21 de diciembre de 2014

¡FELIZ NAVIDAD!

Os deseamos una Feliz Navidad y un Feliz Año, llenos de magia y de alegría, ¡abramos las ventanas para que entren!


  Almacenes Saks Fifth Avenue, New York 2012

19 de diciembre de 2014

Canadá - L'Isle aux Coudres


Desencantados y atascados 

En St Joseph de la Rive nos dirigimos al muelle de la localidad, vamos a tomar un ferry (creo que es gratuito y parte cada hora) para ir a L'Isle aux Coudres, pero primero tenemos que hacer una larga espera para conseguir embarcar como nos ha ocurrido en Tadoussac, y en el autobús comienza a haber exceso de cansancio, dos ferrys en el mismo día y ambos con colas largas desespera a cualquiera. 


Lo que nos queda es esperar disfrutando del paisaje de la bahía, ya que podemos bajar del autobús a respirar y no sentirnos enjaulados, que esto "encalla" más. 


Para terminar descubriendo que si en Asia (y ya por todo el mundo) se construyen pequeñas pagodas de piedras ya sea por fe, ya sea por dejar constancia de haber pasado por el lugar, (por ejemplo en Corea nos dimos una panzada de verlas, como en el imponente Templo de Bulguksa), aquí lo que construyen aparte de las pagodas son figuras de inuksuk


Tras la espera, finalmente tomamos el ferry, y vemos esa carretera con una gran inclinación por la que hemos bajado y en la que nuestro conductor ha ido frenando continuamente. 


Por fin llegamos a la isla y directos al hotel, Cap-aux-Pierres, cuyo exterior a todos nos encanta, parece un buen lugar para dormir y pasar la noche. 



Con el caos de las maletas, que siempre las entregaban en la habitación, pero si querías asegurarte de recibirla y a tiempo lo mejor era cargar con ellas; así que como casi todo el mundo lo hacía, decidimos que nosotros no lo haríamos, ya que si la entrega bajaba en un 50% aproximadamente, esta sería más rápida, y llevábamos una maleta pequeña con lo necesario para cambiarnos y arreglarnos un poco. 


Las zonas comunes del hotel sin ser una maravilla decorativa y estar un poco desfasadas, parecían cómodas, como un albergue de montaña en el que pasar noches frías de invierno. En el hotel realizan sesiones de masajes en un pequeño spa, por lo que será una razón más, aparte de su localización, para llegar hasta aquí, en busca del relax. 


Lo mejor, y no tuve tiempo de probarla, la piscina climatizada, que además viendo la tranquilidad en la que estaba a esas horas de la tarde, era como una piscina privada. 


Si todo iba bien, más o menos, hasta el momento, entrar en el pasillo de las habitaciones ya empieza a mosquearnos, demasiado ambiente retro, pero entrar en la habitación es un viaje al pasado, pero con connotaciones negativas: la habitación anticuada, el colchón anticuado, el baño anticuado… un auténtico despropósito... anticuado (y no es una opinión personal solamente, que en el autobús hubo unanimidad total).

Como en la habitación no se puede estar –incómoda, calurosa e incluso con sensación de humedad-, lo mejor es salir a inspeccionar el hotel (momento de conocer la piscina) y sus alrededores, pero no hay demasiado tiempo, la cena será servida enseguida y emprender un paseo sería llegar tarde, y aquí no hay nada más donde hacerlo, por lo que la opción de quedarnos sin cenar no era discutible ni factible.

Resignados bajamos al comedor, para descubrir que el hotel está a plena ocupación, y que tenemos que esperar más tiempo para poder ser acomodados (y es que un grupo de más de 50 personas no es fácil si no está todo preparado de antemano).

Volvemos a tener una cena que no es mala, pero tampoco es algo que nos satisfaga totalmente; estamos aprendiendo a no pedir peras al olmo, o en este caso al avellano.

Una ensalada, una sopa que mi memoria ha borrado de su mente porque no recuerda de qué era, y salmón al vapor acompañado de patatas malísimas y una especie de tortilla-pastel. Al final, ensalada y salmón para llenar el estómago, poco condumio. Acompañamos la cena con un vino blanco canadiense, Everyday de las bodegas Dreaming Tree (el nombre de árbol soñador es muy bonito e inspirador), que sin ser una maravilla, la acompaña bien; es una mezcla de varias uvas, incluyendo la albariño, uva gallega que ha sido plantada en California, pero que desconozco si también lo ha sido en Canadá.




