28 de octubre de 2016

Uzbekistán - Tashkent - Mezquita Juma - Madraza Kukeldash


De mezquita a madraza

Desde Chorsu Bazaar caminamos un poco por el barrio antiguo de Tashkent, muy poco para lo que nos hubiera gustado, reencontrándonos con esas calles sin asfaltar, en mal estado, con viviendas antiguas o nuevas pero aparentemente muy humildes (aparentemente, porque nunca se puede juzgar nada solo por el exterior), aunque decidimos que no le pediremos a Oyott que nos de un paseo por aquí, creo que con ello le hubiéramos asustado, porque no entiende que al visitante de su país le guste la sencillez y no solo el deslumbrar de sus monumentos. Lo que también vemos durante el camino son varios restaurantes con mesas al aire libre, tipo fast food pero con comodidades. 


Llegamos a la Mezquita Juma o Mezquita de los Viernes, construida a los pocos años de declararse la independencia del país, en el lugar donde los soviéticos habían demolido una mezquita del siglo XVI. Destacan sus tres cúpulas, que ya no son turquesas, son grisáceas; tampoco son lisas o bulbosas, presentan “escamas”. Así que en lo básico, arquitectónicamente sigue el patrón de las mezquitas visitadas, pero no tiene nada que ver con ellas, nos resulta más sobria al carecer de decoración de mosaicos.



Buscamos la entrada principal a la mezquita y accedemos a su patio, pero desistimos de entrar a visitarla, y a lo mejor nos hemos perdido una obra de arte, donde su cúpula interna, o su mihrab, o su lámpara de araña o cualquier otro detalle la hacen especial; nos conformamos con echarle una mirada a través de una ventana abierta. El mosaico se ha sustituido por láminas de mármol en la fachada de entrada



Salimos por otra puerta del recinto de la mezquita, obteniendo una buena visión de sus tres cúpulas. 


Enfrente, cruzando una calle, se alza la madraza Kulkedash, construida en el siglo XVI, muy restaurada posteriormente. Es una madraza activa, en ella se sigue ejerciendo la enseñanza, incluso vimos una de las celdas en las que se impartía caligrafía. No sé si nos dejaron entrar porque no era época de clases, por ir con guía, por despiste, por amabilidad, o sencillamente porque a pesar de su uso permiten la entrada a visitantes.




Entramos al patio, y nos sorprende encontrarnos con el patio casi cubierto de césped y flores, muy agradable, diferente, más hospitalario, respecto a las demás madrazas que hemos visitado en el país



No podíamos terminar las visitas por este país sin una madraza y una mezquita, de las que ya hemos perdido la cuenta de las vistas, pero que nunca nos han resultado cansinas, cada una de ellas tiene su propia esencia, su propia luz. 

Junto a la madraza el esqueleto del Hotel Chorsu, construido en 1982 con el nombre de Hotel Moskva, con un diseño entre soviético y modernista, formado por tres estructuras curvas. Creo que hay planes para emprender su rehabilitación, y creo que sería un acierto, porque es un curioso edificio. 


Nuestro transporte nos está esperando, y desde él divisamos la cúpula bajo la que se aloja el Circo, que a primera vista sin leer las palabras que la coronan se puede pensar en otro bazar. 


Un mapa de la situación del Chorsu Bazaar, de la mezquita Juma y de la madraza Kukeldash. 


26 de octubre de 2016

Uzbekistán - Tashkent - Chorsu Bazaar


Por secciones bien organizadas

Desde el complejo Khast Imom en coche nos acercamos hasta Chorsu Bazaar, que no está demasiado lejos como para hacerlo caminando, pero ya que disponemos de transporte, lo mejor es utilizarlo, a no ser que se quiera disfrutar de la ciudad en su naturalidad. Antes de entrar al gran mercado, curioseamos por las tiendas que hay en la acera de enfrente, Oyott quiere comprar los pinchos metálicos para hacer brochetas, nos ha quedado muy claro que esta comida es una de sus debilidades.


Lo que más nos llama la atención son las cunas de madera, que tienen un curioso agujero. 


Resulta que es un invento para el pipí de los bebés, diferenciando el método aplicado entre niños y niñas. 



Siempre y cuando se pueda encontrar al bebé tras el cortinaje y las sábanas que cubren la cuna, una dura decoración y un exceso total a nuestros ojos.


Tras esta pequeña excursión con adquisición de conocimiento incluido, entramos al gran mercado Chorsu Bazar, una gran cúpula bajo la que hay una fuente central, alrededor de la cual se distribuyen los puestos de venta. Oyott nos deja curiosear por nuestra cuenta y nos da una hora para encontrarnos junto a la fuente. ¡A explorar!




Por primera vez en un bazar vemos puestos de carne de pollo y de ternera (no ha salido ninguna fotografía medianamente buena de estos alimentos), ambos con buena pinta gracias a los mostradores refrigerados, tantas que hasta daban ganas de pedirse un filete para llevar. También hay un surtido de puestos de requesón y de pasta cocida en diferentes formas, así como platos ya elaborados. 





El mercado no es solo esta cúpula central, también hay otros edificios; todo muy organizado por productos, incluso con un edificio cúpula algo más pequeño que alberga restaurantes, un fast food a la uzbeka. 


Así entramos en la sección de frutas y verduras, algunas de estas últimas ya limpias y cortadas para evitarnos trabajo. 




Llegamos hasta la sección de panadería, donde por primera vez vemos los hornos donde se cuecen los ricos panes que hemos podido degustar durante las comidas. 



Por primera vez, por lo menos que seamos conscientes, vemos un puesto tras otro de huevos, donde podemos aplicar la famosa frase de Federico Trillo en el Congreso... ¡manda huevos!


A la hora convenida estamos junto a la fuente, además le hemos pedido a Oyott el mirar una maleta ante la rotura de la nuestra, así que le seguimos a otra zona del bazar, pasando por los puestos de miel y aceite. 



Pasamos junto a puestos de comida con pinchos de carne humeantes, que raro que Oyott en lugar de comprarse uno de estos se decanta por comprarse una bebida de yogur, que tenía que ser algo pesado porque no pudo terminarla. 


También vemos las bolitas saladas de queso, y los palitos que sospecho que son de queso que probamos ayer en el restaurante Besh Chinor


Fuera del recinto del bazar los puestos se alinean junto a la calzada, y además un edificio que parece ser una especie de centro comercial. 


Llegamos a la zona del bazar donde están los puestos de ropa, y también de maletas y mochilas, pero tras varias preguntas, el precio nos pareció demasiado caro y el tamaño tampoco era el adecuado, por lo que decidimos seguir con la rota para el viaje de vuelta. 


Es el bazar más impersonal de todos por los que hemos pasado (el de Margilan, Bukhara y Samarcanda, solo nos ha faltado el de Khiva), el hecho de encontrarse en la capital del país le da ese ambiente, tanto por su tamaño como porque sus vendedores no parecen tan amigables con los visitantes extranjeros (las ganas de vender y agradar aquí no son tan fuertes), pero también es el que mejor está preparado para la exposición de algunos productos perecederos, necesarios de mantenerse en vitrinas frigoríficas.  

24 de octubre de 2016

Uzbekistán - Tashkent - Complejo Khast Imom


El imán poeta y santo

Desde el monumento del Terremoto nos desplazamos en coche, hoy disponemos de uno de la agencia, al complejo Khast Imom, el centro religioso oficial del país, cuyo origen se remonta al siglo XVI, que fue remodelado en 2010. Consta de varios edificios y ocupa una superficie aproximada de 70 Ha.  

Primero visitamos el Mausoleo de Abu Bakr Kaffal Shashi, construido en el siglo XVI sobre la tumba del imán Abu Bakr, y reconstruido en el XIX, en cuya entrada se pueden ver ocho tumbas.





