la catedral), un complejo sistema de diques y muros de ladrillo subterráneos, construidos con un mortero compuesto de piedra y caliza, una mezcla llamada cal y canto. Recientemente, durante unas excavaciones en el barrio de Providencia se han descubierto algunos, que han pasado a formar parte del Museo Tajamares. En el siglo XIX se desarrolló una moderna red de canales en sustitución de estos tajamares. 


Durante un tiempo el río suministró de agua a Santiago, pero tuvo que dejar de hacerlo al contaminarse por las curtidurías y bateas, trayendo el agua desde Tobalaba y Apoquindo. 


Desde el puente se tiene una buena visión de la Gran Torre Santiago y de la Torre Titanium



Cruzando el puente de Valdivia, entre el río Mapocho y la avenida Santa María se encuentra el Museo Parque de las Esculturas, que ocupa una extensión de terreno entre el puente de Valdivia y el puente Nueva de Lyon, por el que teníamos que haber entrado para pasear completamente por él pero como alargamos el paseo por la avenida Providencia nos lo saltamos, así que solo conoceremos una parte del parque por una cuestión de tiempo. 




A la entrada del parque hay un plano con las esculturas del parque, todas ellas de artistas chilenos, así como de los árboles plantados en él, aunque no cuadra muy bien con la información recogida de internet, supongo que por una recolocación de las piezas. La idea de este parque nos parece genial, por ubicación, por el arte, la vegetación, la sensación de naturaleza en una ciudad caótica de tráfico y contaminación, nos gusta. 


El parque fue diseñado tras un gran desbordamiento del río Mapocho en 1982, ajardinándose la zona entre 1986 y 1988 bajo la dirección del arquitecto chileno German Bannen. 




Algunas de las obras, de momento hay 22 instaladas, no todas en el mejor estado de conservación, y no por culpa de las autoridades directamente, sino por los rápidos pintores de brocha gorda que hay en la ciudad. Conozcámos algunas de ellas.


Pehuén, de Sandra Santander Montero, árboles azules que simbolizan el mundo de lo espiritual, lo ritual y lo sagrado, que apelan a los orígenes ancestrales chilenos. 




Conjunto escultórico, de Federico Assler, que representa la evolución del ser humano alrededor de un círculo.



En primer término Libre albedrío, de Alicia Larraín, y al fondo, Verde y viento, de Osvaldo Peña. La primera a modo de laberinto es un símbolo de la travesía del hombre para lograr su transcendencia. La segunda representa al pasto mecido por el viento.




Semillas, de Cristián Salinero, para mí una de las más llamativas, y no solo por su color amarillo, sino por su forma, y el conjunto total sobre el verde. No creo que haya mucho que escribir sobre ella, semillas caídas de los árboles. 



En primer término, Oda al viento, de Ignacio Bahna, a la derecha de nuevo Verde y viento, y más atrás Sol y Luna, de José Vicente Fajardo. Oda al viento es una alegoría del viento del sur de Chile, del que damos fe y constancia que sopla como él solo, a nuestra llegada a Punta Arenas. Sol y Luna es una representación del hombre y la mujer (una artística metáfora más de los sexos).




En primer plano y a la izquierda, Oda al río, de Federico Assler, dos piezas de igual composición separadas. Claramente por el título un homenaje al río Mapocho. 




En la fotografía anterior al fondo se ve la escultura Vigías del parque, de Cecilia Campos, cinco guardianes de mármol blanco, y la Gran Torre de Santiago vigilando el parque y sus esculturas, aunque no parezca que asuste mucho a los vándalos por las pintadas que vimos. 




Toro sentado, de Paolo Valdés Bunster, realizado en parte con piedras del río Mapocho y con la intención de que la gente lo utilizara como un banco, pero aunque el arte cuando suena a lúdico, divertido e interactuable no siempre consigue su propósito, y este toro no nos incita a sentarnos en él. Con este toro nos volveremos a encontrar en el Patio Bellavista.

 


Yantra Mandala, de Aura Castro, la escultura más maltratada en el parque, y es que esa forma de cohete espacial tiene que ser irresistible a los sprays de pintura y rotuladores. Un yantra según la filosofía budista es un esquema geométrico del Universo, y la mandala es otra forma geométrica realizada con círculos (como mayormente las hemos visto) o triángulos (de este mandala aprendimos en Corea del Sur, en nuestras visitas a los templos de Jogyesa y Haeinsa. Yo no capto ni el yantra ni el mandala en la escultura, pero eso es problema mío y posiblemente de la concepción intrínseca del arte, aunque afortunadamente gracias a un familiar, una magnífica escultora, cada día tengo más abiertos los ojos y la mente.




En el parque también hay una galería, semi-subterránea para exposiciones de jóvenes artistas y un espacio para actividades musicales, ya que por ejemplo desde 2002 alberga el Festival Internacional de Jazz. A mí me parece que se trata de una construcción que desmerece el conjunto natural y artístico del parque, pero es una visión completamente subjetiva.


Salimos del parque y continuamos el paseo por la avenida Santa María, donde se encuentra la escultura Altazor o El viaje en paracaídas de Joaquín Miranda, basada en la obra literaria del mismo título del poeta chileno Vicente Huidobro. 




Hacia detrás queda el puente de Valdivia y la ahora más presente cordillera de los Andes. 



El pequeño paseo hasta llegar al parque, que nos ha encantado y ha sido una lástima no haber podido disfrutar de todas sus obras al tener una cita concertada para realizar una visita. 


Continuamos caminando por la avenida Providencia.