3 de octubre de 2014

Canadá - Montréal - Place de la Dauversière - Château Ramezay - Estación Viger - Estación Dalhousie



Un pueblo sin memoria es un pueblo sin futuro

Frente al Hôtel de Ville se sitúa la place de la Dauversière, un pequeño parque que durante nuestra visita tenía el césped algo descuidado (y esto es de lo más raro de ver en Canadá, que parece que le pasan los cortacésped hasta por el campo abierto de lo cuidados que están), y en el que se exhibían, de forma temporal ya que creo que lo utilizan como un espacio de arte al aire libre, unas esferas realizadas con tubos de acero. 




También hay una escultura del alcalde que le dio la vuelta a la ciudad, Jean Drapeau, ya que durante su mandato se celebraron la Exposición Universal de 1967 y las Olimpiadas de 1976 (estadio olímpico que los ciudadanos siguen pagando por su alto coste), se puso en funcionamiento el metro y se creó el espacio de la Place des Arts




Al lado de la plaza-parque se encuentra el Château Ramezay, que no tiene nada que ver con un castillo, más bien su apariencia es la de una granja. Fue construido en 1705 con este diseño como residencia de Claude de Ramezay, el undécimo gobernador de Montréal, ya que echaba de menos su Normandía natal y construyó una casa que le recordara al castillo que allí tenía. Las torres fueron añadidas en el siglo XIX y son las que refuerzan el efecto de castillo.




El edificio fue vendido a la Compagnie des Indes, siendo sede de ella; posteriormente volvió a ser residencia del gobernador general británico,  y finalmente terminando como  cuartel militar y palacio de justicia; además albergó a las facultades de derecho y medicina, hasta que finalmente se convirtió en museo en 1895. Fue el primer edificio de la provincia de Québec es ser declarado monumento histórico. 




Decidimos entrar a visitarlo (10$), era una de las muchas opciones disponibles entre los museos históricos de la ciudad, y nos pareció un edificio con solera, una razón convincente para conocerle. Los encargados de los tickets y la tienda de souvenirs, en este caso señoritas, están ataviados con ropa de la Nouvelle France, y la que nos vendió las entradas intentó practicar su español con nosotros, ¡gracias!, además de darnos un mapa del château y marcarnos el recorrido (también realizan visitas guiadas, pero preferimos hacerla por libre). 


En el museo se hace un repaso muy interesante por la historia de la provincia de Québec y de la ciudad de Montréal con infinidad de objetos, mobiliario, maquetas, cuadros y arte; con la ventaja de disponer de audioguías en las salas, que te cuentan la historia paso a paso, narrada simpáticamente en español neutro; la narración tiene mucha guasa en sus comentarios, que despertaron nuestras más amplias sonrisas. Además hay paneles contando la historia en inglés y francés, para aumentar los conocimientos. 







Entre todas las habitaciones destaca el salón Nantes (salle de Nantes), revestido con paneles de madera de caoba, labrados en el siglo XVIII, y una araña de cristal (total sensación de entrar en un salón inglés). Este salón se puede alquilar para la celebración de actos privados (incluso para comidas). 





Benjamín Franklin se alojó en el château en 1776, durante la ocupación estadounidense de Montréal, pero fracasó en su misión de persuadir a los ciudadanos de incorporarse como estado de los Estados Unidos. 

 

Un dibujo del château antes de incorporarse las torres. 



Creo que se trata del primer automóvil que circuló por la ciudad. 




Un sello canadiense con la imagen del château, ya con las torres añadidas. 




El escudo de la ciudad de Montréal, con una cruz girada, que en el escudo conocido está en su posición horizontal -cruz que representa el poder del cristianismo-; la rosa de los Lancaster, por los ingleses; un cardo con su flor, por los escoceses; un trébol, por los irlandeses; y un castor sobre un tronco, aludiendo el carácter industrial de la ciudad, que sustituye a la flor de lis, la flor de los Borbones, que representaba el origen de la ciudad, por lo que supongo que este escudo fue elaborado por los ingleses al suprimirla de un plumazo. La frase escrita, Concordia Salus, la salvación a través de la concordia, se refiere al entendimiento entre los pueblos fundadores. La versión actual del escudo mantiene todos los elementos, con el castor en la parte superior. 