En el interior, la tumba de Abu Bakr Kaffal Shashi, filósofo, poeta de la corte Shaybánida, nombrado Hazrati Imom, Santo Imán. Nació en el siglo X en Ash (la actual Tashkent), hijo de un cerrajero que le enseñó este oficio. Pronto comenzó a escribir poemas, y se trasladó a Jorasán y a Bagdad para completar sus estudios, teniendo como maestro al imán Al-Tabari, con el que logró un gran conocimiento de los libros sagrados, consiguiendo llegar a ser uno de los primeros imanes de Uzbekistán. 


Alrededor de esta tumba hay otras cinco más pequeñas, y en una sala por detrás, tumbas de varios jeques. No hay orador humano, pero sí que hay una grabación de las jaculatorias que los fieles siguen.


Al salir del mausoleo pasamos junto al Instituto Islámico Imom Buxory, el único de esta clase en Asia Central, y salimos a la plaza Khast Imom, donde hay cuatro edificios. A la derecha, la madraza Barak Khan, que data del siglo XVI, construida sobre el terreno en el que antes se alzaban dos mausoleos. 



Hoy sus celdas están ocupadas por tiendas de artesanía o de artículos varios, supongo que se estudia en el Instituto Islámico, porque siendo un centro tan religioso, espiritual y académico es extraño este uso tan comercial. 




Durante nuestra visita se estaba restaurando una de sus cúpulas.


Girando por la plaza en sentido contrario a las agujas del reloj, a la derecha de la madraza se encuentra la mezquita Tilla Sheikh, “la mezquita jeque de oro”, construida en 1856. Según una leyenda guarda entre sus paredes pelo de Mahoma. 


El interior de la mezquita presenta varias particularidades, o así nos parece a nosotros. Su interior no es diáfano, hay tres pasillos, el central más amplio, formado por columnas, que no son de madera, y estas columnas forman doce cúpulas.


Además es la primera vez que vemos dos mihrab en una mezquita, supongo que motivados por la aparición de esa pared divisional.



El resto de la plaza presenta también una curiosa disposición. Frente a la madraza Barak Khan se alzan dos edificios de dispar tamaño, uno por delante de otro. 


El más pequeño aloja el Museo de la Biblioteca Muyi Muborak, originalmente una pequeña madraza construida en el siglo XVI.

En el interior no se pueden realizar fotografías, además debo volver a cubrir mi cabeza y mis hombros. La razón es que en una vitrina situada en el centro de la sala se conserva el Corán del Califa Osmán (Uthman Quran), un ejemplar del Corán del siglo VII, que se considera el más antiguo del mundo, escrito en piel de ciervo. En sus páginas se pueden ver unas manchas pardas que son de la sangre del califa, que defendió el Corán hasta el último momento. El libro fue llevado a Samarcanda por Amir Timur desde Basora (Irán), pero los rusos lo trasladaron a Moscú y luego a San Petersburgo en 1869, y Lenin lo devolvió en 1924 como un acto de buena voluntad a los musulmanes. Tras estar en varios lugares de Uzbekistán, en la década de los noventa del siglo XX, el presidente Karimov lo entregó a la Junta Espiritual de los Musulmanes para su custodia y conservación.

Además hay salas más pequeñas en las que se exhiben coranes de todo el mundo, desde el siglo XIII.



Y finalmente, detrás de este museo, la mezquita Hazroti Imom Juma, ordenada construir por el presidente Karimov en 2007, con el estilo de las mezquitas del siglo XVI, que está flanqueada por dos minaretes de 54 m de altura. 



Accedemos por la entrada principal, ya que lo que vemos sería la parte trasera, entrando a un patio alrededor del cual se dispone un pórtico con columnas de madera, muy clásico, muy moderno, muy cuidado. 



El interior de la mezquita presenta una curiosa forma de “L”, con dos cúpulas.




Como decoración en el techo también hay como un tercer ojo, en este complejo todo resulta peculiar.


Siendo el centro espiritual que es Khast Imom para el país creo que es una visita a realizar, y sobre todo ver ese sagrado Corán.