5 de septiembre de 2014

Canadá - Montréal - Place des Arts - Musée d'Art Contemporain - Teatro Salle Wilfrid Pelletier - Théatre Maissoneuve - Complexe Desjardins


La plaza del Arte


Antes de comenzar a pasear por Montréal un poco de historia de la ciudad, que la historia del país ya ha sido desgranada. En mayo de 1642 una pequeña flota siguió el curso del río Saint Laurent, habiendo sobrevivido a un frío invierno cruzando el Atlántico desde Francia, llegando al lugar que un siglo antes un compatriota suyo, Jacques Cartier, había alcanzado. Liderados por Paul Chomedey de Maisonneuve, los pioneros desembarcaron e iniciaron la construcción de un pequeño asentamiento al que llamaron Ville Marie, en honor a la Virgen María, los cimientos de Montréal.

Ville Marie se convirtió en un próspero centro de comercio de pieles y en punto de partida de nuevas expediciones de exploración, teniendo escaramuzas con las tribus iroquesas que habitaban el lugar; estos enfrentamientos duraron hasta 1701, año que en se firmó un tratado de paz. La ciudad permaneció en manos francesas hasta 1763, cuando Francia cedió Canadá a Gran Bretaña en virtud del Tratado de París. En 1775 los revolucionarios estadounidenses ocuparon la ciudad durante algún tiempo, pero la abandonaron tras no convencer a los quebequenses de unir sus fuerzas contra los británicos.

Tras la construcción del ferrocarril y del canal de Lachine en el río Saint Laurent, Montréal comenzó un importante proceso de industrialización, lo que atrajo a una enorme cantidad de inmigrantes.

Tras la Segunda Guerra Mundial, la ciudad fue una especie de “ciudad del pecado”, con la llegada de estadounidenses que buscaban la diversión vetada al otro lado de la frontera. Cuando Jean Drapeau tomó las riendas de la alcaldía, se inició una drástica renovación: se construyeron el metro, edificios de oficinas, la ciudad subterránea; además se celebraron la Exposición Universal de 1967 y los Juegos Olímpicos de 1976 (donde despuntó Nadia Comaneci con sus rondas de diez puntos en gimnasia artística), juegos para los que se construyó el Parc Olympique.

Montréal está situada en la convergencia de los ríos Saint Laurent y Ottawa.

En la actualidad, su población es mayoritariamente de origen francés, un 75%, otro 15% es de origen británico y el resto representa a una multitud de grupos étnicos inmigrantes.

Ahora comenzaremos la exploración por la ciudad y por la mañana tomo la decisión que pasearemos por la zona más cercana al hotel, así podremos ir conociendo por nuestros propios pies las distancias. Lo primero que vemos es que la ciudad está "patas arriba", con obras en multitud de sus calles, luego sabremos que esto se debe a que con el buen tiempo aprovechan para hacer todos los arreglos necesarios, ya que llegando el invierno, con los 20-30º bajo cero de temperatura y la nieve casi perpetua en sus calles no hay modo de realizar las obras.

Por la Avenue du Président Kennedy nos dirigimos hacia su cruce con la Rue Jeanne Mannce; donde asoman a la izquierda las tres torres del Complexe Desjardins (la más alta de 152 m de altura) y la torre del Hotel Hyatt -a la derecha de la fotografía, el edificio del Courtyard Marriott, de reciente construcción-. Entramos en la zona del llamado Quartier des Spectacles.


Y por este camino entramos en la supuestamente animada Place des Arts, por la Rue Sainte Catherine, y digo supuestamente porque la plaza estaba muy tranquila, con poca gente paseando, aunque es temprano y lunes así que no es un buen momento para valorarla. La plaza es un espacio con varios auditorios y teatros, por lo que es el principal centro de arte escénico de la ciudad (pues claro, estamos en el Quartier des Spectacles) y donde se encuentran las sedes de la Montreal Symphony Orchestra, la Opera de Montreal y Les Grands Ballets Canadiens.



