30 de enero de 2014

Chile - De Puerto Montt a Puerto Varas



De puerto a puerto

Puerto Montt (mirar mapa de situación) es la capital de la X Región de Los Lagos y desde la llegada del ferrocarril en 1912 se convirtió en el principal nudo de comunicaciones del Chile Austral, y lo sigue siendo a pesar del cierre de la vía férrea. 


El mote de la ciudad es el de Muerto Montt, y eso porque es una ciudad eminentemente industrial y contaminada, por lo que el turismo no suele parar aquí, somos aves de paso, ya sea por escala de crucero o por llegada en avión, con lo que de la ciudad nosotros decidimos no ver nada -aprovechamiento de los recursos, el tiempo, de la mejor manera posible-, y a pesar de su mala fama seguro que tiene sus joyas. 


La ciudad fue destruida por el terremoto de 1960, tras el cual se descubrieron sus aguas frías ricas en plancton, y sus bahías abrigadas, estableciéndose piscifactorías e industrias afines, que producen verdaderas montañas de residuos orgánicos formados por excedentes alimentarios y heces de los salmones, lo que ha provocado un aumento de la contaminación, además de un efecto medioambiental colateral, ya que para fabricar 1 kg de harina de pescado con la que se alimenta a los salmones, son necesarios 4 kg de otros tipos de pescado. 


De camino a Puerto Varas, que será la ciudad en la que nos alojemos, pasamos por un bosque cementerio, donde se pueden ver desde la carretera tocones de árboles alerce, un árbol que ahora está protegido pero del que se han realizado talas masivas ya que su madera es fácilmente cortable en tablas, siendo además de gran calidad, con una hermosa veta, muy apreciada por ser imputrescible, por  lo que se ha utilizado para revestimientos de fachadas y muebles. Impresiona ver la cantidad de tocones de estos árboles, e impresiona más pensar que esta no es la única zona donde han sido esquilmados. 


Nuestro guía Apolo durante el viaje nos pregunta si queremos realizar alguna excursión esta tarde aprovechando el buen día que hace, un sol espectacular y nada de lluvia en el horizonte (de lo más extraño en la región de la lluvia), pero denegamos su oferta, nuestro paso por Atacama, días extensos e intensos con importantes madrugones, y toda la mañana de hoy nos la hemos pasado de aeropuerto en aeropuerto y de avión en avión, con lo que preferimos pasar la tarde tranquilamente en la ciudad, y así de paso la conocemos un poco. 


Apolo nos entrega un sobre con las excursiones contratadas y los horarios de recogida y es curioso que al ser una carta tipo en uno de los párrafos han mantenido el nombre del hotel de los anteriores visitantes… esto es despiste pero que al tiempo dice mucho de esos pequeños detalles de organización, aunque no será ningún problema. 


Llegamos al hotel, que fue elegido por su ubicación, cerca del centro urbano, el Hotel Solace –hay otros con mejores vistas e incluso con mejor ubicación, pero en las elecciones se tienen en cuenta muchos factores-. La habitación nos gusta y nos parece cómoda, ya que dispone de un sofá donde descansar sin necesidad de tener que tumbarse en la cama a descansar, además de disponer de una zona de escritorio donde tomar notas para las excursiones pasadas o futuras. 




Pero lo mejor de la habitación son las vistas que tiene, hacia el volcán Osorno




Y hacia el volcán Calbuco




Un volcán para cada ventana, o una ventana para cada volcán. 




Tras acomodar las maletas y nosotros mismos, nuestros cuerpos, bajamos al restaurante a comer, Dios dirá si nos quedaremos después durmiendo el cansancio o no, pero en este viaje he aprendido a relajarme mucho, a dejar pasar oportunidades de visitar lugares y a aprovechar los momentos de descanso… algo está cambiando en mí. 




Estamos solos en el restaurante y elegimos una mesa con vistas a la calle, que no es especialmente bonita ni llamativa, pero siempre mejor tener luz natural y posibilidad de cotillear un poco. 




Los dos pedimos el mismo plato, ¡parecemos un matrimonio bien avenido!, un lomo a lo pobre, que consiste en un filete de res o entrecot sobre una cama de patatas fritas y coronado por un huevo frito. Sencillo, contundente y sabroso. 




La comida la terminamos con un café, por aquello de si nos espabila un poco. 




En el restaurante hay una zona destinada a bar, con unas sofás y una chimenea, que está encendida, y que proclama ser utilizada para noches noctámbulas y de copas. 


Para explorar un poco el hotel, desde el pasillo donde se ubica nuestra habitación hay unas escaleras, por las que bajamos y nos encontramos con una buena visión de la iglesia, de una de las iglesias de Puerto Varas, la iglesia católica.