8 de mayo de 2014

Chile - Santiago - La Alameda - Monumento a los Héroes de la Concepción - Iglesia de San Vicente Paul - Palacio Aritzia - Palacio de Errázuriz - Palacio Iñiguez - Monumento a las Educadoras - Calle Dieciocho - Palacio Cousiño - Parque Almagro



El veinte en la dieciocho

Hemos salido del pequeño barrio Concha y Toro a la avenida Alameda, por la que caminamos en dirección al centro y en la Alameda surge la estatua de Simón Bolívar. 




El paseo central de la Alameda es agradable para pasear a pesar del inmenso tráfico que soporta esta calzada. 




Caminamos por la avenida hasta llegar al Monumento a los Héroes de la Concepción




Se trata de una obra de 1923 de la escultura chilena Rebeca Matte que recuerda la batalla librada y ganada en Perú en 1882 durante la Guerra del Pacífico, siendo enterrados los corazones de estos héroes en la Catedral de Santiago




Al fondo del paseo se distingue, como el faro que es para la ciudad, la torre Entel




Frente al monumento a los Héroes, en la Alameda, se alzan tres edificios contiguos. La iglesia de San Vicente Paul, el palacio Aritzia, construido en estilo neoclásico francés, sede actual de la Cámara de Diputados, y de ahí sus pintadas antigobierno y antisistema, que ha sido destinado a sede del Tribunal Constitucional. 





El tercer edificio es el palacio de Errázuriz, construido por el arquitecto Chelli en 1872 en estilo neoclásico, que aloja a la Embajada de Brasil, tras su cambio de domicilio que tenían en la plaza Brasil




Seguimos caminando por la Alameda y en su cruce con la calle Dieciocho se alza el imponente palacio Iñiguez, de colorida fachada rosa. El edificio fue construido en 1908 por los arquitectos Alberto Cruz Montt y Ricardo Larraín Bravo en estilo renacimiento francés, de un rococó tremendo. El 9 de abril de 2013 el edificio sufrió un incendio, del que parece se ha recuperado bastante, por lo menos en el exterior.



Aparte de por su llamativo color, el palacio destaca por su profusa decoración y por los balcones de hierro forjado. 




El piso a nivel de calle fue concebido para albergar locales comerciales, destinándose los pisos superiores a vivienda. En uno de estos locales se aloja la Confitería Torres, el restaurante más antiguo de Santiago, abriendo su primer local en 1879, e instalándose en este palacio en 1910, aunque decidimos no entrar a curiosear (y no eran pocas las ganas, pero si nos sentábamos para poder curiosear más tranquilamente corríamos el riesgo de no poder continuar el paseo y en lugar de reponer fuerzas, las hubiéramos agotado). 


Desde el inicio la confitería ha servido como centro de reunión para políticos e intelectuales. Además en el local se creó el sándwich Barros Luco, que recibe el nombre del expresidente que comía con asiduidad aquí; se trata de un sándwich de carne de ternerq con queso, que tuvimos ocasión de probar en San Pedro de Atacama. También se dice que se creó la bebida llamada “cola de mono”, un combinado de aguardiente, leche y café, pero esto ya no lo probamos.




Junto al palacio Íñiquez se encuentra el palacio Irarrázabal, en la avenida Alameda, pero no tenemos foto de él. Fue construido en 1906 y aloja el Círculo Español en Santiago. 


En el centro de la Alameda, frente al palacio Íñiquez hay otra escultura, el Monumento a las Educadoras, obra del chileno Samuel Román en homenaje a las profesoras Isabel Le Brun y Antonia Tarragó, defensoras de los derechos de las mujeres y de su acceso a la educación. No cruzamos para conocerlas más formalmente, así que nos conformamos con sus espaldas. 




Entramos en la calle Dieciocho, que era el barrio elegante a comienzos del siglo XX, donde las familias adineradas levantaron sus palacios y mansiones para alardear de sus fortunas, obtenidas en la minería, el comercio o la navegación. La calle lleva el nombre de la fecha de la primera Junta de Gobierno de Chile, el 18 de septiembre de 1810. El pavimento original de la calle era de tacos de madera francesa y no de cantos rodados, con la finalidad de evitar el ruido de los carruajes al pasar (¡toma glamour!).


La fachada del palacio Íñiguez que da a esta calle no se encuentra restaurada ni pintada, y supongo que no sólo es debido al incendio.