L'Isle aux Coudres, la isla de los avellanos, mide 11 km de largo y 3 km de ancho, y se cree que se formó con el material levantado por el impacto del meteorito en la región de Charlevoix. La isla fue descubierta por Jacques Cartier en 1535, en su segundo viaje por el país, que le dio su nombre por los árboles y sus frutos que encontró.

En la isla se practicaba la pesca de los belugas, con trampas construidas con troncos, que se colocaban durante la marea baja, donde se quedaban atrapados. El 28 de mayo de 1923 en una sola marea capturaron 87. Afortunadamente su pesca se prohibió en 1924. 



Por la mañana no hay tiempo para dar un pequeño paseo por la isla, que es lo que mayormente proporciona: paseos por el campo, junto al río Saint Laurent, a las granjas, a las casas de recreo; una isla donde parece que se ha parado el tiempo, o directamente donde se para. 



A las 8.30 salimos del hotel, la carretera principal estaba cortada por unas obras, lo que nos retrasaría en el viaje, así que toman una secundaria –parece increíble que en una isla tan pequeña pueda haber dos, pero una es utilizada por los coches principalmente y por la que vamos es utilizada por los ciclistas o paseantes, que nos salvó de un nuevo atasco, de una nueva desesperación, porque para eso ya está el ferry, donde nos toca esperar más de una hora, en la que no puedes hacer mucho, disfrutar de las pocas vistas y de la flora. 



Todo el pasaje del autobús y del tour estamos descontentos, no ha tenido mucho sentido estas dos esperas de ferry (para entrar y para salir de la isla) para dormir en una isla que será encantadora pero que no hemos podido disfrutarla nada; completamente innecesario todo, una auténtica pérdida de tiempo, que si el hotel hubiera sido con mucho encanto, con unas instalaciones estupendas, con una gastronomía digna de recuerdo, pues el resultado hubiera sido algo mejor, pero tal y como lo vivimos, un desastre. Si al menos hubiéramos podido darnos un paseo, la crítica sería al ofrecimiento paisajístico -que ya es cuestión de gustos y optimismo natural- pero al no haber tenido esta opción, la crítica es a la mala organización del tour. Una opción mejor de alojamiento hubiera sido el bonito pueblo de Baie St Paul, donde teníamos posibilidad de pasear y de elegir restaurante.

Mapa de situación de la isla:


16 de diciembre de 2014

Canadá - Región de Charlevoix - De Tadoussac a Saint Joseph de la Rive


En un gran cráter

Salimos de la bonita localidad de Tadoussac, que nos sigue dejando lugares muy coquetos, con mucho encanto, por lo menos de su exterior, que ya sabemos que los interiores luego pueden desmerecer (y nosotros estamos a punto de demostrarlo y probarlo en nuestros carnes).  



Pero salir de Tadoussac no es fácil en temporada alta, o hacemos el camino de vuelta por la orilla norte del fiordo Saguenay y volvemos a la localidad de Saguenay, cosa que no tendría sentido, o tomamos el ferry para cruzar a Baie Sainte Catherine, en la orilla sur del fiordo, pero eso sí, haciendo la cola y esperando al reparto de coches que realizan los trabajadores, mientras la cola crece y crece; no queda de otra que armarse de paciencia. 


Tras casi una hora de espera, que por supuesto a todos nos parece aburrida y cansina, conseguimos embarcar en el ferry. 


Nos despedimos de Tadoussac con un buen sabor de boca, y no solo por la buena comida, también por sus alegres casas y paisajes. 



La bahía de Tadoussac se abre al río Saint Laurent, y la sensación de calma es reconfortante aunque estemos en un algo ruidoso ferry. 


Llegamos a Baie Sainte Catherine y circulamos por la carretera 138, paralela durante un tramo al río Saint Laurent, donde una roca está totalmente tomada por las gaviotas. La carretera atraviesa la región de Charlevoix, que ocupa una superficie de unos 6.000 km2, desde Sainte Anne de Beaupré hasta la desembocadura del río Saguenay, en Baie Sainte Catherine. Charlevoix fue declarada Reserva Mundial de la Biosfera por la Unesco en 1998, y por ello se aplican restricciones a su explotación.


Nuestro paisaje es de bosques –el bosque boreal- y lagos, que es salpicado eventualmente por pequeños asentamientos y/o granjas, que no diría yo ni pueblos ni aldeas. De música de fondo en el autobús, suenan canciones con raíces escocesas y francesas (no apunté el nombre del grupo). Las casas de la región son principalmente del siglo XVIII, con techo en rojo o verde. 


