11 de mayo de 2015

Canadá - Niagara Falls (localidad)



Niagara Falls, Amusement Town

La localidad canadiense de Niagara Falls se extiende unos 3 km a orillas del río Niágara, estando dividida en dos partes, la zona antigua, y la zona nueva, creada alrededor de las cataratas, donde se ha creado un algo espérpentico parque de atracciones, que asusta por encontrarse tan cerca de unas cataratas tan espectaculares.

No faltan los hoteles instalados en torres para poder tener vistas estupendas de las cataratas: el Marriott; el Tower Hotel (con forma de vaso), construido en 1962, siendo la primera torre observatorio en Niágara; el Hotel Embassy Suites; el Oakes Hotel; el Hilton and Suites; el Sheraton; Falls View Casino Resort, y la torre Skylon, construida en 1964 con 236 m de altura, que cuenta con dos restaurantes. Opciones de dormir y/o comer con vistas no faltan desde luego. 




Curiosos resultan los autobuses que circulan por la ciudad, los típicos londinenses de dos pisos, no sé si son una réplica o una compra directa como en el caso del hotel en el Parque Nacional de Seoraksan en Corea del Sur, aunque en este caso eran a título decorativo y no funcional (bueno, creo que fiestas también se podían celebrar en uno de ellos). Lo mejor de estos autobuses es que además de acercarte a las atracciones, en su precio (no precisamente barato) se incluye la entrada a algunas de ellos con pase prioritario para evitar colas. Lo realmente alucinante es que se contraten para bodas (pero el pensamiento norteamericano es otra historia). 


El taxi, tras nuestro paseo en helicóptero sobre las cataratas del Niágara nos deja en el Sheraton Hotel, situado junto al casino Niagara. Entre casinos, restaurantes y luces de neón que se deben encender en la noche esto es como un mini Las Vegas canadienses. 

Que tiene su continuación en el Niagara Falls estadounidense. 

Nos reunimos con el grupo del tour en el hotel, ya que hoy comeremos en su restaurante, y como está situado en una planta alta no dejamos pasar la ocasión, así hacíamos dos cosas a la vez, comer y ver, porque si hubiera sido en un restaurante a pie de calle, posiblemente hubiéramos optado por un perrito caliente o un trozo de pizza para aprovechar el tiempo en otras actividades lúdicas, ya en las cataratas ya en este peculiar parque de atracciones.

La comida es tipo buffet y no resulta mala, aparte de la posibilidad de elección que siempre es más favorable que un menú cerrado. Acompañamos con cerveza canadiense, seguimos con Molson pero otra variedad. 

Tenemos vistas del skyline de Niagara Falls. 

Pero por supuesta las vistas más apreciadas son de las cataratas, y para tenerlas nítidas salimos en turnos a un pequeño balcón habilitado. 



El Rainbow Bridge que comunica Canadá con EEUU siempre colapsado de tráfico.

Después de comer nos queda algo de tiempo libre, no demasiado, que aprovechamos para curiosear por Niagara Falls, así que giramos por Clifton Hill y nos encontramos con un parque de atracciones terrorífico (adjetivo aplicado en dos acepciones, por las propias instalaciones y por la monstruosidad que han sido capaces de crear). 

Hay un museo de cera, que parece que si falta es una carencia y un despropósito. Enfrente, el museo dedicado a los récords Guinness. 

Los restaurantes también son una atracción en sí mismos por sus singulares decoraciones. 

No falta el olor a dulce en el aire, parque de atracciones y azúcar son dos elementos asociados; empacho a pie de calle.

Como ya he comentado muchas atracciones están dedicadas al terror, como la casa encantada de Drácula (que con esa entrada podría pasar por la consulta macabra de un dentista). 


Divertido parece el museo Ripley’s Believe It or Not? Con un King Kong sobre un mini Empire State inclinado. 


Un museo de motos Harley-Davidson. 


La mediana noria, porque más grandes en el mundo las hay, y en localizaciones más atípicas, como en Osaka.

Aquí Frankestein come Whoopers. 

Y tiene su casa al lado para echarse la siesta, si le dejan los gritos de los que entran en ella. 

En una pequeña atracción de la MGM, con león rugiente incluido, hay escasos usuarios, porque a simple vista no parece ser lo suficientemente adrenalínica, pero desconocemos si tiene algo más curioso que no se ve. 

Aún a riesgo de parecer terroríficamente hortera o terroríficamente yankee, pasar un día en Niagara Falls debe ser divertido, disfrutar de la naturaleza con las cataratas y sus posibilidades, así como de estas atracciones, y por la noche, llena de luces tiene que tener su encanto particular y especial. Cierto es que más gratificante sería pasear por el Niagara Parkway que sigue el curso del río hacia el norte hasta la población de Niagara on the Lake, a unos 20 km. Como también parece más sensato que en lugar de crear unas cataratas tan urbanas, este parque de atracciones se hubiera situado más alejada de ellas, para preservar su entorno, pero "money es money".