En la calle Dieciocho se suceden las imponentes construcciones, en el número 102, esquina Alonso de Ovalle, se levanta el palacio Eguiguren, construido en 1918 y que actualmente aloja un centro de la Universidad Católica, Duoc-Uc (Departamento Universitario Obrero Campesino). 



En el número 116 la residencia del político Abdón Cifuentes, ocupada por el Liceo Abdón Cifuentes




En el número 121 se localiza dentro de una parcela con jardín, lo que le da mayor encanto, el palacio Astoreca, ocupado por el Colegio de Contadores. Fue construido en 1910 en estilo neoclásico. 




A continuación de este bonito, inmaculado y blanco palacio, un ejemplo de la decadencia, la bancarrota, el abandono y posiblemente el paso de los terremotos. 




Y es que en la calle hay un edificio tras otro, con nombre conocido, o para nosotros la mayoría de las veces desconocido, que nombre y dueños poderosos tendrían en su momento y tendrán todos.

En esta sucesión de edificios, palacios y mansiones, no podía faltar un balcón típicamente colonial, se trata de la mansión de Luis Besa




Casi al lado del anterior edificio, un palacete que nos recuerda (vagamente, pero lo hace) por sus pináculos y altillos aburhadillados al edificio Dakota de Nueva York, donde vivía John Lennon con Yoko Ono y a cuyas puertas fue asesinado. Creo que se trata de la Mansión Subercaseaux, supongo que otra vivienda de la familia homónima, de la que vimos otra imponente mansión en el centro. 




Más adelante sigue la sucesión de mansiones, alternándose con edificios más modernos, que no siempre producen la mejor simbiosis. 





El tramo de esta calle de palacios, palacetes y mansiones termina en el palacio Cousiño, la mansión más lujosa construida en la década de 1870, que fue diseñada por el francés Paul Lathoud para la familia Cousiño-Goyenechea, cuya fortuna se labró con la minería de plata y carbón, la navegación y la elaboración de vinos. Los Cousiño importaron de Europa los materiales, muebles, objetos de decoración, telas, constituyendo un buen ejemplo de cómo vivía la élite chilena en el siglo XIX, pero en el terremoto de 2010 sufrió desperfectos de los que supongo todavía se está afrontado su rehabilitación, con lo que a pesar de ser museo desde 1968 no podemos entrar a visitarle, y creo que lo hubiéramos hecho si hubiera estado abierto.




La calle nos ha gustado mucho, por sus edificios, por conservar una buena parte de ellos, y el hecho de que en muchos se hayan instalado centros de educación la convierte en muy animada. Si algunos barrios de la ciudad, como el París-Londres o el Concha y Toro, así como algunas calles puntuales, hablan del esplendor de Santiago, esta calle muestra como ninguna la riqueza que amasaron algunos poderosos y en que invirtieron una parte de ella.

La idea original era haber subido de nuevo por la calle cambiando de acera, ya que o la recorres haciendo zigzag continuamente o te pierdes fachadas, pero finalmente descartamos la idea y preferimos continuar en busca de nuevos lugares. 


Bordeamos los jardines del palacio Cousiño (que deben ser preciosos) para llegar hasta el parque Almagro, creado en 1983, que es centro de reunión para manifestaciones y alguna que otra revuelta, supongo que la proximidad de las Universidades y centros estudiantes van intrínsecas a ellas (la juventud tiene que hacerse oír para que los países y el mundo avancen, y lo haga en buena dirección si es posible). 

Siempre es agradable, descansado y bueno para la vista y los pulmones estos espacios verdes en las ciudades, y eso que este parque está atravesado por dos calles con circulación de coches. Desde el parque tenemos la visión del lugar donde se dirigirán nuestros pasos, hacia esa cúpula del fondo, que pertenece a la Basílica de los Sacramentinos.






El parque Almagro comunica la plaza Almagro con el paseo Bulnes, zona completamente cerrada por reestructuración y acondicionamiento, como ya vimos desde el paseo de la Alameda (enlace). Un paseo en "L" de puro verde es lo que tendrá la ciudad cuando estén reacondicionados. 


Casi finalizando el parque se encuentra la estatua de Diego de Almagro, conquistador que da nombre al parque. Se esculpieron dos estatuas iguales en cobre chileno, obra de Joaquín García Donaire; una fue colocada en Chile y otra en Almagro (Ciudad Real, España). 



Un mapa del recorrido: