16 de febrero de 2015

Londres - Restaurante Ametsa


Seguimos soñando 

Tras nuestra buena experiencia en Londres celebrando Fin de Año en el restaurante Ametsa, situado en el coqueto hotel Halkin, este año repetimos fecha y establecimientos.

En esta ocasión no fuimos tan afortunados con la mesa, ya que se encontraba junto a la puerta de la cocina y frente a la puerta de entrada al restaurante y al hotel, con lo que se generaba una corriente de aire que molestaba demasiado; avisados del tema subieron la calefacción, y entre este detalle y que me puse el chal para protegerme, la cena no la pase en tiritera (por no comentar la bebida alcohólica que siempre ayuda). Creo que hay mesas en ciertos tipos de restaurantes que no deberían ser montadas ni ocupadas, aunque entiendo que en los tiempos de crisis hay que aprovechar todos los espacios posibles, y atender al mayor número de comensales. El comedor estaba al completo de ocupación y era el último turno de cena, de hecho fuímos los últimos comensales en entrar.

Comenzamos con dos tipos de pan, a cada cual más rico, uno especiado creo recordar que con tomate, y un aceite de arbequina, ¡Olé! 


De aperitivo, y por sorpresa al menú escrito que nos esperaba en la mesa, una crema de calabaza con anguila ahumada, que estaba muy buena, en la que notábamos un sabor a alguna hierba conocida pero que no fuimos capaces de descubrir o nombrar, y que nuestro atento Xavier, que ejerció de camarero, sumiller y excelente anfitrión, tampoco supo sacarnos de la duda. 


Para esta cena no han planteado maridaje con el menú -a nuestro parecer una pena, porque estos maridajes son los que abren el paladar y te enseñan sobre el mundo vitivínicola-, solo ofrecen dos alternativas de vino, comenzando con un albariño, Terras Gauda “O Rosal” 2013; una buena apuesta ya que esta bodega figura entre nuestras preferidas, aunque este vino es especial y no lo habíamos catado, pero ya sabemos que merece la pena.

Primer aperitivo, Trufa negra de bacalao, presentado en cuchara sobre una tierra de las que estamos viendo en los programas-concursos de la televisión, pero que no recuerdo su sabor, pero sí su textura granulosa o terrosa. Bueno en boca, pero no especialmente llamativo a mi gusto. 


Un aperitivo Mango-chorizo, que el año pasado fue plátano macho con chorizo, gustándome más la segunda combinación, ya que el mango no entra entre mis frutas preferidas (no suelo tomarla), pero que finalmente en ambos casos es una buena mezcla la de fruta-embutido, semidulce con grasa. Aparte de la fruta, otra diferencia respecto del pincho del pasado año es que el plátano estaba cortado finamente y en esta ocasión el mango asemejaba a una pasta, a un ravioli. Muy rico. 


Tercer aperitivo, Kataifi con pastel de cabracho, que ya tuvimos la oportunidad de disfrutarlo y saborearlo la anterior ocasión; sin lugar a dudas un plato estrella con el que tienen buenas críticas y mantienen en el menú. En honor a la verdad, nos pareció menos crujiente y quizás algo más pequeño pero a pesar de ello muy buenos, para pedir otra ronda o más. 


Comienza la ronda de entrantes. Mazorca de foie, es un trampantojo en el plato que no en el nombre que lo dice todo, ya que es foie disfrazado con la forma de media mazorca; el foie está en el interior y con la grasa moldean los granos. Creo que estéticamente es de nueve y medio, pero le tuve que explicar a Xabier que mi relación con el foie no es tan cordial como debería, por lo que el primer bocado fue acompañado de un buen sorbo de vino para no tener que salir corriendo de la mesa para ir al baño. El otro comensal disfrutó muchísimo con este plato, y a mí Xabier me ofreció cambiármelo, pero como no me iba a quedar precisamente con hambre, decliné amablemente el ofrecimiento. ¡Ah!, yo me comí los kikos gordos, al estilo de Mr.Corn, que algo es algo. 



Yo seguiré con mis intentos hacia el foie, que a base de probar y probar a lo mejor supero mi fobia a la textura y al fuerte sabor a hígado, si Mario Sandoval lo consiguió con su Royal con cereza amarena en el restaurante Coque, todo puede ocurrir, aunque fue un total desencuentro en el restaurante Saint Amour en Québec, donde es uno de sus ingredientes estrella.

Segundo entrante, Bogavante con copaiba, para nosotros el mejor plato de la noche, con un fantástico producto, el bogavante, que no necesita mucho más que ser cocinado, presentado y degustado. He tenido que buscar información de la desconocida copaiba, que se trata de la corteza de un árbol originario de Brasil, cuyo aceite se utiliza medicinalmente, aunque de forma comedida, así que supongo que llevará de este aceite. Creo que la lámina fina sobre el bogavante es una patata deshidratada y frita (la textura es casi como cuando se hacen tortitas de parmesano al horno). ¡Otro más de estos por favor! 



