14 de enero de 2015

Londres - The Roof Gardens


Los jardines de la azotea 

La elección del restaurante Babylon at the Roof Gardens no fue por su gastronomía, como  ya había mencionado, sino por su localización, ya que forma parte de un conjunto que recibe el nombre genérico de The Roof Gardens, siendo la otra parte unos curiosos jardines situados en el sexto piso del edificio, que intentamos visitar durante nuestra primera visita a Londres en 2009, pero como se alquilan para eventos no fue posible al estar ocupados, y el cenar hoy aquí fue por intentar hacer un “dos por uno”. 


Afortunadamente, a pesar de ser víspera de Fin de Año, no hay evento contratado que nos impida visitarlos (ya veremos que solo una parte de ellos), por lo que bajamos a ellos desde el restaurante -y sin necesidad de preguntar por la posibilidad, nos la ofrecieron directamente-, pasando primero por diversas salas que se pueden contratar para realizar curiosas fiestas o fiestorros



No faltan los rincones con decoración navideña, en algunos casos dan ganas de llevárselos a casa…ese hombre galleta de jengibre.


Los jardines, que ocupan más de 6.000 m2, fueron el sueño de Trevor Bowen, vicepresidente de John Barker & Co, empresa propietaria del antiguo edificio Derry and Toms, que albergaba un centro comercial, y hasta hace poco fueron los más grandes jardines situados en una terraza, siendo superados por los del centro comercial Emporia, en la ciudad sueca de Malmö. 


 Fuente: wikipedia.org

En 1936 Bowen contrató al arquitecto paisajístico Ralph Hancock para plasmar su visión, en la que tardó dos años, con un costo de 15.000 libras, siendo abiertos al público en Mayo de 1938. Durante más de treinta años se cobró un chelín para visitarlos, siendo la recaudación destinada a organizaciones benéficas locales.

De los árboles plantados originalmente se conservan siete, y el lugar ha sido considerado como de Interés Histórico Específico, entrando en la lista de Patrimonio Inglés en II Grado.

El sexto piso funcionó como restaurante y club nocturno hasta 1981, cuando Richard Branson realizó su compra, transformando el espacio en un lugar para eventos, añadiendo el restaurante del séptimo piso y creando un club privado.

Primero entramos en el Spanish Garden a través de un pasillo con columnas salomónicas, de forma helicoidal o lo que yo diría vulgarmente, retorcidas. 


Los jardines españoles están inspirados en la Alhambra de Granada, con plantas, flores y árboles mediterráneos, muchos de ellos palmeras. La sensación al principio es más de un patio colonial que de un patio español, aunque el primero sea una derivación del segundo y por lo tanto todo es lo mismo, pero con matices. 





La zona que más nos recuerda a la Alhambra, concretamente al Generalife, es esta, aunque faltan, no sé si por el día -y con buen tiempo- habrá y funcionarán, los chorritos de agua en los laterales del canal o estanque rectangular. 



Detalles arquitectónicos hay por doquier: el campanario puramente colonial, el color rojizo también de estilo colonial, y unos arcos que suponemos inspirados en la Mezquita de Córdoba. 




Tiene su punto de contraste el jardín, el uso de la corriente de agua tan andalusí y musulmán, con la torre que asoma de la cercana (y bonita) St Mary Abbots Church. 



Salimos del Spanish Garden por donde entramos y ahora tomamos el camino bajo arcos de piedra de los que cuelgan glicinias hacia el Tudor Garden, en los que te imaginas a Enrique VIII corriendo tras de Ana Bolena (primero con unos fines y luego con otros) que conducen a varios patios de piedra rojiza con plantas de Inglaterra de la época Tudor, como lavanda, rosas y lirios. 



Lástima (y al tiempo fortuna, porque por la noche hay otras luces) de la nocturnidad, pero sobre todo que los patios están cubiertos por carpas para poder ser utilizados en esta época invernal y fría, además de tener restos de alguna fiesta recién celebrada (y disfrutada sin lugar a dudas). 


El acceso al Woodland Garden está cortado (lo intentamos por varios lugares), un jardín de flores británico, que adquiere su variado y mejor color de narcisos, campanillas, crocus (azafrán) y muscari en primavera, y supongo que en la tarea de reacondicionamiento estarían trabajando. Algunos de los árboles de este jardín, que parece que alcanzan el centenar, tienen más de 75 años de vida, como un arce americano, un arce japonés y un árbol de la mora –que están protegidos por ley y es un delito dañarlos o eliminarlos-. En este jardín viven varias aves, algunos patos y sobre todo, cuatro flamencos que aportan también su colorido al paisaje, cada uno con su nombre: Bill, Ben, Splosh y Pecks. 


Bonitos si que parecen, con un toque japonés con ese puente rojo.
 


Fuente:pickyglutton.com

Sobre este jardín se tienen vistas desde la terraza del restaurante, pero como no estaba en su esplendor de visibilidad no estaba lo suficientemente iluminado y no se veía nada de nada.

La visita a estos curiosos jardines nos ha dejado un extraño sabor de boca y ojos, ya que parece un decorado de película, demasiado ficticio, pero también ofrece rincones románticos –por lo que no es de extrañar la celebración de bodas-, así que como la comida del restaurante resultó ser positiva no descartamos volver en horario de día para tener otra visión de ellos. Creo que lo peor es la decisión de comercializar con ellos, ya que la idea original de Bowen era una alternativa interesante, y el hecho de destinar la pequeña recaudación a fines benéficos todo un acierto.

Terminemos con música, con una curiosidad musical, los jardines fueron utilizados para grabar el vídeo musical de Roy Orbison en 1967 de una archiconocida posteriormente canción gracias a una película del mismo nombre, Oh Pretty Woman, ya que no pudo llegar a tiempo para grabarlo en los estudios de televisión de la BBC en Manchester.