13 de octubre de 2014

Canadá - Montréal - Place Jacques Cartier - Marché Bonsecours - Chapelle Notre Dame de Bonsecours - Maison du Calvet - Maison Papineau


Barcos religiosos   

Tras nuestro paseo por la Rue Notre Dame entramos en la place Jacques Cartier, construida a mediados del siglo XIX, que se extiende entre la mencionada calle y la Rue de la Commune; plaza que siempre está muy animada, ya que hay numerosos restaurantes en ella y en las calles de alrededor, así como locales comerciales o puestos ambulantes de artesanía o caricaturas.



La plaza lleva el nombre del explorador francés, Jacques Cartier, que llegó en el siglo XVI a la Península del Labrador y al golfo de Saint Laurent, pero curiosamente no se encuentra su estatua ni un monumento en su honor en la plaza, sino que la preside la columna de Nelson/colonne Nelson, erigida por los británicos en 1809 para conmemorar la victoria del almirante sobre la flota franco-española en Trafalgar, y esta columna es el monumento conmemorativo más antiguo de Canadá.  




Los franceses, frente a Nelson, colocaron en 1930 el monumento al almirante Vauquelin, en la Place Vauquelin, enfrentando a ambos almirantes tal y como lo habían hecho las tropas francesas y británicas.  


En la plaza Jacques Cartier, una pavimentación algo más oscura -hay que ir pendiente de fijarse en ella- marca los huellas del château (creo que del marqués de Vaudreuil) que en ella existió.   


Al desaparecer el château surgió el mercado, con puestos de madera en el centro, rodeado de casas de huéspedes, viviendas, almacenes y talleres; y una vez que el mercado se trasladó al mercado Bonsecours, se abrió la plaza en 1847 y ya en el siglo XX comenzaron a establecerse puestos de artesanos y pintores. Al fondo se distingue la torre del Hôtel de Ville.  



Las fotografías corresponden a varios momentos por los que pasamos por la plaza, y como podéis ver tuvimos la “suerte” de recibir un buen chaparrón.

Desde la plaza, a la izquierda según bajamos, tomamos la empedrada Rue Saint Paul Est, la más antigua de la ciudad, que desde el principio ya resulta encantadora.  


En este tramo de la calle se encuentra el Hotel Rasco, construido en 1834, que no es imponente por su arquitectura, pero sí que tiene el honor de haber alojado a Charles Dickens en 1842, que llegó a la ciudad para dirigir tres obras de teatro.   


En la calle destacan dos edificios, al fondo la torre de la Chapelle Notre Dame de Bonsecours, y más cercano, el Marché Bonsecours, construido en 1847 con una fachada neorrenacentista de 150 m de longitud, con una composición simétrica, pórtico griego –cuyas columnas de hierro fueron traídas de Inglaterra- y cúpula de estaño; mucha arquitectura para un mercado.   



El mercado sustituyó al que estaba instalado en la place Jacques Cartier, siendo el principal durante más de un siglo, pero en la década de 1960 quebró por la apertura de los supermercados y su uso fue parcialmente alterado, por una parte comercial, con productos de artesanía, ropa, recuerdos, cafetería, y por otra, como sala de conciertos. Personalmente creo que se le saca poco partido al interior o estos ojos no fueron capaces de encontrarse lo que esperaban.  


Esta es la fachada del mercado desde Rue de la Commune, la de las fotografías anteriores es desde la Rue Saint Paul. 


A continuación del Marché Bonsecours, por la Rue Saint Paul Est, se encuentra la Chapelle Notre Dame de Bonsecours, cuya construcción comenzó en 1657 bajo el impulso de Marguerite Bourgeoys, maestra y fundadora de la orden religiosa de la Congregación de Notre Dame. La estructura original de madera fue reconstruida en piedra y el aspecto que se ve actualmente corresponde a finales del siglo XIX.  


La torre central está coronada por una estatua en cobre de la Virgen, cuya visión se obtiene no desde la Rue Saint Paul, sino desde la Rue de la Commune o desde los muelles del río Saint Laurent.  



La Virgen extiende sus brazos hacia el río porque es la protectora de los marineros, y a ella le ofrecían sus plegarías para una travesía sin sobresaltos; además es la protectora de la ciudad de Montréal. Se puede subir a la torre para tener vistas del puerto, pero nosotros preferimos elegir otro lugar para tener vistas (con mayor tiempo disponible seguro que hubieran caído los dos, pero había que elegir), la Tour de l'Horloge.. 


Notre Dame de Bonsecours es la iglesia más antigua de Montréal y por lo tanto es de dimensiones pequeñas, pero su interior es magnífico, con paredes que fueron revestidas de frescos en el siglo XIX, que incomprensiblemente fueron cubiertos posteriormente para ser recuperados en el siglo XX.   





El cuadro sobre el retablo me recuerda inmensamente a las Inmaculadas Concepción de Murillo.  


Del techo de la iglesia cuelgan exvotos, maquetas de barcos que se han ofrecido a la Virgen por su protección -tanto por petición como por agradecimiento-.   


Junto a la iglesia se encuentra el Museo Marguerite Bourgeoys, que muestra restos arqueológicos tanto de la capilla como de la ciudad.

En la esquina de las calles Rue Saint Paul Est y Bonsecours se localiza la Maison du Calvet, casa construida en 1770 cuyo propietario era un comerciante hugonote partidario de la revolución americana. Sus paredes de piedra están aseguradas con barrotes de hierro en forma de “s”. En la actualidad está ocupada por un hotel, cuya decoración es sumamente barroca, pero no estaría mal pasar una noche al menos en él.  



Lo que en un momento sí nos planteamos fue el realizar una reserva para comer en su precioso restaurante, pero los tiempos eran muy justos para visitar la ciudad y no teníamos planes establecidos por el día, nos movíamos un poco a la sorpresa, así que no lo hicimos, y este es el momento en que nos arrepentimos, al asomarnos por una de las ventanas y ver su decoración un poco rococó, además su cocina tiene buenas críticas. 



Continuando por Rue Saint Paul siguen apareciendo casas coquetas bien conservadas, detalles que hacen de Montréal una ciudad preciosa para caminarla y conocerla. 


Al final de Rue Saint Paul Est se llega a la Rue Berri, por la que girando a la izquierda se encuentra el Lieu Historique Sir George Étienne Cartier, un museo alojado en unas casas de piedra donde vivió el conocido como padre de la Confederación Canadiense, el mencionado Ètienne Cartier, y como delator por los nacionalistas quebequenses, una figura que sigue suscitando controversias. Nos hubiera gustado pasar a la casa-museo, tal y como hicimos en el Château Ramezay, para conocer más de él, al tiempo que conocer la decoración victoriana de la época, pero llegamos tarde. Frente al museo se sitúa la estación Dalhousie.

Volvemos a la Rue Saint Paul Est para subir por la Rue Bonsecours, donde se encuentra la Maison Papineau, casa construida en 1785 en piedra, y que en 1831 fue revestida en madera que supuestamente imita la piedra tallada, pero no percibimos la sensación de piedra para nada aunque en fotografía sí que lo puede parecer.  


Salimos a la Rue Notre Dame y nuevamente a la place Jacques Cartier. 

Mapa del recorrido: