La
sal de la vida
A las 15 h estamos a
las puertas del hotel, bueno, en realidad estamos unos
minutos antes, después del sufrimiento para ser encontrados por la agencia de
excursiones no queremos un susto más por hoy, que ya llegarán solos y en cuentagotas.
Para hacer la excursión para por nosotros Marcel, un chileno de la zona central, de la región de Los Lagos, que vino de turismo a San Pedro de Atacama y se quedó enganchado en el pueblo, cautivado por sus encantos y los de
sus alrededores, como una gran mayoría de guías -por lo menos los de la agencia con los que realizamos las excursiones-. Somos los primeros en ser
recogidos para la excursión, el resto de turistas está en el centro de San Pedro, a las puertas de la oficina de la agencia (donde deberíamos estar nosotros si no nos hubiéramos plantado y ellos no nos hubieran dejado sin información justa y necesaria).
Para comenzar un mapa
de San Pedro de Atacama y los alrededores, los más cercanos y los más lejanos.
Fuente: sanpedrodeatacama.com
Hoy comenzamos con uno de los destinos más cercanos, el Valle de la Luna, a 2.400 m de altitud, con lo que será un modo de saber si el mal de altura nos hace estragos, aunque es más o menos la misma a la que se encuentran Calama y San Pedro de Atacama, pero hoy andaremos algo, y con el ejercicio dicen que se suele notar más.
Durante el trayecto
vemos que hay gente valiente que utiliza la bicicleta como medio de transporte,
y digo lo de valiente porque si en el coche nuestros cuerpos botan algo por la
carretera de tierra, en una bicicleta no quiero imaginarme como quedan los
huesos de descolocados si no se está acostumbrado a este medio de transporte (los huesos y donde la parte pierde su nombre).
Llegamos hasta la Cordillera de la Sal, que bordea el
Salar de Atacama por sus lados norte y oeste. La cordillera se formó hace 23
millones de años, antes el lugar donde se ubica era el fondo de un lago formado por capas
de arena, arcilla y sal, que fue subiendo por los movimientos de la corteza
terrestre que también dieron origen a la Cordillera de los Andes, y por estos
fuertes movimientos algunas capas horizontales se colocaron en posición
vertical. Por su parte, el viento y la lluvia han ido realizado una labor de erosión en las
piedras.
El nombre de la cordillera, de la sal,
proviene porque sus rocas poseen una gran cantidad de sulfato de calcio, un
desecador natural, y le dan el aspecto de estar salpicadas con sal.
El paisaje que vemos
no tiene dudas de la razón del nombre, tanto el de valle, de la Luna (que podría ser Marte
por su tono rojizo, que para mi mente es más adecuado) como de la sal.
Nuestra primera
parada es en las cavernas de sal,
cuya característica es contener trozos de sal gema, cristales que se han ido
formando a lo largo de los siglos por la acción de las altas presiones y por
encontrarse en un ambiente sin humedad.
Al principio el paso
es ancho y abierto al exterior, pero ya Marcel va preguntando si alguien sufre
de claustrofobia, y por lo menos en esta ocasión no soy la única, hay otra persona del grupo
que se siente como yo (mal de muchos, consuelo de tontos que dicen, pero ayuda en la adversidad).
Marcel avisa que una
vez que entremos no podremos dar media vuelta, supongo que como parte de medida
de presión, porque el circuito sin ser circular, ya que se sale por otro sitio
al que entramos, termina donde está aparcado el coche, y lo más que puede pasar
es que te topes con otro grupo que entre al intentar salir.
Entrar en la caverna
significa agacharse (sin llegar a ponerse continuamente en cuclillas, es más doblar la espalda para no golpearse la cabeza, sobre todo con los picos rocosos y salinos) por hacerse el paso más estrecho y bajo, y además hay que tener
cuidado porque esas piedras cortan y bien (mi espalda lo sabe), poner la mano
arriba para tener constancia de la altura y no golpearse la cabeza, y sobre todo seguir la luz de la linterna de Marcel,
porque hay un tramo de completa oscuridad, oscuridad que Marcel alumbra a su antojo, así
consigue mantener la tensión del grupo... a mí personalmente lo que consigue es
ponerme nerviosa: estar en un sitio oscuro, estrecho, bajo una montaña, rodeada de
gente… no es bueno, no es nada bueno, pero si Marcel sabe hacer algo tan bien
como aumentar la tensión del momento es tranquilizar a las nerviosas entre
bromas e historias, se le notan las tablas de guía excursionista.
La caverna no se
diferencia mucho de otras cuevas con formaciones rocosas, la principal es la
sequedad del ambiente que hay aquí en contraste con la humedad de las demás. Marcel
se detiene para contarnos historias a la luz de la linterna, estamos parados en
cuclillas y casi a oscuras… la situación tiene su gracia.
En algunos momentos
Marcel nos hace callarnos para sentir el ruido quebradizo de la sal, y sí, se sienten las
oquedades del silencio que cantan Quilapayún.
Marcel nos enseña un
hueco en el techo, ¡esa es la salida!, ja, era una bromita porque subir por allí
no es que fuera difícil, es que era imposible para alguna.
Y por fin la salida
real, que no se diferencia mucho de la anterior, aunque es más ancha y la
subida es más cómoda, aunque hay que trepar como cabras montesas, bien agarrada
a las rocas o a la mano de Marcel.
Se termina trepando sobre las rocas, y como se puede,
para salir al exterior.
Esta es una de las
aberturas por las que entra luz a la caverna, con lo que hay que tener cuidado
por donde se pisa y no quedarse obnubilado en el paisaje para no caer por ellas.
Se sigue ascendiendo,
y el camino está perfectamente señalizado, solo hay que seguir las espaldas de los excursionistas.
El paisaje es
realmente abrumador e increíblemente precioso a pesar de su sequedad, de su rudeza. ¿Vida aquí?
Marcel nos da un
pequeño rodeo para entrar en otra cueva preparado como "sala de
conferencias", donde nos descubre su faceta más esotérica y filosófica, una
reflexión sobre la vida en general y la vida en particular en este desierto, sobre lo que necesitamos y lo que queremos, sobre la vida
exterior fuera de este planeta, ya que estando en “la Luna” los alienígenas tenían que aparecer. -esta historia más desarrollada en la entrada de este blog Teoría de la conspiración.
Volvemos al punto
donde comenzamos la pequeña excursión y que ha sido una pequeña aventura para algunas que no
las tenían todas consigo de ser capaces de realizarla.
Tengo que añadir una nota explicativa:
Entrar, caminar y salir de la caverna no es necesario hacerlo del modo en que lo he
hecho yo, este es mi modo de particular de sentirme segura ante una eventual
caída, realmente es más fácil de lo que por mis movimientos e incluso por mis palabras claustrofóbicas parece, pero estas son mis letras. Todo el grupo, excepto dos personas -una de ellas yo, por supuesto-, hicieron el recorrido sin problemas, es sencillo y corto, y a no ser que se sea especialmente alto, no resulta incómodo ir doblado en algunos tramos.
Música: Inti Illimani, Alturas