1 de diciembre de 2015

Boston - Vuelo a Madrid


De vuelta a lo cotidiano

Después de nuestro último paseo por la ciudad, esperamos en el hotel nuestro transfer al aeropuerto, y aprovechamos para colocar en la maleta las últimas compras realizadas. Durante el trayecto vamos pensando en si tendremos alguna sorpresa a la salida de Boston, tal y como nos pasó con el vuelo desde Toronto y la aduana estadounidense colocada en este aeropuerto, ¿nos estabularán y conducirán como ganado?

La facturación es correcta, sin problemas, y despedimos aquí las maletas, no tenemos que cargar con ellas. Banderas del mundo decoran el hall, y allí está la española, bien centrada.



Paseamos un poco entre tiendas y cafeterías-restaurantes, pero no demasiado, y allí está la distancia hasta Toronto, 433 millas, ¡tan cerca, tan lejos! 


Volaremos con Iberia y no con British como al inicio del viaje entrando por Montréal, nuestro avión está en pista en el repostaje, por lo menos avión tenemos. 


Vamos al lounge VIP para pasar el rato, y como siempre acabamos picando algo, que aunque tengamos el propósito de no hacerlo, nunca somos capaces de cumplirlo a rajatabla. La sala no es muy grande, es bastante sombría y triste, y no hacemos fotografías porque estaba llena y siempre saldría alguien a cara completa. 


El vuelo es a las 17.30 h y creo recordar que no hubo retraso, y es que cuando finaliza un viaje no son nervios lo que se pasa en caso de que esto suceda, sino cansancio tremendo acumulado con el que no puedes lidiar. Nos respetan nuestros asientos reservados y tomamos posesión de ellos. La configuración en business es 2-2-2, en un Airbus 340-300.



Nos entregan nuestros neceseres, con productos de L’Occitane. 


Algo raro para nosotros, es que nos ponemos de acuerdo para pedir dos vasos de agua, nada de champán, nada de vinos, nada de zumos, queremos hidratación normal. Parece que el propósito de recatamiento ha comenzado, tarde pero bien. 


Contemplamos el panorama del Downtown de la ciudad, aunque no es esta la visión que me hubiera gustado tener, mejor una marina, pero el tiempo es el que teníamos y creo que lo hemos aprovechado lo suficientemente bien. 


Sobrevolamos Hull Bay y sus islas, que nos parecen desde aquí un buen lugar para pasar un día de navegación. 



Llega la hora del aperitivo, se acaban los propósitos (han durado exactamente dos vasos de agua) y comienza la hora del pavo aéreo, ahora sí elegimos una copa de vino para acompañar a esas spanish olives


De primero, una ensalada con rosbif y paté. 


De comida, para uno creo que fue pasta con champiñones, para otra, pollo. 



De postre, además del surtido de quesos clásico y habitual; helado de vainilla para uno (aunque el color sea de mandarina), y tiramisú para otra.



Durante el vuelo cada uno a lo suyo: entretenimiento o descanso, descanso o entretenimiento, juntos pero no revueltos. El desayuno es servido como a las 5.30, como estamos despiertos decidimos tomarlo, y agradecemos tomar una rebanada de pan con aceite, que lo de la tortilla o los huevos revueltos ya cansan. 


Aterrizamos en Madrid y ponemos los pies en el suelo hasta el próximo viaje, que comenzaremos a realizar primero con la ilusión y los preparativos, y por supuesto, con una previa deliberación del destino.