19 de noviembre de 2014

Canadá - Val Jalbert


Canadá, años veinte 

Después de nuestra pequeña excursión por la cascada Ouiatchouan y sus alrededores, aún tenemos un poco de tiempo para pasear por el pueblo de Val Jalbert (mirar mapa de localización), no demasiado o no lo que nos gustaría, con lo que en lugar de hacer un recorrido completo solo paseamos por su calle principal de camino hacia la salida.  


Val Jalbert es una villa histórica, una recreación del pueblo que se creó en 1901 junto a la fábrica y molino de pulpa de papel, que comenzó a florecer cuando las empresas forestales obtenían del gobierno de Québec el derecho de explotación exclusiva de algunos bosques. A finales del siglo XIX, Damase Jalbert obtuvo 240 km2 de bosque en los municipios de Dablon y Dequen, junto al Lac des Commissaires, bosque que constituyó la reserva inicial de la Ouiatchouan Pulp Company. Los sucesivos propietarios de la fábrica de pulpa de papel adquirieron nuevas concesiones, y al inicio de la década de 1920, la Chicoutimi Pulp Company poseía los derechos de 327 km2, además de los 63 km2 de los que ya era propietaria. 


Se han construido algunas casas como alojamiento, cuyo interior pudimos ver a través de las ventanas sin las cortinas corridas, y era muy coqueto; pero la verdad, el camino en el que se localizan es un rosario de gente paseando, de ida y vuelta de la catarata, con lo que si se quiere pasar una mañana o una tarde de tranquilidad es totalmente imposible, aunque como lugar para realizar recorridos por la zona resulta coqueto, y por la noche debe ser de una tranquilidad extrema y natural. 


Todo está tan bien colocado en el pueblo que parece el set de rodaje de una película. 



A la derecha, la General Store, donde comprar souvenirs, helados, bebidas, dulces; nosotros compramos unos regalices que estaban buenísimos. Cuando funcionaba como el típico almacén para la villa también ofrecía habitaciones como un hotel (¡la casa de la pradera!). 


Una de las casas reconstruidas es visitable; cada construcción albergaba a dos familias de trabajadores. Casi 1.000 personas llegaron a vivir en el pueblo, en casas que pertenecían a la compañía papelera, alquilándolas por 8 $ al mes. 



Teniendo en cuenta que son recrean casas de trabajadores, la decoración de su interior es austera, como debía ser su vida, pero eso sí, sus habitantes disfrutaban de la electricidad y el agua corriente antes que en el resto de Québec, comodidades a tener en cuenta. 



Otras de las casas alojan un museo o la oficina de correos. 


El paisaje acompaña para pasear con calma, para aprovechar los bancos en el camino, para disfrutar del río, de la vegetación, de los senderos por el bosque; a pesar del turismo es fácil encontrar paz. 




Como el tiempo apremiaba no pudimos dar la vuelta completa por la villa, menos mal que el trolebús hace el recorrido completo y durante el viaje hacia la cascada Ouiatchouan tuvimos la visual óptica aunque no la fotográfica.

La fábrica de papel cerró en 1927 porque no pudo competir con otras fábricas de su clase, y el pueblo fue abandonado, de modo que el paso del tiempo y la acumulación de nieve en sus tejados han provocado el derrumbe de la mayoría de las casas, y las que no se han reconstruido muestran este deterioro. 



Al comienzo de la villa se encuentra el convento-escuela St George, de las Hermanas del Buen Consejo, cuya iglesia fue demolida. 



Todos los días se realizan diferentes espectáculos con personas vestidas de época para recrear la vida en la villa, y a nuestra llegada estaba la monja con alumnas en el jardín de la escuela, quedaban perfectas, pero cuando visitamos la escuela se había terminado su jornada laboral y no quedaban ni los hábitos. 


Entramos en la escuela, donde descubrimos que las manoplas de invierno no sólo son útiles para combatir el frío. 


Más de uno aprovecha la pizarra para dejar su impronta, que durará bien poco pero que es gratificante en el momento. 


Han amueblado y recreado los dormitorios de las monjas, por supuesto muy austeros. 



En el baño hay una lavadora de las antiguas, de las que la ropa se pasa por un rodillo. 


En la cocina algunos cacharros, teteras y un fregadero que más de una seguro que nos llevaríamos a casa. 



La última sala que vemos es la capilla. 


Y salimos de esta bonita villa histórica, que no por ser una recreación deja de ser interesante, ya que cuenta la historia de la zona, además de estar situada en un paraje de gran belleza.