11 de marzo de 2015

Canadá - Ferme La Bisonnière (St Prosper)


En la granja de animales ia ia oh… 

Desde el Parc de la Chute Montmorency emprendemos camino en dirección a la ciudad de Québec y de Montréal, pero nos desviamos por la carretera 159 para hacer una parada en una granja de bisontes, La Ferme Bisonnière, situada en la localidad de St Prosper, granja regentada por Daniel y Sylvie, una pareja que un buen día se lanzaron a la aventura tras ver un reportaje en televisión, dejando sus trabajos estables.  Todo comenzó comprando tres hembras en la provincia de Alberta, donde estas granjas son muy populares, y luego compraron un macho, de modo que ya podían comenzar su proyecto. 


No, por supuesto que no los vamos a ver disecados, vamos a salir al campo a ver las manadas, y lo hacemos en el remolque de un tractor, adecuado a modo de casita, con bancos de madera para ir sentados, tractor que conduce Daniel. La lección de hoy será sobre los bisontes, siendo el norteamericano el más grande de la familia de los bóvidos. Lástima del día lluvioso que estamos teniendo.



Los cazadores europeos casi llegaron a exterminar la especie por su carne, su piel, por el simple placer de la caza, y también porque esta caza indiscriminada era una manera más de intentar someter a las Primeras Naciones, ya que si se quedaban sin producto de alimentación (el bisonte era base fundamental) se debilitarían o morirían. Para cazar bisontes, lo hemos visto en películas o documentales, provocaban el pánico entre la manada y los dirigían a un acantilado, por el que acababan cayendo. 


Las grandes praderas estaban ocupadas por entre 40 y 60 millones de bisontes; hace un siglo sólo quedaban 1.000 en todo el mundo (un dato escalofriante). En la actualidad se cuentan unos 400.000 ejemplares, de los cuales la mitad están en Canadá; en la provincia de Québec hay unas 40 granjas con 2.000 bisontes (el fin será el mismo, el consumo, pero ahora está controlado). 


Supongo que al ser animales criados en granjas, están acostumbrados a recibir comida, y por eso se aproximan a los comederos habilitados. Nos recuerda, con sus grandes diferencias, a la Finca de Jiménez Barbero, donde crían vacas saludables y felices.

En general, los bisontes son animales pacíficos (de todas formas no me pondría yo a su lado), y son más agresivos durante la época de celo. 


La cerca que los rodea está electrificada, porque hay que tener en cuenta que pueden llegar a saltar hasta dos metros de altura; y además pueden ser más rápidos que un caballo en distancias cortas. Están en semilibertad porque encerrados podrían romperlo todo y así están más o menos en su hábitat natural. 


Los bebés bisonte están protegidos por sus mamás en todo momento, si se separaban un momento, allá que iba ella en su busca; normalmente las manadas los suelen proteger colocándose en círculo a su alrededor. 


En la granja mantienen una población estable de 200 ejemplares, regulación que realizan sacrificando animales para el consumo cuando nacen nuevas crías. Al nacer pesan de 16 a 22 kilos; los machos adultos pueden llegar a pesar entre 800 y 1.200 kilos y las hembras adultas entre 500 y 700 kilos.

 


Un macho tiene como "consortes" de 10 a 15 hembras, y las hembras suelen parir una cría, raramente dos. En la fotografía se distingue con claridad el macho dominate de la manada, que durante nuestra visita intentó sin éxito montar alguna hembra, pero ella le esquivaba con agilidad (no quería testigos).


Un dato sorprendente que nos cuenta Ángel es que los dueños de las granjas no tienen derecho a Seguridad Social. La ventaja de los agricultores (no tengo seguro que también los ganaderos) de la provincia de Québec es que tienen un seguro de producción, de modo que reciben compensaciones por lo que no produzcan por diferentes causas.

Hoy comemos en la granja, un antiguo granero de madera se ha habilitado para este menester, alimentar a los visitantes, lo que le da un toque rústico y del salvaje oeste. Los bisontes disecados del comienzo eran solo el aperitivo de la fauna inmóvil que tendremos como compañía durante la comida. 



Sylvie y Daniel nos desean una buena comida, y además ella está atenta en los detalles, en lo que nos pueda faltar o queramos preguntar sobre los alimentos. 


Consomé de bisonte con cebollino; después del día de lluvia se agradece el caldo caliente, del que dejan una sopera en la mesa para servirnos, y así el que quiera poco o nada o el que quiera repetir tiene la opción de elegir.



En la mesa también tenemos patatas asadas para los segundos platos, o para aquellos que el hambre les acucie y no puedan esperar. 


El resto de la comida se sirve en un buffet, con dos zonas, frío -con variedad de ensaladas- y caliente. 


El plato estrella por supuesto que es la carne de bisonte así que probamos las salchichas, que estaban muy ricas; el tourtiére de bisonte –que finalmente tiene la forma que tiene que tener, tipo tarta, y no el revoltijo del lago Côme en la Rivière à Mars, muy rico; y un estofado, un guiso aceptable. La verdad es que la carne de bisonte no nos pareció tan fuerte de sabor como nos esperábamos, y es que no deja de ser un pariente de la vaca. 


Acompañamos la comida con cerveza, que aparte de estar buena, lo que dan ganas es de llevarse la bota en la que la sirven. 


El postre nos lo sirve Sylvie, tras hacer la cola para ello, en la que nos juntamos varios grupos de visita en la granja, un pouding chómeur à l’érable, un puding bañado en jarabe de arce, jarabe que no podía faltar en esta comida, y que hace que el puding sea tremendamente dulce. 


La comida sin llegar a ser una maravilla gastronómica ha sido de las mejores incluidas en el tour, y además hemos podido hacer una degustación de la carne de bisonte en diferentes modalidades de preparación.

Si la lluvia no nos estuviera acompañando durante toda la mañana, hubiera habido overbooking en las sillas con vistas a la granja colocadas en el exterior del comedor, y hasta hubiera parecido el juego de las sillas, esperando que quedara alguna libre. 


Algunos terminan la comida con un digestivo whisky, que sirve Daniel, pero en esta ocasión nosotros no lo probamos, aunque nos desquitamos en una bonita cabaña de azúcar, Sucrerie de la Montagne, dedicada a la producción de jarabe de arce y a su explotación turística. 


Para nosotros sería incómodo cargar con paquetes de comida durante el resto del viaje, pero la granja es una buena oportunidad para hacer adquisiciones. 


Sylvie y Daniel nos despiden en la puerta amablemente y nos vamos de la granja, contentos con la experiencia, de la en un principio teníamos nuestras dudas. 


Mapa de situación de la granja: