4 de julio de 2016

Uzbekistán - Bukhara - Mausoleo y Necrópolis Chor Bakr

Tumbas y ruinas

La última visita en los alrededores de Bukhara, tras las realizadas al mausoleo de Bajautdin Naqshband y al curioso palacio de verano del emir, Sitorai Makhi Khosa, es al mausoleo Chor Bakr, una necrópolis construida en el siglo XVI sobre el lugar donde fue enterrado Abu Bakr Said en el año 970 d.C. (año 360 según el calendario musulmán). Abu Bakr Said es uno de los cuatro descendientes de Mahoma.

En la entrada al mausoleo hay un mapa para orientarse, pero la verdad es que poca orientación proporciona e información ninguna, ya que el idioma uzbeko no ayuda. No hay nada como perderse entre las piedras.


La necrópolis ocupa unas 4 hectáreas, donde se levantan unas 25 construcciones, en mejor o peor estado. En 1858, Adullahan II comenzó a construir algunos de estos edificios y mausoleos para los jeques de la dinastía Djuybarsk, así como también la mezquita y la kanaka. 


Por llevar un orden en la visita, orden que no tuvimos nosotros, comencemos en la mezquita, en la que destaca la cúpula azulada turquesa, y es identificable por el minarete de pequeña altura que está a su lado. 


Aprovechando sus puertas abiertas entramos para ver su interior. 




Entre la mezquita y la kanaka, un minarete construido en el siglo XX, dicen que a imitación del minarete Kalon de Bukhara, y hacia el otro hay un estanque.


Entre la mezquita y la kanaka hay un amplio patio abierto en el que se distribuyen celdas o khudjras. 


A continuación, la kanaka, una sala de reuniones para los sufíes. 


A partir de aquí un camino por el que se van sucediendo los mausoleos, la mayoría en mal estado, tanto en sus puertas de acceso como en su interior, habiendo perdido la mayor parte su decoración de azulejos. 





El camino termina en la tumba de Abu Bakr Said, aunque esta historia nos la cuenta otro guía en inglés, ya que Oyott le pasa el testigo porque no tiene suficiente información sobre este lugar, y algo entendimos, no demasiado, pero no era cuestión de entretenerle con preguntas ya que él iba acompañando a otro turista que se había quedado esperando ¡a pleno sol!, desde aquí nuestro agradecimiento a los tres por la paciencia y la organización. 



En el camino de vuelta hacia la salida nos dedicamos a perdernos entre los mausoleos y las tumbas, no por nada especial ni buscando nada en particular, solo para conocer mejor el lugar y su estado, en su mayoría bastante deteriorado y abandonado, como un decorado de película de terror. Oyott nos esperará en la salida, por supuesto a la sombra de un árbol.








Tras la visita, volvemos a la ciudad para comer, hoy nos toca hacerlo en el hotel, y por un momento estuve tentada de pedirle a Oyott que nos llevara a otro sitio, nuestra experiencia gastronómica en el hotel de Khiva no fue satisfactoria, pero hacerlo aquí tenía a su favor el tener un pequeño rato de descanso y la posibilidad de un baño en la piscina y/o darnos una ducha -que también podríamos haber hecho comiendo fuera, pero por aquello de ser benévolos con el guía y el chófer también desistimos-, con lo que finalmente lo hicimos, y luego yo me arrepentiría enormemente de no hacer caso a mi instinto de conservación.

La comida nos espera en la mesa, no sé el tiempo que llevaría allí ni quise ni quiero saberlo: samsa (empanadillas), ensalada de berenjenas, requesón, ensalada de pepino, pimiento y tomate, y ensalada de maíz, huevo y jamón con una pseudomayonesa. 


El pan hoy tiene dos variedades, una de ellas es pan moreno. 


También tomamos (creo que tomé yo sola) una crema de calabaza, ni mi pareja ni Oyott le hicieron caso ni acercaron sus cucharas. Y de plato principal, carne guisada con patatas y cebolla, no demasiada sabrosa. 


De postre, fruta, que intentamos lavar y pelar porque realmente apetecía algo dulce y natural, y si hubiera estado más fresca hubiera resultado una alegría.