11 de enero de 2016

Uzbekistán - Tashkent - Plaza de la Ópera y el Ballet - Broadway - Restaurante Sim Sim


Paseos antes y después de la cena

Tras la comida en el restaurante Afsona, Oyott decide que lo mejor es acompañarnos al hotel para que descansemos, la noche ha sido corta y la mañana tremendamente calurosa aunque nada cansada en cuanto a visitas, de las que nos queda una por realizar en esta primera estancia en Tashkent, el Monumento al Terremoto, y que quedamos por hacer al final del tour, cuando volvamos a la ciudad. No nos parece mal hacer un parón, y la idea original de una ducha y disfrutar de la piscina, se disipó en cuanto la confortable cama de la habitación nos atrapó, y cambiamos piscina por siesta en un momento.

Sobre las 18.30 quedamos con Oyott para dar una pequeña vuelta por los alrededores del hotel antes de ir a cenar, paseo que podríamos haber dado sin él, opción que le ofrecimos pero prefirió acompañarnos en esta ocasión. Frente al hotel la plaza de la Ópera y el Ballet, donde por supuesto no falta una fuente, y al fondo, el Teatro de Ópera y Ballet Alisher Navoi


Alrededor de la fuente hay mucha vida ciudadana, que por las noches se anima todavía más, ya que el agua se acompaña de música y luces de colores.


El Teatro Alisher Navoi, construido en 1947 tras sufrir un parón por la Segunda Guerra Mundial, fue diseñado por Alekséi Shchúsev, el arquitecto de la tumba de Lenin en Moscú, colaborando artistas nacionales en su decoración. En su construcción se utilizaron prisioneros de guerra japoneses. Recibe su nombre del poeta Alisher Navoi, que vivió en la segunda mitad del siglo XV y que es uno de los grandes escritores a los que se idolatra en el país, y del que hay parques y estatuas a lo largo del país. Su aforo es de 1.400 espectadores. 


Una placa en piedra en la fachada lateral izquierda cuenta la fundación del teatro y su dedicación. 


Como no podemos visitar su interior, decorado ricamente con particularidades de seis regiones uzbecas, nos conformamos con su exterior, aunque la calle lateral por la que pasamos está en proceso de reforma. 


Muy cerca del teatro se encuentra la Academic Russian Drama Theatre, teatro fundado en 1934 donde se suelen representar obras modernas, en las que se plantean cuestiones sociales o éticas. 


En lugar de dar media vuelta, Oyott aprovecha para continuar el paseo, gesto que le agradecemos, además tenemos tiempo hasta la hora de la cena. Pasamos por una calle muy comercial, con tiendas y restaurantes, con un café-restaurante de nombre Broadway; nos parece muy curioso, un país con un pasado comunista y un nombre tan capitalista; nombre marcado por la cercanía de los teatros mencionados. 



Al final del tramo de la calle Mustafo Kamol Otaturk nos llama la atención un pasaje, donde hay un relieve de bronce, que finalmente conduce a un patio interior con una fuente, todo ello formando parte de un restaurante, que nos parece a priori un lugar agradable. 


Y salimos a la calle Sailgokh, conocida localmente como Broadway, y entendemos mejor el nombre del café. Es una calle peatonal que une Mustaqillik Maydoni con Amir Timur Maydoni, las dos principales plazas de Tashkent. A nuestra izquierda hay edificios públicos, a nuestra derecha un agradable parque, y en el paseo artistas que ofrecen sus cuadros, sus servicios para realizar un retrato o caricatura, y además otros vendedores que venden lo que pueden y tienen (recuerdos de época soviética, monedas, chucherías, globos…). 


En el parque hay pabellones cuya utilidad real desconozco, me parece excesivo para música y podrían ser solo decorativos o para descanso, pero que ahora han sido ocupados por cafeterías-restaurantes. 


Dejamos el parque a nuestra derecha y salimos a la avenida Rashídov, donde se encuentra el Museo de Historia de los Pueblos de Uzbekistán, con una fachada en celosía al estilo de las realizadas en madera. Dicen que es uno de los que merece la pena visitar, pero para ello tendríamos que haber aprovechado mejor el tiempo y este viaje ha sido improvisado y atípicamente descansado. 


