7 de diciembre de 2013

Chile - San Pedro de Atacama - Valle de la Luna - Piedra del coyote



El coyote y la luna

Después de nuestro paso por las cavernas de sal y haber conocido a las Tres Marías, el atardecer no lo contemplamos desde la Duna Mayor porque lo hacemos con una panorámica del Valle de la Luna (mirar mapa de localización) desde otro lugar. 




Antes de disfrutar del atardecer y sus juegos de colores, hacemos la cola pertinente para tener una foto en la llamada piedra del coyote, cuyo nombre también es el mirador de Cari, ya que mira hacia la quebrada de este nombre. 





El nombre, si no es una leyenda de guías y turistas, por lo que no debe ser atacameña ni antigua, proviene de los famosos dibujos animados, el coyote esperaba al correcaminos apostado en una piedra sobre el precipicio, pero siempre le salía mal. 



¿Cuantas piedras del Coyote habrá por el mundo?




El ocaso comienza y los congregados en el valle vamos tomando posiciones. 




Al fondo, la sucesión de volcanes en la cordillera de los Andes. 





Entre los volcanes destaca el volcán Licancabur, “el protector”, de 5.916 m, uno de los mayores volcanes extintos de los Andes. Cuando vivían los atacameños el espíritu del volcán hacía sentir sus cólera sobre ellos, y para calmarle, le preparaban una carga de piedras recortadas y otros presentes, con ellos trepaban a su cima para depositar las ofrendas, principalmente durante el solsticio de invierno. 


Su nombre original es Kunza, Pueblo de Arriba o de la Montaña, y en el cráter se encuentra el quinto lago a mayor altura del mundo, con unas medidas de 90 x 70 m y con una profundidad de entre 5 y 6 m. Lo curioso del lago es que a pesar de llegar a alcanzar temperaturas de 30º bajo cero durante la noche no llega a congelarse totalmente, debido precisamente a que el volcán sigue produciendo calor. 


Se puede realizar el ascenso al Licancabur, que puede llevar unas doce horas, y con toda seguridad las vistas hacia el cráter, la laguna en su interior, la cordillera, el desierto, el salar,  deben ser impresionantes y merecer la pena el esfuerzo. 


Relatos para desatar la imaginación: con palabras y vivencias de la arqueóloga Ana María Barón y en texto. Curioso, extraño, increíble, pero las palabras de una arqueóloga no deberían ser fruto de la imaginación del momento, por lo que el volcán tiene algo de magia.







La puesta del sol produce una variedad magnífica de colores, tanto en el propio cielo como sobre las cordilleras: azules, rosáceos, lilas y violetas, marrones, rojizos, cobres… las fotografías no terminan de hacer justicia con lo que los ojos ven y con lo que se siente allí. 






La diferencia principal con el también maravilloso atardecer que disfrutamos en el Uluru de Australia son precisamente los colores, en el primero eran casi exclusivamente tonalidades rojizas y marrones sobre la gran roca, y aquí los colores del cielo se reflejan en la cordillera, produciendo un espectáculo de magia y color. 






Una pena no poder parar el tiempo, pero es que lo pararíamos en tantas ocasiones que el mundo no avanzaría. Y una pena no haber podido cuadrar el viaje con luna llena, porque sin lugar a dudas hubiéramos hecho todo lo posible y lo imposible para disfrutarla en su valle, y este viaje estaría contado con otro orden de lugares, pero ella salía cuando nosotros teníamos que volver a Madrid. 





Terminada la excursión nos ofrecen dejarnos en el hotel, pero tenemos que quedarnos en San Pedro, ya que no tenemos el planning de horarios de las excursiones contratadas, necesitamos saber si están todas las que son, y sobre todo, sus horarios de recogida, con lo que nos quedamos en la agencia. Descubrimos que tienen varios errores, falta una excursión y lo que es peor, el horario del transfer al aeropuerto es erróneo, tienen la recogida a las 21.15 cuando el vuelo es a las 9.15… sin comentarios. 

Lo normal es hacer el día del vuelo una última excursión, de modo que se cubrirían más opciones de visita en la zona, pero si hacíamos esto nos veríamos forzados a dormir en Santiago de nuevo, y esto lo intentábamos evitar, no por Santiago, que nos ha quedado mucho por descubrir, sino porque el tiempo que tenemos de vacaciones es el que es, y además hay que tener algunos días de vacaciones de descanso de las vacaciones. Creo que esta es la razón para esa confusión en el horario del transfer, volar por la mañana y no por la noche. 

Pasamos un largo rato en la agencia entre la espera para ser atendidos y la resolución del conflicto, con lo que cuando salimos de allí ya es noche cerrada y no tenemos mucha idea de cómo volver al hotel, y lo que es peor, no parece que haya mucha iluminación en las calles fuera de San Pedro. Rematando la situación, el hotel está precisamente en las afueras del pueblo y no sabemos ni el camino ni vemos indicaciones para llegar a él. 

La idea de quedarnos en San Pedro a cenar fue descartada, no veríamos mucho de sus encantos, aunque sí disfrutaríamos de los nocturnos y de una cena en alguno de los restaurantes, pero esto no nos convencía por la situación del hotel. Noche, copas y camino no eran buenos ingredientes. Además mañana tocaba madrugar,  en este viaje -y en casi todos- ¿y cuando no?... pues en la tranquila y mágica ¡Isla de Pascua!

Por un momento en la agencia pensaron en acercarnos en coche, pero finalmente Norman, el chico que nos atendió amablemente en todo momento, fue instado por su jefe para que nos acompañara a pie si no nos importaba, que por supuesto no nos importaba, era bueno llegar andando para tener constancia mejor de la distancia y del camino a tomar. ¡Menos mal que nos acompañaron!, y digo nos, porque la novia de Norman se apuntó a la excursión. Si intentamos llegar nosotros solos a lo mejor todavía estamos dando vueltas, porque no se veía nada, y tampoco te encontrabas un alma en el camino a la que preguntar. 

En la habitación del hotel notamos que la calefacción ha calentado algo el ambiente pero que el baño está frío como un témpano, este es el momento en que pido amablemente un calefactor o cualquier instrumento que valga para calentarlo, no me quiero imaginar a las siete de la mañana (o antes, como para la excursión a los géiseres del Tatio) duchándome en esta nevera. 

Cenamos en el hotel, la mejor, y la más cercana opción. 

Filete de pollo relleno, servido con salsa de ajo, acompañado de puré de habas y zanahorias confitadas. 




Lomo con salsa de seco, con tostadas de polenta al champiñón y peperonata. 




No nos resulta una maravilla gastronómica, y es que veníamos con el paladar afilado de la Isla de Pascua, pero no es una mala cocina, aunque le faltaba "un puntito" para llegar a ser de las memorables.