Creo que con el bogavante mezclamos el vino albariño con el siguiente, un tinto, Viña Alberdi Ametsa 2006; bodega conocida que envasa para el restaurante. No defrauda.  

Tercer entrante, una de esas diversiones gastronómicas, Huevo Grafiti, ¿no es divertido romper un huevo y que el amarillo de la yema llene el plato? -dedos no, por favor-, así es como pintamos nuestra comida, aunque no recuerdo el alimento del verde de fondo, pero creo que los polvos verdes sobre el huevo eran polvos de té verde. Divertido y rico. 



De plato principal de pescado, Mero con alubias. Con los pescados Elena o su padre, Juan Mari o su hija, realizan una labor increíble, unas recetas para chuparse los dedos, utilizando materia prima de primera calidad, con la curiosidad de la salsa de alubias como acompañamiento, pero muy suave, con lo que no sientes que te estés comiendo unas fabes. Oda al mero que estaba tan bueno. 


De plato principal de carne, Cordero con requesón de cabra, con una curiosa presentación al presentar un “gorro” de café. A estas alturas de comida en restaurantes con menú de degustación, y principalmente con estrellas, me pregunto porque tal cantidad de carne, cuando creo que la mayoría de estómagos están ya satisfechos. Una carne estupenda la del cordero, en su punto (no para todos, que ese color sonrosado en cordero no todos los miran bien) y tierna. Uno de los platos llegó con el montaje desmontado (esas cosas que luego escuchamos en la tele, un plato no puede salir así de mi cocina…) pero es en el que mejor se ve el cordero en la fotografía. 



Llega la tanda de los postres, y si a la carne yo he llegado satisfecha en cantidad, con ellos, como siempre me ocurre, tengo que hacer un esfuerzo, por lo menos para probarlos, lo que no ocurre con mi comensal acompañante, que para los postres siempre tiene el hueco oportuno.

Pero somos interrumpidos porque son casi las doce de la noche y hay que tomar las uvas, un detalle que el año pasado no tuvieron en cuenta y que este agradecemos, aunque yo con tres uvas partidas en cuartos tengo suficiente). Nos dejan un tarro con uvas para unirnos a un salón escondido tras el espejo del comedor, donde ya están reunidos el resto de comensales, algunos creo que desde hace bastante tiempo, distraídos con una pantalla de televisión. La reserva tenía que haber sido para las 21 h, pero la hicimos para las 21.30 h y nos quedamos demasiado justos, pero dada la experiencia del año pasado no contábamos con las uvas. 


Nos ofrecen una copa de champán y todo se desarrolla muy rápido; además mi marido se queda fuera del salón por colapso en la entrada a la pequeño sala habitado y entramos en el Año Nuevo separados…en fin, detalles a pulir. Algunos besos y felicitaciones con extraños, todos con cara de satisfacción, y muchos de ellos de origen sudamericano o de Miami por su acento, ¡Feliz Año Nuevo! Happy New Year!

Volvemos a nuestra mesa para afrontar la tanda de postres, pero primero unas delicias supongo que para limpiar el paladar, tanto de los sabores salados como de uvas y champán, pero creo que las probé poco o nada. 


Lingote de avellana en caldo cambiante, ¡ah que recuerdos!, ese caldo cambiante que tanto nos impresionó durante nuestra anterior visita, aunque en aquella ocasión fue con un chipirón disfrazado con tiras de calabaza, el mágico chipirón cambiante. La magia de nuevo en nuestros platos, ante nuestros ojos y en directo; creo que el lingote me recordó al dulce de leche, estoy algo confusa. 



El contraste de color se realiza vertiendo jugo de limón sobre un licuado de remolacha (de color azulón, aunque con la tenue iluminación no se distinguía bien su tonalidad, y no sólo era por el exceso de copas de vino, porque entre esto y mi confusión anterior con el "limpia paladar" así parece ser).

Leche “tostada” con helado de piña asada, la leche se presenta en láminas muy crujientes, y el helado, sorprende la mezcla de los términos asado y helado. Refrescante, suve y tonificador, nos lo tomamos con gran deleite. 


Terminamos con unos petit fours (algo como turrón, algo como trufa, algo como panellet…con toda mi confusión gustativa y visual, porque además no pude probar ninguno ya que estaba repleta), acompañados por un café y un té, para contrarrestar el efecto alcohólico y hacer una mejor digestión ( digestión que fue estupenda). 


¿Volveremos a soñar en Ametsa?, posiblemente sí porque además Londres es una ciudad que nos gusta y está cercana, aunque me gustaría hacerlo en hora de comida, con luz natural. Lo que también me gustaría intentar es ir a Arzak en San Sebastián para conocer y probar el origen del sueño.