En la plaza se encuentra la entrada al Musée d’Art Contemporain, que los lunes cierra, con lo que no podemos pasar a conocer el jardín de esculturas, el único espacio al que hubiéramos entrado con calma dejando el resto del museo pendiente o visitado a todo correr, por aquello de elegir y disponer del tiempo de la mejor forma que entendemos.






Una fuente en forma de cascada de agua sobre una escalera en piedra aporta frescor al lugar (el agua es vida y las fuentes lo demuestran).





A mí me llaman la atención las farolas, en ese momento me recordaron a los extraterrestres de la película “La guerra de los mundos” (la antigua, la de 1953, no la reciente de Tom Cruise), pero creo que tengo algo de confusión cinéfila o exceso de imaginación o recuerdo. 





En la plaza destaca el teatro Salle Wilfrid Pelletier, un auditorio con una capacidad de 2.892 espectadores, ya podéis ver la obra que se representaba durante nuestra visita.






Desde el metro hay un acceso al teatro, para los duros meses de invierno, que conecta con la ciudad subterránea

 
Aparte del auditorio otra estructura sobresale en dirección a él, no sabíamos si era el acceso a algún lugar o un elemento decorativo, y efectivamente es una obra de arte, no me atrevo a llamarlo escultura, aunque posiblemente lo sea en términos generales.







Una placa nos revela su autor, Bettinger, con una inscripción, el título de la obra: “El artista es el que muestra el otro de las cosas”…interesante planteamiento, concepto y plasmación.





Desde la estación de metro Place des Arts se tiene la visión interna de la escultura, menos mal que utilizamos este medio de transporte en varias ocasiones y en una de ellas fuímos afortunados encontrándola. 



A la derecha del teatro Salle Wilfrid Pelletier se encuentra la Maison Symphonique de Montréal, donde nuevamente en su interior nos llama la atención unas esculturas de acero que cuelgan del alto techo del vestíbulo (parece que el título de plaza de las artes no es sólo por las escénicas). A la izquierda del teatro, un bonito y corto paseo arbolado, con el que creo el comienzo de la sugerente fuente en cascada, que se corta en un tramo, vuelve a aparecer con surtidores y finalmente termina en la cascada.





El otro lado de la plaza lo ocupa el Théatre Maissoneuve (y frente al Museo de Arte Contemporáneo), un edificio en el estilo arquitectónico brutalista, estilo con el que nos volveremos a encontrar en Boston, en el New City Hall, el edificio del nuevo y actual Ayuntamiento.





Desde la plaza, por la Rue Sainte Catherine, se accede al centro comercial Complexe Desjardins, con un amplio y luminoso atrio; siendo esta nuestra primera incursión a la ciudad subterránea, de la que volveré a hablar y por la que volveremos a pasar; en realidad toda la Place d'Arts está conectada a está ciudad bajo tierra.






Por la noche nos esperábamos de la plaza un espacio más animado, tal y como su publicidad mencionaba, pero la noche que nos acercamos a disfrutarla hasta casi tuvimos problemas para cenar, y no sólo porque cierran temprano (los canadienses cenan temprano) y a la que te descuidas te dan con el cierre en los morros, si no porque la gente brillaba por su ausencia.










Destaca la iluminación nocturna de la Maison du Festival Rio Tinto Alcan (Rue Sainte Catherine), con caras conocidas (y desconocidas para nosotros) del jazz, e incluso de otros estilos, porque en la fila de la derecha, la cuarta fotografía contando desde arriba corresponde al genial Paco de Lucía. En el edificio no solo hay jazz y música, hay restaurantes, museo, tiendas, un poco de todo. Lo que hay que tener en cuenta es que Montréal es una ciudad muy jazzística, y ha sido una pena no poder haber disfrutado de esta música por haber consumido las fuerzas durante el día o por haber tenido otros planes para la noche.