Charlevoix desde hace muchos años es el retiro veraniego favorito de la clase alta del país. Al comienzo de la colonia francesa, algunas empresas llegaron a la región para la extracción de recursos naturales, madera principalmente, pero el turismo se convirtió rápidamente en la principal fuente de recursos.

Pasamos por St Siméon, localidad desde la que se puede cruzar en ferry el río Saint Laurent, de la que nos llama la atención su faro, con una terraza con mesas y sillas, que además es el lugar donde se compran los billetes para cruceros de observación de ballenas (un faro multiusos). 


Saliendo de la pequeña localidad de Cap à L’aigle, al fondo el río Saint Laurent


Hace unos 350 millones de años, un meteorito de unos 2.000 m de diámetro y un peso de 15.000 millones de toneladas chocó contra la Tierra en la región, en menos de un minuto formó un cráter de 5 km de profundidad y modeló el terreno que se ve en la actualidad, el cráter de Charlevoix tiene unos 55 km de diámetro y se encuentra entre los más grandes del mundo, donde se ha creado un hábitat excepcionalmente variado en el que se encuentran todos los ecosistemas de Québec, desde los bosques de arce hasta la tundra, razón por la que se declaró la región zona de reserva mundial de la biosfera. En el centro de la zona de impacto se encuentra el Mont Des Éboulements (montaña de los desplazamientos de tierra), de 768 m de altura, que surgió por la colisión. Con estos datos apetece realizar excursiones y conocer a fondo ese cráter, pero no está en el planning ni hay tiempo para tanta actividad.

El inmenso valle se extiende entre Baie St Paul y La Malbaie, desapareciendo una parte en el río Saint Laurent, y nosotros estamos entrando en esta segunda población. La zona de La Malbaie debe su nombre a Samuel de Champlain, que en 1608 encalló a la orilla de la bahía, a la que llamó Malle Baye, nombre que fue utilizado hasta la llegada de los ingleses en 1759, que lo cambiaron por Murray Bay en honor del gobernador James Murray, desarrollándolo como puerto comercial; posteriormente los habitantes cambiaron el nombre a su original cientos de años después. 


En comparación con las ciudades y localidades que llevamos viendo desde nuestra salida desde Montréal hacia La Maurice y luego hacia las regiones del Lac Saint Jean y de Saguenay, La Malbaie es con diferencia la más grande y animada por la que pasamos, se nota que en sus calles hay circulación de gente, de locales. Una ciudad junto al río Saint Laurent que parece aprovecharlo muy bien. 



Pasamos junto a la Murray Bay Protestant Church, una de las primeras iglesias protestantes que se construyeron en la región, en 1867; más mal que bien ha sido capturada por la cámara porque aunque la fachada frontal se tomó, un bonito poste de luz o teléfono la estropea aparte del movimiento del autobús. De la iglesia original se cambió su estructura en madera exterior por piedra.


A las afueras de la población un estupendo, y a mi parecer grande, campo de golf, con un césped verde infinito bien cuidado, con vistas al río, un paraíso para los amantes de este deporte y para los que no lo somos, que dan ganas de coger uno de esos palitos a ver qué pasa, y en mi caso seguro que pasaría que mis pelotitas acabarían en la carretera rompiendo los cristales de los coches y aterrorizando a todos. El campo de golf pertenece al Hotel Fairmont Le Manoir Richelieu, un hotel construido en 1928 al estilo del Château Frontenac de Québec, que tiene casino, un aliciente más. 


Algunos siguen intentando capturar el granero de “The walking dead”, esto ya es un "por mis ....", pero no hay manera, aunque no está mal del todo. 


Pasamos por la localidad de St Irénée, donde la ex primera ministra de Canadá, Kim Campbell, tiene una casa valorada en 15.000.000 de $ (parece que lo de ser político es bueno en todos los países del mundo mundial). 

Las localidades por las que vamos pasando en general nos resultan agradables, no muy grandes, con casas de fachadas blancas, con toques azules, verdes o rojos, y en las que además poco a poco vamos viendo carteles publicitando talleres de artistas, ateliers, donde exponen sus cuadros o esculturas. 


A la salida de la población de Les Éboulements salimos de la carretera 362 para dirigirnos hacia Saint Joseph de la Rive, por una carretera que tiene una fuerte pendiente, y muy a menudo nuestro conductor tiene que probar los frenos para asegurarse de que todo va bien (afortunadamente iba bien). 


