11 de noviembre de 2014

Canadá - Saint Félicien - Zoo Sauvage (1/2)


Un tren en el zoo 

Desde Roberval tomamos la carretera 169, que bordea más o menos el gran lago que seguimos sin ver, el Lac St Jean, y llegamos a la localidad de Saint Félicien, donde se encuentra el hotel originariamente contratado; a vista de google y a vista humana, Saint Félicien parece tener más vida que Roberval, aunque el hotel tampoco tenía una situación precisamente cercana al ya misterioso lago para nosotros, el lac Saint Jean


En Saint Félicien visitaremos su zoo (42 $), y lo primero es ver un bonito vídeo sobre la flora y fauna de la provincia de Québec, durante su proyección nos hicieron sentir las estaciones del año con viento, lluvia, nieve, simpático y logrado, además de tener unas preciosas imágenes de paisajes y animales. 
Nuestra visita comienza en un tren tipo jaula, porque una de las zonas del zoo, la más importante, tiene el hábitat más o menos natural para los animales, y así ellos están protegidos de nosotros (lo que me recuerda a la excursión a New York al barrio de Williamsburg en Brooklyn, donde se asienta la comunidad judía, nosotros en el autobús como animales para no molestar a las personas….). El recorrido es de unos siete kilómetros. 


Nuestro guía va sentado en la "locomotora" junto al conductor, y nos va instruyendo con un micrófono y altavoces en los vagones sobre los animales que vemos, la pena es que poco a poco su voz se va quedando apagada por el ruido del motor y por mucho que le gritamos ¡más alto!, él ni se enteraba, y nosotros tampoco de sus explicaciones.

Los primeros animales que nos encontramos son los ciervos de Virginia, cuya cola está ribeteada en color blanco, parece un pincel. 


Los ciervos de Virginia están junto a una manada de wapitis, uapití o ciervo canadiense, de imponentes cuervos peludos. 



En Canadá, por lo menos en el este, son muy dados a las recreaciones, y en el zoo hay varias de ellas, como la de una típica granja, donde además hay actores vestidos con trajes de época representando hacer labores propias, como la colada, cuidar de los animales... 


Como por arte de magia, sin capacidad de reacción, ¡grizzly a las diez menos diez! Está disfrutando de un chapuzón, pero lo hace rápido, parece que le haya dado un ataque de timidez y se esconde entre la maleza casi sin poder disfrutar de su visión. 


Gracias a un compañero de viaje tenemos una fotografía mejor y más cercana del mítico grizzly. 

  
Cortesía de Manuel Dorado

Otra manada, ahora de bisontes, y aprendo que también se pueden llamar bisones, ya casi extintos desgraciadamente, el exceso de caza por su piel los ha llevado a casi desaparecer. De estos animales aprenderemos mucho más en otra visita, a una granja de bisontes, La Bissonière




Tampoco está muy dispuesto a dejarse ver y fotografiar el lobo gris, que es de un gris tan oscuro que es más negro que gris. 


Dentro del mundo de las recreaciones, ahora pasamos por una cabaña de leñadores, en las que pasaban de tres a cuatro meses al año, con colchones realizados con hojas de abeto. 


El tren pasa por el medio de las cabañas. 


Estos ojos confusos pueden creer que están viendo otro bisonte, pero realmente se trata de un buey almizclero, y una de sus diferencias es ese comienzo de cuerno achatado, como que le han hecho la raya en la peluquería.



La bonita oca canadiense, que es un ave migratoria. 



Ahora toca pasar por la recreación de un campamento de pieles, y la imaginación se desborda, tanto por la empalizada que lo rodea como por las construcciones que alberga; tenemos la sensación de estar en un fuerte americano de película. 



Por último por un campamento indígena, de los que en la realidad hubo mixtos, ya que los misioneros crearon algunos para proteger a la población indígena de los europeos avariciosos. ¡Silencio y acción!





El viaje en tren es tranquilo y lento, la lentitud es para poder ver los animales si ellos quieren, con un paisaje que incitaria a la calma si no fuera porque estamos pendientes de ver por dónde aparecen los benditos animales a saludarnos.

 
Revolución en el tren, ¡oso negro a la izquierda!, ¡maldición!, estamos sentado en el lado derecho. Aunque no se deja ver demasiado, no es que sea rápido pero sí que se oculta entre la maleza con prontitud. 


A lo lejos se divisa otro oso negro, al que no le molesta el tren ni los gritos de júbilo en su interior. Gracias al mismo buen compañero de viaje tenemos mejores y más cercanas fotografías del oso. 


Cortesía de Manuel Dorado

Haciendo cortonsionismo dentro del tren conseguimos obtener una fotografía propia del oso negro. 


Los animales que más vemos a nuestro fatídico lado derecho son los simpáticos y pequeños perritos de las praderas, que no dejan de corretear por el campo, de ponerse a dos patas para escudriñar el horizonte y quien sabe si para que les hagamos fotografías, los muy coquetos ellos. 



Estamos casi terminando de hacer el recorrido en el tren y estamos algo desilusionados por no haber disfrutado de los osos negros con mayor fortuna, así como de otros animales tan típicamente norteamericanos. 


Al final parece que un oso negro se apiada de estos turistas ansiosos y sale para casi despedirnos, posiblemente pensando tanta paz llevéis como nos dejáis.


También vimos alces, una manada muy alejada del tren, de la vista y del objetivo de la cámara, pero al menos estaban allí. Pero los que estaban acostumbrados al tren y a los humanos eran los ciervos y las wapitíes, que pululaban por sus zonas con total normalidad. 


El viaje en tren está simpático y bien planteado, como hemos podido comprobar no se ven más animales que en un zoo, incluso llega a ser más difícil si no quieren salir de su hábitat y siguen camuflados (supongo que ya saben el sonido del tren y lo que significa, molestias), por eso terminamos el viaje con algo de desencanto, pero aun así resulta entretenido tanto por buscarlos, ¡y encontrarlos!, como por pasar por las zonas de recreación del hábitat humano que acerca a la historia del país. 

Si esos alces hubieran estado más cerca…sí esos osos negros hubieran sido más visibles y participativos...si los renos hubiesen sido más navideños para verles... ha sido un viaje a la naturaleza a medias, pero es el único modo casi "natural" de verlos, a no ser que uno quiera adentrarse en los bosques a buscarlos y a exponerse. 

Continuamos nuestro paseo por el zoo, pero ya a pie y al estilo más clásico.