 


Fuente: wikipedia.org


Una sala del château está dedicada a la justicia, más bien a los castigos aplicados por ella. 




En la planta principal se cuenta la historia del país y de la ciudad, así como de la vida de las personas gobernantes o con solvencia económica, mientras que en el sótano, que estaban adecuando durante nuestra visita, se cuenta la vida de las personas más humildes a través de la recreación de sus casas, ropas o utensilios de cocina o de trabajo. 






Uno de los instrumentos más curiosos, extraños e incluso denunciable por malos tratos, es el asador giratorio movido por un perro: en una jaula se metía un perro pequeño,  la jaula se comunicaba con un asador por medio de poleas y cadenas; cuando el perro corría giraba el asador y era un método de uso más común de lo que nos podamos imaginar o creer a finales del siglo XVII…no tengo palabras (vale que los animales siempre se han utilizado y utilizan para labores agrícolas, pero esto me parece una auténtica barbaridad). 




También se pueden ver los uniformes de un militar, de un miliciano y de un indio aliado. Un poco de lo que fue la creación de Nouvelle France y la guerra franco-británica




Visitado el interior del château pasamos al jardín, jardin du Gouverneur, situado en la parte posterior de la casa. 





El jardín tiene varias secciones: plantas ornamentales, huerta, y plantas medicinales, que nos recuerda al jardín de la Captain Cook's Cottage en Melbourne. 






Después de la visita al Château Ramezay decidimos que vamos a conocer un poco más esta zona, de forma que la parte más al este de la ciudad la dejemos vista y paseada. Para ello bajamos por la calle Gosford, que sale frente al cháteau, y en el cruce de esta calle con la Rue du Champ de Mars se encuentra un anexo antiguo del Hôtel de Ville, con una fachada principal con columnata. 




Giramos a la derecha por la Rue Saint Louis descubriendo que no hay turistas por la zona, atestados en los alrededores del Hôtel de Ville y sobre todo en la Place Jacques Cartier, pero que el pequeño parque por el que pasamos está lleno de ciudadanos trabajadores en su hora de descanso y comida. Justo pasado el parque se sitúa el edificio que buscábamos, una casa de madera construida alrededor de 1750, el único superviviente  del antiguo arrabal de Saint Louis, fuera de las murallas. En la actualidad se alquila como vivienda (gestionada por un hotel). 




En 1852 un incendio destruyó gran parte de los arrabales de Québec, el de Saint Louis y el de Saint Laurent, todos ellos con casas construidas en madera; y tras el incendio se promulgó una ley que exigía que a partir de ese momento todos los edificios de la ciudad se construyeran en piedra o ladrillo, tal y como se había hecho en la ciudad dentro de las murallas tras el gran incendio de 1721. 




Desde la Rue Saint Louis continuamos hasta salir a la Rue Berri, donde nos asombra la espectacular construcción de la antigua estación y hotel Viger, construida en 1897 por la Canadian Pacific, su estilo claramente es “château”, como lo es el Château Frontenac de Québec, y el Château Laurier. La empresa de ferrocarril canadiense construía espectaculares estaciones con espectaculares hoteles, y aquí tenemos la primera muestra.





Tras un periodo de abandono y deterioro se está rehabilitando para albergar oficinas y espacios comerciales, y aparte de mantener un edificio histórico se logrará dar un impulso a la zona, tanto ciudadano como turístico, aunque tienen un largo camino y trabajo por delante, porque si el exterior se ve en mal estado, su interior lo debe estar en peor estado todavía.  





Subiendo por la Rue Berrie se encuentra la otra estación de la Canadian Pacific, la estación Dalhousie, de donde se trasladó el primer tren transcanadiense en 1886 para alojarse en Vancouver. En la actualidad alberga una institución cultural, pero su fachada no es tan imponente como la de la estación Viger. 



Recorrido y lugares:


Utilizando el metro damos un salto en el tiempo para ir hasta el Parc Olympique.