11 de abril de 2016

Uzbekistán - Khiva - Torre del Vigía (Kunha Ark)


El tiempo detenido

Descansados y sobre todo, refrescados, en la piscina y en la ducha del hotel (días en remojo pasaremos por el excesivo calor), salimos a pasear por la ciudad por nuestra cuenta, antes de encontrarnos para la cena con Oyott, que previamente nos ha dado el papel con el que podemos entrar en monumentos que ya hemos visitado, porque la entrada es válida para dos días. Las sombras comienzan a hacer acto de presencia, más en una ciudad cuyas construcciones están muy pegadas entre ellas.

Ya no hay ajetreo en las calles, ni siquiera muchos visitantes disfrutando de la arquitectura de la ciudad, ni todos los puestos permanecen montados mostrando sus mercancías; la tranquilidad ha tomado Khiva, y ahora la ciudad se siente y vive de otra manera. 


El dorado es el color del que se van tiñendo las construcciones, aunque los minaretes se mantienen en su color arena del desierto, como el de la madraza Islam Khodja.


Nosotros vamos entrando por callejones pequeños, muchos de ellos sin salida, por los que esta mañana no hemos entrado, y así descubrimos rincones nuevos, detalles nuevos, ángulos nuevos, momentos nuevos. Khiva nos tiene enganchados hasta el tuétano, y todavía no ha parado de hacerlo. 




Pasamos junto al minarete Kalta Minor por si la iluminación de la tarde nos ofrece otras tonalidades de color, pero ahora sus azulejos están más apagados y no deslumbra su visión, quizás hemos llegado demasiado tarde... o demasiado temprano.


Entramos de nuevo a la fortaleza Kunha Ark, y ahora tampoco hay visitantes, ni siquiera casi vendedores (alguno siempre queda), la calma es la dueña de los rincones de Khiva y nosotros la estamos perturbando con nuestros pasos, nuestras voces, y hasta con nuestra felicidad. 


Dentro de Kunha Ark -hemos entrado sin problemas con el papel que nos ha dado Oyott- buscamos la entrada a la Torre del Vigía, que ya habíamos fichado esta mañana; y aquí si hay que pagar la entrada, que no está incluida en la de la visita general a la fortaleza.


Subimos por una escalera sin dificultad, no es muy estrecha, es corta y además han colocado un pasamanos de madera como ayuda. 


Así subimos a la muralla y a uno de sus torreones redondeados, donde para los no altos tenemos los pequeños agujeros que supongo servían para otear protegidos el horizonte, la llegada de posibles enemigos y para disparar en caso de ataque (como en cualquier muralla). 



También hay una más o menos amplia terraza desde la que se contemplan los tejados, minaretes, torres y cúpulas de Khiva, estamos completamente emocionados por la preciosa visión. 



La espléndida visión de las murallas de Itchan Qala, ¡impresionantes!, un lugar donde te quedas paralizado de la belleza de algo tan simple en el pensamiento. 


Subimos a la torre, con balconada de madera por uno de sus lados, con vistas a la ciudad interna, y nos cruzamos con una pareja que ya se va, con las mismas sonrisas de felicidad que llevamos nosotros, y nuestros ojos al cruzarse también la expresan



En las paredes de adobe de la torre destaca el brillo de la paja incrustada, que incluso llega a deslumbrar con los rayos del sol. 


Estamos solos, nada de multitudes buscando la pose y la fotografía, el horizonte es todo para nosotros y el momento lo disfrutamos en soledad acompañada.

Las murallas, la puerta Ota Darvoza y la estatua de
Al Khwarizmi


El único estanque que vimos en la ciudad, situado fuera de Itchan Qala, la zona conocida como Dishon Qala, que en su momento también estuvo rodeada por murallas.


En esta parte de la ciudad, en Dishon Qala, también hay una noria, que tendrá su propia historia, desde la que se deben tener buenas, diferentes y divertidas vistas de la ciudad. 


Seguimos mirando a Itchan Qala, que es la que concentra nuestra atención: el minarete Kalta Minor, la madraza Islam Khodja y su minarete (a la derecha), la mezquita Juma y su minarete (a la izquierda), y la cúpula del mausoleo Mahmud Pahlavon




La madraza de Amir Tura sobresaliendo entre los tejados de las viviendas. 


Se tiene una buena visión del salón del trono de verano de lafortaleza


Y sobre todo, ella, la onda de arena de las murallas de Khiva, hasta te producen la sensación de movimiento, te hechizan y no puedes dejar de mirarlas, más cuando el sol les saca su dorado mágico. Contigo, conmigo, con los dos, sola la muralla… click click click, espera que ha cambiado el tono…click click click… 


Esperamos el atardecer, aunque el espectáculo está más en las piedras que en el propio evento solar. 


Poco a poco han ido llegando más viajeros en busca del atardecer privilegiado, y todos tenemos unas caras de felicidad completa, sin compartir idiomas nuestras sonrisas son el medio de comunicación, y todos compartimos unos preciosos momentos.

Aquí te puedes pasar el tiempo disfrutando con las tonalidades, los matices, los detalles, y si llevas cámara más, pues menos mal que no son de carrete porque sería un gasto tremendo, o habría que ser capaces de contenerse al click compulsivo, un acto imposible de dejar de hacer.

Descendemos con algo de tristeza de la torre del Vigía, salimos de Kunha Ark, y sus murallas nos vuelven a sorprender, ¡bendito ocaso!