Mapa del recorrido:


12 de diciembre de 2014

Canadá - Tadoussac


Con mucho encanto (Sacando "pecho")

Despues de nuestro interesante crucero de avistamiento de ballenas en el río Saint Laurent volvemos a la localidad de Tadoussac (mirar mapa de localización), donde tenemos algo de tiempo libre (no todo el que nos gustaría) para comer y pasear por ella. Como lo primero es lo primero, y vamos a llegar una horda de turistas de los barcos de excursiones, que nos sumaremos a los que ya están en la localidad, vamos directos a uno de los restaurantes que desde el autobús nos había llamado la atención, por su casita coqueta y su terraza, Chez Mathilda, no hay tiempo para buscar, comparar y elegir, esta partida es de una sola carta...de menú. 



Para beber, cerveza canadiense, una blanche y una blonde de la fábrica Unibroue. Buenas cervezas que acompañaban fresquitas al sol del que disfrutábamos. 


Para él, una hamburguesa Mathilde. 


Para ella, un sándwich de langosta y gambas (si estamos en territorio de langostas hay que aprovechar la oportunidad de comerlas).


No nos equivocamos de lugar, tanto la hamburguesa como el sándwich muy ricos, las patatas demasiado quemadas. No hay tiempo para postre, el servicio, como casi siempre en Canadá, demasiado lento para nuestras prisas, con lo que tenemos poco tiempo para pasear por la que nos había parecido una bonita y pintoresca localidad. 



Tadoussac significa “pecho” en la lengua innu (una tribu algonquina), y es una derivación de la palabra tatouskak, que hace referencia a las dos colinas redondeadas que se encuentran junto a la bahía de Tadoussac y al fiordo de Saguenay. Es el poblado más antiguo de Canadá, y fue fundado por Pierre de Chauvin alrededor de 1600 –ocho años después se fundó la ciudad de Québec- con 30 marineros, como un centro comercial de pieles. Los algonquinos dieron la bienvenida a los franceses y fue un asentamiento pacífico. 


Nos gustaría recorrer la calle de las tiendas, y de paso realizar comprar si son oportunas, pero decidimos que vamos a pasear hasta el hotel que habíamos visto desde el autobús y desde el barco y que tanto nos había gustado, la coquetería en blanco y rojo del Hotel Tadoussac


El hotel se construyó en 1864, y con él resurgió la localidad como punto turístico al que llegaban barcos de vapor después de la época de abandono en la que había entrado tras cerrar sus puertas la Hudson's Bay Company a mediados de la década de 1850. En 1942, la Canada Steamship Lines decidió demolerlo para construir un hotel más moderno y cómodo, incluyendo pistas de golf, canchas de tenis y un club de pesca, con lo que atraían a la rica clientela norteamericana. 


Desde los jardines del hotel se tienen unas estupendas vistas de la bahía y de la tranquila playa. 



Frente al hotel se alza la Petite Chapelle, la iglesia de madera más antigua de Canadá, construida por los jesuitas en 1747, que también recibe el nombre de Indian Chapel. 




Junto a la iglesia, un pequeño cementerio con vistas a la bahía, con no demasiadas tumbas, acorde a la pequeña población. 


El interior de la pequeña iglesia presenta un techo abovedado, el casco invertido de un barco, por lo que está recubierta de madera, y resulta muy acogedora, muy íntima. 


Más arriba de la pequeña iglesia, una iglesia de nueva construcción, más moderna pero que de alguna forma mantiene el estilo, y sobre todo el color; pero no tuvimos tiempo de entrar. 



El Poste de Traite Chauvin se localiza donde en 1599 Pierre de Chauvin estableció el primer puesto de comercio de pieles entre las Primeras Naciones –los innu, que los franceses llamaban montagnais- y los europeos. Es una recreación de cómo era el puesto comercial y funciona como museo (al que por falta de tiempo no accedimos, 4 $). 




El tiempo nos apremia, así que aquí termina nuestro paseo, disfrutando de las vistas de la bahía junto a un pasadizo cubierto lleno de encanto. 




Tadoussac nos ha gustado muchísimo, claramente no es monumental pero está cargada de historia, de la creación del país, y se puede pasar una jornada entera muy agradable en ella, porque además de poder realizar el crucero de avistamiento de ballenas hay senderos por los que caminar y disfrutar de las vistas a la bahía y a sus dunas de arena. Eso sí, de noviembre a mayo se convierte en un pueblo fantasma, desaparecen los turistas y llega el frío, pero seguro que el encanto no lo pierde, e incluso lo puede ganar aunque no se vean sus ballenas, lo malo es que si no hay gente, no habrá hoteles y restaurantes activos.