Llegamos al hotel, donde ya nos espera nuestro transporte para llevarnos al restaurante donde cenaremos, horario que hemos retrasado media hora de lo programado porque las siete nos parecía demasiado temprano y así hemos podido aprovechar algo para este pequeño paseo. El restaurante Sim Sim, cuyo exterior ya habla de su tipismo. 


En el interior, cortinajes, madera, columnas labradas, grandes lámparas de araña, manteles rojos, y un trío de música amenizando la cena. Hay un amplio patio en el piso inferior que a nuestra llegada estaba casi vacío y a mitad de la cena se llenó de grupos turísticos y celebraciones uzbekas, y un segundo piso, donde somos acomodados nosotros. 




En esta ocasión Oyott si cena con nosotros (a partir de ahora serán pocas las ocasiones en que no contemos con su compañía para las comidas y cenas). Para beber, cerveza fabricada en Uzbekistán bajo la marca Carlsberg. 


Tal y como vamos llegando los comensales, el trío musical pasa por las mesas y pregunta la nacionalidad de los mismos, para así agasajarnos con algo conocido por nuestros oídos, en nuestro caso, Ya no estás aquí corazón, que suena francamente bien. 


De entrantes, tres ensaladas: tomates con pimientos rojos y cebolla; berenjenas, pimientos rojos y cebolla (parece que hoy vamos a repetir y mucho) y algo de limoncillo o hierba limón (“petroska” es como se llama en ruso, ¡vaya por Dios!, el enemigo culinario de mi pareja), donde el dedo señalador de comida vuelve a aparecer en el blog; y ensalada verde con pepino y queso tierno. Buenas ensaladas con ingredientes frescos. 




Oyott nos pasa un momento la carta, pero claro el cirílico no hay manera de entenderlo, la idea era tomar nota del nombre de los platos, pero no era cuestión de ir dando la lata de buscarlo en la carta y traducirlo, así que con la vista y el sabor es suficiente.

De plato principal, y consensuado un poco con Oyott, al que le hemos dado carta libre por supuesto, unos pinchos de carne, a partir de ahora solo pinchos, que por su insistencia en ellos creo que debe ser uno de los platos más demandados por los turistas españoles, aparte de ser también uno de sus preferidos. Brochetas de pollo, ternera y carne picada de cordero, que se pueden aderezar con una salsa al limoncillo (jajaja, toma consomé). Muy buenas y sabrosas las carnes, que no hizo falta pedir doble ración, una hora temprana de cena y que en este viaje hemos sido moderados con las cantidades de comida.



De postre, preferimos fruta, en esta ocasión una refrescante sandía. 


Oyott nos pregunta si queremos té para finalizar, propuesta que aceptamos gustosamente, y que él nos sirve al modo tradicional uzbeko: de la tetera se vierte en un vaso o cuenco, luego se vuelve a verter en la tetera hasta en tres ocasiones, y en la cuarta ya se sirve para todos los comensales, pero nunca sin llenar el cuenco completamente, para que el té se enfríe lo más rápido posible y se pueda beber (llenarlo hasta el borde sería de mala educación). 


Cuando nos disponíamos a salir, de nuevo suena la canción del corazón, lo que delata que hay españoles cenando en el patio, así que nos acercamos a saludar, encontrándonos con la sorpresa que se trata del grupo del avión de la Turkish que también tuvo que correr por el aeropuerto en el vuelo de llegada, ¡pequeño es el mundo y pequeño parece Uzbekistán!

De nuevo en el coche nos dirigimos al hotel, y si por la mañana las calles nos parecieron desiertas, por la noche aún más, aderezado con una iluminación justa en la mayoría de las veces y casi inexistente en otras, lo que hace difícil decir que se salga a pasear a estas horas.


En lugar de entrar al hotel, nos acercamos un momento a la plaza de la Ópera y el Ballet, ya que la fuente está iluminada de colores y es muy llamativa. Y tras este pequeño paseo, ahora sí, a dormir y descansar (parece que hoy es un día de sol y cama), por suerte todavía no empezamos con el trajín de ropas y maletas, para comenzar el viaje por el país. 


Un mapa de la ciudad con los lugares visitados hasta el momento: