16 de septiembre de 2014

Canadá - Montréal - Plateau Mont Royal - Carré Saint Louis - Rue Prince Arthur - Restaurant Le Café Cherrier



De alma bohemia

Estamos en la bonita estación de metro art noveau de Montréal, en Square Victoria, así que aprovechamos para tomar este transporte; compramos un billete de dos viajes a 5,50 $ por persona a utilizar en el plazo de dos horas desde su primera validación (el billete sencillo cuesta 3 $ y el billete para todo el día, 10 $) y desde Square Victoria vamos a la estación Sherbrooke. 




Vamos a pasear por el barrio de Plateau Mont Royal, no será un gran paseo pero sí esperamos que una interesante toma de contacto. El barrio, situado al este del Parc du Mount Royal, es un barrio animado, joven y bohemio, que en sus orígenes fue un suburbio de la clase trabajadora, pero que en las décadas de 1960 y 1970 empezó a ser ocupado por artistas, escritores, cantantes. 


Justo al lado de la salida de metro se encuentra la concurrida, y larga, Rue St Dennis




Desde esta calle llegamos a la que dicen una de las plazas más bonitas de la ciudad, Carré Saint Louis; que como plaza central nos parece de lo más normal, aunque con su ambiente coqueto por el cenador-cafetería que hay en ella. 





También hay una refrescante fuente, en la que nadie tiene sus pies a remojo a pesar del calor sofocante que estamos sufriendo. 




Lo que realmente le da a la plaza el título de más bonita son las casas articuladas alrededor de ella, un auténtico dechado de coquetería, mansiones con sus tejados en pizarra, sus escaleras exteriores, sus colores llamativos en algunos casos o su decoración en otros (es fácil imaginarse en sus buhardillas atrincherados con un libro y un té). 






Al oeste de la plaza sale la Rue Prince Arthur, peatonal hasta el Boulevard Saint Laurent, donde vamos tomando nota de posibles lugares donde comer, pero ninguno nos llama la atención con demasía (algo muy feo es fijarse en los platos de los comensales, pero es una forma efectiva de elección) y eso que hasta vemos que sirven sangría en uno de ellos. Lo cierto es que una calle simpática, decorada con flores en las farolas, y que nos produce la sensación de estar mucho más animada por la tarde-noche que a estas horas de comer (tarde para los montrealenses, temprano para los turistas españoles). 






En el cruce de Rue Prince Arthur con Rue de Bullion, aparte del bonito mural en la fachada, surge una bella colección de casas con los marcos de ventanas y puertas pintadas de alegres colores. No parecen casas muy grandes pero nos da la sensación de que su precio sí lo puede ser. 





Sin habernos decidido por un restaurante volvemos por Carré Saint Louis para salir de nuevo a la Rue St Dennis. Y allí está el restaurante en el que comeremos, en la esquina de esta calle con la Rue Cherrier, Le Café Cherrier. Nos llama la atención la esquina en la que se ubica, el verdor de su terraza, su toldo en blanco y negro a rayas, y su ambiente, así que está decidido. 




Las paredes del restaurante están decoradas con fotografías de artistas (cuyas caras y nombres desconocemos), así que parece que es un local frecuentado por ellos, que no siempre es señal de buena comida, pero que en un principio ofrece cierta confianza. 


A estas horas hay pocos comensales, con lo que no curioseamos sus comidas (detalle que ellos agradecerán sin saberlo). 





Mientras esperamos la comida, y es nuestro primer contacto con la tranquilidad a la hora de servir en el país, cosa que hacemos con igual parsimonia y relax -que este viaje nos lo hemos (principalmente me lo he) tomado con calma-, nos alimentamos del clásico pan con mantequilla y probamos una buena cerveza canadiense (servida en vaso por lo que no sabemos su nombre y origen). 




Compartimos unos riquísimos calamares fritos con tomates picantes (y sí, picaban). 




Extrañamente, el se pide un tartar dos salmones, y es que el salmón no es su pez ni su alimento, pero le parece que está exquisito. 




Y ella, a la que si le gusta el salmón en todas sus variedades, unas salchichas de Toulouse, que estaban estupendas (muy rica la salsa), aunque como era de suponer demasiada grasa para el calor y mala compañía estomacal para pasear. 



Por supuesto hubo intercambio de platos a mitad de la comida, que había que probarlo todo. 


Intentamos pedir unos cafés solos con hielo, pero o nuestro francés (el mío es inexistente) es malo y la camarera que nos atendió no nos entendió o sencillamente le pareció una mala elección, el caso es que tuvimos dos cafés con leche con hielo (café glace). 




Para la cantidad, calidad y servicio, la comida no resultó cara, aproximadamente 30€ por persona, a los que hay que añadir entre el 10 y el 15% de propina. Un sitio que sin lugar a dudas tendremos en cuenta en alguna posible futura visita a Montréal, y que me arriesgo a recomendar. 

Mapa de situación de Plateau Mont Royal, Quarter Latin -también marco las estaciones de metro- y el pequeño paseo por el primero de ellos.